El amor después del amor*
Quisiera no escribir de la paciencia, cuando la invitación a ella viene desde una posición de poder, casi siempre es un truco para doblegar las corazonadas e imponer ritmos artificiales. El estoicismo es virtud en la guerra, se convierte en herramienta para desestabilizar al enemigo; es garantía de supervivencia, incluso en la paz, en el amor; pero a veces, es tan necesario el ímpetu, dejar que la copa se derrame y hacerla notar levantando una mano para que el agua fluya hasta que encuentre raíces para alimentar.
Quisiera no escribir de duelos eternos, ni de rabias, ni del estupor; ignorar todo aquello que nos hace perder el tiempo y nos entretiene de ser útiles, que es lo mismo que vivir. Gastamos nuestra época entre las peticiones y la espera, como si la historia no hubiese demostrado que la dádiva no es trofeo sino parche.
Dar vueltas en la decepción es como partir a conquistar un permiso para seguir dando vueltas en la misma decepción y terminar derrotado por el marasmo; al final de su carta dice: “autorizo para morir de cansancio y de falta de fe”.
Hay quienes hacen de ese viaje cíclico un modo de vida, hasta que algún espectador ofrece la primera medalla o el último tropiezo, siempre depende de la influencia del que observa y de la voluntad del que marcha tras la vitrina.
Quisiera escribir de la soledad, porque siempre hay alguien que trabaja con sigilo, que no es lo mismo que con paciencia, sin prestarle atención al letargo de los “vencidos designados para vencer”, y sin que le duela en los oídos la marcha monótona de los viudos del “tiempo mejor”. Esa soledad es su cárcel y su mar abierto, allí se esconde de un mundo que no entiende, pero sueña y funda para los otros, incluso para aquellos que no sabrán perdonarlo en el futuro cuando se descubra que nunca aprendió a entregar medallas ni tropezones.
Esos son los imprescindibles de Brecht, los buenos niños crecidos de Martí, los que conocen el secreto del amor después del amor, los que no saben odiar. Quisiera escribir sus nombres, pero ahí está otra vez la virtud, trabajan sin descanso y tan humildemente entre nosotros, que nunca han podido presentarse.
*El título es tomado de una de las canciones más populares del músico argentino Fito Paez, es además el nombre su séptimo fonograma, que incluye otra piezas fundamentales como Un vestido y un amor, Tumbas de la gloria y La rueda mágica.
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Un poema en prosa. Muy atinado y actual. Cada cual puede hacer su propia interpretación.
Entre líneas se puede interpretar muchas cosas, muy bueno.
Una genialidad de texto, pero genialidad tremenda. Cada uno mejor que el anterior , hay que seguirte los pasos o mejor dicho las letras. Agradecido
Gracias por su comentario y el de todas.