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Los tiempos cambian

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En otro momento anterior en la historia -a no dudarlo- Washington hubiera logrado, si no desatar una guerra entre Colombia, Ecuador y Venezuela, al menos, propiciar la desunión y el resquemor entre las naciones suramericanas, al socaire del atentado del ejército colombiano contra el grupo de las FARC en territorio ecuatoriano.

Pero sucedió todo lo contrario. Primero hasta la desprestigiada OEA, criticó, aunque no condenó formalmente debido a las presiones estadounidenses, el flagrante ataque del gobierno bogotano a territorio de un país vecino. Así y todo a  la dinosáurica  legisladora cubano-americana -más lo segundo que lo primero- Ros Lehtinen, le disgustó el acuerdo tomado por los cancilleres latinoamericanos.

Pero lo que más debe haber enfurecido al gobierno de Potomac fue el acuerdo de la Cumbre de Rio en República Dominicana de poner fin a la crisis surgida tras la bárbara agresión  que ocasionó la muerte al líder guerrillero Raúl Reyes y a otras  veintitrés personas. Algunos incluso no descartan que la potente bomba de precisión pudo haber sido lanzada por fuerzas del ejército yanqui, habida cuenta de que Álvaro Uribe  se ha convertido en el testaferro de la doctrina de George W. Bush de combatir el terrorismo, lo cual le sirve para desatar cualquier guerra, aunque sea de las llamadas de baja intensidad y asesinar a cualquier cantidad de seres humanos en cualquier parte del mundo.

Le conviene mucho a Washington la caótica situación que existe en Colombia desde hace varias décadas, pues podrá así continuar beneficiándose de las grandes sumas de dinero que reciben los consorcios industriales militares para la compra de armamentos y de la misma manera conviene al mandatario colombiano y sus a láteres seguir recibiendo las inmensas sumas que les asigna el imperio para combatir el "terrorismo". Del mismo modo sirve de justificación para la presencia y asistencia militar yanqui en Colombia. Por ello no se puede esperar del gobierno de Uribe ni de la Casa Blanca ninguna solución humanitaria ni nada que implique el abandono de la doctrina bélica en la que se sustentan la economía y la política del imperio.

Por tales razones, los especialistas opinan que no deben esperarse cambios significativos sea quien sea el próximo presidente estadounidense, no importa al partido al que pertenezca.

Por otra parte, no resulta del gusto del gobierno de Bush el papel de mediador del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la liberación de los rehenes de las FARC y quieren evitar por todos los medios una reedición de tan exitoso acto humanitario.

Del mismo modo seguramente ven con extremo desagrado que pese a sus ingentes esfuerzos que los han llevado a este reciente brutal asesinato y violación del territorio de Ecuador, los países latinoamericanos ya no son aquéllos, se han unido y parecen decididos a recuperar su soberanía y a escoger libremente su futuro. Esta voluntad de los nuevos aires que soplan en América Latina, da al traste con la estrategia yanqui de desestabilizar el proceso bolivariano.

Muchos opinan que por frágil que sea el acuerdo de la Cumbre de Rio, éste tiene gran importancia porque marca una nueva actitud de las naciones del sur y ha evitado, como deseaba Washington, una ruptura entre los países del área.

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Lillian Lechuga

Lillian Lechuga

Periodista cubana especializada en temas internacionales.

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