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La Intifada no es lo único que debemos recordar hoy

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  Ariel Sharon debajo de una foto de su mentor, Menachem Begin  

 

A casi tres años del inicio de la Segunda Intifada el 28 de septiembre del 2000, el Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, dijo al diario Yediot Ahronot que su país está decidido a "deshacerse" del presidente electo de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat.

 

Agregó que su previo compromiso personal y público de garantizar la seguridad de Arafat ha sido anulado por la decisión de su cabinete de declarar al líder palestino persona non grata y descaradamente declaró que: "No deben olvidar que es muy difícil asegurar que él (Arafat) no será herido si lo capturamos".

 

Cualquiera que sea el apoyo que Sharon reciba de Washington, y cualquiera que sean las críticas al gobierno de Arafat, el hecho es que Yasser Arafat es el representante electo del pueblo palestino y la mayoría del mundo aún lo considera así.

 

Estas declaraciones que con tanta tranquilidad e indiferencia ha hecho un líder mundial en referencia al asesinato de otro, han provocado una gran indignación internacional y sirven para recordarnos que aunque la historia brinda muchas lecciones sobre Ariel Sharon, pocos están dispuestos a aprender de ellas.

 

Hace un año y medio, el mundo contempló como el Primer Ministro israelí mandó a que sus tanques aplastaran el campo de refugiados de Jenin. Sus bulldozers continúan derrumbando casas palestinas y atropellando activistas por la paz. Sus fuerzas especiales abiertamente llevan a cabo una política de asesinato de activistas paramilitares palestinos. Sus soldados disparan contra niños que solo tiran piedras contra sus escudos.

 

Washington, la voz que Sharon más necesita (después de todo, tres mil millones de dólares de ayuda son tres mil millones de ayuda...), le permitió  asesinar en Jenin y ahora le permite hacer esta increíble amenaza que viola cualquier precepto del derecho internacional.

 

El Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, aunque no apoya abiertamente la eliminación de Arafat, sí lo responsabiliza directamente por la solución de la escalada de violencia. La Comunidad Europea, el principal socio comercial israelí y que por lo tanto tiene gran influencia sobre Tel Aviv, refunfuña un poco pero luego se cruza de brazos - como hizo en el caso de Jenin - para ver qué sucede.

 

¿Quién no recuerda la abominación televisada en la que vimos a un padre palestino desesperado y desarmado, Jamil al-Durra, tratando de proteger a su hijo de 12 años, Mohammed, que era blanco deliberado de soldados israelíes durante un tiroteo hace tres años? El aterrorizado niño, que en vano trataba de protegerse tras un tanque de petróleo con su padre, fue asesinado ante los ojos de todo el mundo. ¿Hizo eso que Colin Powell se pusiera bien los pantalones y le exigiera a Sharon que pusiera fin a la matanza como ahora lo hace con Arafat?

 

La historia, en el caso de Ariel Sharon, nos brinda una clara y fácil de entender lección.

 

Como Ministro de Defensa israelí en 1982, supervisó la masacre de 1800 civiles palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatilla en el sur del Líbano.

 

Miembro de la organización clandestina Haganah en la década del 40, Sharon también posee un historial de terrorismo Sionista. El Primer Ministro al que sirvió en 1982 era Menachem Begin, antiguo líder de la organización terrorista Irgun - un retoño de Haganah - y que tenía práctica en cómo masacrar familias palestinas como lo hizo con más de 250 habitantes de la villa de Deir Yassin en 1948. La misma era estratégicamente importante para el emergente Estado Judío y por tanto se decidió ocuparla y echar a sus residentes. Más de un tercio de su población fue masacrada causando el terror de los demás.

 

El ejemplo homicida deBegin sirvió bien a Sharon en Sabra y Chatilla, aunque él no tuvo que manchar sus manos personalmente con sangre palestina como lo hizo su jefe. Él solo dejó que el Ejército Libanés del Sur y los fanáticos cristianos hicieran el trabajo por él.

 

Hoy, Sharon permite que la Fuerza de Defensa israelí - si es que se le puede llamar así - lleve a cabo su continuo trabajo de matanza de palestinos en su clara intención de continuar su política de erradicación que, teniendo en cuenta la historia de su pueblo, hacen que sus acciones sean aún más detestables.

 

La historia también recoge las palabras de Philip Habib, quien fuera el enviado especial para el Medio Oriente del ex presidente estadounidense Ronald Reagan en 1982:

 

"Sharon era un asesino con un odio obsesivo por los palestinos. Yo le había prometido a Arafat que su pueblo no sufriría daño alguno. Sin embargo, Sharon ignoró el compromiso por completo. La palabra se Sharon no vale nada."

 

Y en caso de que todo esto no sea suficiente para convencer al más tenaz que se resista a aceptar las intenciones de Sharon, no hay que mirar muy atrás en la historia sino solo escuchar sus palabras en una entrevista que concedió al diario israelí Daval después de Sabra y Chatilla y que fue publicada el 17 de diciembre de 1982:

 

"Pueden llamarme como quieran. Llámenme un monstruo o un asesino... Es mejor ser un Nazi-Judío vivo que un santo muerto... Incluso si me prueban que la actual guerra en el Líbano es una guerra sucia e inmoral, no me importa... Comenzaremos otra guerra, asesinaremos y destruiremos, más y más, hasta que hayan tenido suficiente... Si alguien osa levantar solo su mano contra nosotros, entonces le quitaremos la mitad de su tierra y quemaremos la otra mitad... Puede que hasta usemos armas nucleares... Incluso hoy estoy dispuesto a servir de voluntario para hacer el trabajo sucio por Israel, matar tantos árabes como sea necesario, deportarlos, echarlos y quemarlos, hacer que todos nos odien... Y no me importa si después de que el trabajo esté hecho me llevan a un juicio como el de Nuremberg y me encierran de por vida. Cuélguenme como un criminal de guerra si quieren... Lo que ustedes no entienden es que el trabajo sucio del Sionismo aún no termina; está muy lejos de eso aún."

 

Sharon fue fiel a sus palabras en el campo de refugiados de Jenin, y la aterradora verdad de lo que falta con relación a Yasser Arafat y el pueblo palestino un día será parte de nuestra propia historia si el mundo no presta atención hoy a la simple lección que la historia nos brinda sobre qué clase de hombre es Ariel Sharon.

 

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Simon Wollers

Simon Wollers

Periodista inglés, colaborador de Cubadebate.