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La tragedia del maremoto no puede ocultar el desastre de Irak

Por: Max Castro
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Durante las últimas dos semanas la magnitud del desastre del maremoto ha relegado a otras páginas a otra debacle, la que se está desarrollando en Irak unas pocas semanas antes de las pregonadas elecciones que se celebrarán a fines de enero. Para Estados Unidos, las noticias más recientes de Irak fueron incluso más horrendas que lo acostumbrado.

Si hubiera alguna duda acerca de que los insurgentes continúan aumentando su capacidad para atacar objetivos claves políticos y militares iraquíes, así como a las tropas norteamericanas, la semana pasada debe haberla despejado. En un día particularmente malo los insurgentes lograron infligir graves daños a los tres tipos de objetivos: mataron a Alí al Haidari, el gobernador de Bagdad; mataron a ocho comandos iraquíes, el tipo de soldado que las tropas norteamericanas esperan que ayuden a sofocar la rebelión; y mataron a cinco soldados norteamericanos.

Sin embargo, ese horrible día no siquiera fue el peor desde el punto de vista de bajas norteamericanas; nueve norteamericanos murieron en otra fecha, la mayor pérdida desde que un bombardero suicida realizó un ataque dentro de una instalación militar de EEUU y mató a catorce soldados.

En total, 30 efectivos norteamericanos murieron en Irak durante la primera semana de 2005. Si la tasa de bajas de la semana pasada continúa durante los próximos doce meses, más de 1 500 norteamericanos morirán este año, más de los que han muerto hasta ahora en la guerra. Las pérdidas hasta ahora son bastante serias: el mando militar de EEUU anunció la pasada semana que el número de soldados heridos en Irak excede ahora la cifra de 10 000. Esta cifra no incluye a los que han recibido traumas psicológicos por el conflicto. La triste estadística de bajas desmiente el discurso oficial acerca del progreso en la guerra. La realidad es que el número de ataques insurgentes se ha duplicado durante los últimos doce meses.

La verdad acerca de la guerra puede haber sido desplazada de los titulares por las noticias provenientes del Océano Índico, pero las señales de alarma están sonando fuertemente en los círculos de política exterior de EEUU, entre los líderes nombrados por EEUU en Irak, en el Pentágono y entre los miembros de la menguante "coalición de los dispuestos".

Brent Scowcroft, Asesor de Seguridad Nacional del Presidente Bush padre, advirtió en un artículo que las elecciones iraquíes pudieran desatar una guerra civil entre sunníes y chíies, en vez de contribuir a la pacificación.

Hay grandes posibilidades de que eso suceda. Las elecciones, que están siendo boicoteadas por muchos importantes sunníes, es casi seguro que institucionalice el nuevo balance de poder impuesto por EEUU en Irak. Los chíies llevarán la voz cantante. Un resultado tal podría beneficiar a los insurgentes al dar credibilidad a su argumento de que sólo la resistencia armada puede proteger los intereses sunníes (lo que explica por qué algunos líderes sunníes aliados de Estados Unidos han suplicado a Washington que posponga las elecciones). Al sufrir ataques mortales a su comunidad y con un gobierno formado principalmente por gente de sus filas, en algún momento los chíies pueden tomar represalias. Ese sería el comienzo de una guerra civil basada en las facciones religiosas, al estilo de Líbano hace veinte años.

Si la advertencia de Scowcroft no fuera suficiente, un escrito en el más reciente número de Foreign Affairs, la principal publicación de los círculos de la política exterior de EEUU, y debido a la autoría de James Dobbins, director del Centro Internacional de Seguridad y Política de Defensa en Rand, argumentó que Estados Unidos ya ha perdido la guerra en Irak. ¿La razón? Este país ha perdido la confianza del pueblo iraquí.

No es de extrañar. Los horrores de Abu Ghraib revelaron un patrón mucho más grande de abusos a los iraquíes por parte de las fuerzas norteamericanas, pero hasta ahora casi no se ha responsabilizado a nadie ni en las altas esferas ni en las filas. En las altas esferas, el Presidente Bush recientemente nominó a Alberto Gonzáles, el hombre que inventó las justificaciones legales que a fin de cuentas abrieron de par en par las puertas a la tortura, para el cargo de Fiscal General: es casi seguro que será confirmado por el Senado. El que enmarañó la ley para justificar lo indecible, se convierte ahora en el principal defensor de la ley en la nación.

En las filas, la semana pasada un sargento norteamericano considerado culpable de ordenar a soldados que lanzaran a un río a dos iraquíes, uno de los cuales se ahogó, fue sentenciado a dos condenas de seis meses de cárcel. Será degradado, pero no expulsado del servicio. La defensa argumentó que el iraquí no se ahogó realmente, sino que se había ocultado. Pero en un país ocupado, gobernado por un gobierno aliado de EEUU, la defensa no pudo presentar al hombre ni mostrar evidencia de que está vivo.

Esta es solo una de las numerosas instancias que hacen que los iraquíes crean que Estados Unidos no valora mucho sus vidas. En otro incidente la semana pasada, los militares norteamericanos se vieron obligados a disculparse después de que dejaron caer una bomba de 500 lb. en la casa equivocada. Es improbable que la disculpa satisfaga a los iraquíes o a cualquiera que examine objetivamente el incidente. Por una parte, las fuerzas de EEUU admitieron haber matado sólo a cuatro civiles. Pero el propietario de la casa y otros dicen que los muertos fueron 14, y un fotógrafo de AP dijo que siete de ellos eran niños. Por otra parte, los militares debieran saber que bombardear una casa con bombas de 500 lb., como táctica en este tipo de guerra en la cual Estados Unidos a menudo carece de inteligencia confiable, es probable que produzca este tipo de resultado.

La comunidad de la política exterior no es la única preocupada con Irak. El Pentágono mostró recientemente su preocupación cuando se confirmó que EEUU ha enviado a Irak a un importante general retirado. La misión: evaluar toda la misión militar norteamericana. El gobierno de Ucrania también está preocupado. Después de un ataque que mató a ocho soldados ucranianos, anunció que comenzará a retirar a sus 1 500 soldados tan pronto como en marzo.

En Irak la administración Bush, decidida a rehacer al país por la fuerza de las armas y por medio de la imposición de un guión de su propia autoría, ha estado desempeñando el papel de aprendiz de brujo al precio de miles de vidas iraquíes y norteamericanas. Ni las elecciones, que tienen la intención de proyectar una fachada de democracia donde sólo existe el caos y la ocupación, ni nuevas valoraciones militares podrán detener el flujo de sangre y dolor. Sólo el pueblo norteamericano -según las más recientes encuestas una clara mayoría desaprueba el manejo de Irak por Bush-, al levantarse y decir "¡Ya basta!" puede cambiar el camino de la locura.

 
Tomado de Progreso Digital

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Max Castro

Max Castro

Periodista cubano radicado en los Estados Unidos. Columnista del semanario Progreso Semanal.