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Mi 8 de enero

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Entrada de Fidel a La Habana el 8 de enero de 1959. Foto: Archivo

Aquella mañana del 8 de enero de 1959, cuando la noticia de la llegada de Fidel y sus barbudos a La Habana, recorría el éter y llegaba a través de la radio fundamentalmente, mi familia, en la casa de guano y tablas donde vivíamos en Barajagua, Holguín, expresó alegría infinita por el triunfo revolucionario y, como dijera mi madre, porque así Eloy, mi hermano mayor, regresaría del exilio a donde fue enviado por el Movimiento Revolucionario, luego de su detención por los soldados de la dictadura de Batista, con golpes incluidos,  cuando regresaba de una reunión en Santiago de Cuba.

Estábamos en el patio y hasta allí llegaron algunos tíos y primos, para compartir la alegría y de paso, felicitarme por mi cumpleaños.

Manuel, mi padre, buscó el revólver Colt 38, propiedad de Eloy, quien se lo había dejado en resguardo y, por segunda vez en su vida, apretó el gatillo e hizo sonar un disparo al aire. Unos días antes, el primero de enero, Manuel se estrenó como tirador, expresión de su alegría extrema ante la noticia del Triunfo de la Revolución.

No obstante la envergadura de esos hechos, y la lógica misma de la alegría inmensa por tales noticias, mi madre no olvidó su tarea para casos de cumpleaños o de enfermos en la casa: coger a un polluelo de los no muchos que criábamos, torcerle el cuello, llevarlo al caldero de agua caliente para desprenderle las plumas y finalmente hacer un arroz amarillo con más sustancia que carne, para que alcanzara para todos.

Ese fue mi cumpleaños aquel 8 de enero de 1959.

Por el mismo radio de pilas —pues en 14 años en Barajagua no conocí la luz eléctrica— y por tanto tampoco la televisión, se escuchó un programa musical, convertido en jolgorio para una familia que disfrutaba, más que todo, el crecimiento de sus cinco hijos, el que ya uno fuese un profesional y otros, aprendíamos de la vida caminando todos los días hasta la escuela rural No.36, a unos seis kilómetros de distancia, pero donde cada día éramos obligados a no faltar a clases y llegar temprano para tampoco faltar en el momento de izar la bandera y cantar el Himno Nacional junto al busto del  apóstol José Martí, con flores frescas. 

La llegada de Fidel a la capital, su determinación primera de convertir los cuarteles en escuelas, la campaña de alfabetización, la reforma agraria puesta en práctica incipientemente en la propia montaña donde se hacía la Revolución, fueron motivos más que suficientes para transitar por todos los años que han transcurrido desde aquel 8 de enero en Barajagua, y abrazar la obra que se levantaba y continuar con ella hasta el último momento de la vida.

De los años anteriores al 59, recuerdo y admiro el magisterio permanente de mis padres, sin sexto grado en ambos casos, quienes eran verdaderos educadores a la hora de enseñar eso que muchas veces falta: decencia, dedicación, respeto y consagración a cada cosa que hagamos.

Así aprendí, mientras cursaba de primero a sexto grado, las otras disciplinas tan necesarias para la vida. Mi padre me enseñó a trabajar en el campo, a limpiar los cultivos, sembrar, chapear la mala yerba, arar la tierra, surco a surco, tras los bueyes que a gritos de Negrito y Camaján, dejaban abiertas aquellas venas donde mi tarea era plantar los granos de maíz, sembrar el cangre de yuca o el rejo de boniato.

El triunfo de Enero y el desarrollo y consolidación de la Revolución me permitieron y exigieron continuar los estudios y hasta hacerme periodista, un oficio «machacador» pero hermoso como me dijera uno de mis primeros maestros prácticos en esa profesión, el holguinero Cuqui Pavón, referente imprescindible en el periódico Ahora de esa provincia.  

Hoy, cuando por todo el país, miles de cubanos, jóvenes y menos jóvenes, recorren el itinerario de aquella caravana que encabezó Fidel, apreciamos, no la oscura barriada carente de electricidad donde vivía en Barajagua, sino la luz de la esperanza convertida en realidad y al Comandante en Jefe, que aunque no esté físicamente, se le observa victorioso presagiando que la Revolución había triunfado, pero venía en lo adelante, lo más difícil: construirla.

Es la tarea en la que estamos y a la que le ponemos corazón cada día para hacerla imperecedera.  

Vea además:

Fidel el 8 de enero de 1959: "... este un momento decisivo de nuestra historia" (+Video)

Se han publicado 5 comentarios



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  • Beatriz Concepcion Rosabal dijo:

    Linda crónica, un pedacito de historia que no podemos olvidar.Felicidades!

  • Norbelis del Rosario Infante Perez dijo:

    Querido Elson: Bella crónica. Me imaginé tembién a mi mamá, a mis tias y abuelos, en Barajagua, aquel 8 de enero. Recibe nuestro cariño y lo mejores deseos en este cumpleaños. Que no te falten la salud, la suerte y los éxitos. Un beso. Feliz Cumpleños !!!!

  • jose luis díaz grass dijo:

    Felicito a mi colga Elson. Me emocionó de muy buena manera esa excelente crónica. Hay que saber contar, iniciar, arrancar y regresar; y eso lo ha logrado este gran hombre que además de periodista lleva a su Cuba muy dentro porque vivió la etapa prerrevolucionaria, dura, difícil, de pobreza extrema, de abusos, de muerte. Me contaba alguien que antes un guardia rural dominaba extensas áreas o zonas en el campo, tenía control de los rateros, bandoleros, y me explicitaban: "ahora con tantos policías y los bandidos, rateros, ladrones andan como perro por su casa". Pero mis padres, esos muy parecidos a los de Elson, me rectificaban, ¿Y sabes a cuántos infelices campesinos colgaban de un árbol "por ser sospechosos", o los sacaban de sus tierras a patadas, les quemaban sus casas y sus pertenencias? Ah, pues esos fueron los tristes guardias rurales al servicio de un tirano criminal y abusador". Esas son historias Elson que hay que contar con la frescura de un estilo narrativo claro, conciso, sencillo y con probidad. Gracias compañero periodista, hasta más ver.

  • Juan Vela Valdés dijo:

    Felicidades a Elson por su cumpleaños y por transmitir tan bien las vivencias de aquella época oscura de nuestra Patria antes del triunfo revolucionario de 1959. Seguimos en combate. Un abrazo a mí amigo y compañero Elson

  • Indy dijo:

    Excelente crónica, ojalá se compartieran más estas vivencias con los jóvenes en las escuelas. Sería bueno que se hicieran debates donde los estudiantes pudieran hablar también, y preguntar dudas, o profundizar en algo que quisieran saber. La historia debe contarse así de manera amena y natural.

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Elson Concepción Pérez

Elson Concepción Pérez

Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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