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Carta al Comandante

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Apreciado Comandante:

Desde el 31 de julio de 2006, fecha en la que fue leída tu Proclama al Pueblo de Cuba, y que -aunque no somos cubanos-, quisimos interpretarla que te dirigías también a nosotros, hemos seguido pendientes de la evolución de tu salud.

Todos los que admiramos la obra gloriosa de la Revolución Cubana, hemos observado en estos siete meses cómo la miserable tiranía mediática imperial hizo escarnio de tu salud y con ello se proponía debilitar al pueblo cubano y a todos los revolucionarios del mundo. No lo lograron. Especularon diciendo todo lo que se les ocurrió de Raúl tu hermano.

Esos son nuestros enemigos: los que huérfanos de ideas, recurren apresurados a sus impulsos viscerales de odio y envidia contra ti; símbolo de resistencia, justicia, solidaridad y revolución. Son las voces de la muerte que hoy están atragantados de rencor.

Propio de este sistema capitalista, que acostumbra a mercantilizarlo todo, la tiranía mediática vivió sus días de desesperación porque no pudo comercializar con tu salud. Tus adversarios despiertos y dormidos quisieron tener la primicia de tu muerte, para alegrarse y celebrar. Los trogloditas del manicomio de Miami -rincón de inspiración de algunos "analistas" políticos "especialistas" sobre Cuba- se adelantaron en la celebración con fiestas, licor y drogas.

Aunque desde un principio nos dijiste: "Todos debemos comprender que no es conveniente ofrecer sistemáticamente información, ni brindar imágenes sobre mi proceso de salud," ellos, los tozudos, no entendieron; acostumbrados a publicitar la intimidad y al no poder verte agonizando en una cama, llenos de odio -y de gozo-, se apresuraron a decir que estabas muerto y que la noticia no se difundía por temor a una sublevación popular o a una masiva emigración hacia el manicomio. En tanto ellos contaban las horas para que Carlitos Valenciaga anunciara que habías muerto, tú, pacientemente revisabas la tercera edición del libro de entrevistas de Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel.

Desconfiaban de tus primeros mensajes, afirmando que no eras tú quien las escribías. Dudaban de tu firma: los especialistas de la CIA declararon que era falsificada. Y al aparecer tu imagen por primera vez en un video, se consolaron al verte muy delgado. Cuando escucharon tu voz, dijeron que estabas más afónico. ¿Acaso no serás el mortal que más ha hablado en este planeta?

Comandante, debemos decirte que nos habías acostumbrado a deleitarnos con tus discursos interminables, pero en estos meses nos enviaste (siete en total) mensajes escuetos. Mientras ellos se enojaban por tan solo una palabra que pronunciabas, nosotros nos alegrábamos, y nos imaginábamos que continuabas en tu puesto de combate. En tu ausencia y presencia seguías dando la pelea y la seguías ganando.

Llegaron a creer que tu vida dependía de que fueras atendido en alguna clínica dorada del primer mundo; pusieron en entredicho los avances de las ciencias médicas cubanas y del profesionalismo de tus galenos. Cuando de pronto el mundo volvió a verte en los videos -tres en total- los pusiste a temblar; en cada uno de ellos estuviste acompañado de Hugo Chávez, otro grande de la revolución que hoy se libra en América Latina y el Caribe. Ver a Hugo a lado tuyo los irritó y les provocó pavor. Y las conversaciones con Miguel Bonasso, vinieron a confirmar que estabas pendiente de lo que sucedía en el mundo. Ni aún así entendieron que los enfermos y los muertos eran ellos.

Las desenfrenadas calumnias con el propósito de desacreditarte, lograron que el mundo se enterara verdaderamente quién eres tú. Hoy cientos de miles de hombres y mujeres que ayer conocían poco o nada de Fidel Castro, saben de tu trabajo revolucionario incansable, que duermes cuatro o cinco horas al día, de los grandes logros de Cuba en educación y salud, de la solidaridad de la revolución cubana con los pueblos del mundo, de la lucha revolucionaria de los internacionalistas cubanos contra el apartheid en Sudáfrica, de tu voracidad por la lectura, de tu amistad con Gabo, de cómo te conviertes en Huracán en medio de los ciclones que llegan a Cuba, de los más de seiscientos planes de atentados contra tu vida.

Se enteraron de tantas cosas, gracias a la necedad del Imperio. ¡Habrá que agradecerles por ese gesto! En el afán de liquidarte, hicieron que los pueblos buscaran la verdad y se encontraran contigo en la historia; con el revolucionario, el solidario, el hermano mayor, El Comandante. Hoy más gente te admira y se han sumado a la lucha por un mundo más humano.

Tú y Cuba le siguen doliendo al Imperio, y los pueblos del mundo se alegran por eso.

Comandante, hoy, eres más consciente que nunca, que tu vida es apreciada como si fuera propia de cientos de miles de personas. Otra vez te tenemos al frente. Nos alegramos porque si bien tus ideas siguen iluminando a cientos de miles de personas en el mundo, hoy nuevas generaciones -en Cuba y en otras partes del mundo- crecerán al calor y a la luz de tu presencia física.

Atte.

Lic. Abner Barrera R.
Profesor  Costa Rica

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Abner Barrera Rivera

Abner Barrera Rivera

Periodista y profesor del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica.