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Venezuela, aparta de mí este cáliz

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Imagen de una calle venezolana. Foto: Ueslei Marcelino/ Reuters.

Imagen de una calle venezolana. Foto: Ueslei Marcelino/ Reuters.

“¡Defiéndannos, ustedes que saben escribir!”, le pedía una anciana a Carpentier y a los intelectuales que lo acompañaban, en julio de 1937, a su paso por un pequeño pueblo castellano, muy cerca de la asediada capital española. El escritor cubano recogería la anécdota en las crónicas sobre el II Congreso Internacional en Defensa de la Cultura que publicaría en la revista Carteles [1]. La exigencia tenía un fundamento: el pueblo español nos defendía a todos con las armas en las manos.

No hay cultura sin hombres y mujeres concretos. Bertolt Brecht lo había dicho durante el I Congreso, celebrado dos años antes en París: “Compadezcámonos de la cultura, ¡pero compadezcámonos primero de los hombres! La cultura estará salvada si los hombres se salvan”. Aquel primer encuentro atisbaba el peligro: el nazifascismo amenazaba con desbordarse, mientras las burguesías “democráticas” de Europa apostaban a que el golpe fuese en dirección a la entonces joven Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Ser de izquierdas, para los intelectuales del 30 —como en los 60 o en la primera década del siglo XXI, tras la esperanza de la revolución bolivariana—, era una toma de partido por la cultura, por los seres humanos, que se aferraba a proyectos concretos. Pero en el París de 1935 todavía un segmento de la izquierda intelectual divagaba en reclamos abstractos y oponía o al menos incomunicaba, la libertad de los seres humanos y la de los creadores.

Contaba André Malraux, el gran novelista que había alcanzado los grados de teniente coronel en la Aviación republicana —según la narración de Carpentier— que vio a un  señor caminar indiferente con un gran rollo de papel bajo el brazo, mientras caían las bombas en Madrid, y quiso saber qué tramaba, pero este le precisó: “Es papel encolado para cambiar el que tapiza mi habitación”; entonces, apoyándose en esa metáfora, sentenciaba: en tiempos decisivos para la Humanidad, “hay demasiados intelectuales que solo piensan en cambiar los papeles que tapizan sus habitaciones”. Pero la izquierda tenía sus propias divisiones: comunistas, socialdemócratas (aunque reformistas, aún reivindicaban el marxismo como base teórica de sus análisis), estalinistas, trotskistas, anarquistas, librepensadores, surrealistas.

Todavía en 1936 tendría lugar una fallida conferencia intermedia en Londres, más centrada en intereses gremiales, que tuvo un colofón de opereta: la recepción de frac en la residencia de su organizadora. Pocas semanas después desaparecerían las excusas para el despiste: la sublevación del general Franco contra la República española y la apertura en Alemania del campo de concentración de Sachsenhausen, situaban el conflicto moral en un punto crítico [2].

Un poeta inglés del siglo XVII, John Donne, había expuesto las razones más profundas:

  • Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
  • Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
  • Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
  • Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Ernest Hemingway retomaría la idea para defender la causa republicana en la novela que recoge sus vivencias de la llamada guerra civil española. Las alternativas en España eran, sin embargo, más radicales: de un lado el fascismo, es decir, la violencia capitalista más extrema; del otro, el socialismo, la República de trabajadores, con sus contradicciones y gemidos de recién nacida. En España no se luchaba por la sobrevivencia, como se lucharía en lo adelante; allí se luchaba por la vida, porque existía un proyecto alternativo en construcción. Por eso fueron hombres y mujeres de todos los confines a defenderlo. Por eso también, César Vallejo, uno de los grandes poetas hispanoamericanos que participó en el Congreso de 1937 —estuvieron también, entre otros, Nicolás Guillén, Pablo Neruda y Octavio Paz, sí, el mismo Paz que luego repudiaría toda causa popular— le habla simbólicamente a los niños, al futuro, en un extraordinario poema titulado España, aparta de mí este cáliz:

Niños,

hijos de los guerreros, entretanto,

bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo

la energía entre el reino animal,

las florecillas, los cometas y los hombres.

(…)

¡Bajad  el aliento, y si

el antebrazo baja,

si las férulas suenan, si es de noche,

si el cielo cabe en dos limbos terrestres,

si hay ruido en el sonido de las puertas,

si tardo,

si no veis a nadie, si os asustan

los lápices sin punta; si la madre

España cae —digo, es un decir—

salid, niños del mundo; id a buscarla!...

