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La carga mambisa de Ana Betancourt: Revelaciones 120 años después

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Ana Betancourt es una de las patriotas más ilustres de Camagüey. Fotos: Archivo.

Atada bajo una ceiba, Ana Betancourt mira sus manos y apenas reconoce la imagen de señora refinada que deslumbró a Camagüey años atrás. Tiene las uñas sucias y desgastadas, los dedos engarrotados, roto el vestido. A ratos intenta doblar las piernas, pero el reuma le mantiene inflamadas las rodillas. También padece tifus y los escalofríos le recorren el cuerpo. La fiebre a veces le confunde la mirada.

Lleva tres meses junto al árbol. Es el cebo para capturar a su esposo, la pieza de intercambio para rendir al Coronel del Ejército Libertador Ignacio Mora y obligarlo a deponer el machete mambí. Ana sabe que eso no sucederá. Cuando él se marchó para unirse a las tropas insurrectas ella misma se lo hizo jurar: “Por ti y por mí —le dijo—, lucha por la libertad”. Ambos cumplen su palabra.

“Consagrarle mi vida a la Patria”

Ana se casó con Ignacio Mora cuando tenía 21 años. Fotos: Archivo.

Nacida 38 años atrás, el viernes 14 de diciembre de 1832, Ana es la sexta hija de Diego Betancourt y Ángela Agramonte y Aróstegui, uno de los matrimonios ilustres de Puerto Príncipe. La muchacha recibe una educación propia para las jóvenes de su época y aprende a cocinar, sabe bordar, tejer, canta, toca el piano. Es bella y refinada, pero conoce poco de la ebullición de un país.

El Marqués de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt, deja unos de los primeros retratos sobre ella. Según dice, es “una de las mujeres más elegantes y cultas, llamada en la patria de los Agüero y Agramonte a figurar en la alta sociedad, no solo por las prendas con que la naturaleza la adorna, sino por su fino y amable trato social”. Acostumbrado a los honores de las familias del Camagüey, al hacendado no le falta razón.

El joven Ignacio Mora también notó sus virtudes y la cortejó. Ella tenía 21 años cuando se casaron el 17 de agosto de 1854 y desde entonces su vida fue otra. Contrario a las formalidades de su tiempo, el esposo la alentó a ampliar sus conocimientos y no la relegó a la vida hogareña. Ana tomaba parte activa en las tertulias organizadas en su vivienda mientras de forma autodidacta aprendió inglés y francés. Era una adelantada a su tiempo.

Poco a poco en esas reuniones toma forma la idea de la independencia de Cuba. En otras casas de la zona, así como en logias masónicas y haciendas del Oriente cubano, igualmente prende la pólvora de la libertad. El 10 de octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes se adelanta en La Demajagua y llama a la guerra; el 4 de noviembre siguiente Ignacio Mora es uno de los camagüeyanos que se levantan en Las Clavellinas.

Tras 14 años de matrimonio la pareja debe separarse por primera vez. La noche antes al alzamiento Ignacio mira a Ana como si fuera la última vez. “Lo que tengo en perspectiva —le confiesa— es, o una bala en el campo, o el patíbulo en la ciudad”. Luego la conversación se torna más oscura: “Adiós para siempre. Considérate viuda desde hoy, y así te será menos dolorosa la noticia de mi muerte”.

La esposa ni entristece ni baja la mirada. “Y muerto tú —lo increpa—, ¿qué haré sola en el mundo?” Su pregunta no es un lamento, sino una exigencia. “Úneme a tu destino —le reclama—, empléame en algo. Deseo como tú consagrarle mi vida a la Patria”. Su voz es la de una mujer fuerte y segura de sí misma, pero de momento debe esperar. Ignacio va a la manigua y ella queda en Puerto Príncipe.

A partir de ese instante su casa es refugio de perseguidos, almacén de víveres y armamentos y desde ahí se recoge y transmite información. De las manos de Ana surgieron varias de las proclaman que comenzaron a circular en la ciudad y entre los mambises. De pronto aquella mujer de pelo negrísimo significa un peligro para España y el gobierno decreta su captura.

Solo ha pasado un mes exacto desde Las Clavellinas y Ana también debe abandonar su hogar. Está a punto de cumplir 36 años y el monte la espera. En la manigua por fin vuelve a abrazar a Ignacio.

Romper el yugo y desatar las alas

En Guáimaro se firmó la primera Constitución cubana. Imagen: Archivo.

