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De historias y fuegos fatuos

Por: Mailen Aguilera Rivas
Publicado en: Canal USB
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Ver aparecer a Luxo Jr, la lamparita saltarina, imponiéndose sobre el nombre de la corporación que la identifica, no solo me anuncia el comienzo de un relato lo suficientemente interesante como para atizar mi curiosidad, sino también el recuerdo de la batalla memorable de David contra Goliat. Y es que Pixar desde sus inicios se identificó como la alternativa más modesta pero ingeniosa en materia de animados frente al monopolio ejercido por la compañía del ratón. El estudio cinematográfico revolucionado por Steve Jobs iba más allá de la esquemática adaptación de cuentos infantiles y, además de la innovación de las imágenes generadas por computadora, se ganó a fuerza de historias novedosas al público infantil y a aquellos menos jóvenes que se dejaron atrapar por su magia. Sin embargo, en el 2006 Disney compró la competencia y comenzó, según muchos, el declive que también se evidencia en su última producción, “Soul”.

Sin lugar a dudas, el 2020 ha sido funesto para la industria cinematográfica, pero el descenso de Pixar se evidenciaba desde mucho antes. Si previo a la mencionada fusión, solo “Toy Story” había contado con secuela, después se inundó de ellas, con algunas realmente olvidables. Por suerte, nunca se apagó del todo la llama y logró también entregarnos verdaderas joyas llamadas “Wall-E” y “Coco”. Para el año pasado, las propuestas resultaron “Onward” y “Soul”. Pero ya fuera por el factor de un público cada vez más confinado y exigente o por la esperanza de que la habitual originalidad de sus historias animadas actuara como bálsamo necesario para tiempos aciagos, no todos vieron cumplidas sus expectativas.

Fotograma de la película.

El director de este último proyecto fue Pete Docter, uno de los pesos pesados en el grupo creativo de Pixar y la mente de tres de los títulos imprescindibles de la compañía en mi opinión como “Monsters, Inc”, “Up” e “Inside out”. Con las voces estelares de Jamie Foxx (“Ray”, “Django unchained”) y Tina Fey (“Date night”, “Megamind”) para dar vida a los personajes principales, “Soul” nos cuenta las peripecias de Joe Gardner, profesor de música que sueña con tocar en una banda de jazz. Para alcanzar su meta se las verá con todo tipo de obstáculos, incluido regresar a su cuerpo físico luego de morir y convertirse en espíritu camino al eterno reposo. Durante su viaje conocerá a 22, alma cínica y reacia a tener una vida terrenal.

Como ya había hecho anteriormente en “Coco”, se aborda el tema de la muerte pero esta vez en el ambiente cosmopolita de New York, aderezado con melodías de jazz y caracteres pintorescos en busca de su realización personal. La animación cumple con la exquisitez a las que nos tienen habituados, el empleo de colores es alucinante y la iluminación se define como un personaje más. El mundo que se refleja está a su vez conectado con su opuesto en el Más Allá (y el Más Atrás), con planos, diseños y lógicas totalmente diferentes. Un doble universo, como guiño a la cercana “Inside out”. Pero hasta ahí llega la semejanza.

No pretendo referirme a las representaciones simbólicas de ese limbo que proyectan. Cada cual tiene la absoluta libertad de entender cómo funciona su cielo particular. Me interesan más bien las incongruencias de la historia en esta última producción del estudio cinematográfico. Porque, aunque los niños constituyen una parte importante del público, está comprobado que para Pixar no son los únicos. Incluso, puede que esta propuesta se erija como la más adulta que ha hecho hasta el momento. Por tanto, si bien puede que los más chicos no se den por enterado, al resto le chocan varios aspectos.

Fotograma de la película.

Por ejemplo, encuentro poco creíble que solo Joe sea el único que se resista a su muerte entre la multitud de almas que van hacia la luz final. El único caso en miles de años que, según el contable, trastorne los cálculos. Asimismo, me parece simplista la forma tan fácil en que un puñado de personas empleando solo la meditación (sin contar que también tienen el poder de regresar las almas al cuerpo), puedan ayudar tan fácilmente a aquellas otras que han perdido su rumbo abrumadas por obsesiones y trastornos. Por último, me resisto a creer que nazcamos con una personalidad preconcebida, otorgada al azar por Jerries despistados. Sé que han existido personas malvadas a pesar de criarse en un buen entorno y otras que, por el contrario, han logrado convertirse en verdaderos triunfadores abriéndose paso ante adversidades desde su nacimiento. Pero la mayoría se forja con los vínculos creados por la familia, la enseñanza, las creencias y/o afiliaciones de los que le rodean. Dicha manera resulta contraria hasta para lo que se mostraba en “Inside out”, donde el predominio de uno u otro sentimiento formaba el carácter de la joven Riley. Repito, aunque va dirigida en parte a niños, la comprensión cabal y posterior explicación a los primeros, es solo prerrogativa de los adultos, los únicos capaces de lidiar con frases como la dicha por 22: “Aquí las almas no se destrozan, para eso está la vida en la Tierra”.

