Imprimir
Inicio »Especiales, Política  »

Sindicatos: El "coco" de la élite imperial estadounidense

| 7 |

Allí donde los obreros del mundo encontraron inspiración para conmemorar su día, hoy es prácticamente el único lugar del planeta (junto a Canadá), donde la fecha no es de celebración nacional.

El país que intenta dictar lecciones de democracia y derechos humanos por doquier, es uno de los que menos respeta y acepta el derecho de los trabajadores a su sindicalización.

Borrar las huellas


Michael Schawb, Louis Lingg, Adolh Fisher, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Hessois Auguste Soies, Oscar Neobe y George Engel son nombres condenados casi al olvido en la historiografía oficial de los Estados Unidos.

En 1886, ellos fueron ejecutados como autores supuestos de una bomba lanzada a la policía de Chicago en la esquina de , el 4 de mayo de ese año. En verdad, se trataba de un escarmiento del poder por su participación en las huelgas obreras desatadas en aquella ciudad de Illinois, cuyo punto culminante fue el 1 de mayo de ese año, cuando más de 30 mil obreros de enclave industrial fueron al paro en reclamo de la reducción de la jornada laboral a 8 horas, el incremento de los salarios, el reconocimiento de las organizaciones sindicales, la prohibición del trabajo infantil y los derechos de la mujer.

Los “Mártires de Chicago, como se han conocido para la posteridad aquellos obreros asesinados, sirvieron de inspiración al movimiento obrero mundial para conmemorar cada primero de mayo el Día Internacional de los Trabajadores, como jornada de celebración o de reivindicaciones sociales y laborales.

La fecha es día festivo nacional en la mayoría de los países del mundo. Pero, en Estados Unidos no es así. Evitando “reforzar el carácter revolucionario de esta celebración al relacionarlos con los hechos ocurridos el primero de mayo (de 1886)”, el Presidente Grover Cleveland decretó la celebración cada primer lunes de septiembre del “Labor Day” (Día del Trabajo, no de los Trabajadores), desde 1887.

“Estoy seguro que si se le pregunta a la mayoría de los estadounidenses por el Día del Trabajo, no van a tener idea sobre el 1ro de mayo como lo es en otros lados”, dijo en 2021 a la BBC el líder sindical Gonzalo Salvador, representante de la AFL-CIO, la mayor central obrera de EE.UU.

La amnesia inducida ha funcionado en la sociedad imperial.

Mucho para pocos, poco para muchos

Pese al crecimiento exponencial de la riqueza acumulada en la más poderosa nación del mundo, los obreros participan cada vez menos de la apropiación de esa riqueza.

La contraofensiva de la burguesía imperial transnacional contra la clase trabajadora estadounidense, marcada por la llamada “revolución conservadora” de Ronald Reagan a inicios de los 80, implicó un despiadado ataque a los derechos de los trabajadores y un desmontaje de las conquistas obreras de décadas precedentes, especialmente las impulsadas por el gobierno de Roosvelt.

A ello se sumó la reverencia a Wall Street que hizo después la administración demócrata de William Clinton, con su impulso al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica ( TLCAN en español), otros acuerdos comerciales de corte neoliberal y la libre recolocación del parque industrial estadounidense en el exterior.

Lejos de la derrama de ingresos para toda la sociedad que vendían como panacea los gurúes neoliberales, lo que ha ocurrido es un estiramiento de la polarización entre la base y la cúpula de la pirámide clasista estadounidense. A los ojos de todos, ha sucedido una transferencia masiva de la riqueza al 1 por ciento más poderoso de a sociedad. La desigualdad de ingresos y riqueza está en su punto más alto desde la Gran Depresión, apuntan los analistas.


Hoy el obrero estadounidense produce en promedio más que nunca. Entre 1979 y 2020, la productividad neta de los trabajadores estadounidense creció un 61,8 por ciento, alentado por el uso de maquinarias más eficientes, el desarrollo de la internet y la comunicación digital, la automatización, la robótica y la inteligencia artificial.

