Imprimir
Inicio »Opinión  »

Los de la línea dura ganan una triste victoria

Por: Max Castro
| +

Progreso Semanal, Miami

Los de la línea dura han ganado por el momento. Han ganado dentro del poder ejecutivo y en el Congreso. Ileana, Lincoln, Mario y sus asociados pueden celebrar. A un nivel mayor bajo George W. Bush que bajo ningún otro presidente, los derechistas cubano-americanos se las han arreglado para tomar el control de la política norteamericana hacia Cuba y utilizarla para desatar una inexorable guerra económica contra el pueblo cubano.

Sin embargo, una victoria en una guerra en la cual las víctimas son el pueblo de nuestra propia nación es ciertamente una triste victoria. Es también una victoria pírrica, porque destruyó lo que quedaba de la postura moral de los de la línea dura, el argumento de que su guerra económica está dirigida contra el gobierno cubano y no contra el pueblo cubano. Ahora esas palabras no tienen credibilidad alguna. ¿Qué pueden decir?

¡Golpeen a Fidel Castro; impidan a los cubanos en Estados Unidos que envíen a sus familiares dentífrico y papel higiénico! ¡Golpeen al comunismo; eviten que las familias visiten a sus seres queridos!

Sería motivo de risa si no fuera insoportablemente triste. Las recientes votaciones en la Cámara de Representantes de EEUU en contra de proyectos de ley que hubieran permitido enviar artículos de higiene personal y suavizado las restricciones a los viajes de familias cubanas y estudiantes norteamericanos demuestran dos cosas. Primero, muestran la bancarrota moral y política de un sector político que no puede concebir una manera de promover su proyecto respecto a Cuba que no sea enarbolando como un garrote el poder económico de la superpotencia del mundo en contra de toda la nación cubana. Este es un grupo que parece estar obsesionado con imponer un castigo de cualquier manera, que hará todo lo posible por realizar su vendetta, que ha aprendido poco durante más de cuarenta y tres años de una estrategia inútil de estrangulación económica, y al que parece que no le importa nada el bienestar del pueblo cubano o la buena opinión del mundo.

Lo otro que demuestran los recientes sucesos en el Congreso en relación con la política hacia Cuba es el poder adquirido por las facciones del exilio cubano de la línea más dura bajo el dominio de George W. Bush, Tom DeLay y la derecha republicana. Es el matrimonio perfecto, el de los sectores más reaccionarios de la política norteamericana con el de la población cubano-americana. Golpeados por la muerte de Jorge Mas Canosa, una derrota multifacética en la lucha por Elián y varios votos adversos en el Congreso, los cubano-americanos de línea dura se han reorganizado, han exigido al Presidente Bush que les pague por su apoyo político y han escalado vengativamente la guerra económica contra Cuba.

¿Cómo es que este sector, cuyas opiniones cada vez son menos representativas de la comunidad cubano-americana (especialmente los que han llegado más recientemente y que tienen estrechos lazos familiares con gente de la isla) e incluso de la opinión pública norteamericana, han obtenido tal poder?

Han usado el engaño y los dólares. Los cubanos-americanos de línea dura en el Congreso no sólo se presentan como que hablan por toda la comunidad cubana en Estados Unidos al brindar una plataforma sólo a un puñado de los disidentes más intransigentes en Cuba, sino que también han tratado de crear la impresión de que sus opiniones son las del pueblo cubano en la isla.

Pero estos disidentes no son el arma principal de los de la línea dura. Su arma es el dinero, la leche materna de la política norteamericana. Los extremistas lo tienen, pocos de los cubano-americanos que se oponen a ellos lo tienen.

Para comprender la influencia del dinero, tomemos una enmienda patrocinada en 2004 y 2005 por el demócrata de la Florida Jim Davis. La enmienda suavizaría las restricciones en cuanto a los viajes de cubano-americanos. El año pasado se aprobó en la Cámara de Representantes por 225 a 174. Este año fue derrotada por estrecho margen, 211-208. ¿Qué sucedió?

De los 42 representantes que recibieron dinero del Comité de Acción Política EEUU-Cuba para la Democracia (US-Cuba Democracy PAC), 7 votaron a favor de la enmienda Davis, 2 no votaron y 23 votaron en contra de la enmienda. Todos los nuevos miembros que recibieron dinero de PAC votaron en contra de Davis.

Ocho miembros que votaron a favor de Davis en 2004 y que posteriormente recibieron dinero de PAC cambiaron su voto para No este año. Cinco miembros que recibieron dinero y votaron por Davis en 2004 volvieron a votar a favor este año.

Los 11 que no votaron por Davis en 2004 y recibieron dinero volvieron a votar No este año (excepto Westmoreland, que no votó).

La relación entre el dinero y el voto es evidente, pero los políticos se salen con la suya porque es imposible probar una conexión de causa y efecto a nivel individual. No obstante, queda claro que los 8 miembros que cambiaron su voto después de recibir dinero fueron más que suficientes para determinar el resultado. Es más, de los 419 representantes que participaron en la votación de la enmienda Davis en 2005, 50,35 por ciento se opusieron, mientras que entre los que recibieron dinero de PAC, los que votaron por el No fueron 82,5 por ciento. El dinero habla, y aún tenemos el mejor Congreso que se pueda comprar, en especial en relación con la política hacia Cuba.

Para los que se oponen a las políticas de línea dura, las recientes derrotas son significativas, pero principalmente de manera simbólica, como lo fueron las victorias anteriores en el Congreso, teniendo en cuenta que el liderazgo republicano logró torpedear las medidas que habían aprobado ambas cámaras al usar el comité de conferencia Cámara-Senado para impedir que los proyectos de ley que suavizaban el embargo llegaran a la Casa Blanca, la cual había amenazado con el veto.

Esta generación de políticas de línea dura tiene tan pocas posibilidades de éxito como las versiones anteriores, y toda la estrategia norteamericana de intransigencia y estrangulación probablemente se derrumbe en algún momento, debido al trabajo de sus muchos opositores en el país, así como por su propio fracaso, irracionalidad y crueldad. Mientras se busca ese cambio, es importante comprender que una nueva política norteamericana hacia Cuba requerirá de un mayor viraje que unos cuantos votos en el Congreso, y es prácticamente impensable bajo una administración mesiánica tan estrechamente ligada a la facción cubano-americana más virulenta.

Haga un comentario



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Max Castro

Max Castro

Periodista cubano radicado en los Estados Unidos. Columnista del semanario Progreso Semanal.