La vida no es sencilla en los campamentos mambises. En ocasiones hay poco de comer, en otras el enemigo obliga a la marcha apresurada para evitar un combate desigual. Como ella, otras mujeres también permanecen en la insurrección y contribuyen a la causa. Por fin en marzo de 1869 el matrimonio se establece en Guáimaro. Sin saberlo van al escenario más importante de los primeros meses de la guerra.

Un mes después Carlos Manuel de Céspedes llega desde Oriente, mientras de Las Villas arriban otros patriotas. Como una erupción de luz, Ignacio Agramonte se levanta en las llanuras del propio Camagüey como la principal figura de la Revolución en la zona. Todos comprenden la necesidad de organizar la lucha, aunque no significa una tarea sencilla. Es 10 de abril y va a comenzar la primera Asamblea Constituyente de la República de Cuba en Armas.  

De la reunión Céspedes sale investido como Presidente. Aun con disputas internas que luego serán fatales, el país tiene una Constitución y un Gobierno.

Hay fiesta en el pueblo. Ana no pierde tiempo y le presenta a la recién electa Cámara de Representantes una petición para que, una vez establecida la República, le otorguen mayores derechos a las mujeres.

En la noche del 14 de abril sube a una tribuna improvisada y habla en medio de la multitud. Mira a todos y toma aire, justo antes de lanzar un sonoro “ciudadanos”. Los aplausos y los vítores apenas la dejan captar sus propias palabras, pero ella continúa. “La mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar —les dice— esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas”. Habla por ella y por todas.

Como para reafirmar el nuevo estatus recién adquirido por los cubanos libres, de nuevo llama ciudadanos a quienes la escuchan. Entonces casi se para en puntillas: “Aquí todo era esclavo: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer”.

A pocos metros el propio Céspedes la escucha con atención. Cuando termina el breve discurso se acerca para felicitarla y le anuncia que los historiadores del futuro hablarán de ella como una adelantada a su siglo. Años después José Martí no obvia este momento en una de sus crónicas sobre los días de Guáimaro.

“Y al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna. Todo es amor y fuerza la palabra. Se aspira a lo mayor, y se sienten bríos para asegurarlo. La elocuencia es arenga, y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.

Menos de un mes después Ignacio Mora crea el periódico El Mambí, una de las tantas hojas sueltas que le sirvieron a los insurrectos para exponer las razones de la lucha. Ana corrige textos y redacta manifiestos, pero solo tres días más tarde deben incendiar el pueblo ante el avance de las tropas españolas. “Con sus manos prendieron la corona de hogueras a la santa ciudad —diría Martí años más tarde—, y cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo el sacrificio”. Otra vez el monte se convirtió en hogar.

Así permanecen hasta que el 9 de julio de 1871 las tropas españolas descubren uno de los escondites mambises en la zona conocida como Rosalía del Chorrillo, perteneciente a la región de Camagüey.

Ana apenas puede caminar y le pide a su esposo que escape. Ahora es prisionera y tendrá ante sí 90 días terribles.

Vive cada jornada atada bajo una ceiba y padece penurias por doquier. El jefe enemigo la asedia una y otra vez para que convenza a su esposo de rendirse. Ante cada embate siempre tiene la misma respuesta: “Me pueden fusilar; pero no le escribiré a Ignacio Mora para que se presente ante las autoridades coloniales. Prefiero ser la viuda de un hombre de honor a ser la esposa de un hombre sin dignidad y mancillado”.

Una de esas madrugadas un centinela la despierta a las cuatro de la mañana y le informa que será pasada por las armas. Es una estratagema para probar sus fuerzas, pero ella ciertamente está decidida a morir y la farsa no logra su propósito. Luego de varias escaramuzan la regresan a su rincón.

Ana no sabe qué harán con ella; tampoco conoce sobre el estado de su esposo, pero ahí está. Es el vivo ejemplo de la resistencia. Un oficial español quiere ayudarla y le ofrece la oportunidad de contactar a algún familiar. “Le dije que sí, y le escribí a mi hermana Cruz pintándole mi situación y pidiéndole dinero para ver si lograba escaparme del campamento. Como no tenía que perder, fui audaz y me prodigó la fortuna”.

Dos semanas después el imprevisto aliado le entrega seis onzas españolas y otra misiva. En el papel la hermana le aconseja huir y le deja la dirección de una familia que podría acogerla en La Habana. Todo está listo. Aprovecha la oscuridad de la noche y consigue fugarse.

