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En los 80 del Che

En este artículo: Ernesto Che Guevara, Google
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Para hablar sobre la vida y la obra del Che en su octogésimo cumpleaños, debo comenzar por recordar que Che cayó en combate y fue asesinado antes de cumplir los 40 años, porque parece increíble que en un tiempo tan breve quepa tanta obra, tanto magisterio, tanta madurez, tanta lucha y tanta gloria.

¿Por donde empezar para tratar explicar brevemente quién era, cómo se hizo héroe, cómo se hizo mito de los pueblos este ser humano tan temido, tan odiado, tan tenazmente perseguido y tan cobardemente asesinado por la saña de la cúpula de la nación más opulenta y poderosa que haya conocido la humanidad en toda su historia?

Ernesto Guevara y de la Serna nació en Rosario, Argentina, un día como hoy hace 80 años y fue el mayor de los cinco hijos de una familia de clase media. Su padre, arquitecto de ascendencia hispana e irlandesa, era una persona de pensamiento progresista. Su madre, Celia, era también de ideas liberales.

El asma congénita que padecía y que le acompañó hasta el día de su muerte, le obligó desde pequeño a la práctica rigurosa de deportes en los que demostraba una férrea voluntad y una autodisciplina que tampoco le abandonaron jamàs.

En 1947, comenzó en la Universidad de Buenos Aires los estudios de medicina, de los que se graduó en 1952. Durante su vida de estudiante, desarrollaba una actividad política intensa, integrado a incipientes movimientos revolucionarios. Se conoce que no era partidario de que los estudiantes se dejaran apalear por la policía y defendía la idea de armarse para presentar combate contra el abuso.

Durante su último año de estudios de medicina, emprendió un viaje en motocicleta a través de los Andes y la Amazonía en el que se identificó con la miseria y la cruel explotación que padecían las poblaciones indígenas. Luego de su graduación emprendió nuevamente el camino por tierras de Latinoamérica que le llevaron hasta Guatemala donde, en 1952, había llegado al gobierno Jacobo Arbenz, cuyas ideas sociales y actitud en defensa de la soberanía de su país provocaban la ira de Washington.

En Guatemala, brindó todo el modesto apoyo que como médico recién graduado pudo ofrecer al gobierno progresista y patriótico, hasta que, en 1954, al ser éste derrocado por la intervención militar estadounidense, se trasladó a México. Allì conoció a Fidel Castro quien le invitó a enrolarse como médico en la expedición del yate Granma que a fines de 1956 desembarcó en Cuba para encabezar la lucha que se libraba contra la tiranía de Fulgencio Batista.

El Che fue uno de los pocos expedicionarios que pudieron alcanzar las estribaciones de la Sierra Maestra para reunirse con Fidel e integrar el núcleo básico del Ejército Rebelde, ya que la mayoría de los 82 que partieron de México fueron muertos o hechos prisioneros cuando el desembarco fue detectado por las fuerzas de la tiranía.

Por su talento táctico y estratégico, así como por su intrepidez y coraje en el combate, el Che pasó a desempeñar en la guerrilla un papel cada vez más importante, hasta llegar a serle asignada la jefatura de una de las cinco mayores columnas que tenia el Ejército Rebelde y obtener el rango de Comandante que hasta entonces solo ostentaba Fidel.

A mediados de 1958, una gigantesca ofensiva de las fuerzas armadas de la tiranía contra el estado mayor del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra fracasó totalmente dejando una importante inyección de armas capturadas por los revolucionarios. Un elevado número de militares batistianos fue capturado y, como era práctica de las fuerzas rebeldes, los apresados fueron pronto liberados con absoluto respeto a su integridad y sus derechos humanos.

Poco después se iniciaría la gran contraofensiva rebelde.

Ya el Comandante Raúl Castro había organizado el Segundo Frente Rebelde en la región más oriental de Cuba cuando partió de la Sierra Maestra la invasión a occidente llamada a constituir dos nuevos frentes: uno en el centro del país, al mando del Comandante Che Guevara, y otro en el occidente con el Comandante Camilo Cienfuegos como jefe. Este último no llegaría a formarse por la temprana fuga de Batista.

La invasión fue una hazaña extraordinaria en la que se escribieron hermosas páginas de sacrificios y valor. El Che, como siempre, sobresalió al punto de que hoy se le considera el máximo héroe local en la ciudad de Santa Clara, una de las más importantes de Cuba, por su brillante conducción y participación personal en los combates que llevaron a la rendición del ejercito de la tiranía en esa plaza que, a su vez, determinó la pronta huida de tirano.

Mi primer contacto personal con el Che no tuvo lugar en la etapa insurreccional de nuestra guerra revolucionaria.

Desde 1954, yo integraba las filas del Movimiento 26 de Julio liderado por Fidel Castro, primero como estudiante y despuès como combatiente de la clandestinidad en las provincias occidentales de La Habana y Matanzas, pero el Che no había estado en Cuba hasta que desembarcó en el Granma.

Por eso, solo lo conocí cuando, poco después del triunfo revolucionario de enero de 1959, siendo yo segundo jefe del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Matanzas, vecina de la de La Habana hacia el Este, pasaron por el lugar las dos columnas invasoras al mando de los comandantes del Ejército Rebelde Camilo Cienfuegos y Che Guevara, respectivamente.

Horas apenas después que las fuerzas rebeldes encabezadas por el Che derrotaron a las de la tiranía tras detener y ocupar una caravana ferroviaria blindada en la que se transportaban los avituallamientos que desesperadamente necesitaban las tropas de la dictadura en la región oriental, el tirano Fulgencio Batista dimitió y huyó del país con millones de dólares en sus maletas.

Inmediatamente, el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, quien en esos momentos dirigía personalmente el sitio a la ciudad de Santiago de Cuba, convocó al pueblo a una huelga general. El objetivo era impedir que la victoria popular fuera desvirtuada por medio de maniobras de la oligarquía y sus partidos políticos con el apoyo y el contubernio de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana, verdadero centro del poder en Cuba desde que cesara el dominio colonial español en 1902.

Fidel ordenó al Che y a Camilo marchar con sus respectivas columnas hacia la capital, para lograr, con la rendición de todas las fuerzas armadas del país, que el poder militar fuera asumido por el Ejército Rebelde.

Mi primer contacto con el Che fue telefónico cuando, en ocasión de su paso por Matanzas, en ruta hacia La Habana, recibi una llamada suya al lugar donde radicaba la dirección del Movimiento 26 de Julio que funcionaba como dirección del gobierno provincial. El Che se interesaba por las bajas que pudiéramos estar teniendo en los enfrentamientos con los pequeños grupos de militares batistianos que disparaban como francotiradores o cuando se les pretendìa arrestar.

No obstante, ya para todos los combatientes revolucionarios de la clandestinidad el Che era una leyenda viva.

Sobre él circulaban muchas historias que hablaban de sus grandes proezas y dotes de combatiente; el enorme coraje que exhibía en las batallas; su gran calidad humana mostrada, entre otros momentos, en su actuación como médico atendiendo incluso a los heridos del adversario; su talento político, que trascendía por su preocupación por los problemas de la propaganda revolucionaria y la capacitación de los combatientes, y sus cualidades como jefe, que le habían convertido en el segundo expedicionario en alcanzar el grado máximo de comandante, después de Fidel.

El 7 de Octubre de 1959, el Che asumió la Dirección de Industrialización del Instituto de la Reforma Agraria (INRA) y por esa misma fecha yo fui designado Director de Protocolo de Ministerio de Relaciones Exteriores. Por el hecho de que muchos diplomáticos y visitantes extranjeros se interesaban por entrar en contacto con el Che cuya autoridad en el gobierno revolucionario estaba por encima de cualquier cargo que desempeñara, comencé a tener vínculos de trabajo con él. Estas relaciones continuaron y se desarrollaron cuando el Che asumió la función de Presidente del Banco Nacional el 26 de noviembre del propio 1959 .

En la medida en que más trataba al Che crecía mi admiración por él. Me hice estudioso asiduo de sus discursos y escritos. En especial me identifiqué con su pensamiento económico y, en particular, con su sistema de financiamiento presupuestario que defendí con pasión.

Tuve el privilegio de conocer aspectos de su vida familiar. Visitó mi casa con su hija de tres años, Aleidita, para la celebración del cumpleaños de mi hija Magaly, de esa misma edad. Conocí a su madre y a su padre, y a un buen número de amigos suyos de la infancia y de su juventud en otras tierras, cuando venían a Cuba.

