Médicos en Guatemala
I
A la doctora la vinieron a buscar dos hombres. Había heridos en una finca de Concepción Chiquirichapa, cerca de Quetzaltenango. Dos maras rivales peleaban entre sí por los límites de la propiedad, y llovía el fuego de un lado al otro, entre palabrotas y fogonazos. La doctora Amalia siguió avanzando por el desfiladero, apretando a su cuello la bufanda para que el aire frío no le cortara la garganta. Los tiros parecían explotar en sus oídos.
"¡Alto al fuego! ¡Llegó la doctora cubana!", y se paró en seco la balacera. El silencio se hizo notar, con tanto peso, que hasta las hojas de los árboles parecieron detenerse, como si no fueran reales, sino la imagen captada en una fotografía.
Amalia respiró fuerte, y siguió avanzando. Efectivamente, dos hombres yacían en el piso. Uno, grave. La bala le había pasado muy cerquita de la aorta. Algunos de los que hasta ese momento habían empuñado las armas tras improvisadas trincheras, cargaron a los heridos. A lomo de mulos, atravesados, iban los cuerpos. Uno de ellos, vuelto en sí, se quejaba. Amalia iba delante, a pie. Un enfermero indígena cerraba la penosa procesión. Salvo el débil gemido, no se escuchó voz humana, hasta que la muchacha pasó la línea de los tiradores, a suficiente distancia de ambos bandos. Y en eso, un grito: "¡Ya salió la cubana! ¡¡FUEEEEEGOOOOO!!!"
II
En la sala infantil del hospitalito de La Tinta, en Altaverapaz, se pueden encontrar casi todos los males que hace padecer en los niños la pobreza. Desnutrición, malaria, paludismo, deshidratación, parasitismo, neumonía En algunos cuerpecitos se distingue cada uno de los que tal vez no lleguen a ser huesos adultos. La periodista va hasta allí de la mano del médico que atiende la sala. Él le quiere enseñar a sus pacientes, esa pequeña corte de los milagros que se salva, cotidianamente, y sería imposible ver en Cuba. "Vienen muy malitos Los traen ya cuando han probado todos los remedios, y ha avanzado en ellos la enfermedad Es un milagro salvarlos", dice el doctor Jorge.
Dos niños están muy juntos. Uno tiene tres años, aproximadamente, y permanece acostado. "Se recupera de una neumonía muy severa", explica el médico de Santiago de Cuba. El otro pequeño, de unos seis años, sonríe. "Y él, ¿de qué padece?", pregunta la periodista. "De nada. Es solo el acompañante del enfermito, porque sus padres no podían quedarse. Tienen otros siete hijos que alimentar".
III
El Comandante Gaspar Ilóm, nombre de guerra que utilizó Rodrigo, el hijo del Nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, es de poco hablar y la entrevista transcurre prácticamente sacándole las palabras con tirabuzones. Sin embargo, hay un momento del diálogo en el que se anima milagrosamente: "Sí, los médicos cubanos son muy especiales Cuando llegaron a las zonas más olvidadas de este país había una tasa de mortalidad infantil de más de 40 fallecidos por cada mil nacimientos. Hoy está a menos de 14." Y sonríe pícaramente: "¿Sabes quién es el único político que ha logrado mejorar los indicadores en alguna institución de Guatemala?... Fidel".
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