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Cuba superó el millón de graduados universitarios

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medicina_cuba_universidad-450x273Conferencia Especial en Pedagogía 2011 del  MSc. Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, Ministro de Educación Superior de Cuba

Estimados profesores y autoridades académicas participantes en Pedagogía 2011:

Hace tan solo unos días iniciamos el Año 53 de la Revolución Cubana. Dentro de un año, estaremos conmemorando el 50 aniversario de La Reforma de la Enseñanza Superior en Cuba, promulgada el 10 de enero de 1962, referencia obligada de gran parte del desarrollo ulterior de este nivel de educación en el país. Cinco décadas de educación superior en Revolución han sido testigos de un proceso ininterrumpido de transformaciones sistemáticas, acometidas con el objetivo de remodelar la universidad desde adentro para poder articular mejor su quehacer a las necesidades del desarrollo del país, en cada uno de los períodos por los que ha transitado desde el triunfo revolucionario de enero de 1959.

Se puede afirmar que la universidad cubana actual es heredera de una tradición de lucha por la independencia y la soberanía, de rebeldía ante la injusticia y lo mal hecho, iniciada en el siglo XIX durante la gesta libertaria contra el colonialismo español, y que se enriquece a partir de la década del veinte del siglo pasado, con la presencia de figuras prominentes de profundo pensamiento revolucionario, como Julio Antonio Mella, Fidel Castro y José Antonio Echeverría, quienes, con su verbo y acción, denunciaron los males académicos existentes, y fortalecieron el compromiso de la universidad con la revolución social. No es, sin embargo, hasta enero de 1959 que las universidades cubanas, como partes integrantes de la revolución triunfante, pudieron ir al encuentro de las vías y formas para transformarse, crecer, superar errores y alcanzar su pertinencia social.

En esta conferencia haré un recorrido por los principales hitos que han marcado y guiado la búsqueda de una educación superior coherente con las profundas transformaciones socioeconómicas llevadas a cabo en el país durante más de medio siglo y exponerles, asimismo, los objetivos estratégicos en que nos encontramos enfrascados actualmente.

Una universidad que se crea y se transforma

Desde el inicio de la Revolución, sus máximos dirigentes políticos señalaron la imperiosa necesidad de prestar especial atención a la universidad como institución del conocimiento y de la cultura en el sentido más amplio, de elevar la conciencia en torno al papel crucial que le corresponde a la universidad en el progreso del país, así como de crear las condiciones objetivas y subjetivas para favorecer la equidad e inclusión social en nuestras universidades.

Mucho le debe la universidad cubana actual a las tesis meridianas, medulares y transformadoras del Comandante en Jefe Fidel Castro en torno a lo que la Revolución esperaba y necesitaba de las universidades, ideas de relevante alcance y vigencia.

El 11 de mayo de 1959, en la Universidad de La Habana, Fidel declaró:
“La Revolución que estamos haciendo no llegará al máximo de sus realizaciones, si parejamente no se produce en nuestras universidades el equipo de hombres que salve la tremenda laguna que se creó por ausencia de hombres técnicamente capacitados”.

En ese mismo discurso al caracterizar en qué debían convertirse las tres universidades públicas entonces existentes, Fidel expresó (….) “centros donde verdaderamente el espíritu académico, el espíritu de investigación y los métodos pedagógicos estén realmente a la altura de la patria que estamos forjando”.

Por su parte, Ernesto Che Guevara, en el discurso que pronunciara el 28 de diciembre de 1959 en la Universidad Central de Las Villas “Martha Abreu” indicó claramente “….que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo”.

Como vemos en estas citas, la universidad en Revolución contó desde un inicio con una brújula que le indicó la necesidad de abrazar un enfoque de carácter eminentemente clasista a favor del pueblo, que la compulsó a cambiar radicalmente su composición social, y la llevó por el camino de la universalización de los estudios superiores y de la democratización del claustro y de los colectivos estudiantiles. Las universidades tomaron conciencia, asimismo, de que había que acometer sin mayor dilación la formación de profesionales en los perfiles que requería el país para salir del subdesarrollo, y que tenían que forjar el vínculo indisoluble entre docencia e investigación.

