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La genialidad de Carlos Juan Finlay Barrés

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Finlay esbozó la hipótesis de que el agente transmisor debía ser un mosquito, probablemente la hembra de la especie hoy denominada Aedes aegypti.Foto: Radio Habana Cuba.

Hombre perseverante, acucioso observador e infatigable investigador, Finlay enunció por primera vez el 18 de febrero de 1881, ante la “V Conferencia Sanitaria Internacional” celebrada en Washington, su teoría del contagio de la fiebre amarilla a través de la presencia de un agente biológico intermediario, capaz de transmitir la enfermedad de un individuo enfermo a uno sano.

Tal postulado representó una ruptura de las concepciones epidemiológicas prevalecientes hasta entonces en la Medicina, según las cuales las dolencias solo podían diseminarse por contacto directo entre las personas o debido a la influencia de un factor ambiental.

Seis meses más tarde, en una sesión de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, celebrada el 14 de agosto de 1881, esbozó la hipótesis de que el agente transmisor debía ser un mosquito, probablemente la hembra de la especie hoy denominada Aedes aegypti.

Carlos Juan Finlay Barrés (1833-1915)

Eminente epidemiólogo y microbiólogo cubano. Nació en la ciudad de Puerto Príncipe (actual Camagüey), Cuba, el 3 de diciembre de 1833, y falleció en la ciudad de La Habana, el 19 de agosto de 1915.

En la “V Conferencia Sanitaria Internacional” celebrada en Washington, EE.UU., en febrero de 1881, Finlay señaló que todas las evidencias indicaban que la fiebre amarilla sólo podía ser trasmitida por un “agente intermediario”.

Durante la misma el científico cubano Dr. Carlos Juan Finlay Barrés, asistió como delegado especial por Cuba y Puerto Rico dentro de la delegación española. Se contó con la asistencia de delegados de varios países y uno de los temas más importantes tratados en el cónclave estuvo relacionado con la transmisión de la fiebre amarilla. El 18 de febrero de 1881, Finlay tuvo la oportunidad de dar a conocer al mundo su revolucionaria hipótesis, que transformaría con posterioridad el pensamiento médico y científico relacionado con la fiebre amarilla. En aquel entonces, la enfermedad era un azote para la población mundial.

El médico cubano, quien tanto aportó con sus conocimientos, manifestó lo siguiente:

“Mi opinión personal es que tres condiciones son, en efecto necesarias para que la fiebre amarilla se propague:

  1. La existencia previa de un caso de fiebre amarilla, comprendido dentro de ciertos límites de tiempo con respecto al momento actual.
  2. La presencia de un sujeto apto para contraer la enfermedad.
  3. La presencia de un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, pero necesaria para transmitir la enfermedad del individuo enfermo al hombre sano”.

De una manera muy extracta, quedó explicada en su tercera condición, toda la esencia de que la fiebre amarilla sólo podía ser transmitida por un “agente intermediario”. En aquel momento Finlay optó por abstenerse a indicar el mosquito como ese “agente intermediario”, ya que sabía que al hacerlo podría provocar un mayor rechazo y escepticismo por parte de la comunidad médica mundial.

En agosto del mismo año, en conferencia pronunciada en la Academia de Ciencias de La Habana, identificó a dicho agente como el mosquito hoy conocido como Aedes aegypti.

Este trabajo fue publicado en los Anales de dicha institución ese mismo año. Posteriormente, se dedicó a comprobar su teoría mediante la realización de experimentos; pero no logró que ningún investigador independiente repitiera sus trabajos. También indicó, desde los años ochenta, que la enfermedad podía ser controlada mediante la eliminación de las larvas de mosquito en los depósitos de agua.

La Conquista de la Fiebre Amarilla, de “La Historia de la Medicina”, pintura por Robert Thom mostrando los miembros del comité de la fiebre amarilla (Gorgas, Agarmonte, Finlay, Carroll, Kissinger, y Reed) en Cuba.
image © Collection of the University of Michigan Health System, Gift of Pfizer, Inc., UMHS.37.

En el año 1900 explicó a una comisión estadounidense, presidida por el cirujano Walter Reed, los detalles de su teoría y le entregó los resultados de sus experimentos, así como los huevos del mosquito identificado por él.

La teoría de Finlay fue comprobada oficialmente en 1900 por experimentos preliminares realizados por Jesse Lazear (con mosquitos adultos, procedentes de los huevos suministrados por el propio Finlay), uno de los miembros de dicha comisión, quien falleció como resultado de las inoculaciones experimentales, y en 1901, por una serie de detallados experimentos dirigidos por Reed.

