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Rushes de Pineda Barnet

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Enrique Pineda Barnet. Foto: Cubacine.

Una entrevista de 1991 con el afamado director de La bella del Alhambra, fallecido el pasado 12 de enero en La Habana.

Trabaja ahora en lo que será el guión de su próxima película, se llamará “algo así como Bolero” y guarda impenetrable reserva sobre su anécdota. Aclara, sí, que el filme no tiene relación con ninguna obra literaria y que nadie debe sentirse inquieto, pues “bolero” es un nombre genérico y los años cincuenta, en los que se sitúa la trama, no son propiedad exclusiva de nadie. “Aborda un pasaje de mi adolescencia y trata acerca de una mujer que conocí, admiré y amé”.

Así, la ya anunciada versión de Aire frío, sobre la obra de Virgilio Piñera, se relega en sus planes. “Después de La bella del Alhambra el público me pide y yo deseo volver al melodrama y a lo musical; creo que la gente necesita también ese tipo de película”. Ese es el porqué de Bolero, una cinta que, tal como la concibe, afirmaría a su director entre la frescura de La bella… y el dramatismo agresivo de Aire frío.

Enrique Pineda Barnet tiene 58 años de edad y se halla en el momento cumbre de su carrera cinematográfica. La bella del Alhambra, versión libre de la novela Canción de Rachel, de su primo Miguel Barnet, es el éxito de taquilla más rotundo y espectacular del cine cubano en sus treinta años de historia, y entusiasma también a públicos de latitudes muy diversas.

La crítica cubana y extranjera la saludó con júbilo y, entre otros muchos galardones, mereció el importante premio Goya, que se otorga en España y que equivale en el ámbito hispanoparlante al Oscar norteamericano. No es casual entonces que ahora Pineda Barnet parezca insistir en la fórmula y jugar sobre seguro. Por lo pronto, Bolero contará con el mismo equipo de dirección de La bella… y le gustaría que en su reparto figurasen los mismo actores, lo que hasta hoy no sabe si será posible.

Pero, contra lo que pudiera pensarse, La bella del Alhambra no clausura una etapa en la filmografía de Pineda Barnet ni inaugura un nuevo camino. Giselle, su primer largometraje, es una película de ficción con fuertes elementos musicales, y en La bella… como en otras películas anteriores -David, Mella, Aquella larga noche-, su director continua metiéndose en la historia para contar esta vez la de Amelia Sorg -nombre de la protagonista en la vida real-; la de un teatro, Alhambra, emporio indiscutible del vernáculo cubano durante las tres décadas iniciales del siglo XX; la de un público, que es también la sociedad cubana, y, en definitiva, la de una República de “generales y doctores”.

Filmarla era, hasta cierto punto, una continuación lógica de su trabajo. En un orden más personal, “quizás sí cierra en círculo mi vida”. Pineda Barnet se asomó al mundo del espectáculo por primera vez con cinco años de edad: debutó como actor en el teatro Riviera en el papel del negrito Mancuntíbiri, uno de los personajes típicos más gustados del género bufo y que aparece también en La bella del Alhambra. “La ovación que arranqué al público esa vez no la pude olvidar jamás y viví siempre ansioso de volverla a sentir”.

Cuando, pese a los aciertos advertidos por la crítica en filmes anteriores, era ya un director casi desahuciado que cargaba en su balance profesional con el saldo negativo de cinco guiones rechazados por la productora, La bella… deparó a Enrique Pineda Barnet el aplauso que tanto ambicionó durante años.

Bajo el signo de Escorpión

Valdría la pena deslizar aquí algunos datos de índole estrictamente personal. Pineda Barnet nació un 28 de octubre, lo que quiere decir que vino al mundo bajo el signo de Escorpión, y, como todos los escorpiones, es un hombre muy trabajador, que además de la del enigma, posee la vocación de la tenacidad y de la espera.

Varios años debió esperar para que se aprobara el guión de La bella del Alhambra porque, resulta paradójico, no se confiaba en la eficacia de una película musical cubana.

Pertenece, por otra parte, a una familia en la que descollaron científicos,  patriotas, diplomáticos, ministros e, incluso, un presidente de la República, y que si bien no puso resistencia a su vocación artística, la siguió con una sonrisa irónica. Por eso, sus pasos iniciales en el arte fueron un tanto secretos y clandestinos, sin otro apoyo que el guiño cómplice de su madre, una señora todavía muy coqueta, pese a su edad, de quien Enrique no se ha separado nunca y que lo acompaña en casi todas sus salidas.