Para hacer realidad estas ideas se acometieron múltiples acciones, entre ellas, a finales del año 1960, se inició el primer plan de becas universitarias, con el claro objetivo de comenzar a dar solución no solo a la carencia de recursos económicos para asistir a la universidad, sino para tratar, asimismo, de romper con el fatalismo geográfico de no residir en La Habana, Santa Clara o Santiago de Cuba, que eran las únicas tres ciudades que contaban entonces con una universidad pública oficial.

Como se comprenderá, el contexto resultante de más de medio siglo de injusticia social prevaleciente durante toda la república neocolonial no permitió entonces experimentar un cambio sustancial al abrir de par en par las puertas de la universidad a las grandes masas, en un país que con un poco más de 6 millones de habitantes, tenía alrededor de un millón de analfabetos en 1959.

Ante esta situación en la década de los años 60, las universidades decidieron asumir con el concurso de sus propios profesores la responsabilidad de brindar cursos de nivelación para jóvenes estudiantes y trabajadores que no se habían podido titular de bachilleres, o que habían estado mucho tiempo separados del estudio. Es justo acotar el alto significado de estos cursos si se tiene en cuenta también que fueron desarrollados por un grupo reducido de prestigiosos profesores universitarios que asumieron la causa de la nueva universidad y optaron por permanecer junto a su pueblo, a diferencia de no pocos catedráticos que prefirieron abandonar el país.

Si bien la ampliación significativa del sistema de becas tuvo un impacto directo en la extensión del acceso a la universidad, el gran salto cuantitativo que experimentó la matrícula universitaria en menos de dos décadas, no solo se debe a lo acontecido en los predios universitarios, sino que tiene su explicación más acabada en un contexto más amplio, que es la inmensa obra educativa general emprendida inmediatamente por la Revolución con la Campaña Nacional de Alfabetización de 1961, el carácter gratuito del sistema educacional cubano que se establece, incluido el nivel superior, la multiplicación de escuelas primarias, secundarias básicas e institutos preuniversitarios en todo el país, seguida por la constitución de las facultades obrero-campesinas en la educación de adultos. De unos 15,000 estudiantes universitarios al triunfo de la Revolución en 1959, se registraron casi 84,000 en el curso 1975-1976.

Significo que miles de los cubanos que egresaron de nuestras universidades en los años 70 y 80, -- y también como becarios de universidades del otrora campo socialista de Europa del Este -- fueron los primeros graduados de nivel superior en sus respectivas historias familiares, quienes de no haber triunfado la Revolución jamás hubieran podido soñar con alcanzar un título universitario. Cabe señalar igualmente el incremento también sustancial y sostenido de la presencia de la mujer en la educación superior posterior al triunfo revolucionario. Basten los datos para ilustrar esta aseveración. En el curso 1959-1960 se reportó que las mujeres representaban el 3 % de los graduados universitarios en ese curso; en la graduación del curso 1976-1977 ya era el 37%, y en la más reciente, en el 2010, el 64 %.

En cuanto a los cambios en la estructura de las carreras universitarias, es decir, de los programas de formación de pregrado, la Reforma Universitaria resaltó el nexo evidente que debía existir entre el desarrollo de la economía y de la sociedad, y la formación de científicos y técnicos. Consecuente con ello, propuso la creación de carreras nunca antes desarrolladas en las universidades cubanas o deficientes en cuanto a la calidad de los estudios. Estas nuevas carreras fueron diseñadas con vistas a garantizar los profesionales en los diversos perfiles que demandaba la industrialización del país, el aumento de nuevas ramas de producción, la intensificación y diversificación de la agricultura, y la organización en lo económico, en lo administrativo y en lo político. Durante estas últimas cinco décadas, lógicamente se han producido variaciones en la estructura de carreras y en los contenidos de su currículo en nuestras universidades, en atención a cambios en las necesidades del desarrollo del país, al propio desarrollo de las ciencias y la tecnología, a la influencia de las tendencias internacionales, al estado del arte de cada perfil profesional, a la validez del modelo de perfil amplio y a las exigencias del mundo del trabajo.

