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¿Dónde si no?

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Un año en Estados Unidos y nadie lo llama por su nombre. Ni las autoridades, ni la prensa. Todos evitan la palabra maldita. Lanzan al ruedo otras para confundir, para marear a los lectores, a los televidentes, al honorable público que asiste a las audiencias de emigración. Luis Posada Carriles ha cumplido así casi todos sus deseos: no lo han extraditado a Venezuela, no lo han deportado a un tercer país, no lo han enjuiciado por homicidio y recibió, contra toda lógica, amparo legal bajo las faldas del Convenio Internacional contra la Tortura.

Sigue navegando con suerte en el mismo barco fantasmal que lo trajo a la Florida hace exactamente un año. En marzo de 2005 llegó como polizón en la bodega del Santrina, evadiendo a funcionarios migratorios de México y Estados Unidos, usualmente implacables con toda suerte de espaldas mojadas y pobres diablos que se juegan la vida en la frontera. En marzo de 2006 ha recibido la noticia de que el dueño del Santrina, Santiago Álvarez Fernández Magriñá, lo ha llamado como testigo principal de su defensa para evadir cargos de posesión ilegal de armas y pasaportes falsos.

Luis Posada Carriles ha logrado un verdadero milagro: Santrina mediante, ha pasado de indocumentado a "testigo federal", manteniendo invisible ante la opinión pública norteamericana un abultado prontuario terrorista que le habría valido en otro país o en otras circunstancias políticas la más dura condena, para él y para sus cómplices y financistas.

Parte de la estrategia en este peligroso juego de ajedrez es evitar que el proceso de extradición de Posada Carriles pueda ocurrir fuera de la capital del terrorismo: Miami. Su pronto traslado a una prisión federal de esta comarca le garantiza que cualquier proceso legal futuro termine aquí, en este lugar profundamente contaminado contra Cuba, donde fueron injustamente condenados cinco valientes que intentaban evitar muertes inocentes en la Isla, sin hacerle daño a nadie, ni siquiera a los que organizaban sabotajes e infiltraciones asesinas.

Posada tiene cien veces más posibilidades de salir absuelto que condenado en Miami, cuando finalmente las autoridades norteamericanas se vean obligadas a levantar una querella judicial, pues no podrán retenerlo más en prisión como inmigrante. Miami es una especie de agujero negro del planeta, donde hasta las palabras se reciclan, se decoloran, se pasan por lejía. Ni una sola vez, ni por equivocación, a este hombre le han endilgado el calificativo que se merece. Las autoridades norteamericanas y la mayoría de los periodistas lo llaman cariñosamente el luchador anticastrista, el libertario, el exiliado, el pintor, el artista... Evaden, una y otra vez, recordar el pasado criminal, la vida en las cloacas de la CIA, la impecable experiencia con el C-4, el affaire centroamericano de este hombre que cambió drogas por armas para la Contra nicaragüense bajo las órdenes de Bush padre.

Solo en este mundo, aparte de palabras y actos equívocos, Luis Posada Carriles, torturador de hombres, mujeres y niños como consta en testimonios de ciudadanos venezolanos, recibe la bendición de un acuerdo internacional que lograron imponer las víctimas de la tortura, y puede, además, evadir un juicio como terrorista para participar como testigo a favor de un socio de fechorías de menor calibre profesional. Un año en Estados Unidos y nadie lo llama por su nombre. El autor del crimen de Barbados intentará demostrar en mayo, como testigo de excepción, que Santiago Álvarez Fernández Magriñá no era el dueño de las armas que los agentes del FBI encontraron en el almacén del socio financiero de Posada, sino que fue víctima de un agente de la Seguridad cubana. Y comenzará, entonces, otro culebrón de espionaje e histeria, gracias a los trascendidos del "perito" Posada, cuya objetividad las autoridades judiciales norteamericanas no han puesto en duda al darle la categoría de "testigo", a pesar de que deben conocer que llegó a afirmar a la prensa venezolana que los 73 pasajeros que murieron en el avión en 1976 -entre ellos el equipo juvenil de esgrima, con 20 años de edad como promedio- merecían la muerte porque eran "agentes de Castro".

No es difícil imaginar por qué la administración Bush admite esta vergüenza. Con Posada de "testigo" podrán mantenerlo en prisión unos meses más, tiempo para seguir pensando en qué solución le dan al problema, o por lo menos para encontrar en el diccionario una nueva palabreja que enmascare el vocablo innombrable.

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Rosa Miriam Elizalde

Rosa Miriam Elizalde

Periodista cubana. Vicepresidenta Primera de la UPEC y Vicepresidenta de la FELAP. Es Doctora en Ciencias de la Comunicación y autora o coautora de los libros "Antes de que se me olvide", "Jineteros en La Habana" y "Chávez Nuestro", entre otros. Ha recibido en varias ocasiones el Premio Nacional de Periodismo "Juan Gualberto Gómez" y el Premio Nacional "José Martí", por la obra de la vida. Fundadora de Cubadebate y su Editora jefa hasta enero 2017. Es columnista de La Jornada, de México.

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