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Preparar bien la tierra ahorra tiempo, desengaños y riesgos

Por: Ortelio González Martínez 
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La tristeza de los cítricos no tuvo fuerzas para llegar a la finca El Placer. Foto: Ortelio González Martínez.

La tierra es generosa. Lo pensó siempre, desde que era niño y desandaba los lugares más intrincados junto a su padre. Toda operación, leyenda o verso terminaba en la tierra, porque una de las aptitudes más reconocidas de Martín Alonso Gómez (Martincito, en Ciego de Ávila y más allá) es la de ser buen bailador y excelente juglar, con una memoria puesta a prueba en cualesquiera de los tiempos, desde aquel niño inquieto que leía a Martí, técnico medio en Metrología en magnitudes mecánicas; más tarde, combatiente en la República Popular de Angola, hasta campesino con sombrero alón, porque “los arbustos, los gajos del monte tumban las gorras”.

Con la frase martiana “tierra, cuanta haya debe cultivarse, y con varios cultivos, jamás con uno solo”, recibe a su interlocutor en la finca El placer, un remanso de paz y un imperio de trabajo, escondida entre árboles, frutales y fértiles tierras, casi al lado del memorial Lázaro López, donde el 30 de noviembre de 1895 se fundó el Ejército Invasor.

Y por ahí mismo inicia la conversación, porque la historia de Cuba le fascina. La entendió cuando estudiaba y la cuenta ahora con la pasión de estar viviéndola.

Cuando habla mueve constantemente las manos, haciendo gestos pequeños, inconclusos, que termina con la frase más inesperada.

“¿Sabes que fue en Lázaro López donde Máximo Gómez pronunció la histórica arenga y que allí, el día de la formación del Ejército Invasor se reunieron, por única vez, 11 generales (cinco de ellos mayores generales) y Salvador Cisneros Betancourt, presidente de la República en Armas?”

Le comento que lo sé, pero no he venido a hablar de historia, sino de cómo labra la tierra, cómo es capaz de sacarle los frutos y atender los proyectos para producir más y más, “y más, como lo demanda el país, pero golpean las escaseces y faltan algunos recursos”, afirma, no sin aclarar que, si no hablamos de historia, tampoco hablaremos de cómo labra la tierra.

“Trato hecho”, le comento.

Junto al padre, su mejor ejemplo. Foto: Ortelio González Martínez.

La tierra, convertida en aula, se encargaría de formar al muchacho de tal modo que, luego de transitar por todos los escalones de la empinada cuesta agrícola, llegó a dirigir la agricultura majagüense, y la comercialización de cítricos en Ceballos, para finalmente convertirse en uno de los campesinos que más frutos le continúa sacando a una finca familiar, recibida en usufructo por su padre.

Conocida la historia y la manera de hacer de Martincito, cualquiera acepta que es un campesino de vocación. Ello explica que sea uno de los mejores productores de alimentos en la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Reinaldo Maning, en el municipio avileño de Majagua, y su nombre suene familiarmente a quienes leen periódicos y oyen la radio.

Su manera de hacer, de “irles arriba a los problemas”, sin justificaciones, y esa vocación de saltar sobre lo imposible, explica que desde el principio su presencia en el campo no se haya concretado solo en brazos laboriosos, si no en cabeza activa, creadora, que procura conocer las técnicas de los cultivos, ya sea mediante la conversación con el más humilde de los obreros, el más encumbrado ingeniero o mediante la lectura de un folleto o un libro, porque Martincito es un lector voraz y por su manos pasaron La biblia, Don Quijote de la Mancha, Harry Potter, Citas del presidente Mao Tse-Tung, las Obras completas de José Martí, Un grano de maíz, y Reto a la soledad, de Orlando Cardoso Villavicencio, el que más le agrada y le es más familiar, quizá por la buena relación con el héroe o por haber luchado en Angola.

Tres machetes, cuatro o cinco guatacas y un corazón en el medio del pecho fue lo que necesitó para declararles la guerra a los marabuzales, zarzas, guizazos de caballo y maniguales que infectaban la tierra, y como “tierra infectada no da comida, levanté los brazos y, con esfuerzo familiar y de unos pocos trabajadores, les metí el diente a las 16 hectáreas y hoy las mantengo en producción de frutas y vegetales todo el año”, asevera.

Quienes visitan la finca se asombran ante lo que, en verdad, debiera ser norma en todas las áreas cubanas concebidas con ese fin: la presencia de mango, guayaba, mamey, marañón, frutabomba, canistel, granada, toronja, naranja, mandarina, limón, guanábana, cereza, coco, plátano fruta, ciruela, piña, tamarindo, melón…

“Nada de frutas exóticas, como suelen llamarlas, porque no son abundantes en los campos de Cuba. Esa palabra de exóticas la tengo prohibida en mi finca. A decir verdad, creo que quien no las siembra, no las recogerá. No sembrar el campo de frutas, de productos, es un crimen, más ahora, en tiempo de escasez. El pueblo necesita alimentos”.

Ni corto ni perezoso, en marzo de 2020, en un intercambio con el Comandante José Ramón Machado Ventura, le dijo a teatro lleno:

“Comandante, nosotros, los guajiros de nuestra CCS, enviamos en 2019 más de 800 toneladas de 40 variedades de productos al polo turístico Jardines del Rey, y este año nos proponemos llegar a las mil toneladas”.

La palabra no se empeña

Cada 17 de mayo, Día del Campesino, una cruzada de música campesina invade El Placer. Foto: Ortelio González Martínez.

Lo que este guajiro cultiva en una zona intrincada del municipio de Majagua no solo va al turismo. Sus producciones y las de otros asociados de la Reinaldo Maning también llegan a Acopio, a Frutas Selectas, al llamado combinado de cítricos de Ceballos, al mercado de Lázaro López (comunidad cercana a su finca) y a la feria que organiza Majagua.

La filosofía de no detenerse marca el paso de este hombre, que ya tiene en producción una minindustria, fruto del esfuerzo propio y del Proyecto de apoyo a una agricultura sostenible en Cuba.

¿Todas esas bondades hacen que usted vaya en ventaja con respecto a otros campesinos?

–Las bondades no caen del cielo, ni llegan por arte de magia. Pienso que, pese a la falta de recursos, se ha sido flexible con quienes han pedido tierra para trabajarla.

¿Cuál es el modelo que emplea para controlar el trabajo?

–Estando al tanto de todos los problemas y adelantándome a ellos.

¿Cómo usted dirige a los demás para obtener esos buenos resultados?

–Dirijo como un amigo más, como un hombre que entiende los problemas del otro. Quienes están a mi lado saben que pueden contar conmigo para lo que sea. Jamás he dejado de tender una mano.

¿Qué significa el trabajo en su vida?

–Todo lo que tengo me lo ha dado el trabajo.

¿Y la moral?

–Debe ser como el carné de identidad; el reflejo del actuar honesto en la vida.

¿Y el amor?

–Lo mueve todo.

¿Y la felicidad?

–Es algo que viene y va; algo transitorio.

¿Y el dinero?

–No lo es todo. Vale más un millón de amigos que un millón de pesos.

¿Y la Revolución?

–Es mi madre.

Fiel a la frase martiana "Tierra, cuanta haya debe cultivarse, y con varios cultivos, jamás con uno solo". Foto: Ortelio González Martínez.

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  • Heylin Callejas Pérez dijo:

    Me parece excelente la labor que ha realizado este hombre durante toda su vida y todo lo que ha logrado. Además de ser un exitoso campesino y agricultor es una maravillosa persona y un maravilloso padre. Muchos éxitos en este año

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