Indiscutiblemente, el quehacer investigativo de la universidad cubana hay que verlo muy ligado al compromiso de hacer ciencia, en respuesta a aquellas previsoras palabras pronunciadas por Fidel el 15 de enero de 1960 en la Academia de Ciencias cuando dijo: “El futuro de nuestro país tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de Ciencia, un futuro de hombres de pensamiento...”. En los años 60 nacen grupos de investigación en las universidades, que fueron el germen de centros de investigación creados posteriormente dentro de las propias universidades o estrechamente vinculados a ellas, los que han sido pilares de la producción científica en el país en todos estos años.

En 1976 al crearse la red de instituciones de educación superior, la labor de investigación recibe el influjo de esta expansión. A mediados de la década de los 80, se fundan nuevos centros de investigación y se multiplican los centros de estudios y cátedras honoríficas en prácticamente todas las universidades del país. Es importante señalar que de manera gradual fue ganando terreno la multi e interdisciplinariedad y la colaboración interinstitucional, sin lo cual no se hubieran podido alcanzar muchos de los resultados que hoy mostramos en la investigación universitaria.

En nuestro país, un rasgo decisivo para hacer posible el aumento del trabajo científico en sus universidades ha sido, sin duda, la presencia del componente investigativo en los programas de formación de pregrado, con lo cual todos los estudiantes universitarios a partir del tercer año, y el 80 por ciento de los profesores, se vinculan a temas de investigación en sus facultades y centros respectivos. El avance de la ciencia en las universidades hay que verlo también vinculado al desarrollo que ha tenido en todos estos años la educación posgraduada, fundamentalmente la formación académica en los programas de maestrías y doctorados. Aquí he de hacer referencia a la Ley 1281 de 1974, que estableció el Sistema Nacional de Grados Científicos con el objetivo de “formar y desarrollar a partir de los graduados universitarios, los cuadros científicos al más alto nivel de desarrollo de cada rama de actividad, de acuerdo con las necesidades presentes y futuras del país “.

La formación doctoral de nuestros profesionales comenzó en la década del 70 del siglo pasado, con un fuerte apoyo de instituciones extranjeras, fundamentalmente de la antigua URSS y de países del otrora campo socialista. En 1977 en el país existían 324 profesionales con grados científicos. De ellos, el 65% lo había obtenido en el extranjero. Diez años más tarde, la cifra se había elevado a 3 428, de los cuales el 45,8 % ya lo había obtenido en Cuba en instituciones cubanas autorizadas. Por necesidades históricas y económicas, en la década de los 90 tuvimos que continuar esta formación prácticamente solo en el ámbito nacional. Ello fue posible por la masa crítica de doctores que ya se habían formado para esa fecha, y que se encontraban en las universidades y centros de investigación del país. Desde el 2006, se presentan anualmente a acto de defensa unas 500 tesis de doctorado, de las cuales más del 90% tienen tutores nacionales y se defienden en Cuba.

Retomo la evolución de la matrícula universitaria, que mantuvo una tendencia al incremento, y alcanzó la cifra de 310,000 estudiantes en el curso 1987-1988. Sin embargo, acusó un descenso en la década de los noventa, durante un período de gran contracción económica en el país, ocasionado por el derrumbe del otrora campo socialista de Europa del Este, la desintegración de la URSS y el recrudecimiento oportunista del bloqueo económico y financiero del gobierno de los Estados Unidos de América contra Cuba. Todas las esferas productivas y de servicios tuvieron severas afectaciones. Entre las que sufrió la educación superior estuvieron la reducción de la matrícula de pregrado, las limitaciones en los insumos y la infraestructura para el desarrollo de las investigaciones y de la práctica laboral de los estudiantes en las empresas. Aun así, en los momentos más difíciles del ya mencionado período, las universidades y sus centros de investigación se mantuvieron funcionando, con resultados aceptables.

