Cubadebate

Mercedes Molinet y Michel Rivero están casados desde hace ocho años y tienen una niña que les roba buena parte de su tiempo. Ella tiene 27 años; él ya cumplió 35. Hace una década ni siquiera pensaban en matrimonio, mucho menos en fundar la pequeña empresa privada que hoy sacan adelante a fuerza de empuje, estudio y consagración. Para ellos, Cerámicas El Hai es su otra creación.

La idea la tuvo Michel cuando aun cumplía su período de adiestramiento luego de graduarse como Ingeniero Mecánico en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Era el año 2012 y en Cuba tomaban fuerza los trabajadores por cuenta propia. En Santa Clara apenas existía industria de cerámica.

“Siempre me gustó el trabajo con la cerámica, incluso antes de pensar en dedicarme a esto. En aquellos momentos la industria nacional estaba muy deprimida, así que poco a poco fui estudiando cada vez más hasta que decidí lanzarme a probar suerte en la cerámica utilitaria”, recuerda.

La pequeña empresa produce piezas de cerámica utilitaria. Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate.

Detrás de Michel hay unas mesas larguísimas repletas de moldes de yeso. Parecen pequeños ladrillos blancos, cada uno con dos agujeros en los que los obreros vierten una mezcla preparada en la planta de abajo. En dependencia del clima, demora entre 40 minutos y una hora para obtener las figuras con forma de pequeñas tazas para el café. Desde ahí pasan por varias manos hasta tener la pieza lista.

Otras veces modelan jarras, floreros, útiles para baños, figuras decorativas de mediano y pequeño tamaño. Cuando se trata de la cerámica se vale soñar en las formas más inverosímiles. Casi al final, les dan color y a algunas les colocan algún letrero. El proceso inicia con un polvo gris y finísimo, pero termina con una pieza dura y reluciente. Es parte de la magia que enamoró a Michel hace diez años.

Michel comenzó en la cerámica hace una década. Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate.

“Hoy vemos un taller relativamente grande, ordenado, con condiciones, pero yo empecé esto casi con tres planchas de zinc y un horno rústico. Casi nadie sabía del tema, así que muchas veces tuve que trabajar a prueba y error”, dice Michel como quien enumera cuántas pequeñas victorias personales fueron necesarias para llegar hasta aquí.

Según dice, el camino no fue difícil, “porque el proceso productivo es muy exquisito, sobre todo por la calidad de la materia prima”. Al principio trabajaba con desechos de otras industrias, pero aquello era una traba más. Entonces montaron su propia procesadora de materiales, y eso nos permitió mejorar las formulaciones y adecuarlas a las necesidades que teníamos”.

A su lado, Mercedes lo escucha con atención, pero agrega otra arista a la historia: como trabajadores por cuenta propia tenían muchas dificultades para avanzar en su negocio. Ella recuerda cómo muchas veces debían adquirir algunas materias primas a cuentagotas, o los tantos obstáculos que encontraron para vender sus productos o establecer convenios con empresas estatales.

“Todo eso cambió cuando el país abrió la opción de convertirnos en una pequeña empresa —dice ella—. Ahora tenemos personalidad jurídica, podemos establecer contratos con industrias estatales para adquirir los materiales, o importar los que necesitamos sin tantas incertidumbres”.

El joven matrimonio pretende ampliar las capacidades productivas de su empresa. Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate.

Desde el lugar donde está Mercedes es posible sentir el calor de los hornos. Muy cerca, bandejas repletas de piezas esperan su turno para entrar al calor. En otro sitio, dos trabajadores decoran un grupo de pequeñas tazas de café. El lugar es pequeño, pero tiene una excelente optimización del espacio. Es parte de los aprendizajes que han tenido durante tantos años.

Cuando Michel habla de ellos, lo hace con el conocimiento acumulado de quien lidia cada día con el desafío de romper esquemas obsoletos y fortalecer su negocio. Una de esas trabas la encuentra todavía en la generación de electricidad, porque “la Empresa Eléctrica no tiene capacidades técnicas para asegurar todas nuestras necesidades”.

Otro inconveniente aparece en baja disponibilidad de embalajes en el país. “Todos queremos exportar, pero tampoco queremos regalar nuestros productos en el mercado internacional. Es importante producir esos surtidos aquí, porque no solo le damos valor agregado a nuestros productos sino también una mejor presencia”.

No obstante, tanto Mercedes como Michel coinciden en señalar otros dos puntos claves a la hora de eliminar trabas y darle a las micro, pequeñas y medianas empresas toda la fuerza con que se proyectó su nacimiento: conseguir una relación más eficiente con entidades estatales y la necesidad de acceder a créditos que permitan la compra de productos imprescindibles para la gestión.

“Podemos obtener divisas a través de un financiamiento, o con ventas a la Zona Especial de Desarrollo Mariel, pero para eso necesitamos producir, y hay insumos que solo existen el mercado internacional. Entonces, tampoco podemos canjear al cambio oficial una cierta cantidad de pesos cubanos por divisas para adquirir esos materiales. Así, es complejo poder insertarnos en ese esquema, porque la otra solución sería comprar divisas en el mercado negro, lo cual es ilegal y casi irrentable”, explica Michel.

Mercedes sabe cuánto sacrificio implica cualquier trabajo. Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate.

No obstante, el joven matrimonio no ha dejado de modernizar su negocio. De cara al futuro aspiran a abrir una línea para producir vajilla de porcelana. “Es nuestra visión no muy lejana” —dice Mercedes—, mientras que su esposo agrega que esa sería una puerta para ampliar su mercado nacional, ser más competitivos e incluirse en las ventas al turismo.

“Tenemos más demanda de lo que podemos hacer, así que la idea es crecer entre cinco y seis veces, con la inclusión de tecnología más moderna. De vajilla, por ejemplo, queremos hacer 100 mil piezas mensuales. También pretendemos ampliarnos hacia la producción de enchapes para exteriores, bloques de ceámica roja y rasillas”, enumera Michel.

Pero en Cerámicas El Hai no todo se resume a producciones y materias primas. Bien lo saben la docena de mujeres que laboran en una de las áreas del taller, en su mayoría madres solteras y habitantes del Consejo Popular Condado Sur, uno de los barrios vulnerables de Santa Clara y antaño marcado por una marginalidad incrementada por la leyenda popular.

“Nuestro taller está enclavado en este barrio, así que pensamos que sería bueno darle trabajo a mujeres de la propia comunidad. Aquí tenemos madres que antes estaban desocupadas, pero ahora tienen no solo un sustento económico, sino también una oportunidad para. Esa proyección hacia la comunidad nos ha dado buenos resultados”, comenta Mercedes.

Deney Hernández es una de esas mujeres trabajadoras de Cerámicas El Hai. Casi sin dejar de retocar y pulir los bordes de pequeñas tazas, ella reconoce cuán beneficios es tener una opción así, sobre todo para aquellas mujeres que no estudiaron una profesión y ahora tienen una labor fija.

María del Carmen Rodríguez se sienta dos puestos más allá y también reconoce las ventajas. Aunque asegura que el trabajo manual tiene sus complicaciones, para ella es una virtud laborar muy cerca de su hogar. “Antes era ama de casa, pero ahora me siento realizada también como trabajadora”, —confiesa—. Esa es otra de las victorias de Cerámicas El Hai y el matrimonio que lo dirige.

Cerámicas El Hai prioriza la contratación de mujeres de la comunidad. Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate.