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Cuando de este lado del mundo, toda Cuba gritaba y se abrazaba emocionada por la victoria propia y la conmovedora dignidad de los vencidos, cuando las lágrimas corrieron solo porque hubiéramos querido a Puerto Rico con nosotros en las próximas y duras jornadas del Clásico donde ellos batallaron porque estuviéramos, cuando no parecía haber más que motivo de celebración porque la hermandad de los hombres resultó más poderosa que la rivalidad deportiva...en esas mismas horas, del otro lado del mundo, otros hombres, ajenos a cualquier sentimiento de solidaria convivencia, bestializados por una guerra que se anunció relámpago y ha resultado »