A partir del curso 2001-2002, se inició una etapa superior de la universalización de la educación superior, política que como ya se ha visto ha estado presente a lo largo de todo el período revolucionario. Esta nueva etapa reflejó un aumento de la matrícula, con la mira puesta en alcanzar un espectro mucho más amplio en sus fuentes de ingreso. Se favoreció ofrecer nuevas oportunidades a jóvenes que no habían podido acceder por diversas causas en los años 90 a los estudios superiores. Así en el curso académico 2006-2007 la población universitaria había ascendido a más de 620,000 estudiantes y alcanzó su cifra más alta en el curso 2008-2009, con una matrícula de 711,000 estudiantes. De ellos, más del 80% había ingresado a la universidad a través de programas específicos, y cursaba sus estudios en sedes universitarias ubicadas en sus municipios de residencia, en carreras fundamentalmente del campo de las humanidades y las ciencias sociales.

Como resultado del desarrollo ascendente de la universidad cubana, con énfasis en la formación de profesionales en el período 1960-2010, en diversas tipos de cursos, desde los más tradicionales con estudiantes a tiempo completo en los cursos diurnos, hasta diversas modalidades de cursos para trabajadores y cursos de educación a distancia, en agosto 2010 se superó la cifra de un millón de graduados universitarios en el país. Se puede considerar como una cifra encomiable para una nación que no ha dejado de estar, en igual período, acosada y bloqueada económicamente y asediada por devastadores huracanes, entre otros problemas climáticos.

Hay que decir también que pese a que contamos con un amplio espectro de perfiles para dar respuesta al desarrollo del país, y de las modificaciones que con el paso de los años ha tenido la estructura de carreras en nuestras instituciones, esta alta cifra de graduados universitarios no satisface hoy plenamente todas las necesidades y demandas de la economía y la sociedad, lo cual es una condición necesaria a tomar en cuenta al proyectar en la actualidad la matrícula.

Nuevos retos ante nuevos escenarios internacionales y nacionales

Resulta evidente que la segunda década del siglo XXI trae consigo el peso de un agravamiento de la crisis económica mundial, un empeoramiento de la situación medioambiental ante los efectos negativos del cambio climático, el peligro de una guerra nuclear y una brecha creciente entre los que tienen mucho y los que cada vez tienen menos. Existe conciencia, asimismo, del papel ascendente que desempeña el conocimiento en la solución de los graves problemas que enfrenta la humanidad. Objetivamente, las tecnologías siguen revolucionando las esferas de la información y las comunicaciones, a un ritmo realmente desafiante para la mayoría de los países, los cuales, entre ellos Cuba, requieren hacer ingentes esfuerzos para al menos mantener un nivel que favorezca el progreso.

Todos estos desafíos tienen una repercusión directa en la misión y las funciones de la educación superior en cualquier parte del mundo. Implica que, como nunca antes, se necesita de una estrategia bien concertada que promueva cambios en la universidad, no pocos de ellos bien radicales en diferentes áreas y procesos, que propicien mayor contribución e impacto social del quehacer de las universidades, con resultados de la ciencia y de la innovación cuya aplicación y generalización aseguren un desarrollo sostenido y sostenible.

Es conocido que las actividades económicas principales en los distintos países, se están diversificando o reconvirtiendo como resultado, entre otros factores, de los propios avances de la ciencia y la innovación tecnológica, y también de los efectos del cambio climático al que ya he hecho referencia. Todo ello condiciona una reorientación y recalificación cíclica de los recursos humanos, un aprendizaje durante toda la vida para poder enfrentar estos cambios. Sin restarle el menor ápice de liderazgo a la universidad por el alto potencial científico real que posee, conformado por sus profesores, investigadores y estudiantes, hay que decir que cada vez menos puede y podrá actuar en solitario.