Como reseña su biógrafo, el desaparecido doctor José López Sánchez, tan significativos aportes se inscriben entre las grandes conquistas científicas de todos los tiempos, pues en ningún caso anterior a Finlay la historia de la Medicina registra el hecho de un investigador que formulara una concepción teórico-práctica, cuya aplicación ofrecería resultados sumamente exitosos.

No menos notable fue que logró producir formas atenuadas de la fiebre amarilla en las personas, algo que le posibilitó estudiar en mejores condiciones y comprobar la veracidad de sus ideas, abriendo el promisorio camino de la medicina preventiva.

Igualmente, tuvo la genialidad de diseñar y proponer las recomendaciones higiénicas destinadas a la eliminación del mosquito en los propios criaderos, deviniendo en precursor de la lucha antivectorial.

La comprobación de que el mosquito en cuestión era el único trasmisor de la fiebre amarilla en Cuba se produjo mediante la virtual eliminación de la enfermedad en La Habana, gracias a una campaña, basada en las recomendaciones de Finlay y dirigida por el médico estadounidense William Gorgas, llevada a cabo 1901. La enfermedad fue definitivamente eliminada en La Habana en 1905 y, en Cuba, en 1909, en campañas dirigidas por el propio Finlay.

El Dr. Finlay fue Secretario de Correspondencia de la academia habanera durante 14 años y sus trabajos sobre la transmisión de la fiebre amarilla eran internacionalmente conocidos.

Fue propuesto para el premio Nobel por dos ganadores del mismo, Ronald Ross (de Inglaterra) y Auguste Laverán (de Francia); pero en esa época el premio solo se adjudicaba a científicos europeos. Recibió, no obstante, importantes distinciones como la Medalla “Mary Kingsley”, conferida por el Instituto de Medicina Tropical de Liverpool en 1907, la más importante institución del mundo en Infectología, y un año más tarde la “Orden de la Legión de Honor”, otorgada por el Gobierno de Francia.

Si bien durante muchos años hubo malintencionados intentos de silenciar su monumental obra y arrebatarle la paternidad de la teoría del mosquito como vector transmisor de la fiebre amarilla, el “XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina”, celebrado en Roma en 1954, ratificó una vez más que solo a Finlay le corresponde el mérito de haber logrado el trascendental descubrimiento y la aplicación de su doctrina en el saneamiento del trópico.

(Tomado de Infomed)

Se han publicado 12 comentarios



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  • JUAN JUSTO dijo:

    Finlay, un cientifico de quien la isla caribena se sentira orgullosa mas alla de su propia eternidad. La dinamica de trabajo del sabio es envidiable y la tenacidad en la defensa de sus investigaciones, sin la menor duda, elogiable. Su recuerdo, llena de gloria al pais, con mayor razon si en aquellos tiempos era infrecuente, casi insolito que se destaque la labor de los hombres de ciencia fuera de las esferas europeas y estadounidenses.

  • Víctor Angel Fernández dijo:

    Aunque siempre se habla de la obra de Finlay al descubrir el mosquito como agente transmisor, fue algo incluso más grande como parte de esa investigación.
    En el escrito se dice "...capaz de transmitir la enfermedad de un individuo enfermo a uno sano...." y debió continuar con "sin estar afectado por la enfermedad". Es o es lo que se llama un vector y es la base hoy de casi todas las investigaciones epidemiológicas en el mundo: ¿como un agente transmite sin estar enfermo?

  • Ricardo dijo:

    ¡Qué bueno leer un artículo tan justo y acucioso sobre un hombre que, injustamente, no recibió un Nobel a pesar de su valioso aporte a la ciencia mundial!
    Bueno también leer su nombre completo (tan tristemente "acostumbrados" como estamos a escuchar a los medios de comunicación y personalidades referirse a él como: Carlos "Jota" Finlay).

    • Miguel Emilio dijo:

      Carlos J Finlay era su firma, su nombre era Juan Carlos Finlay Barres, asi esta en su partida de nacimiento. Su firma Carlos J Finlay era para diferenciarse de su hijo tambien médico llamado Juan Carlos. Es un error decir Carlos Juan Finlay.

  • RBK dijo:

    Una verdadera eminencia , pues en aquelos tiempo no existia la tecnologia que hay ahora , pero lo que si esta claro que habia era amor por la profesion y por la humanidad , a veces solo hace falta eso , deseos y amor ,

  • Rafael Emilio Cervantes Martínez dijo:

    Con toda justicia la máxima orden de reconocimiento de la ciencia cubana lleva su nombre. Orgullo de Cuba y de Camagüey.