Apenas habían transcurrido algo más de tres décadas de culminada la larga y sangrienta contienda por la independencia del yugo español —después de siglos de coloniaje—, pero eso no importó: cerca de mil cubanos acudieron a defender a España, a la Humanidad, como soldados de la República. Algunos, como Pablo de la Torriente Brau, cayeron en combate.

El fascismo cobró millones de vidas —deshumanizó a los victimarios hasta límites insospechados— y entró física y moralmente al interior de cada hogar. Era imposible ignorarlo, incluso para una burguesía bien pensante, que aceptaba como un “mal inevitable” la pobreza y la muerte ajenas, siempre que no irrumpieran en su entorno aséptico. Cuando la guerra terminó, se establecieron otras alianzas “más civilizadas”, menos públicas —como la Operación Gladio en Europa, o la Operación Cóndor en América Latina, o la Operación Mangosta y los ataques biológicos en Cuba—, ejecutadas por sicarios a los que no había que conocer, con los que no era preciso almorzar o sonreír en público, a los que se pagaba en secreto.

postal-con-cartel

Es decir, la violencia capitalista adoptó otras formas: en la década siguiente a la supuesta victoria, fueron asesinados decenas de dirigentes comunistas y antifascistas en Europa. La “guerra fría” trasladó la violencia de Estado, el fascismo, una enfermedad indeseable en el bárbaro mundo civilizado —como la malaria, o el cólera, casi olvidadas allí, pero activas en el Sur, donde cobran cada año cientos de miles de vidas—, hacia el orbe colonial y neocolonial: África, Asia, América Latina ¿O acaso no fueron, no son expresiones de extrema violencia imperialista, las guerras coloniales en África, las armas químicas, las bombas de napalm lanzadas sobre Vietnam, las dictaduras militares en América Latina con sus desaparecidos, las guerras de misiles y drones “inteligentes” en el Medio Oriente, la “de baja intensidad” en Venezuela?

Sin embargo, algunos que saben escribir prefieren conservar honores y premios, ediciones y aplausos. También ocurre, a veces, que solo repiten lo que leen de otros, intoxicados de prejuicios y faltos de sol en la piel. La conjura mediática en los países “democráticos” —todavía sin el alcance y la sofisticación que alcanza hoy, pero decididamente opuesta a cualquier experiencia anticolonial y socialista— nos vendía una España republicana inexistente. Como suele decirse, y nos recuerda Venezuela, la primera víctima de la guerra es la verdad. Alejo Carpentier intenta revelárnosla, al describir su paso por la ciudad española de Gerona:

Nos llevan a la Catedral. (…) Un edificio lateral, transformado en museo público, guarda las pinturas y piezas de orfebrería del tesoro ritual. (…) Un restaurador trabaja minuciosamente, con sus oros y barnices, entregado a la tarea de hacer revivir una cabeza de virgen descolorida por el tiempo… ¿Dónde hay huellas aquí, de ese vandalismo de masas enloquecidas de que tanto hablan los periódicos de derecha del mundo entero? [3]

En otra de sus crónicas, esta vez sobre Valencia, escribe:

Hasta ahora hemos encontrado el orden y la paz en todas partes. Nunca hemos visto escenas parecidas a las que llenaban aún, en otros países innumerables rotograbados sensacionalistas. (…)

Y me parece importante insistir sobre este particular, porque es increíble hasta qué punto ciertos relatos pueden llegar a extraviar el juicio de hombres que no son perfectamente tontos. En un artículo reciente, Paul Claudel, nada menos, afirmaba intrépidamente —sin haber estado en España— que todas las iglesias, sin excepción, habían sido incendiadas en el territorio republicano… Si yo fuese miembro del Gobierno de Valencia, invitaría al señor Claudel a darse un paseo por estas regiones. Se convencería de que el único crimen cometido con ciertas iglesias —¡bien pocas!— ha consistido en transformarlas en hospitales de sangre o en museos públicos… [4]

Siempre hubo y habrá intelectuales dignos, que no negocian su compromiso con la Humanidad. Los hubo cuando España los necesitó, los hay ahora que Venezuela los necesita.

