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Bajo la Lupa: ¿Se juega mucho o poco en Cuba?

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Industriales-Santiago de Cuba: dos rivales históricos en el Beisbol

Industriales-Santiago de Cuba: dos rivales históricos en el Beisbol

Interrogado por el colega del semanario Mayabeque, Fernando Martínez, acerca de las causas del mediocre nivel de la pelota cubana actual, el reconocido coach de pitcheo Javier Gálvez, entre otras causas, señaló que “los atletas llegan al máximo nivel sin dominar los elementos básicos. Por ejemplo, tirar strikes en todos los puntos de la zona, tocar la bola hacia primera o tercera, hacer amago de toque y bateo, o batear para la mano contraria. ¿Cómo te vas a aparecer en una Serie Nacional, que es la universidad de nuestro béisbol, sin conocer y ejecutar las acciones de rutina del juego?”.

Esta misma opinión la repitieron varios técnicos, comisionados y peloteros retirados, cuando la Federación Cubana de Béisbol tuvo a bien consultar la opinión pública en torno a las enmiendas que le urgen a las estructuras, dinámicas y filosofías de la pelota, para garantizar el ascenso y sostenimiento de la calidad que todos ambicionamos.

Convertir la Serie Nacional, de mero espacio para bolas y strikes, en espectáculo cultural y social; instruir y superar a los técnicos y árbitros, cambiar los sistemas y criterios de captación de los talentos en edad alevín… Estas, y otras muchas urgencias, se trataron en todo el archipiélago y quedaron registradas en la agenda de la dirección nacional de este deporte.

Sin embargo, se habló infinitamente menos de si en Cuba se juega mucha o poca pelota, una arista importante en esta avidez nuestra por tener el campeonato de mayor calidad posible y, en consecuencia, una selección nacional más competitiva aún. Y no entiendo por qué, si es una verdad de Perogrullo que la repetición es una de las grandes aliadas de la perfección. Y no entiendo por qué, si es evidente que en nuestro país no se juega pelota suficiente, ni de modo recreativo ni de modo organizado u oficial.

Poca, muy poca pelota se juega en nuestro país. Esta es mi opinión, que advierte un elemento económico nada despreciable en ello. Esta es mi opinión, contraria a la de quienes consideran que los bajos rendimientos de los peloteros en los torneos internacionales obedecen al cansancio por el peso de extensas temporadas nacionales y allende los mares (a mi modo de ver, muchas veces los peloteros cubanos llegan a los campeonatos de la IBAF en overtraining, sobreentrenados, un fenómeno que en algún momento deberemos tratar).

Pero antes de que usted arremeta contra este parecer, permítame explicarlo.

¿Cuántos partidos oficiales disputa un jugador cubano en las categorías infantiles y escolares? ¿Dónde está, por ejemplo, la historia en detalles, más que la enumeración de los podios anuales, de la pelota en los Juegos Escolares?

Los peloteros en esas edades practican más de lo que juegan oficialmente. Las más de las veces los torneos infantiles y escolares son fantasmas, interrumpidos, acortados, inconstantes, y carecen de grandes aseguramientos —los elementales sí los tienen— como estadísticas, historias, atención mediática...

Tanto como la de la Serie Nacional, ha cambiado decenas de veces la estructura de las competiciones infantiles, escolares y, también, juveniles, categoría esta última comprendida —de modo erróneo, digo yo— como escalón previo al clásico doméstico, a pesar de sufrir casi todas las carencias de las inferiores.

Repletos de jugadores sin la talla, corpulencia, habilidades y rutinas para jugar béisbol; sin competitividad, también con precaria cobertura mediática e inconstante registro de sus números e historia: así también han transcurrido los Campeonatos Nacionales Juveniles.

Eso es en el nivel nacional. ¿Cómo suceden, entonces, las lizas en los escalones provinciales y municipales? Las respuestas, no lo dude, emborronarían decenas de cuartillas y excederían el tiempo de que usted dispone para leer esta columna.

Las Provinciales, salvo excepciones, son chatas, intrascendentes, cortas, monótonas, en muchas oportunidades no cumplen sus calendarios e incluso, mire usted qué despropósito, algunas veces el forfeit —la no presentación— se convierte en estrategia. En fin, no podían ser menos, adolecen casi de las mismas falencias que los campeonatos de otros niveles.

Esta realidad, obviamente, atenta contra la adquisición de experiencias en situaciones límites del juego —que son decenas— y retarda el crecimiento técnico de los atletas. ¿Cómo pedirles, por tanto, que lleguen a la Serie Nacional “hechos y derechos”?

Por si ello no bastara, está el tardío nacimiento y posterior inestabilidad de la Liga de Desarrollo, el escaño ideal para ascender a la Serie Nacional —y no el campeonato juvenil.

Y para rematar, están los criterios que, puesta la Serie Nacional en el radar, han subvalorado los rendimientos y esfuerzos individuales por mantener la condición física para aumentar la durabilidad de la salud y jugar la mayor cantidad de partidos posibles. Dicho de otro modo, nunca hay premio, plausible digo, para la longevidad o el trabajo intenso en nuestro béisbol.

Visto así, parece una sucesión de torpezas, o, mejor, una cadena de  impagos. Y, como puede ser que a alguno el criterio no le funcione, veámoslo, a la sazón, con algunos ejemplos en números.

Mike Trout, novato de la Liga Americana en 2012 a la edad de 21 años, era considerado un jugador excepcional desde que tenía 18 años, pero antes de debutar en Grandes Ligas tuvo que pulir sus armas en Ligas Menores a lo largo de 547 juegos de pelota (según el sitio MLB) y 1117 veces al bate.

Mike Trout: A los fenómenos también hay que pulirlos.

Mike Trout: A los fenómenos también hay que pulirlos.

Yasmani Tomás, por ejemplo, no acumula siquiera 1000 veces al bate en sus primeras tres Series Nacionales, a donde llegó con mucho potencial y también con deficiencias en su mecánica de bateo. Y sumada su actuación en todas las categorías, a sus 22 años, edad con la que comenzó la actual temporada, no supera la de muchos bateadores con similar o mayor talento que no han saltado a Grandes Ligas.

Hisashi Iwakuma, un lanzador conocido de la afición cubana por su actuación ante la selección nacional nuestra (nos lanzó seis entradas sólidas en el II Clásico Mundial), debutó en Grandes Ligas con marca de 9-5 y 3.16 de efectividad para los Marineros de Seattle. ¿Sabe cuánto lanzó? 125 y un tercio.

Eso es menos de lo que lanzaron unos cincuenta pitchers de la Liga Americana considerados para las estadísticas. Y es la misma cantidad que trabajó Yadier Pedroso con Artemisa en la Serie 51, cuando solo diez abridores del campeonato superaron las 145 entradas. Un brazo aún joven, el de Pedroso, ya aquejado de lesiones, trabajó lo mismo que el brazo de Iwakuma, exigido antes durante diez años en la Liga Profesional de Japón, donde se entrena, ya se sabe, como en ningún otro lugar.

Andre Rienzo, lanzador recién incorporado al róster de los Medias Blancas de Chicago, integrante del equipo Brasil al III Clásico Mundial, si llega a realizar un pitcheo en Grandes Ligas, ya tendrá de experiencia su trabajo durante 430 entradas y dos tercios en Ligas Menores, de 2007 a 2012, una cifra nada grande comparada con las de otros beisbolistas en ese nivel, pero sí mucho mayor que la cantidad de entradas trabajadas por Darién Núñez, Julio Rayzán Montesinos y Raicel Iglesias, antes de irrumpir en el campeonato cubano.

Bruce Chen, que a sus 35 años jugará con China el III Clásico Mundial, luego de defender la bandera de Panamá en 2009 y 2006, firmó con los Bravos de Atlanta en julio de 1993 y no fue hasta septiembre de 1998 que hizo su debut en la Gran Carpa. Entre una fecha y otra, el abridor zurdo debió construir su repertorio y solventar centenares de situaciones en los juegos de pelota a lo largo de más de 450 entradas (ha llegado a lanzar 887 capítulos en Ligas Menores, toda vez que ha vuelto a ese nivel, entre otras razones, por bajo rendimiento y problemas musculares en su espalda). Esa cifra, 887 entradas lanzadas, es casi el doble de las 471 que lanzó Ismel Jiménez en sus primeras cuatro temporadas.

Takeru Imamura, relevista de apenas 21 años que trabaja para el Hiroshima Toyo Carp y vestirá el uniforme de Japón en el III Clásico, en tres años en aquella pelota, ha trabajado 183 y dos tercios de entradas, y enfrentó a decenas de contrarios en más de 800 veces al bate (54 bases por bolas-165 ponches. Pues bien, en sus primeras tres campañas Erlys Casanova cubrió 109 y un tercio de innings, y enfrentó apenas 405 veces al bate.

Shinnosuke Abe, un receptor con 12 años de experiencia, campeón con Japón en la Copa intercontinental de 1997 y en la edición del Clásico Mundial de 2009, acumula 1 495 partidos y 5 144 veces al bate, más, muchas más, que las que tuvo el casi siempre primer bate Enrique Díaz en sus primeras 14 Series Nacionales (3 760 veces al bate en 1050 juegos de pelota).

Definitivamente, se juega poca pelota en Cuba. Y eso, no lo dude, lastra la consecución del máximo nivel individual y colectivo, vulnera la aptitud de la matrícula en la universidad de nuestro béisbol y afecta la competitividad de la selección nacional.

Se juega poca pelota, y de escasa calidad, no en los torneos nacionales, que los sabemos menos extensos que otros, sino, y más importante, en las categorías inferiores y en torneos de desarrollo, donde se alisan —donde se deben alisar— las asperezas de los talentos.

Se han publicado 66 comentarios



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  • el guachiturro dijo:

    nuestros campeonatos son de poca calidad y ademas las ya sabidas carencias.sera dificl ganar algun toeneo en baseball,a proposito por que no ponen partidos de gandes ligas?

  • alkiza dijo:

    dentro de unos años el futbol sera el deporte nacional y lo veo bien

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Rafael Arzuaga

Rafael Arzuaga

Periodista cubano. Miembro del staff de Cubadebate. Enviado Especial a los Juegos Panamericanos Toronto 2015

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