Me interesa resaltar nuestra visión desde Cuba en cuanto a la importancia estratégica de fortalecer la alianza y la colaboración interuniversitaria – regional y nacional -- y de las universidades con el sector productivo y de los servicios, y por supuesto, con los niveles precedentes de enseñanza.

Las posibilidades que de manera creciente ofrece la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) determina que estas exigencias tengan cada vez mayor presencia en el quehacer universitario, lo cual es válido también para las colaboraciones académicas con otras instituciones de educación superior con las cuales nos unen muchos años de relaciones solidarias.

Reitero por ello, que si no se concibe el sistema nacional de educación en su conjunto, basado en un marcado compromiso de la universidad con la educación precedente, como un todo articulado, desde la primaria hasta la educación posgraduada; sin concertar la participación de toda la comunidad universitaria y de los mejores profesionales e investigadores en ejercicio, y sin hacer el aprovechamiento más racional de los recursos materiales y financieros con que cuenta el país en las diversas instituciones, consideramos que el salto cualitativo en la formación de los profesionales, en la generación de los conocimientos, en la ciencia y en la innovación, quedaría solo en una aspiración. Con estos presupuestos en mente, hemos iniciado los ajustes direccionales en el quehacer de nuestras instituciones de educación superior, que tienen como objetivo estratégico alcanzar la excelencia en todos sus procesos sustantivos.

En este contexto nuestro país asume, además de los desafíos económicos, enormes retos ideológicos al enfrentar la política genocida del gobierno estadounidense con su injusto y prolongado bloqueo económico y su creciente actividad de subversión ideológica orientada con énfasis al sector académico, que alienta la deserción y estimula el robo de cerebros, con la pretensión de fomentar el desaliento y la ruptura de los claustros universitarios y los colectivos estudiantiles con la Revolución. Por estas razones, en nuestras universidades ponemos especial énfasis en el trabajo educativo, en la formación humanística orientada a la profundización del conocimiento de nuestra historia, al desarrollo de valores, de una mentalidad de productores y de ahorradores, y de una actitud altruista y solidaria. Nuestros procesos formativos integran los conceptos de calidad, racionalidad, eficiencia y pertinencia para lograr la formación integral de los profesionales que necesita la patria para defender y hacer perdurable nuestra obra mayor, la Revolución Cubana.

Pertinencia de la universidad revolucionaria cubana del siglo XXI

Actualmente contamos con una amplia red de instituciones de educación superior en el país, que funcionan tanto en sus sedes centrales, como en sus centros municipales. La palabra clave en su proyección es la mejora continua de la calidad de los procesos que desarrollan. La calidad y la pertinencia han estado siempre en el centro del quehacer universitario en Cuba en estos últimos decenios.

Apenas constituido el Ministerio de Educación Superior en 1976, se emprendió el diseño de una política encaminada al desarrollo de un sistema de evaluación y control del trabajo de las instituciones de educación superior. En 1978 se contaba ya con un primer reglamento de inspección o evaluación estatal, cuyo objetivo fundamental estuvo dirigido al logro de un cambio en la cultura de trabajo de la organización, que permitiera mejorar la calidad.

A partir del análisis de la práctica internacional en materia de evaluación y acreditación, de nuestra propia experiencia en la evaluación de instituciones, la necesaria inserción de Cuba en el mundo académico, principalmente en América Latina y el Caribe, caracterizada por una colaboración e intercambio permanente y creciente, y la internacionalización como tendencia en la educación superior, surgió también el Sistema Universitario de Programas de Acreditación (SUPRA) en el año 1999. Ya el SUPRA comprende los Sistemas de Evaluación y Acreditación de Maestrías (2000), de Carreras (2003), de Doctorados (2008) y de Instituciones de Educación Superior (2011). La concepción más general que los sustentan es que la autoevaluación, la evaluación externa y la acreditación constituyen una unidad dialéctica y, por ello, son procesos de un sistema integral que se reconoce como la gestión para el mejoramiento continuo de la calidad de la educación superior y de certificación pública de niveles de calidad nacional e internacional.