Se inició en el cine en 1963. Había sido cantante -de boleros-, actor y locutor de radio, director y actor de teatro, y había cosechado no pocos triunfos en el mundo de la publicidad, pero era sobre todo un escritor: en 1952 estrena la obra teatral Cambula y publica su libro Siete cuentos para antes de un suicidio. Un año más tarde, un cuento suyo, “Y más allá la brisa…”, se alza con el premio Hernández Catá, la distinción literaria cubana más importante de la época, y en 1964 otra pieza de teatro suya, El juicio de la quimbumbia, merece mención en el certamen de la Casa de las Américas.

En 1959 se le invitó a trabajar en el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC) fundado en ese mismo año, pero rechazó la oferta y pareció alejarse de todo lo que hasta entonces había sido su mundo: en esa fecha se vincula al Ejército Rebelde como instructor de teatro, y después marcha a la Sierra Maestra como maestro voluntario. Será luego interventor de centrales  azucareros y diplomático. En 1961 está en Punta del Este, Uruguay, en la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES); forma parte de la delegación que encabeza Ernesto Che Guevara y que denuncia en aquel cónclave la llamada Alianza para el Progreso como una maniobra neocolonialista.

Hoy el cineasta conserva recuerdos muy gratos de aquellos primeros años de la Revolución. Obedeció a sus impulsos cuando se integró al Ejército Rebelde y se hizo maestro después.

“Es el momento más importante de mi vida; me fortalecí como individuo y como creador. Ser maestro es la obra de creación más grande que uno pueda concebir”.

Fue un maestro de métodos originales que hizo de su aula en la Sierra un espacio para un experimento de teatro. Impartía las clases de Historia valiéndose de muñecos que él mismo confeccionaba con güiras y semillas de la montaña, y los niños perfeccionaban la gramática y la ortografía escribiendo pequeñas piezas teatrales que llevaban luego a un improvisado escenario donde maestro y discípulos eran, al mismo tiempo, actores y espectadores de su propio proceso de formación.

“No me gustaba la diplomacia; tampoco la economía”. Un nuevo impulso -la vida siempre imponiendo su ritmo- y Pineda Barnet está en el ICAIC. Se hace cargo de un departamento de documentales experimentales, y un buen día comienza a dirigir cortometrajes y a colaborar con otros directores en la realización de sus guiones. Trabaja, junto al poeta Eugenio y Hugo Evtuchenko, en el libreto de Soy Cuba, y con Oswaldo Dragún y Hugo Olivé acomete el guión de Crónica cubana.  Más tarde será el asesor de Franco Salina en el guión de Quemada, y algunos de sus argumentos y guiones serán llevados a escena por Danza Nacional de Cuba y el Royal Ballet de Bélgica.

Hombre del teatro

La nueva pregunta lo hace sonreir. “No, el escritor está latente en los guiones”. Además, tiene muchos cuentos y poemas inéditos, no ha dejado de dar vueltas a una novela que comenzó hace treinta años, y alguna que otra vez hace algo de teatro. “Tengo un sentimiento de deuda y gratitud hacia el teatro; me siento un hombre del teatro”.

La bella del Alhambra, entre otras cosas, es también un homenaje al teatro popular cubano. “Quise reactivar la esencia de un teatro, de una música y de una actriz”. No se propuso con su filme una resurrección mecánica, una copia mimética de maneras pasadas de componer y actuar. Mediante una inteligente “reinterpretación del melodrama” y de un buceo en “inexplorados fenómenos de cubanía”, propició con su filme un reencuentro con el pasado.

Piensa que los elementos del vernáculo se han retomado en obras muy significativas de la literatura dramática cubana y menciona, en ese sentido, piezas de Héctor Quintero, Abelardo Estorino, Eugenio Hernández y Rolando Ferrer, entre otros. Realidad que no niega que ese teatro, como fuente viva, tenga derecho a estar presente en el escenario nacional.

La crítica le reprocha a La bella del Alhambra su simplicidad dramática, su relativo equilibrio entre lo dramático y lo musical. Su director cree que el enunciado es justo, pero añade enseguida que no tuvo otro propósito. Quiso hacer una película lineal, asequible, que contara una historia aparentemente ingenua, pero que, al mismo tiempo, tuviera muchas posibilidades de lectura. ¿Qué le gusta de ella y qué no le gusta ahora? “Para mí es todavía muy pronto para evaluarla con justicia, sin contar que resulta muy difícil evaluarse uno mismo”. Pero sí. Si la hiciera otra vez su director respetaría sus objetivos esenciales, aunque quizás le cambiaría muchas de sus estructuras dramáticas.