Sin embargo, el salario no crece a la par de la productividad. Sólo lo ha hecho un 17.5 por ciento en esas mismas cuatro décadas. Según señala el senador Brnie Sanders ”después de ajustar la inflación, el trabajador promedio en EE.UU. gana aproximadamente $43 menos por semana que hace 50 años”.

Al analizar tal estancamiento, investigadores del Instituto de Política Económica en Estados Unidos subrayaron que “se toleró el exceso de desempleo para mantener bajo control cualquier posibilidad de inflación. Los aumentos en el salario mínimo federal se hicieron más pequeños y raros. La legislación laboral no logró seguir el ritmo de la creciente hostilidad de los empleadores hacia los sindicatos. Se redujeron las tasas impositivas sobre los ingresos más altos. Y los impulsos de la desregulación contra los trabajadores, desde la desregulación de las industrias de camiones y aerolíneas hasta el retiro de la política antimonopolio, el desmantelamiento de las regulaciones financieras y más, tuvieron éxito una y otra vez”.

Como denunció Sanders hace unas semanas en The Nation:

“El sistema económico estadounidense, con su excesiva codicia corporativa y concentración de propiedad y poder, destruye todo los que se interpone en su camino en la búsqueda de ganancias. Destruye el medio ambiente. Destruye nuestra salud. Destruye nuestra democracia. Descarta a los seres humanos sin pensarlo dos veces. Nunca brindará a los trabajadores la satisfacción que los estadunidenses tienen derecho a esperar…”

 

La pandemia mayor es la injusticia

La pandemia de COVID-19 mostró en toda su crudeza la diferencia de clases a nivel global, y de manera particular en los Estados Unidos. Mientras los multimillonarios y los directores ejecutivos de las grandes compañías se refugiaban seguros en sus mansiones y se trasladan en sus autos de lujo, yates y aviones privados, millones de estadounidenses de la clase trabajadora no tenían más opción que ir a trabajar a hospitales, escuelas, supermercados, almacenes o plantas empacadoras de carne. Millones de ellos enfermaron, decenas de miles murieron a causa del virus.

La carga de la crisis económica y el sacrificio impuesto por la pandemia se trasladó hacia las clases trabajadoras y populares. Mientras los gobiernos de los países más desarrollados de Europa y Estados Unidos dieron ajustadas ayudas a los obreros y sus familias durante estos duros años, entregaron al menos 8 billones de dólares en préstamos y subsidios a las corporaciones privadas; tanto como las ganancias que estas obtuvieron en los dos años anteriores a la catástrofe sanitaria.

Desde 2020, explica un informe de OXFAM, el 1 por ciento más rico del planeta se apropió del 63 por ciento de la riqueza generada en el mundo; es decir, por cada dólar que percibió una persona perteneciente al 90 por ciento de la población mundial, un milmillonario se embolsó 1.7 millones de dólares. Pequeña diferencia.

Los ricos se hicieron más ricos en tiempos de pandemia

Según las estadísticas, un trabajador en Estados Unidos con salario mínimo de 7.25 dólares la hora necesita 2.5 empleos de tiempo completo para poder pagar un departamento en la mayor parte de los estados de la Unión. Es decir, debe trabajar 100 horas a la semana.

La diferencia de clases es cada vez más obscena. Un estudio del Instituto de Estudios Políticos analizó la retribución en las 300 empresas estadounidenses de capital público con los salarios más bajos. La brecha en ellas entre la remuneración de los directores ejecutivos y la de los salarios de los trabajadores aumentó en 2021 (en plena pandemia) a 470 por 1. Nunca antes fue tan grande la diferencia.

Los datos del citado Instituto muestran que desde 1977 hasta hoy el salario de los directores ejecutivos se disparó en un 1322 por ciento; mientras la compensación de un empleado “típico” apenas creció un 18 por ciento.

Al menos 8 compañías, entre ellas Amazon, Warner Bros, Discovery, Expedia y McDonalds dieron a sus ejecutivos retribuciones por valor de más de 2 mil veces el salario medio de un trabajador, y más.