Así mismo, desarrollé vínculos de amistad y confianza con su esposa y madre de cuatro hijos suyos, Aleida March, una talentosa revolucionaria cubana digna del honor que le deparó la vida de ser la compañera de este extraordinario hombre. Ella fungía como asistente del Che.

Cuando el Che partió de Cuba para dar la vida por la revolución en otras tierras del mundo, yo me desempeñaba como Embajador de Cuba en Bucarest, Rumania. Lamenté -sobre todo cuando cayó en Bolivia- no haber tenido la oportunidad de acompañarlo y al paso de los años lo he seguido deplorando.

El Che no fue a Bolivia a morir, como no vino a Cuba a morir, ni fue a eso al África antes de emprender el combate en Bolivia. Fue siempre a demostrar con su ejemplo personal cual era la decisión con que debían actuar los pueblos para sacudirse la opresión. Conocía el riesgo y lo asumió plenamente.

Ese fue, a lo largo de su corta pero muy fructífera existencia, la base de su magisterio. Predicaba siempre con el ejemplo.

El ejemplo con que predicó el Che nos ha dejado a los revolucionarios del planeta mucho más que el mito y la imagen que hoy moviliza a muchos millones de oprimidos, explotados, excluidos y personas insatisfechas con el orden mundial injusto en que viven.

Su extraordinario talento nos dejó, además, una obra escrita que ya ha sido publicada con títulos como: "Liberación y socialismo", "Les dejo ahora conmigo mismo, el que fui", "Despertar de un continente", "Pasajes de la guerra revolucionaria", "Sobre la economía en Cuba", "Una antología mínima", "Diario del Che en Bolivia" y "Diario en motocicleta".

Escribió sobre filosofía, economía, historia e incluso dejó una obra poética y una producción artística en el campo de la fotografía.

Era exigente y cariñoso, cuando correspondía ser lo uno o lo otro. Se identificaba plenamente y admiraba muchìsimo a Fidel, y los cubanos sabemos lo mucho que Fidel admira el pensamiento, la historia y la conducta del Che, asì como cuánto lo respetó siempre.

Que el Che es símbolo de la rebeldía de los oprimidos es un acerto que encuentra confirmaciòn en actitudes como las de los cinco jóvenes cubanos que, a riesgo de sus vidas, penetraron las filas de los terroristas cubanos radicados en el sur del estado de la Florida para alertar acerca de los macabros planes criminales de esos grupos y evitar la muerte de muchas personas en Cuba, los propios Estados Unidos, y otros paìses.

Advertidas las autoridades estadounidenses -concretamente el FBI- por el gobierno cubano de esos planes terroristas conocidos gracias al coraje de estos hombres, reaccionaron precisamente contra ellos, los arrestaron, y hace ya diez años permanecen en prisión, cual malvados criminales, estos defensores del derecho de los pueblos a la vida, la paz y la justicia.

Su delito fue luchar contra el terrorismo y, con su valiente actitud, han desnudado la esencia farisaica de la supuesta guerra que proclaman librar el presidente Bush y el neoconservadorismo filofascista que detenta el poder hoy en los Estados Unidos.

Mientras guardan prisión estos 5 émulos del Che, probados y confesos terroristas como Luis Posada Carrilles y Orlando Bosch disfrutan de la impùdica hospitalidad que le ha propiciado la Casa Blanca.

Por eso, nada hay más cierto que el título que nos ha convocado a este acto: "El Che Vive". Che vivirá por siempre en la rebeldía de los pueblos avasallados que no se resignen a esa condición.

A nombre de la Unión de Periodistas de Cuba y de todos los cubanos aquí presentes, agradezco al Conjunto Acalanto, a la Asociación Bolivariana de Canadá, el Consulado de la República Bolivariana de Venezuela y a todos los presentes hoy aquì, este homenaje por el 80 cumpleaños de Ernesto Che Guevara, el eterno Guerrillero Heroico de Nuestra Amèrica.

Palabras pronunciadas en el acto por el 80 aniversario del Che en el Centro Cultural Simòn Boluvar de Montreal, Quebec, Canadà, el 13 de junio de 2008.

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Manuel E. Yepe

Manuel E. Yepe

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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