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El hombre de la sonrisa

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El último discurso fue el 26 de octubre de 1959. Foto: Archivo.

Frente al antiguo Palacio Presidencial de Cuba el bullicio no se detiene. Es 26 de octubre de 1959 y las personas llegan de cualquier punto de la ciudad, como si estar allí fuera lo urgente para quienes han visto tantos cambios solo en los últimos diez meses.

De pronto todos se detienen para mirar a un hombre. Los papeles casi se le caen del bolsillo izquierdo de la camisa. Le brillan las botas, tan negras como la melena alborotada debajo de su sombrero. A un lado, la pistola. En otro bolsillo, varios tabacos.

Camina entre el pueblo y va hacia la tribuna. Le abren el paso, todos quieren verlo y escucharlo después de su regreso de Camagüey. Antes hablan Fidel, Raúl, el Che, y de pronto el locutor lo presenta a él: “Y ahora, el jefe del Ejército”.

Tiene las mangas de la camisa verde olivo dobladas casi hasta el codo, las manos aferradas a la improvisada tarima, como si quisiera impulsar las palabras para que lleguen hasta el último hombre presente en aquella congregación. Es un momento crucial de la Patria y él está a punto de comenzar a hablar. Será su último discurso.

Parece increíble, pero solo tiene 27 años. Los ha vivido intensamente desde aquel 6 de febrero de 1932 cuando Ramón y Emilia lo recibieron como el tercer hijo de su matrimonio. La infancia no fue sencilla, pero ambos padres se las arreglaron para evitar que las constantes mudanzas hacia apartamentos que sí podían pagar no afectaran demasiado a los niños.

Así descubrió la natación, el béisbol, la caza, las caminatas, las novias, los bailes, pero también el hambre y el sufrimiento de la pobreza. Estudió y trabajó como aprendiz de sastre para contribuir al bienestar del hogar, aunque la falta de dinero lo dejó cursar apenas un semestre en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro.

Foto: Archivo.

Aun así, la miseria y la corrupción del país les dejaban poco espacio a los jóvenes para dedicarse a la pintura, o sencillamente para construir una nación mejor. Como tantos otros él salió a las calles para protestar, pero recibió fichajes y represión. Era la carencia del alma de la mano de la miseria del bolsillo.

De la primera él se alejaba a golpes de carisma; a la segunda le sabía el rostro a la perfección. La veía a través de su padre encorvado sobre su máquina de coser. Podía descubrirla en los miedos de su madre, o en su propio cuerpo alejándose de Cuba para probar suerte en los Estados Unidos. Siempre delgado. Siempre risueño. Será la estirpe que en solo unos años toda Cuba admirará.

Antes del pueblo la conoció Fidel, con el voto de confianza de aceptarlo en el Granma aun sin un amplio entrenamiento militar. Luego lo repitió cuando lo ascendió a Comandante, un grado conseguido a fuerza de valor y osadía y con el que bajó de la Sierra para dirigir una de las dos columnas rebeldes que tenían la misión de llevar al Ejército Rebelde al resto del país.

Diez días más tarde el Che también bajó del lomerío y emprendió una ruta similar. Ambos sufrieron las penurias de un trayecto marcado por privaciones y peligros, pero llegaron hasta Las Villas para imponer su estirpe e impulsar el triunfo. Eran maestro y alumno en el arte de la guerra de guerrillas. El argentino, serio, huraño y metódico; el otro, espontáneo, risueño y con lo más puro de lo cubano recorriéndole cada hora de su vida.

En los archivos históricos existe un audio de una conversación entre ambos que todavía impresiona. “Bueno Che —le dice a través de los micrófonos de Radio Rebelde— vamos a ver si eres tan buen locutor como Comandante”, y habría que imaginar el rostro de Guevara ante aquella voz que lo obligaba a sonreír. Ernesto no responde y sigue atento.

Luego lo escucha de nuevo: “No vayas a decir que eso es una guataconería o una chicharronada”. Es el mismo guerrillero que hace solo meses le ha dicho al argentino “hermano del alma”.

La sonrisa del héroe es uno de los símbolos de los primeros años de la Revolución. Foto: Archivo.

Y así aprendió a verlo Cuba. Primero en noticias llegadas de la sierra y el llano, luego desde Yaguajay, hasta que más tarde lo conoció junto a Fidel en la Caravana de La Libertad, o lo escuchó con aquel “vas bien” que todavía suena a confianza infinita.

De este a oeste, de sur a norte, la Isla lo admiró cuando derribó los muros de Columbia, o en aquella tarde aciaga en que tomó el mando del Camagüey para detener una traición. “Contra Fidel, ni en la pelota”, había dicho apenas unos meses atrás. Y todo lo cumplió.

Por eso aquella tarde del 26 de octubre de 1959 le habló con la vista en lo alto a quienes llegaron hasta los bajos del Palacio Presidencial de La Habana. Las manos apretadas contra la tarima, la barba reluciente, la voz sin fallar a pesar del esfuerzo. En un momento recita unos versos de Bonifacio Byrne y la multitud casi lo sigue a coro. Él sabe que es un instante de definiciones.

“De rodillas nos pondremos una vez —dice en medio de constantes ovaciones—, y una vez inclinaremos nuestras frentes. Y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda 20 mil cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no salió en vano!”. Luego baja del estrado. En su rostro hay una sonrisa.

Es idéntica a la que tendrá dos días después en Camagüey, justo antes de subir al avión Cesna que lo debería llevar de vuelta a La Habana. Es el rostro que por más de diez días todo un país buscará haciendo “lo humano y lo inhumano”. Es la figura que muchos imaginan cada vez que le llevan flores al mar. Y es la misma sonrisa que todos recuerdan ahora, aun cuando en este texto no se mencione el nombre de su dueño.

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Se han publicado 6 comentarios



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  • Abel dijo:

    El Señor de la Vanguardia vive

  • Pedro dijo:

    Vivo frente al malecón de Manzanillo, cómo único yo no le mando flores un 28 de octubre es que no esté allí ,lo perdimos físicamente muy joven ,no le tocaba , pero antes freno una posible sublevación de un ser despreciable como Huber Matos

  • Jorge lao garcia dijo:

    Este si era todo un hombre

  • Selma Gonzalez dijo:

    Tuve el privilegio y el honor, de conocer personalmente a Camilo, cuando en el año1958, liberó con su tropa a todos los pequeños pueblos que de Las Villas, que pertenecían a Yaguajay.
    A caballo primero y luego en helicóptero visito varias veces mi pequeño pueblo, General Carrillo, que lo adoraba. Lo tuve a la distancia de un abrazo y mi memoria y mi corazón guardarán su imagen querida por siempre.

  • daniel christian dijo:

    Es curioso el gran parecido que tengo a Camilo Cienfuegos.Creanme yo mismo me sorprendi cuando un dia deje crecer mi cabello y mi barba y era su mismo retrato.Pero les aseguro que por mucho que me paresca a el jamas sere como el, ya que el es y sera siempre el unico Camilo del pueblo cubano, el mas querido de todos los guerrilleros.Alegria y gozo siente mi corazon este dia de su cumpleaños y solo reitero que yo jamas olvido a quienes tubieron al pueblo de cuba por delante de todo, por eso Camilo Cienfuegos primero.

  • Regla dijo:

    Qué ser humano ése que lo hemos querido hasta quienes no lo conocimos... CAMILO VIVE PORQUE SU PUEBLO SIEMPRE LO SIENTE VIVO...

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Yunier Javier Sifonte Díaz

Yunier Javier Sifonte Díaz

Graduado de Periodismo en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en el año 2016. Periodista de Telecubanacán. Colaborador de Cubadebate. En Twitter: @yunier_sifonte

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