Cómo no pensar en Venezuela, 80 años después de aquel Congreso efectuado, sucesivamente, en Valencia, Madrid, Barcelona y París, en julio de 1937, bajo los estruendos de las bombas, en una España que se tragaba a su otra mitad, y con ella, toda esperanza, preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. El cubano Alejo Carpentier, que había vivido aquellos intensos días de guerra y solidaridad, por un capricho de la historia, se establecería a partir de 1945 y hasta 1959, en Venezuela. Allí encontraría, en la selva amazónica, en el tempestuoso Orinoco, en sus pueblos y ciudades, como sucedió con José Martí, el corazón de Nuestra América.

En las primeras décadas del siglo XIX, el Libertador Simón Bolívar había conducido un ejército de libertadores, para fundar o ayudar a fundar repúblicas independientes. Soñó con un solo y gran país, del Río Bravo a la Patagonia. Dos siglos después, en las primeras décadas del XXI, Venezuela encabezaría, una vez más, la cruzada libertadora. Alí Primera, cantor popular, le daría otro sentido al redoble de campanas, en los años más difíciles previos al triunfo de Hugo Chávez:

Los que mueren por la vida

No pueden llamarse muertos

Y a partir de este momento

Es prohibido llorarlos

Que se callen los redobles

En todos los campanarios.

Hoy, como en la España republicana, en Venezuela se defiende la vida, es decir, un proyecto antineocolonial y antimperialista. Como en España, el triunfo o el fracaso del Poder Popular democráticamente elegido, tendrá consecuencias telúricas impredecibles para todos los latinoamericanos, para la Humanidad. Nuestra España hoy —la frontera y también la trinchera que delimita el Pasado y el Futuro— es Venezuela.

Red de Intelectuales y artistas en defensa de la Humanidad. Foto: Milangela Galea.

Encuentro por el X aniversario de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Foto: Milangela Galea.

Como en aquellos años previos a la Segunda Guerra Mundial, hay gobiernos corruptos que —instruidos desde Washington— estimulan, en nombre de la Democracia, la creación de grupos fascistas, con la irresponsable esperanza de que estos reviertan el proceso revolucionario. Desde cómodas atalayas, algunos sabios (como en España) dictan recetas, critican a los que toman las decisiones, están más a la izquierda en sus teorizaciones, que la propia Revolución; tanto, que marchan codo a codo con la derecha. La izquierda sigue dividida: los que piensan que sí, los que creen que no, los heterodoxos, los ortodoxos, los divinos, los terrestres…

Las imágenes que se difunden muestran a un país en guerra civil, pero los disturbios, las llamadas guarimbas —capaces de generar crímenes de odio, como el asesinato de jóvenes chavistas—, en sus momentos más álgidos, ocurrían en 17 municipios de los 335 que tiene el país (en el instante en que escribo estas líneas, solo ocurren en siete de esos municipios, y tres de ellos son los barrios de la burguesía capitalina, porque en Caracas existe un Este y un Oeste, que son como el Norte y el Sur).

Como en los tiempos de la España insurgente, las convocatorias a intelectuales y artistas se hacen en nombre de la Cultura y de la Humanidad. Pero no es suficiente con que declaremos nuestra pertenencia a “la izquierda” y asistamos de frac interior a eventos gremiales. Hay que escribir para defender al pueblo venezolano, hay que denunciar la conjura, como pedía, como nos pedía, aquella anciana española, porque el pueblo venezolano nos defiende a nosotros hoy, todos los días. Si fuese necesario, habrá que jugarse la vida junto a ese pueblo. Si un día, esperemos que no, se produce una invasión imperialista o mercenaria —que el escenario de violencia provocada y de mentiras repetidas prepara—, tendrán que reinventarse las Brigadas internacionales. Entonces, pido estar allí.

Si la madre

Venezuela cae —digo, es un decir—

salid, niños del mundo; id a buscarla!...

(Tomado de La Jiribilla)

Se han publicado 7 comentarios



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  • Omar Gutierrez Arenas dijo:

    Muy bueno. Muchas gracias.