Para nosotros el eje de todo el trabajo que se realiza y emana de la universidad, lo constituye su dimensión educativa, conformada en lo esencial por el desarrollo de valores de alto contenido humanista, la construcción de una ética profesional y la concientización de la responsabilidad ciudadana. El abanico de saberes y habilidades – además de las propias de la profesión-- tiene que acentuar aquellas que distingan al profesional por sus valores y convicciones, que le promuevan el desarrollo de un pensamiento crítico, creativo e integrador, y de una conciencia medioambiental. Resultan imprescindibles igualmente las herramientas para gestionar la información y el conocimiento durante toda la vida, para hacer un aprovechamiento óptimo de la tecnología digital, todo lo cual le permitirá desenvolverse mejor en la solución de problemas y en su participación ciudadana. Si bien gran parte de ello ha de iniciarse mucho antes del ingreso a la educación superior, la universidad se convierte en un marco más propicio para el desarrollo integral de su personalidad, ya que lo convoca de manera sistemática a participar activamente no solo en la vida académica, sino también en la vida política, económica y cultural del país.

La universidad tiene que ser para el estudiante el lugar que le brinde la oportunidad de poner en tensión toda su disposición de aprendizaje; que le eleve sustancialmente su responsabilidad individual como gestor del conocimiento; que le revele las contradicciones en la sociedad y en las ciencias, y le enseñe a identificarlas. Debe ser la institución que lo involucre en la búsqueda de soluciones a los problemas reales de la sociedad y lo incite a adentrarse a través de la investigación en los misterios aún no revelados de las ciencias y la naturaleza.

Al estar la universidad llamada a ser forja del desarrollo de la honestidad científica y de la ética profesional, el papel formativo que desempeñan los profesores e investigadores universitarios es crucial. Su ejemplo de educadores y su capacidad de comunicación, su alta calificación técnica y su compromiso irrenunciable con la justicia social y la paz son características que aspiramos en todo nuestro colectivo, de lo cual vale decir, nos enorgullecemos. Estas aspiraciones se abordan en la planeación estratégica de la educación superior, a fin de dar pasos más seguros para aproximarnos de manera sucesiva a nuestra visión y alcanzar la verdadera pertinencia.

Estimados colegas:

He tratado de hacer una valoración de más de 50 años de transformaciones sucesivas en uno de los pilares sobre los que se sustenta la Revolución Cubana. Solo con la profunda revolución social triunfante de 1959, fue posible emprender nuestra revolución universitaria. Sin la voluntad política, sin la nítida visión en torno al papel de las universidades y sin el apoyo financiero, material y moral del Estado y el Gobierno cubanos durante todos estos años, muy especialmente del Comandante en Jefe Fidel Castro, hoy no podríamos mostrar con sano orgullo lo alcanzado.
Una parte de lo logrado, ha trascendido la patria chica, en cumplimiento del concepto martiano de que “Patria es humanidad.” Un fruto muy preciado de la universidad cubana en el período revolucionario son los más de 30,000 estudiantes procedentes de 129 países graduados en nuestras universidades. Actualmente tenemos en nuestras aulas 27 000 estudiantes extranjeros.

Punto Nuevo de Partida

Hoy lejos de sentirnos en un punto de llegada, nos sentimos en un punto nuevo de partida, en el que habrá que redoblar los esfuerzos y aunar aun más todas las inteligencias y voluntades para subsanar las insuficiencias que tenemos identificadas y vencer los obstáculos y los desafíos que se presenten en nuestro andar, con la mira siempre puesta en transitar con éxito por el camino de la excelencia. Nuestro pueblo lo merece y también todos aquellos con los que podamos compartir nuestros mejores resultados.

