Imprimir
Inicio »Opinión, Cultura  »

¿A qué le puede poner fin la Real Academia Española?

| 57

Creada en 1713, y desde 1894 ubicada en la sede que ocupa en el área del Buen Retiro, en Madrid, la Real Academia Española —en lo sucesivo se nombrará con la ya familiar sigla RAE— custodia el idioma llamado español. Este nombre no incurre en la parcialidad regional de castellano, pero pudiera ocultar que no todos los pueblos de la plurinacional España asumen como propia la mencionada lengua, y que allí esta tiene apenas alrededor de un diez por ciento de sus hablantes. Todo responde al lugar de origen y a la extensión colonial de ese idioma, como sucede con otros, señaladamente el inglés, el francés y el portugués.

La RAE pudiera sentirse dichosa si todos sus dictámenes suscitaran la euforia que algunas personas están mostrando ante el criterio según el cual es inadmisible, por lingüísticamente incorrecta, la voluntad —expresada en pares lexicales del tipo de “profesores y profesoras”, “académicos y académicas”— de no aceptar de modo acrítico el género masculino como representativo de la especie: o sea, como no marcado, lo cual en la práctica viene a significar universal o, dicho de otra manera, dominante, y es asociable con el sentido patriarcal presente en la lengua. Por cierto, en pares como aquellos ¿tiene que aparecer siempre en primer lugar el masculino?

De acuerdo con la RAE, la norma del uso del masculino como género no marcado es algo parecido a una incontestable derivación del espíritu divino y no de relaciones sociales que ni empiezan ni terminan en la gramática. El léxico lo nutren imágenes de lo que, con redundancia premeditada, cabe llamar realidad real, sintagma en que el adjetivo no apunta a la realeza monárquica, sino a la búsqueda de lo verdadero, entendido como factualidad.

Las relaciones patriarcales se han plasmado hasta en expresiones de fe, como aquella según la cual la mujer se hizo a partir de una costilla del varón, y a este le debe obediencia: nada que ver con respeto mutuo, equitativo. Institucionalmente el catolicismo y otras religiones le niegan el acceso a los más altos rangos jerárquicos. Eso, lejos de ser un hecho autónomo, encarna la supeditación económica y social reflejada en la inferiorización —inferioridad supuesta y forzada— de la mujer y, por efecto del antropocentrismo reinante, de lo femenino en general.

¿Fue acaso una opción inocente lo que determinó que al hablar de un grupo de personas masculinas se use el pronombre ellos, exactamente igual que si se trata de un grupo de hombres y mujeres, aunque estas últimas sean la mayoría? La presencia de un solo varón basta para que la norma exija el empleo del género masculino. Solo si el grupo lo forman exclusivamente mujeres vale usar ellas, y mientras el sustantivo hombre se ha impuesto con los significados de ser humano y de varón, el adjetivo viril, relativo al varón, se ha entronizado asimismo como sinónimo de valiente.

Tales hechos se asocian con algo que —se ha denunciado— sufre la mujer: invisibilización, aunque rabien quienes piensen que solo existen las palabras reunidas por la RAE en su Diccionario. El empleo del género gramatical masculino como no marcado ¿no es un efecto de la dominación extralingüística? No es fortuito el reclamo de que se diga, por ejemplo, “ciudadanos y ciudadanas”, “niños y niñas”, “alumnos y alumnas”, o al menos, cuando sea posible —y lo es en esos ejemplos—, se opte por voces inclusivas: ciudanía, infancia, alumnado.

Se ha convocado asimismo, acertadamente, a erradicar usos sexistas (discriminatorios) del lenguaje, entre ellos la aplicación a las mujeres de las formas masculinas de nombres de profesiones como ingeniero, médico y ministro, en lugar de ingeniera, médica y ministra. Tampoco tales usos se deben a una mecánica lexical insoslayable: nació de algo factual y sociológico, y —parece necesario repetirlo— discriminatorio.

Esas profesiones, y otras, durante siglos fueron privilegios de varones. ¿Será solo cuestión de leyenda el que algunas mujeres necesitaran travestirse —pasar por varón— para ejercer determinadas labores? Las leyendas se tornan verosímiles por su relación con la realidad, y la RAE lleva en su currículo haber negado el ingreso en su claustro a mujeres con méritos más que suficientes para formar parte de él. ¿No fue el caso de Gertrudis Gómez de Avellaneda?

La línea dominante hoy en la RAE parece seguir sintiéndose cómoda con la aceptación de la supremacía masculina, y reacciona contra quienes buscan maneras explícitas de rechazarla. Usados a manera de cepo y tortura, podrían considerarse excesivos —y serlo— algunos recursos como sustituir los signos de género por una equis (ciudadanxs) o por @ (obrer@s), y acudir una vez y otra, hasta el cansancio, a explicitaciones como “trabajadores y trabajadoras”, “enfermeros y enfermeras”, “pintores y pintoras”.

Para eludir exclusiones injustas habrá quienes abracen prácticas tenidas hoy por deslices o despropósitos, como hablar de “cadetes y cadetas” o “miembros y miembras”. De acuerdo con las normas vigentes, son pifias; pero la lengua es un organismo vivo, que se transforma a base del uso y de replanteamientos de valores, como al dejar de privilegiarse dama por encima de mujer, considerada palabra de escasa alcurnia, si no degradante. No hay que condenar ni mucho menos el uso de dama , ni renunciar a él, para apreciar la dignidad del vocablo mujer —de la mujer misma—, ni para preguntarse si aquella preferencia estaría libre de sabor aristocrático.

Se ha bromeado con la esperanza de que no llegue a ser necesario hablar de “capitalistos y capitalistas”, “socialistos y socialistas”, “hipócritos e hipócritas”, “cadáveres y cadáveras” o “poetos y poetas”… Pero en este último ejemplo la hilaridad no debe silenciar la justicia con que muchas cultivadoras de la poesía piden ser llamadas poetas, no poetisas, vocablo que han sentido peyorativo. ¿No era Miguel de Unamuno quien llamaba poetisos a poetas (varones) que literariamente hablando le parecían debiluchos?

Procurar que “excesivas precauciones de pensamiento” no hagan del idioma un fárrago indigerible, contrario a la comunicación, no es razón que legitime parcializar injustamente el pensamiento. La eufonía y la ley del menor esfuerzo —significativa en la evolución de la lengua, pero no necesariamente fértil en el desarrollo de las ideas— pueden aconsejar que un género se acepte como no marcado. Pero eso no autoriza a ser insensible con respecto al origen de tal norma ni a las exclusiones que ella calza.

Quizás esa norma, y la insistencia en que es incorrecto revertirla explícitamente aunque solo sea de tanto en tanto, susciten que incluso furibundos antiacadémicos —a quienes en otros casos la RAE les resultaba indiferente, o que arremetían contra lo que en general consideraban brozas y cascotes de esa institución— batan palmas apoyando la postura de la que dice limpiar, fijar y dar esplendor. Opere de modo consciente o inconsciente, el machismo puede usar máscaras variadas, incluida la real o pretensa corrección académica.

Las actitudes ante un tema de raíces e implicaciones culturales profundas son diversas. No se parcelan mecánicamente en derechas de un lado e izquierdas del otro. En las primeras habrá quienes tengan claridad —¡hasta la reina Victoria se quejaba de que ella y sus hijas sufrían discriminación por ser mujeres!—, y en las segundas no faltarán quienes consideren que el asunto no es relevante y cabe posponerlo.

Prioridades hay o puede haber, o establecerse, y en general los caminos se vencen paso a paso, tramo a tramo; pero la justicia es un proceso abarcador, orgánico, no un mercadillo de retales. Que ni siquiera todas las mujeres coincidan en la percepción del problema no avala indiferencia alguna: el pensamiento dominante lo es porque no lo portan quienes ejercen la dominación y quienes la sufren. Cuando su aceptación se quiebra brotan condiciones propicias para sacudidas sociales, para revoluciones incluso, hasta en el lenguaje.

Apasionados contrarios a que en el idioma se acojan las prudencias justicieras comentadas rechazan el uso de presidenta. Esgrimen la etimología de presidente —participio activo formado por el verbo presidir y el sufijo -ente— y sostienen que dicho título es aplicable por igual a hombres y a mujeres. ¿No asumen también la inercia del predominio patriarcal por el que mayoritariamente las presidencias las han ocupado, y aún las ocupan, hombres?

En español ya es habitual el empleo de espagueti y espaguetis, cuando en italiano, origen del vocablo, spaghetti es el plural de spaghetto. ¿Habría que decir el espagueto y los espagueti? ¿Por qué no aplicar en la evolución interna de una lengua recursos y mecanismos similares a los que actúan en préstamos lingüísticos exógenos? Pésele a quien le pese, el empleo de presidenta se ha extendido no por casualidad, sino porque ha aumentado el número de mujeres con esa jerarquía en instituciones, organismos y países.

No siempre se esgrimen juicios estrictamente lingüísticos al valorar cuestiones lexicales. Entre los motivos de rabia contra el uso de presidenta parece funcionar el ascenso a ese cargo por parte de mujeres representantes de la izquierda. Así se ha visto en el caso de la argentina Cristina Fernández, y no precisamente por las que, desde la izquierda, pudieran considerarse insuficiencias en su desempeño de la alta investidura. Valdría la pena escrutar el peso que en expresiones de rechazo contra ella ha tenido, además del machismo que se cuela en todas partes, el reaccionarismo político por el cual han sido presidentes de Argentina personajes tan funestos como Carlos Saúl Menem y Mauricio Macri, simpáticos para la oligarquía vernácula y para el imperio, y generadores de pobreza para el pueblo.

Aunque el lobo reaccionario se enmascare con purismos lingüísticos, su oreja peluda asoma cuando él se lanza explícitamente contra gobiernos calificados de “populistas” y que, entre sus afanes justicieros, incluyen coherentemente la equidad entre géneros: entre seres humanos. Lejos de los propósitos de estos apuntes se halla explorar las significaciones de populismo, vocablo-concepto polisémico y controvertido. Solo recordarán que condenarlo es acto recurrente en la feroz ofensiva promovida desde España contra todo lo que —en nuestra América en especial, pero no solo en ella— desafíe a la oligarquía y al imperio.

Con cuartel general y jefes mayores en los Estados Unidos, el imperio tiene su “ministerio trasnacional de defensa” (de ofensa, mejor dicho) en la OTAN, y vicejefes en Europa. Si se trata en particular de España, no los tiene en la mejor, que merece acabar de nacer, sino en la reaccionaria: esa que, además de bostezar, le regala bases militares a la organización belicista. Dolosamente los herederos del bando fascista que usurpó el calificativo nacional condenan lo que llaman populismo y capitalizan el adjetivo popular. Con él han bautizado a un partido cuya cúpula reúne lo más reconocidamente corrupto de la nación, y en el cual sobresalen cómplices de los crímenes del Pentágono y Wall Street en actos decididos desde la que se denomina Casa Blanca.

Sin excluir a los que proceda tener en cuenta dentro de una supuesta izquierda —en la que abundan políticos que han traicionado los ideales socialistas comunistas y al movimiento obrero, y que forzaron la entrada del país en la OTAN—, los cabecillas del Partido Popular descuellan entre quienes medran con el empobrecimiento de las poblaciones de España misma. Simultáneamente se prestan para acciones dirigidas contra gobiernos que tienen proyección popular verdadera.

La real derecha, que campea a sus anchas, y la falsa izquierda, que no se debe confundir con la verdadera —dividida y silenciada, machacada u oculta, despojada de recursos, pero no extinta—, no se limitan a desplegar desde España feroces campañas propagandísticas contra esos gobiernos. Una y otra envían con similar desfachatez representantes suyos a los países de estos últimos para favorecer la subversión y, para no desaprovechar ninguna ocasión de ser colonialistas, lo son también en lo relativo a criterios lingüísticos.

Es más que sintomática la pasión con que, dentro y fuera de España, algunas personas e instituciones apoyan las líneas conservadoras y reaccionarias que subyacen en la RAE, aunque haya dado pasos favorables y tenga miembros que abracen la voluntad de revertirlas y hasta lo hayan logrado en algunos casos. Los partidarios de dichas líneas llegan a proclamar que ya la RAE les ha puesto fin a las prácticas de rechazo contra el predominio patriarcal presente, como en otras lenguas, en el español.

Se equivocan quienes piensen que la RAE puede aplastar cuanto disguste a la totalidad o a parte de sus integrantes. Ella expresará preferencias en torno al idioma, pero en el mejor de los casos podrá cuidarlo, sobre todo si se libra por completo de pautas colonialistas con que a menudo ha visto ella —respaldada aquí y allá por exponentes del pensamiento colonizado— el español hablado y recreado fuera de España, y si de veras respeta plenamente a las academias de la lengua constituidas en otros países hispanohablantes. Pero son los pueblos los que, uso mediante, deciden el rumbo del idioma: lo hacen.

A lo que debería poner fin la RAE es al sello monárquico que desde sus orígenes lleva en su nombre y en su orientación predominante, como si fuera la poderosa majestad de la cual las otras academias de la lengua española fueran no colegas, sino súbditas, para lo cual puede hallar servidores de este lado del Atlántico también: no por gusto existe la palabra cipayo. El signo de realeza la subordina de hecho —bastaría que lo hiciera putativamente para que el saldo fuese repudiable— a una Corona extemporánea y manchada por la corrupción, y que, aunque se le considere decorativa, sigue viviendo fastuosamente a costa del pueblo español.

El actual jefe de esa monarquía hasta con su nombre rinde culto a una larga ralea colonialista, y en la apertura del Congreso de la Lengua Española celebrado en marzo de 2016 en Puerto Rico declaró que él y la reina experimentaban “una gran alegría por viajar nuevamente a los Estados Unidos de América". Ni él ni ella gozan de reconocida autoridad intelectual, pero el director del madrileño Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha —quien sí la tiene, y cuando fue director de la RAE ofreció esperanzas de plausibles aperturas conceptuales—, en la misma ceremonia sostuvo que por primera vez el Congreso tenía lugar “fuera de Hispanoamérica”. Académico y rey se igualan en prestarse para arrancar a Puerto Rico de la familia de pueblos a la cual pertenece, y regalárselo definitivamente a los Estados Unidos.

La Corona española es continuadora de aquella carcomida que en 1898, a espaldas de los pueblos de Cuba y Puerto Rico, se humilló en el Tratado de París ante el intervencionista gobierno de los Estados Unidos. Lo hizo luego de haber propiciado, con su criminal tozudez colonialista, la cacería de sus marinos por el ejército estadounidense en la Bahía de Santiago de Cuba. La RAE debería ponerle fin a su acatamiento de esa herencia, y pronto.

Se han publicado 57 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • Rolando dijo:

    El hombre representa la fuerza y la mujer la sensibilidad.
    Por tanto defiendo el uso del masculino como género englobador.
    Debe decirse "los niños" y no "las niñas y los niños".
    No debe decirse "ellas" en referencia a un grupo de 7 mujeres y 1 hombre, sino "ellos".
    Esto no tiene por qué entenderse como "discriminación": puede entenderse como un acto de nobleza de la mujer sensible ante el hombre fuerte a quien ama.
    No es malo tener un rey: si el rey es bueno, entonces es bueno tener un rey.
    La monarquía no es mala en sí: una monarquía es mala sólo si lo son sus representantes.
    Por ejemplo recordemos el caso de los legendarios Reyes Bíblicos: Moisés, David.
    ¡Eran adorados por su pueblo, y lo supieron conducir a la prosperidad!
    Por tanto no veo mal el título "Real Academia de la Lengua Española".
    Este título no es malo en sí... Sólo que quien lo posea, debe rendirle honor y probar que merece poseerlo con humildad.

  • amanece dijo:

    Para mi el tema de decir todos/as, alumnos/as, ciudadanos/as es simplemente el producto de la agenda de la ideología de género, académicos muy respetados de la RAE están en contra de su uso

  • Alberto Roque dijo:

    Felicitaciones a Luis Toledo. Agudo y profundo artículo.

  • Tomás H. Vidal Cordero dijo:

    buenos días a los presentes........ cuál es la última persona en la cola...... hay múltiples alternativas. la discriminación debemos superarla con una educación mas efectiva, que nos haga mas solidarios, con el perfeccionamiento de nuestra sociedad sobre todo elevando el empoderamiento de las masas populares y en particular de la mujer, centrémonos en las esencias.....muy buenos razonamientos por todos

  • Eugenio Suarez dijo:

    Podrá llegar el día que se le cambia el nombre a la ANAP por Asociación Nacional de Pequeños Agricultores y Pequeñas Agricultoras, es decir ANAPAPA

  • gladys Corral dijo:

    Excelente articulo,que comparto ampliamente.

  • Luis Matos dijo:

    Respeto las opiniones del Profesor Luis Toledo, y coincido en algunos de sus planteamientos, pero comparto con las opiniones de Ileana.
    Hemos escuchado discursos de personas instruidas, que por seguir esa corriente de diferenciar según género masculino y femenino, a nuestro juicio se exceden. No me imagino hablándole a un grupo mixto, diciéndole “nosotros y nosotras nos mantenemos unidos y unidas”
    Hablando de este tema, una persona me dijo: Martí no se pudo equivocar cuando dijo que “los niños son la esperanza del mundo”, y no por eso excluía a las niñas.
    No lo veo mal cuando nos vamos a referir a una persona en particular. Decimos el profesor o la profesora, el presidente o la presidenta, el capitán o la capitana, pero si es al grupo, lo lógico es los profesores, los presidentes, los capitanes, que suena menos tedioso que estar repitiendo los dos géneros, y no por ello estamos discriminando.

  • Diógenes dijo:

    El comentario de Ileana esta mejor que el artículo de Toledo.

    • Ileana dijo:

      Ud. me halaga pero no creo merecerlo. solo soy alguien a quien le gusta polemizar, creo que se aprende mucho evaluando alternativas, porque esa verdad absoluta que todos queremos aprisionar está compuesta de pequeñas verdades individuales, es mejor decir me gusta más o menos, en lugar de está mejor o peor porque esto último es algo que solo podrían evaluar expertos con criterios objetivos si estuviéramos en una competencia, y no es el caso, y otros podrían sentirse lastimados, yo agradezco al Dr. Toledo el que haya planteado un tema tan interesante, espero pronto leer otros artículos de su autoría y seguir compartiendo con todos.

  • Antonio Gonzàlez Jimènez dijo:

    No veo ningùn inconveniente en el uso del genèrico en nuestro idioma y es algo que nada tiene que ver con la discriminaciòn de la mujer. Me parece que le estamos buscando "la quinta pata al gato". Ahora mismo estoy trabajando en Venezuela y es agobiante el uso de esta nueva moda de señalar los gèneros constantemente y se dicen barbaridades como: periodistas y periodistos, soldados y soldadas, mèdicos y mèdicas y asì sucesivamente. Recientemente estaba leyendo un documento importante y renunciè a su lectura porque ya estaba agobiado de tanto abuso de los gèneros.

  • arturo manuel dijo:

    Carta abierta a todas aquellas y a todos aquellos que apoyan la distinción de géneros
    Queridas hermanas y queridos hermanos, sean bienvenidas y bienvenidos, todas y todos, a su lectura.
    Algunas atrevidas y algunos atrevidos proclaman, tendenciosamente, que en los sustantivos encaminados a designar seres animados, entre ellos mujer y hombre, basta con referirse al masculino para abarcar a todas y a todos de la misma especie, sin distinguir sexos, y se apresuran a afirmar, alevosamente, que es pura cortesía, en ciertos vocativos, la construcción de series coordinadas de sustantivos de persona que encarnan los dos géneros, y que el circunloquio es improcedente, sostienen, cuando el empleo del género masculino es suficientemente explícito para comprender a los individuos de uno y otro sexo.
    ¡Así que esas tenemos! ¡Decir que caballeros ya abarca a las damas! ¡Qué barbaridad! ¡Vaya cosas que tenemos que aguantar!
    ¡No! ¡Mil veces, no!
    ¡Defendamos a ultranza el derecho de todas y de todos a la distinción del género!
    Para alcanzar tan altruista propósito lingüístico, nosotras y nosotros, desplegaremos un plan de rescate que involucrará, no solo a nosotras mismas y a nosotros mismos, sino también a nuestras hijas y a nuestros hijos, a nuestras nietas y a nuestros nietos, y a cuánta partidaria o a cuánto partidario podamos sumar al mismo.
    El plan reivindicatorio de género se integrará con las siguientes líneas ofensivas:
    Primera línea: la reivindicación de títulos de obras de cualquier naturaleza, científicas o literarias, en libros o en publicaciones periódicas, realizando las oportunas correcciones en sus títulos, sean cuales fueren, siempre que no muestren segregación de género.
    Segunda línea: la reivindicación de las denominaciones de las organizaciones no gubernamentales con pérdida de la identidad de género, incluyendo, tanto en la propia denominación de la entidad como en sus siglas o acrónimos, el género preterido.
    Aquí van las primeras acciones.
    Deben ser modificados de inmediato y adecuados a la distinción de géneros los siguientes títulos de textos históricos, científicos y literarios:
    a) La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pronunciada en 1789 al influjo de la Revolución Francesa, se denominará a partir de ahora Declaración de los Derechos de la Mujer y del Hombre y de la Ciudadana y del Ciudadano.
    b) La obra El origen del hombre del sabio inglés Carlos Darwin, tomará por nombre el de El origen de la mujer y del hombre y, su subsiguiente saga de homo sapiens, hombre de Neandertal y hombre de Cromagnon, se complementará con los siguientes calificativos: mulier sapiens, mujer de Neandertal y mujer de Cromagnon.
    Y, a propósito, a manera de colación, basta ya con aquello de que el hombre conquistó el espacio o el cosmos y la luna; de ahora y para siempre, será la conquista del espacio o del cosmos y de la luna por la mujer y el hombre. Ni más ni menos.
    c) El ensayo intitulado El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre de Federico Engels, comenzará a llamarse El papel del trabajo en la transformación de la mona en mujer y del mono en hombre.
    d) El hombre mediocre del filósofo argentino José Ingenieros tendrá el título de La mujer y el hombre mediocres.
    e) Del autor soviético Mijaíl Ilín, su libro Cómo el hombre se hizo gigante se denominará en lo adelante Cómo la mujer y el hombre se hicieron gigantes.
    f) La novela del paraguayo Augusto Roa Bastos intitulada Hijo de hombre, desde este momento se rebautizará como Hijo de mujer y de hombre.
    Así las cosas, pasemos a continuación a distinguir, con toda agudeza, los géneros en las organizaciones no gubernamentales de nuestro país, cuyas denominaciones, consecuentemente, deben ser atemperados a tal posición.
    Estas son las primeras.
    La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) se identificará como Asociación Nacional de Agricultoras Pequeñas y Agricultores Pequeños (ANAPAP).
    La Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) se denominará Asociación Nacional de Innovadoras y Racionalizadoras e Innovadores y Racionalizadores (ANIRIR).
    La Central de Trabajadores de Cuba (CTC) cambiará su identificación por la de Central de Trabajadoras y Trabajadores de Cuba (CTTC).
    La Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC) tomará la nueva denominación de Unión de Arquitectas e Ingenieras y de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAIAICC).
    La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) modificará su acrónimo por el de Unión de Escritoras y Escritores y Artistas de Cuba (UNEEAC).
    Y así las cosas, poco a poco, todas las organizaciones no gubernamentales del país y otras tantas de carácter oficial, se sumarán, ganada la conciencia y justeza, a este pundonoroso reclamo reivindicatorio sobre identidad de género.
    Finalmente, queridas compañeras y queridos compañeros, nos resta un bastión, último reducto de los machistas pero que, lamentablemente, no son los hombres los que lo defienden sino ¡Oh, paradoja!, son féminas las que se aferran con denuedo a él: las profesionales de la Salud se obcecan en autotitularse, si poseen el título de doctoras en Medicina, como médicos, en vez de la correcta voz de médicas, sustantivo para ellas ultrajante y ofensivo. ¡Luchemos a brazo partido para ganar en este campo!
    Espero que todas las lectoras y todos los lectores a quienes llegue esta misiva, estrechemos fila en torno a la identidad de género, a su salvaguarda y defensa contra cualquier intento, lingüístico, oral o escrito, o no, de borrar las bien marcadas características sexuales identitarias que, con tanto celo y perseverancia, forjó la evolución biológica y que su condición distintiva humana se grabó para siempre en nuestra hermosa lengua.
    Un estrecho abrazo para todas y todos, mujeres y hombres, niñas y niños.

  • Ileana dijo:

    En cuestiones de evolución del lenguaje, toda pretensión de adivinar el futuro es estéril. Lo único cierto es que el tiempo y los hablantes solucionarán el problema.
    Aun así, creo poco probable, - a lo mejor me equivoco- que la solución de futuro sea la duplicación de género, que no pocos rechazan por reiterativa. El principio de economía lingüística está firmemente arraigado en todos los hablantes.

    Lo que si debe quedar claro es que hasta tanto la RAE no lo acepte, y se haga patrimonio de todos los que compartimos nuestra lengua, no debemos empelar arbitrariamente la distinción de género en el lenguaje oficial, pues todos debemos velar por la pureza del idioma que compartimos con otros y que es parte de insoslayable de nuestra identidad cultural y lo que esta establece hasta hoy es: que no se use el circunloquio cuando el empleo del género no marcado (masculino) sea suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo, solo lo acepta en aquellos casos especiales en los que el contexto podría ser ambiguo.

  • Luis dijo:

    Buenas Iliana
    Usted ha amenizado el texto, gracias a usted el texto ha sido muy interesante.
    El Doctor Toledo no ha contestado ¿el que calla otorga?
    Pregunta a Iliana.
    ¿Cuándo es que la lengua popular, los vocablos populares (por muy vulgar que aparezca al inicio) acaba por imponerse y hacerse entonces norma?.
    Dice usted "El principio de economía lingüística está firmemente arraigado en todos los hablantes", y si esto cambia qué sucede.
    Y por último cual es su opinión en relación al lenguaje y las normas sobre él. ¿las personas que los hablan o los especialistas, quién determina quién?
    Y por favor en su mensaje del 19 de julio 13:05 usted dice "no debemos empelar arbitrariamente la distinción de género en el lenguaje oficial" ¿ese EMPELAR, lo que usted quiso escribir es EMPLEAR?.
    Gracias.

  • Ileana dijo:

    1- ¿Cuándo es que en la lengua popular, los vocablos populares (por muy vulgar que parezcan al inicio) acaba por imponerse y hacerse entonces norma?.
    El diccionario, no solo es normativo, sino, sobre todo, descriptivo, a diferencia de la gramática, en la que sí se establecen normas, la motivación principal del diccionario no es realizar una lista de palabras que se pueden decir, sino registrar los distintos usos que los hablantes hacen de las palabras. Muchas veces, independientemente de que a la RAE le guste o no la forma en que se construyen estos términos.

    Por eso, cuando decimos que la RAE ha admitido una palabra, estamos siendo incorrectos. La RAE no admite palabras; la RAE incluye, incorpora o registra palabras. Y el criterio no es otro que su uso. Si la RAE detecta que un término es usado por una mediana generalidad de personas con una acepción determinada, su misión es incluir esa acepción en el diccionario. El objetivo último de un diccionario, no lo olvidemos, es que cualquier persona pueda saber qué significa una palabra que otra persona acaba de decir en la calle, no saber qué significado quieren le den los académicos.

    Ante los temores de que vocablos que resulten ofensivos puedan ser usados en documentos oficiales, hay que decir que en las definiciones la RAE avisa del carácter peyorativo de estas palabras (o de algunas de sus acepciones).

    Y del mismo modo que se registran palabras nuevas debido a su uso generalizado, también se señalan las que ya no son utilizadas. Es decir, el mecanismo para “entrar” y “salir” del diccionario es el mismo: el uso de la lengua.

    2- Dice usted “El principio de economía lingüística está firmemente arraigado en todos los hablantes”, y si esto cambia qué sucede

    Llamado también ley del menor esfuerzo, el principio de economía lingüística se aplica en el acto comunicativo con el propósito de ofrecer la mayor cantidad de información con el mínimo de esfuerzo; vale decir, para expresar el mayor número de ideas con el menor número de palabras posible. Y basado en ese mismo principio es que en el uso de la lengua, tanto en su expresión oral como escrita, se recomienda evitar los circunloquios, las frases redundantes o pleonásticas, así como los dobletes genéricos (todos y todas; bienvenidos y bienvenidas; los maestros y las maestras…), propios de la llamada lengua no sexista, que ha intentado imponer la línea ortodoxa o radical del movimiento feminista.
    La economía expresiva, conviene aclarar, de ningún modo debe confundirse con laconismo y pereza léxica, ni mucho menos entenderla solo como una cuota reducida de palabras, sino como la adecuación exacta de estas con lo que el hablante pretende comunicar. Con su aplicación, el discurso se torna mucho más claro, preciso, conciso y elegante.
    Todo lo contrario sucede con los desdoblamientos genéricos: por empalagosos y antieconómicos, resultan engorrosos, y a la expresión lingüística le restan precisión, concisión, claridad y elegancia. Para entender esto, ejemplifiquemos « A todos y todas los dueños y dueñas de perros y perras…» basta con determinar las palabras que sobran, lo tormentoso que resulta leer o escuchar y la ausencia de belleza que se percibe.

    3- Y por último cuál es su opinión en relación al lenguaje y las normas sobre él. ¿las personas que los hablan o los especialistas, quién determina quién?

    La norma lingüística viene impuesta por una institución reconocida que para el español es la RAE, desde el punto de vista lingüístico, es la regla restrictiva que define lo que se puede emplear en el uso de una lengua, lo que supone la existencia de unos usos considerados correctos y otros considerados incorrectos, definidos ambos en las gramáticas y ortografías normativas y en los diccionarios del mismo corte. Y el principal instrumento que deposita la norma es el diccionario.
    La RAE es una institución con personalidad jurídica propia que tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la
    Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico.
    La comunidad latinoamericana se basa en raíces comunes entre los que la lengua tiene un carácter preferente. Además, el español es una lengua universal que atrae interés y atención en todo el mundo y si bien es cierto que la lengua evoluciona con los hablantes hay que procurar que haya ciertas reglas porque si no pronto dejaremos de comunicarnos y justo ese es el papel de la RAE.
    4- ¿ese EMPELAR, lo que usted quiso escribir es EMPLEAR?.
    Claro, fue un error, al mejor escribano se le va un borrón, reza el refrán popular, ja, ja.

  • Ileana dijo:

    Digamos que la curiosidad mató al gato

    Lo que proviene de una expresión inglesa del siglo XVI “care kills a cat” (“La preocupación mata al gato”). Originalmente advertía que preocuparse en exceso no es demasiado bueno porque, a pesar de que tengas varias vidas ¿ 7 ó 9 ? (como un gato), te podría llegar a matar.