Varios estudios revelan que el 54 por ciento de la inflación actual en EE.UU. se debe a los cuantiosos beneficios pagados a la élite empresarial, lo que va en detrimento de la capacidad de compra de los salarios de los trabajadores.

Los 100 directores ejecutivos mejor pagados de EE.UU. amasaron un promedio de 24 millones de dólares en 2022, un aumento real de un 15 por ciento respecto al año anterior, según un informe divulgado por OXFAM este primero de mayo.

Por el contrario, los salarios reales de los trabajadores estadounidenses se redujeron, en igual periodo, en un 3.2 por ciento (equivalente a 6,7 días de trabajo sin remuneración).

“Mientras los ejecutivos nos dicen que necesitamos mantener los salarios bajos, ellos mismos y sus accionistas se están embolsando cantidades desorbitadas, La mayoría de las personas trabajan más tiempo por menos dinero, y no pueden hacer frente al aumento del coste de la vida. Años de austeridad y ataques a los sindicatos han ensanchado la brecha entre los más ricos y el resto de la población. En un día en el que deberíamos celebrar a la clase trabajadora, esta flagrante desigualdad resulta a la vez alarmante, y tristemente, nada sorprendente”

Amitabh Behar, director ejecutivo interino de OXFAM Internacional 

NO al sindicalismo

Tal como analizara el joven comunista cubano Julio Antonio Mella, en el ya lejano 1927: “Entre el capitalista que todo lo puede esperar hartado y el trabajador que nada posee fuera de la mercancía de su cuerpo, no es posible, cuando se ponen frente a frente, que los dos sean igualmente libres. De aquí surge la injusticia en la producción y el consumo de las riquezas sociales.”

Pese a las crecientes disparidades en los ingresos, la baja en el nivel de vida y la pérdida de derechos laborales, los obreros estadounidenses están cada vez menos sindicalizados.

A la élite de poder imperial y sus grandes corporaciones no les interesa una clase obrera organizada. Le tienen miedo y hacen todo los posible por evitarlo.

Ya desde la década de los 70 se vislumbraba este nefasto devenir. En abril de 1970, la revista Business Week publicaba: “El país no puede darse el lujo de ceder a las reivindicaciones de los trabajadores (…) La negociación colectiva, ¿corresponde aún a la negociación o se ha transformado más bien en una suerte de chantaje ejercido por los sindicatos?”

Un año después, otro órgano ideológico de la plutocracia, la revista Fortune, atacaba frontalmente a los sindicatos: “Autorizados a organizarse como ejércitos, los sindicatos recurren a la coerción y a la intimidación y no vacilan en desestabilizar toda la economía para alcanzar sus fines…La cuestión ya no consiste en saber si hay que reprimir o no esta avanzada, sino en cómo hacerlo. Es esencial comprender que el poder del sindicalismo no es una necesidad natural. Su existencia depende, en efecto, de toda una serie de excepciones y privilegios que el Gobierno otorga a los sindicatos, a fin de erigirles una especie de santuario sin parangón en nuestra sociedad. Nuestra misión es derribar ese santuario”.

Así lo han venido haciendo desde entonces las grandes corporaciones, a base de prohibiciones y chantajes. Por un lado han impedido la creación de nuevos sindicatos y, por otro, han obstruido el aumento de la membresía de los sindicatos existentes; a la vez que han realizado una cuidadosa operación de “enjuague ideológico” que haga desaparecer a la vista del obrero explota el concepto de clase.

Un almacén de Amazon en Staten Island en mayo de 2020. Foto: Hiroko Masuike / The New York Times

Amazon, una de las grandes triunfadoras de la etapa pandémica, impide por todos los medios posibles la sindicalización de sus trabajadores. Sólo en EE.UU. el gigante del comercio electrónico tiene 1.1 millones de empleados, que sufren de jornadas laborales excesivas, bajos salarios y condiciones inadecuadas de trabajo.

