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EEUU logró apoyar el golpe en Honduras y aparentar respaldo a Zelaya

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La Jornada

El gobierno de Barack Obama está entrampado entre viejos y nuevos esquemas de la política en América Latina y, según analistas, en Honduras ha optado por legitimar un golpe de Estado si es que reconoce -como todo indica-, los resultados de las elecciones programadas para el próximo domingo.

Para algunos, la jugada de Washington siempre fue apoyar el golpe de manera discreta y aparentar públicamente que respaldaba a Zelaya. Para otros, el gobierno de Obama, entre otros de la región, fueron derrotados por las maniobras de la derecha en América Latina y sus aliados en Estados Unidos. Pero los críticos coinciden en que la política de Washington hacia Honduras ha dañado -aunque no necesariamente de manera severa- la credibilidad del gobierno de Obama en América Latina.

La decisión de Obama, días después de negociar a finales de octubre un acuerdo entre el gobierno constitucional de Manuel Zelaya y el régimen de facto de Roberto Micheletti, de apoyar el proceso electoral aun sin incluir como precondición la restitución de Zelaya, fue elogiada por sectores conservadores en Estados Unidos.

Esa decisión permitió que Arturo Valenzuela, el recién instalado secretario adjunto de Estado para relaciones interamericanas y Thomas Shannon, su antecesor en el puesto, negociador principal del acuerdo en Honduras y próximamente embajador en Brasil, fueran finalmente ratificados por el Senado después que el senador conservador Jim DeMint levantara su congelamiento del proceso en la cámara alta.

DeMint, después de que Shannon y otros afirmaron que Zelaya no tendría que ser restituido antes de la elección, declaró que "me complace reportar que el gobierno de Obama finalmente ha revertido su política mal guiada hacia Honduras y que reconocerá plenamente las elecciones del 29 de noviembre. La secretaria Clinton y el secretario adjunto Shannon me han asegurado que Estados Unidos reconocerá los resultados de las elecciones hondureñas aun si Manuel Zelaya no es reinstalado".

DeMint y otros legisladores -entre ellos la representante republicana de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen, quien dijo que visitará las casillas que la comunidad inmigrante hondureña utilizará en Miami- tuvieron éxito en promover su apoyo al gobierno de facto en Washington. Ese régimen y sus aliados gastaron más de 600.000 dólares en cabilderos, reportó la revista The New Yorker. Entre los contratados por el régimen golpista y sus aliados estaban figuras de gran influencia en Washington como Lanny Davis, el ex abogado del presidente Bill Clinton y su esposa Hillary Clinton, la actual secretaria de Estado, reportó anteriormente La Jornada.

Para Christopher Sabatini, principal director de análisis político del Consejo de las Américas, con la decisión del gobierno de Obama de abandonar el consenso regional de defensa de la democracia en el caso de Honduras, hemos perdido nuestra capacidad y autoridad moral para denunciar violaciones de legislaturas y tribunales supremos en otros países, como Venezuela o Bolivia, cuando ellos toman acciones antidemocráticas. En entrevista con La Jornada, Sabatini argumentó que dar legitimidad al golpe de Estado a través de las elecciones es un error y daña el perfil de Obama en la región.

Ante el golpe, comentó, reconocer las elecciones es una victoria para los conservadores. El hecho de que las fuerzas conservadoras, tanto allá como aquí, fueran tan efectivas es impresionante pero a la vez triste. Pero señaló que esas fuerzas conservadoras, aunque podrán haber ganado esta batalla (al lograr que Washington apoye y tal vez reconozca las elecciones), podrán haber perdido la guerra por los costes de esto para la política exterior hacia América Latina.

Para Mark Weisbrot, copresidente del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR), el gobierno de Obama apoyó el golpe de Estado desde el inicio. Han logrado apoyar el golpe y a la vez aparentar respaldo a Zelaya, declaró en entrevista con este diario. Ambos analistas, entre muchos otros, se suman a la posición mayoritaria en la región de que no se puede lavar un golpe con una elección.

Sin embargo, señaló Weisbrot, el gobierno de Obama está sorprendido por la reacción adversa en la región a esta decisión, puede ser que estos tipos simplemente no entendieron esto.