Luego de tres años en la insurrección, está cansada, enferma y adolorida, pero aun así unos días después logra llegar hasta su destino. Es una perseguida política y en la capital un comisario le informa que tiene 72 horas para abandonar el país. México es el nuevo destino.

“Jamás pediré nada a los verdugos de mis hermanos”

El mausoleo erigido en Guáimaro a Ana Betancourt. Foto: Radio Guáimaro.

Como muchos cubanos en la emigración, Ana Betancourt intenta subsistir en diversas naciones. Llega al país azteca, y luego vive en Estados Unidos, Jamaica y El Salvador, pero no deja de mirar a ese pedazo de tierra donde aun su esposo combate por la libertad. En 1872 visita al presidente norteamericano Ulises Grant para interceder a favor de los estudiantes de medicina apresados un año antes.

A veces se gana el sueldo como obrera en una fábrica, otras como maestra de niñas cubanas. “Jamás —le escribe a Ignacio— pediré nada a los verdugos de mis hermanos”.

El epistolario entre ambos es una joya. “Mi única esperanza, mi solo consuelo —anota él en su diario— es la llegada de la correspondencia: con ella me viene el pensamiento íntimo de mi Anita; y sus cartas son el bálsamo de mi natural tristeza”. Pero el 5 de octubre de 1875 los españoles capturan a Mora.

Nueve días después, con los pies llenos de úlceras y tras negarse a claudicar de sus ideas, le hacen un aparente fusilamiento y en definitiva lo asesinan a machetazos en El Chorrillo de Najasa, al sur de Camagüey. La esposa conoce la noticia un mes después en Jamaica y no puede contener el dolor. Tras la paz del Zanjón regresa a Cuba, pero ya nunca será la misma.

Durante la Tregua Fecunda Ana Betancourt regresó por algunos años a Cuba. Esta es una de las imágenes menos conocida de ella Foto: Archivo.

Existe una imagen suya de 1884 que lo dice todo. Ya no es la dama entrada en carnes y de pelo abundante del inicio de la guerra, sino una mujer en extremo delgada y triste. Apenas tiene lujos y una estola le cubre la cabeza y el torso, está como ensimismada. Sin embargo, no deja de conspirar y alentar la Revolución. “¡Amor infinito a la causa porque murieron! —le escribe a su sobrino Gonzalo de Quesada— Esta es la misión que ustedes se han impuesto”.

En Estados Unidos conoce al Apóstol y queda impresionada: “Martí tiene el don de conmover los corazones con su entusiasmo y su fe”. Sabe que tiene ante sí a un ser extraordinario que “aúna a una alma templada al fuego de grandes ideales una inteligencia vigorosa y cultivada”. De su palabra dice que es capaz de transmitir sus sentimientos al alma de los oyentes. El encuentro lo resume con cuatro palabras: “Martí es un carácter”.

Justo por esas y otras actividades España otra vez la deporta. En 1889 se despide definitivamente de Cuba y una hermana la acoge en Madrid, pero ella ni olvida ni queda en paz con su propia historia. Con un oficial español logra recuperar el diario de Ignacio y se dedica a transcribirlo. En los espacios que deja en blanco, ella misma deja también sus ideas. Es como la conversación que no lograron concretar.   

“Estos apuntes diarios de mi infortunado esposo —dirá más tarde—, semejan gritos de angustias: ayes de apasionado dolor escapado de su corazón y estampados en el papel a falta de un ser querido a quien comunicar sus tristezas y sus recelos. Conversación escrita para que algún día llegase a mis manos; a manos del ser que le era más querido, en cuya alma sabía él que habían de hallar eco sus dolores”.

Aun con un océano de por medio se mantiene al tanto de Cuba. Recoge fondos y aporta los pocos que posee, escribe semblanzas de los mambises y reporta la salida de soldados desde la península.

Desde 1968 los restos de la patriota descansan en Cuba. Foto: Archivo.

Cuando en 1895 fracasa la expedición de La Fernandina, todavía anima y convoca: “La mala suerte nos persigue y esos perros yanquis nos hacen todo el mal que pueden, mas no hay que desalentarse por ello. La sangre de los héroes que ha empapado nuestra tierra, la tierra de nuestros campos, la fecundará”.