    Omar

  • claudia dijo:

    Los intelectuales comprometidos, no con un sistema políco si no con la verdad tienen el deber MORAL de difundir en las redes en todo el mundo la verdad de lo que sucede en Venezuela y el mundo, solo asi se podrá contrarestar las campañas mediaticas que mienten, tergiversan, desinforman y MANIPULAN a las mayorias para lograr los más nefastos e imperialistas propósitos y que una vez logrado su objetivo... RECTIFICAN las noticias diciendo que no eran ciertas. Ejemplos sobran, Irak, Libia, Afganistan, Panama, donde intervinieron por la fuerza, mataron o hicieron pricioneros a sus Presidentes, arrasaron con la infraestructura y cultura de esos paises dejandolos devastados y plagados de bandas terroristas a las cuales ellos mismos han financiado y continuan financiando.
    Hoy en las redes sociales circula propaganda en contra de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba,Siria en fin contra todos los paises que son de su interes, no por violar los derechos humanos, si no por sus recursos naturales unos y por ser una espina trabada en su garganta hace 60 años como lo ha sido nuestra amada, pequeña, independiente, soberana e invensible islita de CUBA.

    Todo el intelectual que tenga verguenza debe correr cualquier riesgo aún el de morir en cumplimienmto de su deber, debe decir, divulgar y hacer que se conozca siempre la verdad y estar al lado de los que son abusados, nunca a favor del abusador dígase EEUU y sus socios.

    Nadie puede tener la más mínima duda que NINGUN pais está a salvo del apetito imperial, muchos ya lo han sido,hoy arremeten contra Venezuela y contra su Presidente elegido DEMOCRATICAMENTE por el pueblo, Presidente al que no han dejado apenas trabajar porque ha tenido que enfrentar el acoso y agresión de la oposicion venezola apoyada por sus amigos de los EEUU, situaciones que han ido desde una guerra económica, mediatica, hasta la más brutal violencia donde han muerto cientos de personas, algunos de una forma atroz como los quemados vivos y esas noticias, esas fotos de las manifestaciones"" pacíficas" el mundo no las conoce, al mundo se les inoculan fotos montadas como la de la niña que se publicó en Bélgica o aquellas donde se ve a militares venezolanos ripostando una agresión o la que se les ocurra a esos Periodistas de estómago y bolsillos, perros sirvientes, que lucran con la mentira y el engaño.
    Tiene que haber UNIDAD entre los hombres y mujeres de bien, vivan donde vivan, para que pordamos defendernos contra tanta VIOLENCIA y engaño.

  • fidelds dijo:

    Magnífico artículo con una verdad tangrande como el sol, hoy en Venezuela se define el destino de América latina para los próximos años, eso la derecha continerntal y mundial lo comprende bien, pero parece que no todos los demás lo hemos comprendido, pero creo se está ventilando algo más serio y es la validéz de toda una estrategia imperial de dominación mundial. Urgen entonces que nos movilicemos, hoy las brigadas internacionales tienen que combatir con otras armas, con las que nos brindan las tecnologías, pero tambien el gobieno de Venezuela no puede dejarse tomar la calle, ni la iniciativa. Hay que combatir de todas las formas posibles, en todos los espacios,con todas las armas, porque lo que nos estamos jugando es demasiado serio. Salud Ubieta.

  • José García Álvarez dijo:

    Excelente Artículo.Dos hitorias que conmueven a darlo todo por Venezuela,por el legado desde Simón Bolivar hasta el Comandante Chavez.No hay un minuto que perder para esclarecer la traición de los de adentro ,de los vendidos ,de los que el imperio manda a matar ,a destruir.
    Venezuela ,su verdadero pueblo,su verdadero gobierno ,defienden hoy bajo el acoso salvaje del imperio la libertad ,la soberania e independencia lograda .
    No podemos dejarla bajo el bombardeo mediatico de los grandes medios,bajo la barbarie de los terroristas .Por Venezuela hay que darlo todo,hasta la misma vida si fuera necesario.

  • carlos dijo:

    ojala y te leean los que saben escribir . exelente trabajo

  • Pedro dijo:

    "Si la madre
    Venezuela cae —digo, es un decir—
    salid, niños del mundo; id a buscarla!..." !Sublime comentario, recordado Enrique Ubieta!
    A mis 76 -casi 77- años, también PIDO ESTAR ALLÍ..

  • carlos gonzalez dijo:

    Si la madre Venezuela cae no solo los niños iremos a buscarla.

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Enrique Ubieta Gómez

Enrique Ubieta Gómez

Ensayista e investigador cubano. La Habana, 1958. Director desde 2016 de la cuarta época de la revista Cuba Socialista. Autor de varios libros.

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