No sé si estamos solos, afirmó Ian Kelly, vocero del Departamento de Estado al preguntarle sobre cómo Washington explica su posición frente al repudio del proceso electoral por casi todos los países de la región. Un alto funcionario del Departamento de Estado subrayó: pues, no me voy a preocupar tanto por dónde están los otros países (en torno a Honduras) por el momento.

Según informa el Consejo de las Américas, sólo Panamá y Perú estarían dispuestos a reconocer los resultados electorales, y México no se ha definido. Otros especulan que tal vez Colombia se podría sumar a la postura estadunidense.

La apuesta del gobierno de Obama es qué se verá después, con los socios de la región, qué se hará. El vocero Kelly señaló esta semana que "consultaremos con los observadores internacionales que están ahí, y después de consultar con ellos y nuestros amigos y aliados en la región, tomaremos nuestra determinación, sobre el proceso electoral". Los funcionarios subrayaron que ven el proceso electoral como parte esencial de la solución a esta crisis, pero a la vez, insistieron en que depende de si son imparciales y transparentes.

Para algunos analistas, eso indica que el gobierno de Obama está apostando a que se superará la reacción inicial de repudio de países como Brasil y Argentina, entre otros de la región. El tiempo, creen ellos, es su amigo, advierte Weisbrot.

"Lo que nos jugamos en Honduras es nada menos que la credibilidad de la OEA y de sus miembros en cuanto a mantenerse fieles al llamado a la defensa colectiva de la democracia consagrado en la Carta (Democrática)", dijo esta semana Valenzuela en el Consejo Permanente de la OEA. Pero para varios líderes y analistas en la región como en este país, lo que en verdad está en juego es la credibilidad de Estados Unidos en el hemisferio.

Se han publicado 2 comentarios



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  • mario oriani dijo:

    NO ENTENDEMOS LA PREOCUPACION DE LOS FAMOSOS OBSERVADORES A LAS ELECCIONES.

    PARA COMENZAR LOS UNICOS QUE SE PRESTARON PARA ESTE JUEGO SON LOS REPRESENTANTES DE LA OLIGARQUIA EN LATINO AMERICA POR LO TANTO QUE
    PARTICIPEN ES NEGATIVO TOTALMENTE. NINGUNO DE ESTOS ELEMENTOS TIENE
    VALOR MORAL NI EN HONDURAS NI EN SUS RESPECTIVOS PAISES.

    PERO EL PROBLEMA NO ES SUPERVISAR LA VOTACION EL DIA DOMINGO
    SERIA ILOGICO PENSAR QUE LOS GOLPISTAS EFECTUARAN UN FRAUDE.

    LA REALIDAD Y UNICA VERDAD ES QUE LLAMAR A ELECCIONES ES DONDE ESTA EL VERDADERO FRAUDE NO LA VOTACION EN SI.

    AGREGANDO QUE SOLO LOS LAMBE CU.....OS DE LOS AMERICANOS COMO
    ( PANAMA, COLOMBIA,PERU Y AHORA COSTA RICA )SON LOS UNICOS QUE
    QUIEREN RECNONCER ESTE FRAUDE. CUANTO LE COSTARA A LOS YANKIS
    ESTE FAVORCITO ????

    GRACIAS

  • juan pueblo dijo:

    Las tres opciones que tuvo Honduras
    Creo que hace falta una megadosis de ingenuidad para pensar que Zelaya habría aceptado su destitución. Lejos de eso, habría disuelto el Congreso, habría decretado estado de sitio.
    Todos creíamos que los golpes de Estado habían quedado atrás para siempre en la historia política de América Latina. Todos habríamos deseado que, en efecto, así fuera. Confiábamos en que la realización de procesos electorales más o menos transparentes, el fin del militarismo y el sometimiento de los gobernantes a la institucionalidad democrática haría completamente innecesario que algún país tuviera que considerar, menos todavía ejecutar, la remoción forzosa de un presidente electo democráticamente. Pero la historia nunca avanza en línea recta; tiene valles y crestas, tiene rupturas y retrocesos.
    La captura y expulsión del presidente Zelaya provocó una reacción casi unánime de censura, pero, en realidad, es todo lo que ha venido ocurriendo en Honduras en las últimas semanas lo que debe calificarse como un retroceso de la democracia. Los hechos políticos tienen causas y antecedentes que no deben ser ignorados. En Honduras, el retroceso de la democracia comenzó con el prepotente desprecio del orden constitucional e institucional que exhibió el presidente Zelaya en su intento de perpetuarse en el poder.
    Los agentes del expansionismo chavista están indignados. Ya los conocemos. Apelan a los principios democráticos solo cuando les conviene. Pero ellos no son los únicos que han censurado el golpe. Hay quienes piensan que la separación de Zelaya estaba justificada, pero debió haberse llevado a cabo sin recurrir a la fuerza militar o bajo orden expresa de un organismo facultado por la Constitución para remover al presidente. Esto último es lo que yo habría preferido; sin embargo, antes de sumarme al coro de censura, tengo que hacerme la pregunta: ¿Había realmente otra forma de hacerlo?
    Creo que hace falta una megadosis de ingenuidad para pensar que Zelaya habría aceptado su destitución. Lejos de eso, habría disuelto el Congreso, habría decretado estado de sitio, habría comprado lealtades en el Ejército, habría llamado en su defensa a las fuerzas militares de la gran patria bolivariana, habría hecho cualquier cosa para sostenerse.
    Todo eso le habría merecido, si mucho, una tibia y pasajera condena internacional. Hay que entender que la OEA nunca ha servido para defender la democracia. En otros tiempos fue dominada por Estados Unidos y defendió a las dictaduras militares, luego tuvo un período de absoluta irrelevancia y pasó, en años recientes, a ser dominada por Chávez para defender a las dictaduras bolivarianas. Una vez que Zelaya hubiera afianzado su poder tras un fallido intento de destituirlo legalmente, ninguno de los que están censurando el golpe habría hecho nada por ayudar a los hondureños a sacudirse a su dictador.
    Las instituciones hondureñas tenían únicamente tres opciones. La primera era quedarse de brazos cruzados y permitir que las cosas siguieran su curso hasta desembocar en una situación ya irreversible de instauración de un régimen chavista administrado a perpetuidad por Zelaya. La segunda era intentar deshacerse del presidente por las buenas, lo cual le habría concedido a Zelaya el tiempo suficiente para solicitar el respaldo militar venezolano, convirtiendo a Honduras en escenario de una sangrienta guerra. Optaron por la tercera, un golpe militar sorpresivo e incruento para evitar que Zelaya consumara sus planes de perpetuarse en el poder.
    A diferencia de los golpes militares de la segunda mitad del siglo pasado, la remoción forzosa de Zelaya contó con el respaldo unánime del Congreso y dejó intacta la institucionalidad del país. Seguramente ni los protagonistas del golpe ni los que hemos observado desde fuera los acontecimientos habríamos deseado que se tuviera que llegar a una acción de ese tipo, pero la política real rara vez deja margen para acciones enteramente libres de reproche.
    Cualquier golpe de Estado es lamentable. Sin embargo, son los hondureños los que tendrán que enfrentar las consecuencias de uno u otro de los posibles cursos de acción y, consiguientemente, debiera permitírseles resolver su problema sin interferencia extranjera. Hay razones válidas para objetar un golpe de estado. Lo que no es correcto es el doble estándar de quienes lo censuran por lo que implica de ruptura del orden constitucional, pero guardan cobarde silencio ante otras violaciones, tal vez más graves, de ese orden que dicen defender.
    El nuevo gobierno hondureño tendrá que resistir fuertes presiones exigiendo la restitución del depuesto presidente. Si no le doblan el brazo, tendrá que subsistir unos meses, hasta las elecciones de noviembre, sin reconocimientos y soportando sanciones internacionales. Ese es el precio que los hondureños pagarían por su soberanía y por haberse atrevido a poner el primer dique de contención al expansionismo chavista en la región centroamericana.

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David Brooks

David Brooks

Periodista mexicano, corresponsal del diario La Jornada en los Estados Unidos.

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