Eso lo dice un hombre que parece complacerse con cuanto ha hecho hasta ahora y que cuando alude a sus películas anteriores a La bella del Alhambra lo hace con un inconfundible dejo de satisfacción. Tal vez tenga razón. Si algunos de sus intentos no cuajaron precisamente en logros, otros sí. Giselle sigue siendo, según encuestas de The New York Times, el video de arte más vendido en Estados Unidos, y David, un largometraje sobre la vida del joven dirigente revolucionario Frank País, aportó un lenguaje nuevo al movimiento documental cubano. Mella y Aquella larga noche despertaron la admiración de escritores del fuste de Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier, respectivamente. Este último pidió a Pineda Barnet toda la documentación de la que se valió para su película, inspirada en Lidia Doce y Clodomira Acosta, dos enlaces de la guerrilla de Fidel Castro, asesinadas en La Habana por la policía de Batista, para escribir una novela que a la postre quedó solo en el proyecto.

Un director meticuloso

¿Cuáles son entonces los grandes fracasos de Enrique Pineda Barnet como director cinematográfico?

La respuesta viene rápida, como si la tuviera pensada o le hubiesen formulado la pregunta con anterioridad. No en balde después de La bella del Alhambra ha concedido más entrevistas que en toda su vida anterior.

Habla ahora de los cinco guiones que no pudo filmar y que quizás hubiesen sido mejores en un intento de abrir nuevos espacios en el tema del amor y la temática social, anticipados en Tiempo de amar. Otra frustración, la de no haber continuado su carrera de actor. Y otra más, la mayor: no haber logrado sus objetivos de un cine épico, en términos de la dramaturgia brechtiana para la dirección de actores, en una película como Mella, inspirada en el dirigente estudiantil cubano. ¿Por qué no se aprobaron esos cinco guiones? “Por actitudes tercas de la productora, por procesos burocráticos, por todas esas trampas que tiene la vida del arte”.

Es un director meticuloso hasta la exasperación. Cuando trabaja en un nuevo guión, todo lo que será el equipo de dirección de la película permanece atento a su labor, y como sabe lo que está haciendo, va también dándole vueltas a la idea. Cuando el texto está listo, todas las partes que intervendrán en el filme se reúnen para el trabajo de dramaturgia: se desmonta el guión, se analizan sus estructuras, contenido e intenciones y se traza, a partir de sus objetivos esenciales, la estrategia de la película hasta en sus últimos detalles de diseño, música, coreografía, dirección de actores.

De cualquier manera, el premio Goya otorgado a La bella del Alhambra cambió la vida y la suerte de Enrique Pineda Barnet. Consiguió con ella un éxito que todavía no logra explicarse del todo. “Un premio es un estímulo que siempre se vuelve un compromiso”. Por lo pronto, alcanzar un vuelo mayor en sus próximas películas es la meta que lo rige.

Se han publicado 2 comentarios



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  • Alba Alonso dijo:

    No sólo fue un maestro versátil y comprometido con lo mejor de la cultura de su país, siempre sonriendo a pesar de los abusos que tuvo que sufrir. Leyendo esta formidable entrevista apreciamos como después de tantos años algunas historias se continúa repetido por la burocracia que este de turno. Luego del éxito de la Bella de la Alhambra Pineda tuvo que esperar más de una década para volver a dirigir una película en su propio país, su éxito aparentemente lo condeno ante fuerzas oscuras. No son siempre los mejores los más capaces son los que continúan su carrera con segun sus resultados. Siendo del segmento de la creación justamente los directores los más vulnerables los que menos acceso a trabajar tienen y en cambio son los que le generan empleo a la mayoría que incluso, no aporta nada. Nos deja su obra, su sonrisa eterna, su bondad y magisterio, pues a los burócratas que tanto daño le hicieron nadie les recordará.

  • @adriancamaguey dijo:

    "Eugenio y Hugo Evtuchenko"..debe de ser un error tipográfico...

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Ciro Bianchi Ross

Ciro Bianchi Ross

Destacado intelectual cubano. Consagrado periodista, su ejecutoria profesional por más de cuarenta años le permite aparecer entre principales artífices del periodismo literario en el país. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual.

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