  • Andrés dijo:

    Además de Lazear, quién estaba literalmente fascinado con la teoría de Finlay, el Dr. James Carroll, otro integrante de la Comisión Reed, también se inoculó el virus y sobrevivió, pero murió un tiempo más tarde como resultado de las secuelas. Son ambos ejemplos de incondicionalidad científica. Otro miembro de la comisión era el insigne bacteriólogo cubana Arístides Agramonte.

    El gran Finlay, perteneciente a la célebre escuela de higienistas cubanos, fue nominado siete veces al premio Nobel. Ciertamente el eurocentrismo y la visión colonialista deben haber conspirado (lo mismo que con Joaquín Albarrán). El revolucionario internacionalista, gran humanista y poeta bengalí Rabindranath Tagore se convirtió en el primer no-europeo en ganar este premio en 1913. Fue el de literatura y nos honró a todos cuando rechazó su título de caballería británico en 1919 en protesta a una masacre colonialista. Esto debe haber sido demasiado para los eurocentristas. No podían hacerlo en ciencias naturales porque hubieran tenido que ir demasiado lejos aceptando a un patriota cubano.

    • Norge Sánchez Fonseca dijo:

      Gracias muy interesante

  • Norge Sánchez Fonseca dijo:

    El artículo no toca en ningún momento la actitud o comportamiento de la ciencia de la metrópolis y sus científicos, si los tenía. Acaso España no se dió por enterada? Gracias

  • Cuqui dijo:

    Buenas tardes, traigo el tema del nombre de nuestro Carlos J, Finlay, así, con la jota y no Juan porque así lo quiso él, que dicho sea de paso, no se llamaba Carlos Juan.
    Les sugiero para esta aclaración encontrar el blog El caimán sin muela, de mi colega Enrique Milanés León, periodista camagüeyano que labora en el periódico Juventud Rebelde.
    Él, de una manera magistral recogió el asunto del nombre del eminente científico, camagüeyano también. El título que se le ocurrió a mi colega dice mucho: El zumbido de una J.
    No consulté con mi amigo Milanés esto que hago ahora, pero creo justo se conozca la realidad y como él no he visto que otra persona lo haya aclarado, por su certeza, buena pluma y hasta sentido del humor.
    Incluso, hemos oído que hasta Premios llevan el nombre de Carlos Juan..., algo erróneo.
    En su Casa Natal camagüeyana hay constancia de su vida.
    Solo les comparto los dos primeros párrafos de lo escrito por Enrique Milanés León y espero se embullen a buscarlo completo.
    El zumbido de una J.
    Imagino que a Finlay su célebre J. ya lo tenga bien jodido. Casi nadie sabe nombrar al sabio. Casi todos adulteran sin permiso la decisión de nuestro ilustre coterráneo cuando, ya adulto, por los tiempos en que su hijo Carlos Eduardo también se hizo doctor, optó por añadir a su firma de Carlos la letra inicial de su primer nombre y aprobar obras y papeles con el muy conocido Carlos J. Finlay. Pero ver la rúbrica estampada no nos da derecho a leer “Carlos Juan”.
    Su nombre era Juan Carlos, Juan Carlos Finlay Barrés, aunque muy pocos parecen hacerle caso. Bueno... no puede decirse que él fuera un hombre afortunado en eso de ser escuchado. Pese a sus estudios en Europa y Estados Unidos, pese a su título del Jefferson Medical College, de Filadelfia, pese a su práctica consagrada, sus contemporáneos padecían con respecto a él una terrible hipoacusia: no le oían en absoluto.
    Y CONTINÚA, ESPERO SE MOTIVEN..., GRACIAS

    • Miguelito dijo:

      Bueno gracias por la aclaración, pues la firma responde a la forma de diferenciarse de su hijo también médico, nombrado Juan Carlos, igual que él. Su partida de nacimiento ,cuya original se encuentra en la iglesia La Soledad, de nuestro Camagüey. No se puede permitir este error lo he conversado con autoridades docentes en la capital.

    • Miguelito dijo:

      Que bueno la aclaración de su firma, que es como bien se menciona Carlos J Finlay. Su nombre era Juan Carlos y no Carlos Juan, así está en su partida de nacimiento, de la cual tenemos una copia. El origen de su firma responde a que el tenía un hijo médico que llevaba su mismo nombre, Juan Carlos. Creo que esto constituye un error que debe ser subsanado en el léxico de los que se refieren a nuestro ilustre científico.

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