En la Isla los acontecimientos se suceden uno tras otro y las noticias atraviesan fronteras. Como emigrada, Ana Betancourt celebra el Grito de Baire y el éxito de las campañas militares, pero también lamentará muertes como las de Martí y Maceo. Cada hecho la lleva más de dos décadas atrás, cuando ella misma recorrió aquellos campos junto a su esposo en busca de iguales objetivos.

En 1898 Estados Unidos le arrebata la victoria a los cubanos y un año después inicia la ocupación militar. En Madrid ella prepara su regreso, pero una bronconeumonía fulminante le causa la muerte el 7 de febrero de 1901. Tenía 68 años y en España recibe una modesta sepultura. El 26 de septiembre de 1968 Cuba repatrió sus restos y desde abril de 1982 descansan en un mausoleo erigido para ella en Guáimaro.

Como en un símbolo de vida, su nicho tiene un alto relieve que representa una carga mambisa. A ambos lados, en grandes letras de bronce, las palabras que pronunció en Guáimaro para exigir la emancipación de la mujer. Ella es eso y más, porque Ana Betancourt encarna ese ejemplo de consagración y heroísmo cotidiano que marcó la vida de su generación.

Se han publicado 45 comentarios



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  • Ed Gondes dijo:

    CONMOVEDOR ARTICULO. FASCINANTE HISTORIA MAMBISA.

    LA CUBA MODERNA JUSTAMENTE LA RECUERDA Y PONE COMO EJEMPLO DE DIGNIDAD. Y ABNEGACION. GRACIAS A LA INOLVIDABLE ANA BETANCOURT Y MILES DE PATRIOTAS CUBANOS QUE LO DIERON TODO EN LAS GUERRAS CONTRA EL COLONIAJE ESPAÑOL, HOY CUBA SOCIALISTA EXIBE AL MUNDO UN EJEMPLO UNICO DE DIGNIDAD Y ABNEGACION FRENTE AL CRIMINAL BLOQUEO GENOCIDA QUE EL GOBIERNO DE LOS EE UU LE HA IMPUESTO POR DESOBEDECER SUS DICTADOS IMPERIALES. GOBIERNO QUE DESDE SU EPOCA ANA SUPO CALIFICAR ...
    GLORIA ETER NA PARA LA BRAVA CUBANA ANA BETANCOURT!!!!!!

    UN EXCELENTE TRABAJO DEL JOVEN PETIODISTA CUBANO YUNIER JAVIER...

    VIVA CUBA LIBRE DE LOS EE UU DE NORTEAMERICA!!!!!

  • Wet Dog dijo:

    Ojalá en las escuelas la historia se enseñara así de cercana y humana, sería una buena cura contra la insensibilidad y lejanía que vemos en ella los de nuestra generación. Es realmente gratificante tenerla así de palpable.

  • Pedro dijo:

    Tremenda mujer, tremenda historia, tremenda cubana llena de valor. Y todavía no existe imágenes de nuestras mujeres héroes en nuestro billetes.

    • Andrés Alfonso Peña. dijo:

      Pedro, muy de acuerdo con usted. Es una deuda grande que tenemos y muestra de que todavía tenemos muchos rezagos machistas.
      Aplaudo tan bello artículo.

  • Eva dijo:

    Magnífico artículo. De Ana Betancourt solo sabía su nombre y que fue de las primeras cubanas en hablar de la emancipación de la mujer, también que fue mambisa, pero no conocía de su rica historia. Hay que divulgar más sobre la vida de los Héroes y heroinas de la Patria, llevarla de forma amena a las Escuelas para que desde niños se fortalezcan las raíces patrióticas.

    • Del monte dijo:

      Me encanto el artículo. Es necesario para que los jóvenes de hoy conozcan y sean fieles a nuestra historia. Ana betancourt es un ejemplo de mujer y de patriota.

  • Omar Fernandez dijo:

    Mi madre aprendió corte y costura al inicio de la Revolución con el famoso método Ana Betancourt; durante mucho tiempo vi en la vieja maquina Singer la no menos famosa plantilla de dicho método. Y apenas conocía nada de la heroina que le dio nombre. Es imperativo rescatar a figuras como ella, hoy prácticamente olvidadas por la Historia.