Pero cuidado con plantear exigencias. En el 2020 algunos ingenieros y mozos del almacén e unieron para exigir que Amazon mejore las condiciones de trabajo para todos. En su apoyo acudieron otros como la trabajadora tecnológica Emily Cunningham. “Cuando los colegas de almacén nos pidieron apoyo para obtener mejores protecciones contra el coronavirus, supimos que teníamos que hacer algo”, dijo en un comunicado días después de ser despedida de su puesto de trabajo. “Este es el momento de preocuparse profundamente el uno por el otro. Tenemos que hacer todo lo que podamos para apoyar a los trabajadores en primera línea, ahora más que nunca ”, agregó Cunningham en su declaración.

Consta que Amazon ha utilizado especialistas anti sindicatos durante dos décadas con los que consiguió derrotar iniciativas como la de Virginia en el 2016. Incluso, según documentos internos obtenidos por Vice , echó mano de la histórica agencia de seguridad Pinkertonpara frenar en el 2020 el movimiento sindical en Whole Foods, supermercado físico que adquirió la plataforma digital.

Las corporaciones dedican dinero a batallar contra los sindicatos. Cifras de 2021. Fuente: EPI

Mientras tanto, el dueño de la compañía Jeff Bezzos, llegó a ser en el 2020 el hombre más rico del mundo y su fortuna ha seguido creciendo, pese a la dote multimillonaria que tuvo que darle a su exesposa tras el divorcio. El Consejero Delegado de Amazon, Andy Jassy, recibió en 2021 una compensación por 212.7 millones de dólares, lo que equivale a 6474 veces el salario medio de los trabajadores de la empresa.

Uno de los empleadores privados más grandes de Estados Unidos y una de las compañías de ganancias más voluminosas, WalMart, tampoco acepta la constitución de sindicatos en sus miles de mercados por todo el país.

“Los trabajadores de WalMart no tienen virtualmente ninguna posibilidad de organizarse ya que deben hacer frente a las injustas leyes laborales estadounidenses y a una compañía gigantesca que está dispuesta a hacer casi cualquier cosa para mantenerse libre de sindicatos,” señaló Carol Pier, investigadora sobre derechos laborales y asuntos comerciales . “Este doble golpe demuele el derecho de los trabajadores a formar y a afiliarse a sindicatos.”

A los gerentes de las tiendas se les exige que llamen a la Línea Sindical de Wal-Mart en la oficina central cuando los trabajadores intentan organizarse. La compañía responde enviando su Equipo de Relaciones Laborales casi inmediatamente para frustrar los esfuerzos de sindicalización.

A los trabajadores se les informa sobre las terribles consecuencias que trae la formación de sindicatos y se les enseñan videos que dramatizan el mensaje. La constante prédica antisindical de Wal-Mart crea un clima de miedo en sus tiendas de los Estados Unidos. Muchos empleados están convencidos que sufrirán consecuencias graves si forman un sindicato, en parte porque no escuchan posturas pro-sindicales. Muchos temen, incluso, que si desafían a su poderoso empleador organizándose, podrían sufrir represalias, incluso despidos.

Es el clima que acomoda a la dinastía familiar Walton, propietaria mayoritaria de Wal-Mart, que sólo en el 2022 recibió dividendos por la friolera de 8 500 millones de dólares.

Estos dos grandes emporios no son los únicos que laceran el derecho a sindicalizarse. También lo hacen Apple, Meta, Starbucks, Estee Lauder y muchos más.

Haciendo lo suyo

El Gobierno al servicio de las corporaciones también hace lo suyo.

El 16 de diciembre de 2019, en una resolución aprobada por 3 a 1, la Junta Nacional de Relaciones Laborales de Estados Unidos (NLRB) dictaminó que los empleadores del sector privado miembros de la NLRB pueden prohibir algunos emblemas de sindicatos. Dicha resolución dificultará aún más que los empleados apoyen abiertamente las campañas de sindicalización mientras se encuentren en su lugar de trabajo. Asimismo, contradice directamente un precedente que tiene 75 años y que se estableció en el juicio de 1945 “Republic Aviation Corp. contra la Junta Laboral”.

