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El día en que el Titán de Bronce pasó a la inmortalidad

Por: Pedro Ríoseco López-Trigo
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Escultura ecuestre del Mayor General Antonio Maceo en Santiago de Cuba. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Antonio Maceo Grajales, Mayor General y segundo jefe del Ejército Libertador cubano, con más de 600 acciones combativas, entre ellas unas 200 de gran envergadura, y 26 cicatrices de guerra en su cuerpo, libró un 7 de diciembre de 1896 su último combate antes de pasar a la inmortalidad.

Cuando evocamos a Antonio Maceo, aparecen el patriotismo, la dignidad, la inteligencia y el honor, conformando la idea del adalid que sentenció: “Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”, escribió el primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la red social X.

El jefe de Estado señaló que al caer juntos, Maceo y su joven ayudante Panchito Gómez, “inscribieron el rasgo sostenido de la continuidad en la historia de la Revolución cubana; así fue y sigue siendo”.

Bautizado en la historia como El Titán de Bronce, Maceo fue un maestro en el empleo de la táctica militar frente a fuerzas superiores del colonialismo español a las que su nombre imponía pavor, y José Martí dijo de él que “hay que poner asunto en lo que dice, porque tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”.

En febrero de 1878 dio respuesta contundente a quienes gestaban el Pacto del Zanjón al librar los victoriosos combates de Llanada de Juan Mulato y San Ulpiano. El 15 de marzo de 1878 se entrevistó con el general español Arsenio Martínez Campos, en Mangos de Baraguá, hecho recogido en la historia como la Protesta de Baraguá, donde pronunció su histórica frase: ¡No, no nos entendemos!

Después de librar con gran éxito militar la invasión de Oriente a Occidente, junto al General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, y luego de atacar a Batabanó, en La Habana, Maceo cruzó la trocha de Mariel a Majana, el 15 de marzo de 1896, para dar comienzo a su segunda campaña en la provincia pinareña.

En julio escribe desde su campamento en El Roble una carta dirigida al coronel Federico Pérez Carbó donde le dice: “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.

El 23 de septiembre de 1896, desde Remates de Guane, emprendió el regreso hacia el este tomando parte de diversos combates. En la madrugada del 4 de diciembre de 1896 burló de nuevo la trocha de Mariel a Majana, cruzándola en un bote por la bahía de Mariel. Ya en territorio habanero, se dirigió al campamento de San Pedro, cerca de Punta Brava, con la idea de organizar un ataque a Marianao con las tropas de esta provincia.

Maceo llegó a San Pedro Arriba el 6 de diciembre de 1896, donde aguardan la llegada del Lugarteniente General los regimientos Santiago de las Vegas, Goicuría, Calixto García y Tiradores de Maceo, unos 450 hombres en total al mando del coronel Sánchez Figueras, jefe de la Brigada Sur. Rápidamente marcha con entre 40 y 60 hombres hacia San Pedro, pero un descuido de las postas permitió a la vanguardia de una columna española localizar su campamento. Allí irrumpieron los guerrilleros españoles el 7 de diciembre cerca de las tres de la tarde, despertando a Maceo al escuchar el estampido del fuego de los fusileros.

Los jefes y oficiales mambises pasaron rápidamente a la contraofensiva y ante la energía y empuje de la tropa de Maceo, los españoles sufrieron 28 bajas, retirándose tras una cerca de piedra al oeste del campamento. Desde allí se defendieron descargando un nutrido fuego sobres las tropas mambisas. Se creó entonces una situación táctica muy grave para los mambises con un armamento que no les permitía entablar un combate de posiciones.

Desechando la alternativa de una retirada, Maceo se dirigió machete en mano hacia un punto estratégico del campo de batalla, viendo como una cerca de alambre detenía su avance. Expuesto al nutrido fuego de línea proveniente de la cerca de piedras, situada a unos 80 metros más o menos, dijo al brigadier Miró: “Esto va bien”.

En su posterior carta a Máximo Gómez, el Dr. Zertucha, médico de la tropa, cuenta: "Apenas hubo acabado de decir el General Maceo las anteriores palabras, cayó por el lado izquierdo de su caballo como herido de un rayo lanzando su machete hacia adelante a considerable distancia. Tras él caí yo: lo encontré sin conocimiento; un arroyo de sangre negra salía por una herida que tenía al lado derecho de la mandíbula inferior, a dos centímetros de la sínfisis mentoniana. Introduje un dedo en su boca y encontré que estaba fracturada la mandíbula. A los dos minutos a lo más tarde de ser herido, murió en mis brazos y con él cayó para siempre la bandera".

El cuerpo sin vida del segundo jefe del Ejército Libertador, quedó solo en aquellos matorrales a merced del enemigo. Panchito Gómez Toro, su ayudante, que por estar herido había quedado en el campamento, sale, con un brazo en cabestrillo y prácticamente desarmado, en busca del cadáver de su jefe. Resulta blanco fácil de las armas españolas. Herido, debilitado por la sangre que pierde, trata de suicidarse para que no lo cojan vivo, pero antes quiere escribir una nota a sus padres y hermanos para explicarles la decisión. No puede concluir el mensaje. Uno de los guerrilleros lo remata con machetazos en la cabeza.

Un grupo de valientes, encabezados por Juan Delgado, pudo recobrar los cuerpos del Lugarteniente General y de su ayudante. Tampoco están claras las circunstancias en que lo consiguieron. Los cadáveres fueron enterrados secretamente en la finca El Cacahual, cerca de Santiago de las Vegas, donde se levantó posteriormente un complejo monumental que fue inaugurado el 7 de diciembre de 1900.

Su muerte a los 51 años resultó un duro golpe para los cubanos y para la causa de la libertad de Cuba, definida por Gómez en la carta de pésame a María Cabrales, esposa de Maceo: “… Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución”.

En video, Antonio Maceo: ejemplo de valor y talento militar

(Tomado de Granma)

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  • Indy dijo:

    Excelente artículo. Deberia hablarse más en nuestros medios de la historia de Maceo y otros mambises

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