La educación superior cubana está enfrascada en ratificar su modelo de universidad científica, tecnológica y humanista, de universidad dinámica y proactiva, caracterizada por la formación de valores y dedicada a la creación, promoción y difusión del conocimiento, al desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica, que asume la responsabilidad de poner su formación al servicio de las demandas y necesidades del desarrollo social. Una universidad a la cual se accede demostrando capacidad para participar intensamente en sus programas, que hace posible su universalización en condiciones de calidad y equidad con la colaboración de los diferentes sectores de la sociedad, y que propicia la educación durante toda la vida.

La universidad cubana es solidaria, lucha por la defensa de los derechos humanos, la democracia, la igualdad y la justicia social. Comprometida con la paz, apoya la urgencia del desarme general y completo para evitar el peligro nuclear que se cierne sobre el mundo. Es opuesta a la irracionalidad consumista del capitalismo, que ha demostrado ser insostenible y contraria a la preservación del medio ambiente y a la perdurabilidad del ser humano.

Cuba vive un momento excepcional en su historia patria, y la universidad revolucionaria cubana continuará siendo un participante activo en su tiempo. Estamos promoviendo un debate colectivo que nos conduce inevitablemente a la forja de proyectos para involucrarnos todos en el perfeccionamiento económico social al que hemos sido convocados y con el que estamos comprometidos. En ese actuar, la universidad estará haciendo historia en esta etapa compleja y decisiva de nuestra Revolución. Nuestros profesores y estudiantes estarán vinculados al esfuerzo común como protagonistas de los desafíos del presente y del futuro de la nación cubana y del mundo, siempre con inobjetable confianza en la victoria.

Muchas gracias

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  • Jorge LGuerrero dijo:

    Solo con una revolucion como la nuestra,es posible que los pobres asistan a una universidad,miren hoy al estudiantado puertoriqueño,como se le trunca su camino al futuro,al ponerle altos precios al estudio superior,eso en cuba no existe,eso se arranco de cuajo desde 1959 y hoy nuestro estudiantes universitarios no tiene esa preocupacion, somos privilegiados.

  • blancomeridiano1 dijo:

    Habría que distinguir entre las intenciones que los estudiantes tienen y las tensiones que se generan a partir de como las expectativas de estos se cumplimentan con las de aquellos que son sus maestros o educadores llegan a poner de manifiesto en lo que intentan darles a conocer.
    Hay demasiadas cosas que pueden producir tensión en el ser humano, la universidad podrá con algunos aspectos y mientras los estudiantes puedan llegar a ser una contraparte a los conocimientos que se les intentan trasmitir la atención que estos le brindan dará de hecho un resultado.
    Un mundo plagado de pragmatismo efectivista donde la tensión no cuenta con las pretensiones de los otros y la distensión de demás circunstanciales o efectivos que no son más que para ser parte de la tensión, no habrá sentido ni para la ciencia ni para la especificidad de la educación.
    Queda mucho por recorrer, un nuevo punto de partida es solo uno en una inmensa figura que da forma a lo nuevo a un nuevo modo de vida.

    Blancomeridiano1

  • ivan dijo:

    larga vida a la revolucion y a sus dirigentes,
    Viva Cuba Socialista!

  • pjmelián dijo:

    Un pequeño escolar de, digamos, tercer grado primario en la República Socialista de Cuba, estado libre, soberano e independiente, posee más cultura que un graduado universitario en EE.UU., das vierte Reich, el estado terrorista geocida y genocida más peligroso del planeta.
    Un diploma en un centro de alta enseñanza de ese país se enfoca en como hacer negocio sin trabajar. Embellecen la técnica del garrote financiero y las humanidades brillan por su ausencia. Son consideradas, no digamos inútiles, SINO MUY PELIGROSAS. Incapacitados para hablar, leer y escribir una lengua foránea a duras penas batallan con su propio verrnáculo que a duras penas dominan.

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Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Presidente de la República de Cuba desde el 10 de octubre de 2019. Fue Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (2018-2019), Primer Vicepresidente de Cuba (2013-2018) y Ministro de Educación Superior (2009-2012). Fue Primer Secretario del Partido Comunista en Villa Clara (1994-2003) y Holguín (2003-2009). En twitter: @DiazCanelB

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