  • water perez santiesteban dijo:

    muy hermoso ahora cuando llegue a mi casa le contare toda esta historia a mis niñas una que tengo de siete años y otra de cinco y a quien pueda por ahi realmente gracias por difundir esas historias tan hermosas de lo mejor de los cubanos

  • humbertóm dijo:

    felicidades periodista, así es como se escribe de historia, no de forma panfletaria como se enseña en las escuelas, los niños y jóvenes se la aprenden de memoria y mecánicamente para aprobar o sacar buenas notas. Dos meses después del examen le preguntas algo y ya lo olvidaron. Además considero que en la historia de Cuba existen una infinidad de hechos muy interesantes que no se enseñan en las aulas. Pocis pueblos tienen una historia tan bella y rica como nosotros, tengo 60 años, entre el preescolar y la Universidad estuve 17 años sentado en las aulas y todavia casi a diario aprendo algo nuevo sobre nuestro pasado

  • Olga Mary dijo:

    Si la asignatura Historia fuera enseñada en las escuelas con abundancia de las pequeñas y reales historias que la componen, como esta, o la que escuché en Radio Rebelde acerca de las circunstancias del asesinato del General de las Cañas, los jóvenes y no tan jóvenes seguro se sentirían más atraídos e interesados. Gracias por estas revelaciones sobre esta gran patriota.

  • Yoanny Cardenas dijo:

    Excelente articulo amigo...me conmovio y me cautivo a la lectura desde las primeras lineas ..excelente talento te felicito...hacia tiempo no leia algo asi sobre nuestra historia donde se describen todos los escenarios de modo tan magistral ...cuando viene el próximo trabajo ... ya estamos ansiosos por leerlo ...saludos desde villa clara

  • Noslen AG dijo:

    Tenemos una gran deuda con la historia.se necesita más divulgación de nuestra rica y hermosa historia de tantos héroes y heroínas que forjaron con su sangre y sacrificio nuestra Patria.Excelente artículo.

  • Luis dijo:

    Hermoso artículo. Su nombre siempre lo he conectado con bravura, valentía.... Y justo por todo lo expresado en el artículo, considero que es ella una de las ilustres mujeres cubanas que debe aparecer en alguno de los próximos billetes que se emitirán en Cuba (si finalmente esta idea se lleva a cabo)

  • Ariel NM dijo:

    Excelente semblanza, Yunier. Abarcadora, detallista, humana... ¡y muy reveladora! Material didáctico de primera. Copio, guardo y aguardo tu próximo trabajo.

  • Puesi dijo:

    Crónica muy bien narrada, que nos acerca a esos momentos de la historia. Atrae al lector de modo que no se puede evitar llegar al final e incluso, por momentos, se visualizan los episodios en la mente. Un verdadero viaje a la historia, dirigido por este joven periodista. Muchas felicidades y éxitos en su vida profesional.

  • Miguel Angel dijo:

    Muchas gracias Yunier!
    Me transportarte a la época y hasta lagrimas salieron al sentir el sufrimiento de Ana.
    Es justicia histórica lo que has hecho con Ana y con la mujer en Cuba.
    Más desprecio provoca en estos cubanos mercenarios y traidores a la patria que ahora están queriendo dañar a Cuba para entregársela a los yonkis.

    • Joel dijo:

      Se me aguaron los ojos al igual que usted. Enorme respeto por Ana Betancourt, a mis 47 años solo conocía de ella su nombre. De haber conocido su historia habría ido en primer lugar a su mausoleo para mostrarle mis respetos con mi presencia y silencio, pero mi breve estancia en Guáimaro solo la aproveché para tomar un helado. Agradezco al periodista por sacarme de mi ignorancia de una manera tan amena. Saludos a todos.

  • Miguel Ángel dijo:

    Yankis quise decir

  • Rafael Emilio Cervantes Martínez dijo:

    Brillante trabajo que hace homenaje a una de las grandes mujeres de Cuba. Historia sublime de amor y firmeza de propósitos por la libertad de Cuba que tuvo que enfrentar las más duras privaciones y el dolor infinito de la pérdida de su Ignacio. De ahí venimos, así seremos.

  • Mario dijo:

    Muy buen artículo Yunier. Relativamente poco conocemos de la heroicidad de mujeres como Ana Betancourt que con su indoblegable actitud se ganó un lugar en la historia patria. La descripción que usted hace en su artículo me transportó a aquellos escenarios y me hace sentirme orgulloso de que Cuba cuente con mujeres tan valerosas como Ana Betancourt. Su artículo es una clase magistral de Historia de Cuba. Esta patriota debe ser una de las mujeres que esté presente en nuestras monedas, cuestión sobre la que se ha debatido en días recientes.