Por otro lado, sí me parece encomiable el trabajo del guion en cuanto a los diálogos, divertidos y muy profundos, y también las ocasionales pinceladas de sarcasmo: la posible explicación de la racha perdedora de los Knicks y el brazo implacable de la burocracia hasta en el Más Allá. Muy bien logradas las escenas en donde es la música la protagonista a pesar de que sean tan pocas. La banda sonora en general se destaca por el perfecto balance entre las melodías de jazz compuestas por Jon Batiste y sonidos electrónicos creados por Trent Reznor y Atticus Ross, pilares de la banda Nine Inch Nails. Como canción tema, “Parting ways”, en la voz de Cody Chestnutt y que por su sentida interpretación hace justicia al título de la película.

Quizás lo más memorable de “Soul” recaiga en el mensaje que trasmite. Nuestro presente suele ser frenético, plagado de mensajes competitivos, en busca de metas inalcanzables o con el simple pero costoso deseo de dejar una huella en este mundo. El personaje de Joe demuestra en quizás el minuto más trascendental del filme, la decepción de lograr un sueño sacrificando tantas otras cosas. Sin dejarnos atrapar tampoco por el conformismo, la moraleja que propone Pixar en su última realización merece las palmas por volverse tan oportuna: es importante tener un objetivo, pero lo realmente esencial son los pequeños momentos que forman parte de la existencia. ¿Cuándo fue la última vez que detuvimos nuestro paso para ver la danza de las hojas al viento? ¿Cuántas veces levantamos la mirada de la pantalla para ver a los hijos jugar, o a las personas que nos quieren esperando pacientemente por nuestra atención? Pete Docter una vez más nos recuerda el valor de apreciar lo que nos rodea, lo que podemos tocar con la punta de los dedos.

Fotograma de la película.

Por ello, encuentro contradictorio que la obra en general no sea impecable como otras anteriores. Se le ven las costuras por todos lados en su intento de emular las historias pasadas. Ni la trama ni los protagonistas se explotan del todo y, por tanto, no llegan a seducir por completo. Esta vez, pienso que no se logró la combinación ideal necesaria para emocionar. Como cuando Bing Bong, el amigo imaginario de Riley, se sacrifica en el pozo del olvido para salvar los sentimientos de la niña. O cuando los juguetes de Andy se toman las manos en “Toy Story 3” para enfrentar juntos la muerte o el pequeño Miguel trata de hacer recordar a su bisabuela en “Coco”. En fin, es una fórmula que saben aplicar muy bien, pero esta vez no lo hicieron. Y no me refiero al facilismo de la lágrima, sino también al genuino humor, los personajes entrañables, las historias sencillas pero no predecibles.

Faltaron palabras para lograr el completo encantamiento, la chispa definitiva que buscaba eternamente 22. El final, más cercano en su esencia a la compañía de Mickey Mouse que a la de Luxo Jr. No me conformo que por ser el filme dirigido en su mayoría al público adulto, deba contar más con menos.  En definitiva, la corporación ha logrado su reconocimiento por tener entre sus adeptos a los mayores que aún no habían olvidado al niño que llevaban dentro.
¿Es “Soul” una bella película? Sí, por supuesto. ¿Estará dentro de los grandes e inolvidables clásicos? Difícil decirlo. Por ahora, Pixar sigue teniendo historias entretenidas, pero como los fuegos fatuos de la noche que muchos asociaban a las almas con asuntos incompletos, ahora impresiona más por sus colores brillantes que por mantenerse encendido en nuestro recuerdo.

Ficha Técnica

Título: Soul
Año: 2020
País: Estados Unidos
Duración: 100 min.
Dirección: Pete Docter, Kemp Powers
Guion: Pete Docter, Mike Jones, Kemp Powers

Género: Animación. Fantástico. Drama. Comedia | Música. Jazz. Gatos. Cine familiar.
Reparto: Animación
Productora: Pixar Animation Studios, Walt Disney Pictures (Distribuidora: Disney+)

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Se han publicado 3 comentarios



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  • David Corcoles dijo:

    UNA PELI ANIMADA CON UN TEMA MUY PROFUNDO E INTERESANTE MUY RECOMENDABLE

  • m&m dijo:

    Pixar es un ESTUDIO de animacion. su dueño es Disney que es la "corporacion"

  • yh95 dijo:

    Pienso yo que Pixar sabe hacer bien las cosas, y no lo digo solo por el acabado final del producto, si no mas bien pensando en su publico. Es cierto, orientado a niños pero no se olvidan del publico que crecio con todas sus peliculas o al menos buena parte de ellas: Toy Story, A Bugs Life, Monsters Inc, etc. Personalmente, me encanto la forma, genialidad y originalidad con la que recrearon la idea central del filme: como es "creada y moldeada" un alma incluso antes de nacer, ademas de su mensaje principal: que la vida es prestada y los pequeños momentos son los que traen mayor felicidad y alegria de vida. Y en cuanto a compararla con "Inside Out", primero, prefiero pensar que "Soul" es su precuela y segundo, eran emociones la que dictaban el comportamiento de Riley, no rasgos de personalidad.

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Mailen Aguilera Rivas

Licenciada en Periodismo. Máster en Historia y Ciencias de la Comunicación.

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