A principios de ese mismo año, la NLRB limitó la capacidad de los activistas sindicales de repartir folletos, recabar información o solicitar ayuda en la propiedad de un empleador, incluso si dicho empleador ya hubiera dado permiso para que otras organizaciones lo hicieran. La ley estipula desde hace décadas que un empleador no puede discriminar prohibiendo los mensajes sindicales si permite a otros grupos distribuir o recabar información en su propiedad. Sin embargo, la NLRB redefinió el término “discriminación” del modo más restrictivo posible, por lo que los empleadores ahora pueden permitir que un grupo acceda a sus propiedades y prohibírselo a otros, incluidos los sindicatos. En este caso en concreto, no permitieron que un sindicato recogiera firmas para una campaña, pero sí dieron acceso al Ejército de Salvación para que pidiera contribuciones (Kroger Limited Partnership, 368 NLRB nº 64, 2019).

Además, en el caso de Caesars Entertainment, la NLRB reveló que el casino no había incumplido la ley al prohibir a sus empleados utilizar las direcciones del correo electrónico de la empresa para recabar «información no relacionada con su trabajo”. Para obstaculizar la posible sindicalización a través de dichas plataformas, la junta derogó una resolución de la época de Obama que protegía el derecho a compartir información sobre»salarios, horarios o condiciones laborales" mediante el correo electrónico de la empresa.

Caesar Palace en Las Vegas, el centro de los negocios de Caesar Entertaiment. Foto: Toamda de Trip Advisor

Por último, en una resolución de 2019, la junta cambió las normas sobre el acceso a los espacios públicos no laborales dictaminando que un hospital podía prohibir a un enlace sindical hablar con las enfermeras en la cafetería del hospital, aunque dicho espacio estuviera abierto al público (UPMC, 368 NLRB nº 2, 2019).

El caso de Kumho Tires es representativo de los incensantes intentos por parte de los empleadores estadounidenses de amenazar y despedir a los trabajadores que intenten organizar sindicatos. Kumho Tires, una multinacional coreana, gestiona una fábrica en Macon (Georgia) con alrededor de 325 empleados. En 2017, el sindicato siderúrgico United Steelworkers (USW) inició una campaña de sindicalización. Los principales asuntos en este lugar de trabajo son la salud y la seguridad, así como la falta de transparencia sobre los beneficios y los ascensos, entre otros. Más del 80% de los trabajadores firmaron tarjetas en las que manifestaban que querían un sindicato.

El día después de que el sindicato presentara la solicitud de elecciones ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales, la compañía contrató a una empresa rompe-sindicatos y se gastó cientos de miles de dólares en ataques a la reputación del sindicato siderúrgico (al menos 373.000 USD en 2017 y 2018). Emplearon a siete rompe-sindicatos a tiempo completo. Los trabajadores fueron obligados a asistir a reuniones antisindicales diarias que duraban varias horas y donde los directores les amenazaban con que la fábrica recién inaugurada se vería obligada a cerrar si votaban a favor del sindicato. Asimismo, los trabajadores también fueron obligados a asistir a numerosas reuniones antisindicales individuales. La empresa creó una página web antisindical que incluía un mensaje del alcalde de Macon en el que les instaba a votar contra el sindicato.

En las elecciones, celebradas el 12 y 13 de octubre, los trabajadores votaron 164 en contra y 136 a favor de la representación sindical. El 17 de octubre, la empresa despidió a Mario Smith, uno de los líderes de la campaña de sindicalización.

Hoy en día, poco más del 10 % de los 159 millones de trabajadores en los Estados Unidos están afiliados a sindicatos. En el gigantesco sector privado estadounidense es apenas el 6% de los empleados. En 1965 esa cifra llegaba al 30 por ciento.

Es el resultado de un paulatino proceso de ataques y desmontaje del sindicalismo estadounidense para favorecer a las élites de poder en su actuar procaz, sin oposición y sin frenos.

Atisbos y perversidades

Aunque según la encuestadora Gallup, un 68% de los estadounidenses se muestra favorable a los sindicatos, el 1% que decide sigue diciendo que NO.

Estados Unidos de América no ha ratificado ni el Convenio nº 87 sobre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación (1948) ni el Convenio nº 98 sobre el derecho de sindicación y de negociación colectiva (1949).

