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Deterioro de la ética

En este artículo: Estados Unidos, José Martí, UNESCO
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Juan Marrero, Premio Nacional de Periodismo José Martí

En este amanecer del siglo XXI, donde la globalización neoliberal intenta arrasar fronteras, identidades y culturas para imponer un mercado y pensamiento únicos, hay un deterioro de los valores y conceptos éticos, lo que se advierte incluso en el ejercicio del periodismo en una gran parte del mundo.

Es suficiente para alarmarnos una simple revisión diaria de los contenidos de los grandes diarios y revistas, sitios web, noticieros de radio y televisión.

Perverso, no encuentro otro calificativo, es lo que acontece en la televisión. La basura llena sus espacios. Raros son los noticieros ausentes de un lenguaje estridente. "Sensacional denuncia..." "Espectacular suceso..."Impactantes imágenes..." "Desgarrador testimonio..."Sangriento hecho..." "Exclusiva entrevista..." Como regla, todos los canales de TV se montan en la agenda informativa de los grupos hegemónicos y dicen las mismas cosas y en la misma línea. Y eso ocurre a niveles  local, nacional o internacional, pues el colosal desarrollo de las comunicaciones en esta fase de globalización ha hecho posible  tal difusión de los mensajes. Lo realmente importante es desplazado por lo que sea entretenimiento. Si se reporta una huelga, por ejemplo, jamás el televidente se entera de sus razones y orígenes, todo ello se oculta justificándose en que el tiempo en televisión vale oro.

De tal manera son presentadas las noticias del día, como un entretenimiento, donde todo lo que sea maligno y desagradable, despierte o exacerbe pasiones o el morbo, en fin, lo que sea fuente de escándalo, tiene entrada. Lo deformante del mensaje y las consecuencias negativas que pueda tener para la educación y formación de niños o jóvenes, de la sociedad, no interesan. La información es una mercancía para vender, y a mayor crudeza, mayor ganancia monetaria  Esa es la filosofía imperante. El periodismo, en fin, es visto como un negocio más donde lo único que cuenta es el mercado y la ganancia. Los perjuicios que se puedan causar a factores esenciales de la comunicación, como lo son el periodista y el receptor, poco o nada interesan. Con justa razón algunos han calificado el papel de los medios dentro del mundo actual como armas de destrucción masiva y otros los llaman armas de distracción masiva.

Lowell Bergman, ex productor del noticiario 60 minutos que transmite la CBS, y que fue el personaje real de la película "El reportero", protagonizada por Al Pacino, lo ha dicho  con otras palabras, no menos precisas: "Las compañías están convirtiendo las noticias en telenovelas, sin profundidad periodística y solo para entretener".

Típicamente indecentes son los llamados "talk-shows", que proliferan en todo tipo de horarios, donde los conductores, periodistas o gente disfrazada de tales, penetran en la intimidad de los entrevistados, a veces personas más o menos conocidas, a quienes ridiculizan o humillan generalmente ante las cámaras, utilizando casi siempre criterios subjetivos. Groserías de todo tipo se ven en estos programas llamados de participación, y en los cuales sus conductores, por lo general sometidos a una fuerte crítica, intentan defenderse diciendo que ejercen el sagrado principio de que la gente tiene el derecho a saber la verdad, aunque sea bien cruda. En esos espacios la vida privada de la gente no existe y constantemente se lesiona la dignidad humana.

Tristemente esos espacios, sólo concebidos para entretener e idiotizar, son premiados con elevadas audiencias, pero lo más doloroso, al menos para los que hemos aprendido que el periodismo es una profesión decente cuando se ejerce con ética, es que mucha gente

identifica esos espectáculos como un ejercicio de periodismo audaz y valiente. Quienes se pasan horas y horas viendo esos programas desconocen que el periodismo no tiene nada que ver con la difusión de conjeturas, rumores, no juega con la intimidad de la gente ni emplea como armas el insulto o el lenguaje grosero.

Son comunes en los canales de televisión los espacios de aparentes debates de un tema, pero que en realidad en ellos prevalece un solo discurso, el del poder hegemónico. Se monta todo un espectáculo, también para entretener, donde lo sustancial no interesa, sino lograr que entre sus participantes la polémica termine en alteraciones, ofensas e insultos. La filosofía empresarial es que así se logra audiencia, a la vez, consumidora de la propaganda comercial que se intercala cada 5 ó 10 minutos en los programas.

Tan indignante como lo expuesto es lo que se publica a diario en reputados periódicos de muchas capitales del mundo, o en las páginas web, sobre la venta de sexo y pornografía.

Hace algunas semanas, una investigación efectuada por el sitio Confidencial de PeriodistaDigital reveló que los llamados "periódicos serios" españoles dedicaban más del 60 por ciento de sus anuncios clasificados a "contactos sexuales". Los periódicos El Mundo, El País y El Periódico (de Cataluña), preciados de ser civilizados, dedican muchas de sus páginas a la venta de sexo, siguiendo el mismo camino que siglos atrás inauguró la prensa colonial en la América hispana cuando publicaba anuncios de ventas de esclavos y esclavas.

Los grupos de poder hacen eso justificándolo como ejercicio de la libertad de prensa que no es más que expresión de la libertad de empresa. Desde que en 1981, inicios de la globalización,  la Corte Suprema de Estados Unidos legalizó la circulación de los videos de pornografía infantil como una manifestación de la libertad de expresión individual, tales fenómenos y vicios de la sociedad tienen en los medios de comunicación las puertas abiertas. Tal cínica versión de la libertad es todo un símbolo del discurso comercial de los grupos de poder.

Hace poco leí en un importante sitio digital periodístico la siguiente noticia: "Se busca cadáver para protagonizar obra de teatro. Rastrean en los hospitales en busca de enfermos terminales. Motivo: un cadáver será el protagonista de la nueva obra de teatro de una compañía británica". A tales extremos hemos llegado, incluso traficando con algo tan sensible y doloroso como es la muerte.  ¿No son estos hechos  expresión cabal de la acelerada pérdida de valores y de principios éticos?

Con tales acciones se está violando el principio ético universal de la responsabilidad social  de los medios y los periodistas, reconocido por la UNESCO, según el cual la información es un bien social y no una mercancía, lo que implica que los dueños de los medios y los periodistas tienen necesariamente que compartir  la responsabilidad por la información transmitida y, por consiguiente, ambos responden, a fin de cuentas, ante el público en general y sus diversos intereses sociales.

Según el destacado investigador y director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, desde hace algún tiempo numerosos medios de comunicación privilegian sus intereses particulares en detrimento del interés general de la sociedad y confunden su propia libertad con la libertad de empresa, considerada en estos tiempos de globalización como la primera de las libertades. Y no han faltado periodistas -aunque ciertamente en número reducido-- que, en violación de  la ética profesional, actúan en función de intereses de grupos, de las empresas o de los patronos que los emplean.

Aprecio que, desde el punto de vista ético, la razón fundamental de la gravedad del asunto reside en el acelerado proceso de concentración y control de los medios de comunicación masivos, cada vez en menos y menos manos de ricos y poderosos. Cada vez es más notable que unos pocos gigantescos conglomerados, que no tienen ninguna responsabilidad directa con el público, ejercen un poder extraordinario sobre las ideas y la información que el público recibe. Esos empresarios, para quienes todo lo relativo al ser

humano se puede comprar o vender, donde todo es mercancía, incluso la información, se ha arrogado el inmenso poder de decidir lo que debe o no difundirse. Usan, en fin, los medios de comunicación a favor de sus intereses económicos y políticos.

No sorprenden entonces las investigaciones recientes indicando que en Estados Unidos la credibilidad de los periódicos y de la televisión es hoy mucho más baja que hace casi veinte años atrás. En 1985 el 80 % de los norteamericanos creía en sus periódicos diarios, hoy sólo cree el 59 %; y en el caso de la televisión en ese mismo año creía en ella el 83 % de los estadounidenses, hoy sólo el 65 %, según reciente estudio de Proyect for Excellence in Journalism, de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia.

(Párrafos de la ponencia presentada por el autor, vicepresidente de la UPEC, en el Seminario "Periodismo, democracia y libertad de prensa", efectuado en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, los pasados días 1,2 y 3 de abril. Este encuentro, que tuvo por sede la Pontificia Universidad Católica, fue convocado por la Asociación Millenium Press Inc., que agrupa a los periodistas dominicanos que residen en Estados Unidos, el Colegio Dominicano de Periodistas y la Asociación de Periodistas Profesionales de República Dominicana).

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Juan Marrero

Juan Marrero

Periodista cubano, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba

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