  • Os dijo:

    Tremendo artículo, de los mejores que he leído.
    Hoy en Cuba todo el mundo sabe quien es Mesi pero nadie sabe quien fue Ana Betancourt, triste.

  • Coco dijo:

    Excelente artículo poco se enseña de ella en las escuelas

  • joel filo menos dijo:

    Una mujer excepcional.
    En Miramar hay un policlinico que lleva su nombre.
    Pero casi seguro ningun trabajador conoce esta historia.

  • Andrey dijo:

    Bella la historia patria; construida a base de mujeres y hombres de puro coraje y valor. Enfrentándose a enemigos poderosos, aun dentro de las propias filas insurrectas, Ana Betancourt, una mujer adelantada a su tiempo, patriota siempre fiel a la causa de Cuba. Gracias cubadebate, en más de una ocasión he leído artículos sobre nuestros héroes y mártires que deberían ser conocidos por nuestros maestros y profesores de historia; a la hora de impartir las clases dejarían de ser tediosas, y así la historia sin faltarle a la verdad, entraría a nuestros niños y adolescentes de una manera amena, y lo más importante, con esa fuerza de cubanía que derriba las ideas contrarias a la nación.

    • Justiciero dijo:

      De esa manera ya diáfana q se escribe d esa mambisa nuestros maestros d historia se las explicaría a nuestros niños q carecen d sentido d pertenencia y amor a la patria

  • Lachi dijo:

    Ejemplo que siguen la inmensa mayoría de las mujeres cubanas, siempre luchadoras por sus derechos y siendo apoyo imprescindible del proyecto revolucionario

  • Noslen AG dijo:

    Que bravura la de nuestras mujeres cubanas ,que amor a la Patria, a esta tierra forjada con sangre y sacrificio.Gracias periodista .somos de la misma tierra.Esperando nuevos artículos.Saludos

  • PP dijo:

    Buen trabajo, pero NO es una revelación. Es parte de la Historia conocida de Cuba. Gloria eterna a las nujeres cubanas que, como Ana Betancourt Agramonte, desafiaron los convencionalismos sociales de su tiempo para servir a la Patria.

    • Cubano dijo:

      Pepe, ¿usted no lee los comentarios verdad? Casi todos los que han escrito coinciden en que son hechos que si bien están en la historia, apenas se conocen y se divulgan en las escuelas o en los medios. Quizas para usted se a algo común, pero créame que para la gran mayoria, sí son revelaciones.

  • martha dijo:

    Excelente artículo.Perfecto.Felicidades.

  • martha dijo:

    Felicidades Yunier.De lo mejor que he leído en Cuba debate.

  • Doris mendoza dijo:

    Muy hermosa está historia de Ana Betancourt.deberian de hacer una película de su vida .La historia de CUBA es muy linda . Porqué no estudian esa posibilidad???? Gracias

  • Yan dijo:

    Excelente artículo, mi escuela primaria se llamó Ana Betancourt y por supuesto conocí su biografía, pero nunca había escuchado la historia completa, muy agradecida por el artículo, magnífico. Aquí estoy, 20 años después de haber dejado mi escuela primaria, y es ahora cuando me entero de toda una maravillosa historia de amor, heroísmo y valentía. Gracias Yunier...

  • Arelis dijo:

    Soy guaimaro se y orgullosa de serlo velo desde mi infancia el valor de este mausoleo, Ana es el orgullo de cada mujer cubana que ama a Cuba. Si la vida me lo depone y tengo que empuñar un arma lo haré con el empleo y la valía que ella nos dejó en su legado. Gloria eterna a esta mujer.Grande es y grande será .

  • Olivita dijo:

    Excelente artículo!!
    Me emociona leer éstas maravillosas historias de nuestras mujeres valientes en las Guerras de Independencias, ojalá en las escuelas se tratara la Historia de nuestro país de ésta manera, q hacen q todos nos emocionemos al leerlas como si estuviésemos allí también, como viajar en el tiempo!
    Gracias; muchas Gracias x tan bello Articulo.

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Yunier Javier Sifonte Díaz

Yunier Javier Sifonte Díaz

Graduado de Periodismo en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en el año 2016. Periodista de Telecubanacán. Colaborador de Cubadebate. En Twitter: @yunier_sifonte

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