    Con el tiempo, la palabra preocupación (“care”) se convirtió en curiosidad (“curiosity”), y por esas incomprensibles vueltas que dan los refranes (habitualmente gracias a algún letrado con poca letra), nos quedamos con que los gatos son curiosos y que la curiosidad mata, aunque lo que realmente mate sea la preocupación.

    Bromas aparte voy a satisfacer su curiosidad, soy cubana y farmacéutica de profesión.

    Discúlpeme pero no comparto algunas de sus ideas

    "sólo se puede narrar el pasado como es, no como era", debe ser como fue, porque ya pasó, la verdad es siempre concreta, por cuanto todo depende de condiciones: tiempo, lugar, una definición cualquiera, tomada abstractamente, fuera de toda conexión y relación, se vuelve insubstancial y tergiversada.

    "rememorar el pasado" solo si lo usamos de trampolín, no de sofá.

    "La verdad cambia porque la sociedad cambia" la verdad es a la vez absoluta y relativa. La verdad absoluta se entiende como un conocimiento completo, exhaustivo de la realidad y como aquel elemento de los conocimientos que no puede ser impugnado en el futuro . En cada estadio de desarrollo, nuestros conocimientos se hallan condicionados por el nivel a que han llegado la ciencia, la técnica y la producción. A medida que van ampliándose los conocimientos y la práctica, las ideas del hombre sobre la naturaleza se hacen más profundas y exactas, se perfeccionan. Por esto las verdades científicas son relativas en el sentido de que no proporcionan un conocimiento completo, exhaustivo, sobre la esfera de objetos estudiada y contienen elementos que, con el progreso del conocimiento humano, se modifican, se precisan, se profundizan y sustituyen por otros. Por otra parte, cada verdad relativa significa un paso adelante en la cognición de la verdad absoluta; si es científica, contiene elementos, de la verdad absoluta. La historia de la ciencia y de la práctica social confirman este carácter dialéctico del desarrollo del conocimiento. A medida que la ciencia avanza, vamos descubriendo cada vez con mayor profundidad y plenitud las propiedades de los objetos y las relaciones entre los mismos, nos vamos acercando al conocimiento de la verdad absoluta, lo cual se confirma a través del éxito en la aplicación de la teoría en la práctica (en la técnica, en la tecnología de la producción, etc.).
    Este carácter también se da en el hecho de la verdad no es patrimonio de alguien, sino es un constructo social.

  • Ramon Licea dijo:

    Arturo Manuel dicrepo, discriminó a los hombres, debe ser así
    ¨...La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) modificará su acrónimo por el de Unión Nacional de Escritoras,Artistas y Escritores y Artistos de Cuba (UNEAEAC).

  • Lisandro dijo:

    Hace años no leía un artículo tan cargado de sexismo de un “periodisto”. No solo está plagado de un lenguaje rebuscado sino además como se dice en Cuba “salta de palo pa rumba”.
    El ser es el hombre y cuando se dice hombre se está hablando de hombres y mujeres, querer cambiar el idioma para dar los mal llamados derechos a la mujer no es más que una forma de discriminar.
    En la Revista Mujeres (¿o debo decir en la Revista Hombras?) se publicó también este artículo con una caricatura donde además cambian el sentido de la palabra todos.
    Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres como ser social. No hace falta escribir hombres y mujeres, ni doctores y doctoras, ingenieros e ingenieras. Son simplemente Doctores e Ingenieros sin importar si es un hombre o una mujer. El ingeniero no es más que Persona que se dedica a la ingeniería. La palabra doctor es una de las más antiguas de las que existe registro en español y se repite en inglés (doctor), en francés (docteur), en italiano (dottore), en portugués (doutor), en alemán (Doktor) y, con ligeras variantes, prácticamente en todas las lenguas modernas. Aparece por primera vez en el Libro de Alexandre, escrito a mediados del siglo XIII en el oeste de León, como dotor, con el significado de ‘maestro’ o ‘aquel que sabe’.
    Se habla mucho de la discriminación hacia la mujer, de la igualdad de géneros. Con lo que estoy completamente de acuerdo, Dios creó al Hombre y a la Mujer, no creó a un Hombre y una Hombra o una Mujer y una Mujero.
    Cuando se dice, hombres o académicos o doctores estamos hablando de todos y no de todos y todas que es un tamaño disparate

Se han publicado 57 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Luis Toledo Sande

Luis Toledo Sande

Escritor, poeta y ensayista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas y autor, entre otros, de "Cesto de llamas", Premio Nacional de la Crítica. Mantiene el blog http://luistoledosande.wordpress.com/

Vea también