Pese al intento de sectores demócratas de asegurarse el apoyo de los sindicatos, presentando la llamada Pro Act, destinada a proteger los derechos de sindicalización, no ha podido ser aprobada en el Congreso de los EE.UU y lo más probable es que quede en papel mojado. Las grandes corporaciones, que pagan buena parte de las campañas electorales del estamento político, están ejerciendo su control y su defensa de clase.

Aunque se hacen notar algunos atisbos de rebeldía, como las batallas por crear sus sindicatos de trabajadores neoyorkinos de almacenes de Amazon, o de los salariado de dos cafés de Starbucks en Búfalo, o las de las enfermeras del hospital St. Luke en New Bedford, lo cierto es que son gotas de estremecimiento en medio de un panorama escabroso para el sindicalismo estadounidense.

Lo perverso es que los obreros desunidos o los desempleados, cegados por el descontento y privados de estructuras organizativas, terminen apoyando a las fuerzas más retrógradas, como las lideradas por Trump para ganar la Presidencia en 2016. “Mientras se extiende el descontento popular contra esta desigualdad, la movilización ultraderechista y neofacista juega un papel crítico en el esfuerzo de los grupos dominantes por canalizar dicho descontento hacia el apoyo a la agenda de la clase capitalista internacional”, alertaba en La Jornada el Profesor de Sociología William I. Robinson, de la Universidad de California en Santa Bárbara.

Lo cínico es que Estados Unidos, uno de los países con menos derechos de sindicalización y menor tasa de trabajadores organizados del planeta, intente erigirse en juez de los derechos laborales en el mundo.

Fuentes consultadas:

Se han publicado 7 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • RobertoGG dijo:

    Recuerdo un documental estadounidense muy bueno sobre este tema. Se llama "Desigualdad para todos".

  • Jorge Alberto Nieto D´ Mambío dijo:

    espantoso¡¡¡¡

  • frank dijo:

    El día que el salario de un obrero en cuba supere al de la nación que tanto criticamos entonces tendrá sentido leer este aticulo

  • JOSE fernandez dijo:

    Periodista,se ha preguntado porque las empresas privadas,los empleados estatales estan sindicalizado en su mayoria,le temen tanto a los sindicatos..Acaso sera porque hacen el trabajo para el cual se crean los sindicatosque no es otro que exigir aumentos salariales,condiciones idoneas de trabajo,seguro medico,vacaciones pagadas etc etc.Quien le escribe fue sindicalista y si desea le explico como funcionan las relaciones con las administraciones

  • Amador dijo:

    Randy tiene razon. Yo no tengo derecho a vacaciones, ni dias de enfermedad, puedo ser despedido de un dia para otro sin aviso. Porque soy un self employment. Trabajo para un dueño. Pero nos pagan muy bien. Ojala en Cuba puedan entender lo importante que es la dignidad que da el trabajo cuando te permite con lo que eres pagado llevar una vida donde tus necesidades basicas y mucho mas pueden ser cubiertas sin sobresaltos.

  • amado dijo:

    Será porque es el único país donde el sueño americano es posible o porque los "trabajadores explotados" pueden con su salario mantener su familia y ayudar a la de cuba?, O porque un médico un ingeniero un maestro no tiene que robar en su centro de trabajo para darle de comer a sus hijos. Pofavar!!

  • roberto dijo:

    Y cuando van a subir el salario en Cuba y permitir el derecho a huelga sindical.

Se han publicado 7 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Randy Alonso Falcón

Randy Alonso Falcón

Periodista cubano, Director General de IDEAS Multimedios y del portal web Cubadebate, el sitio Fidel Soldado de las Ideas y del programa de la Televisión Cubana "Mesa Redonda". Dirigió otras publicaciones cubanas como Somos Jóvenes, Alma Mater y Juventud Técnica. Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez en TV en 2018. Ha ganado diversos premios en el Concurso Nacional de Periodismo 26 de Julio. En Twitter: @RandyAlonsoFalc

Vea también