Santiago Álvarez y la encrucijada del antiterrorismo norteamericano
La reciente detención en la ciudad de Miami del renombrado terrorista de origen cubano Santiago Álvarez Fernández-Magriñá junto a uno de sus compinches, acusados de posesión de armas automáticas, algunas de ellas con los números de serie borrados, un silenciador sin el registro apropiado y un pasaporte falso, ha despertado diversas expectativas en la Florida, en Cuba y en otras partes del mundo.
La primera de las lógicas interrogantes es si los Estados Unidos realmente inician con estas medidas un cambio honesto en su percepción sobre la lucha contra el terrorismo o, simplemente, han orquestado con ellas una pálida demostración de su combate a este flagelo, encaminada a engañar una vez más a las crecientes presiones de la opinión pública nacional e internacional con respecto a su indudable compromiso con terroristas de origen cubano, evidenciado en su apoyo tácito al terrorista Luis Posada Carriles y a su claro interés a no extraditarlo a Venezuela.
Ni el FBI, ni la Fiscalía, se han preocupado hasta el momento por vincular a estos individuos ni con la entrada ilegal de Posada Carriles a los Estados Unidos, en franca violación de las leyes de inmigración, ni con el continuado terrorismo desatado contra Cuba desde hace más de cuatro décadas. ¿Se habrán olvidado, me pregunto, que Santiago Álvarez ha participado en atentados terroristas contra los cubanos que han provocado o podrían haber provocado decenas de víctimas en algunos casos de no haber sido frustrados por los órganos cubanos de seguridad?
Bastaría recordar a las autoridades federales norteamericanas, así como a la opinión pública, que el prontuario de hechos delictivos cometidos por Santiago Álvarez no se reduce sólo a estos eventos por los que se pretende juzgar en estos momentos, quién sabe si no mediante un juicio amañado en detrimento de la verdad y la justicia. En muchas ocasiones esto ha sucedido en Miami: terroristas sorprendidos in fraganti, armados hasta los dientes y planeando atentar contra inocentes cubanos en franca violación de la Ley de Neutralidad, han sido condenados a penas irrisorias en algunas ocasiones; exonerados en otras, o perdonados descaradamente por las autoridades de ese país.
"Del lobo, un pelo", reza un viejo refrán y eso sucedería si se les condena exclusivamente por la violación de leyes federales por lo que se les encauza actualmente en Miami. Pero la verdad es otra. Si se quiere ser justo y consecuente, debería juzgarse todo su historial como terrorista, debería tenerse en cuenta igualmente que Santiago Álvarez Fernández- Magriñá fue el protagonista de hechos terroristas tales como el ataque al buque soviético Bakú; agresiones a poblados costeros en la zona sur de Cuba, como Cienfuegos y Trinidad; el ataque a Boca de Samá, en Holguín, el 12 de octubre de 1971; el intento de asesinato del Comandante Jefe en Panamá en noviembre del 2000, en el que morirían cientos de estudiantes panameños y por el que fueron encauzados Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo, Guillermo Novo Sampol y Pedro Crispín Remón; así como su participación como organizador y financista de la infiltración de un team de terroristas integrado por Ihosvany Suris de la Torre, Máximo Pradera y Santiago Padrón, cuyo propósito fue, entre otros, la voladura del cabaret "Tropicana". La captura de estos terroristas, la ulterior apertura del Expediente Nº 10 del año 2001 del Órgano de Instrucción del Departamento de Seguridad del Estado de la República de Cuba, así como la presentación televisiva de los mismos, permitió comprobar que Santiago Álvarez fue uno de los organizadores de este hecho terrorista ejecutado el 26 de abril de 2001y cuyos daños a Cuba eran incalculables.
Como puede apreciarse, Santiago Álvarez no es solo responsable de poseer más de 20 armas no declaradas, cinco de ellas prohibidas ametralladoras automáticas AK-47 y AR-15s cuyos números de identificación estaban borrados; silenciadores no registrados; granadas y lanza granadas; miles de peines de municiones; máscaras anti-gas, explosivos, documentos falsos, etc., lo que constituyen delitos federales. Ha sido también un organizador continuado de planes terroristas desde territorio norteamericano, lo que le hace cometer el grave delito de ignorar la Ley de Neutralidad de los Estados Unidos, así como su reciente violación de leyes migratorias norteamericanas al facilitar la entrada ilegal de un connotado terrorista como Posada Carriles a este país.
Ante estas contundentes denuncias, cabe preguntarse: ¿Llevará la justicia norteamericana sus acciones hasta las últimas consecuencias o se plegará a las presiones de la mafia miamense, que ya ha comenzado con sus histéricas manifestaciones de repudio al encarcelamiento de Santiago Álvarez?
Por lo que se conoce hasta el momento, ya algunos de los principales cabecillas de los grupos terroristas anti cubanos han hecho declaraciones contra la acción ejecutada por el FBI, la Fiscalía y las autoridades norteamericanas. Basulto ha sido uno de los protagonistas de este nuevo show de repudio. La FNCA y su clon, el CLC, por su parte, han pretendido esperar un tiempo para expresar su opinión. ¿Será, acaso, que ambas organizaciones, que han apoyado sistemáticamente a Santiago Álvarez y lo han empleado como pantalla para financiar y realizar actos terroristas, así como para procurar la defensa y fuga ulterior de Posada Carriles, no quieren que el fango los ensucie?
Este capítulo que se acaba de iniciar, al que algunos ya nombran el "affair Santiago Alvarez", tiene la significación de ser una dura prueba para Estados Unidos y su cacareado antiterrorismo. La actual encrucijada en la que se encuentra la administración de Bush, desatada por la entrada ilegal de Posada Carriles a territorio norteamericano, el creciente repudio al encarcelamiento de Cinco Héroes cubanos por luchar contra el terrorismo y el iniciado proceso contra Santiago Álvarez, colocan a la Casa Blanca en un complicado dilema del que difícilmente podrán salir. Si son capaces, aunque sea por esta vez, de plegarse a la verdad y a la justicia, merecerán un poco del respeto que han perdido.
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