Sara, los inciertos caminos de la eternidad
A diez años de la desaparición física de Sara González.
Ni en mis peores pesadillas me vi escribiendo sobre Sara algo que no podrá leer. Cada texto, cada verso, cada canción y hasta mis especulaciones literarias más disparatadas encontraban en ella abrigo y entusiasmo. Me llamó Amaurito siempre, así, con el diminutivo de la terneza y como solo lo hacía un par de miembros de mi extinguida familia. La Gorda también podía ponerse difícil pero con todo, hierática, seguía diciéndome Amaurito, porque aquellos imberbes desencuentros, en vez de lacerar nuestra profunda amistad, la lanzaba a ese intangible confín donde el amor perdura por inexplicable.
A Sara primero la escuché y muy pronto nos vimos allá por los inicios del año 1972. Fue en la intersección de las calles 23 y 12 en El Vedado. Ya ambos trabajábamos en el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos) y dos horas después de aquel frugal vistazo nos acercamos, la juventud alberga esas espontaneidades, como dos gladiolos tropezando en un espeso jardín. La Gorda, que entonces no lo era, vestía un pullover verde que se posaba juvenil sobre un jean de discreto terciopelo negro, tenía el pelo muy largo, lacio y claro, y unos ojos que emulaban el azul veraniego del mar. Su porte y carisma eran impresionantes. Luego de aquel topetazo, jamás nos separaríamos durante 40 años.
Vivía, lo supe temprano, en un humilde apartamento de Marianao junto a sus padres Berto y Rosa. Por esa estrechez doméstica, era común que se pasara meses conviviendo en nuestra casa, porque si mi extravagante familia estuvo alguna vez de acuerdo fue en que todos festejábamos y necesitábamos de la presencia de Sara, de su música, su voz, su risa, su sentido del humor tan criollo, su equilibrio y su amor por lo que vale la pena amar... y lo que no.
Ya en 1974 La Gorda comenzó a llevar su arte, cada vez más depurado y profesional, por Europa. De Italia me trajo como regalo, con el exiguo viático que le dispensaba su auspiciador, mi primer jean, “¡no muy escandaloso para que no te critiquen, Amaurito!”, me dijo entre carcajadas. Así comencé a valorar una de las virtudes que con el paso de los vientos sería su mayor tesoro; la generosidad. Una generosidad que muchas veces provocó que su Ángel de la Guarda trabajara horas extras. Sara era un ser que combinaba agudeza con ingenuidad y eso le propició más de un traspiés en el cotidiano trasegar de los días.
Grabamos nuestros respectivos y primeros discos entre 1975 y 1976. Recuerdo las decenas de llamadas telefónicas diarias cantándonos los temas y sugiriéndonos cuál debíamos grabar. Sara sufría por entonces las incomprensiones de las primeras pasiones, fui confidente de sus vicisitudes por sentirse y amar “diferente”. Presentía, y me congratulo por ello, de que en mí encontraría al cómplice que su alma necesitaba con urgencia y que mi mesura, nada común por entonces, defendería hasta los límites del socorro.
Durante décadas viajamos, cantamos, grabamos, bebimos, fumamos, jugamos dominó, un juego que le apasionaba (era muy competitiva). Discutíamos sobre lo humano y lo divino; sexo, política, lealtades, de los errores nuestros, porque supimos desde muy temprano que la amistad es un sentimiento que puede crecer también en la duda.
Sara fue una cubana que disfrutó de la música toda, nunca excluyente, se asomó tanto al son como al rock, hizo pop, cantó baladas y boleros, y grabó fonogramas que escapan a cualquier discriminación de géneros.
Siendo profundamente anti-dogmática y martiana jamás se dejó etiquetar como miembro de partido alguno, su signo político era La Patria y todo lo que de ella se deriva. Amé su consecuencia y la admiré por ello. Fue por eso, o también por eso, que se convirtió en mi mejor amiga.
Cuando enfermó, Peti (mi esposa) y yo la visitamos en el hospital con inalterable frecuencia y allí, siempre Diana, la compañera de su vida. Con el fallecimiento, no por esperado menos duro, perdí una parte de mí ya irrecuperable.
En el altar donde guardo y reverencio a los que me faltan está su foto y el último inhalador que utilizó para aquel asma, que invasiva, no dejó de atormentarla jamás.
Sus cenizas, a petición propia, fueron depositadas en el mar frente a La Habana que idolatró y a veces pienso, cuando sumerjo mi cuerpo en las cristalinas aguas de la Isla, que sus ojos me rozan y que en los restos del salitre apuntalado por el sol del Caribe La Gorda me acompaña. Entonces, por un instante, la repienso, miro al cielo, y navegamos juntos los inciertos caminos de la eternidad.
En video, Entrevista a Sara en Con 2 que se quieran
En video, Sara González: Girón, la Victoria
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Gracias Amaury por contarnos esta historia ya íntima.Actuslmente resido en España pero por mis 72 años disfrute y disfruto su música de Sara,la de Silvio,la tuya y tu lindo programa que tenías en la TV,hoy sigo a buena FE porque como dice Habana de Primera, Aunque Cuba esté como esté y la calle está que arde cubano sigue pa Lante.. C baba soy y la música de aquellos tiempos para un cubano de verdad,fue nuestra década prodigiosa.Felicidades, gracias y que Dios te bendiga siempre,cuando converses con Sara en el infinito, con Consuelo tu madre ,envíales de mi parte un beso grande hasta que un día nos encontremos.Gracias.
La recuerdo con nostalgia. Gracias por tan lindo artículo.
Gracias por su comentario sobre Sara. Me agradó por lo amable y real de la información dada.
Grande ser humano 100% cubana que descanses en paz sarita
Amaury te he admirado siempre, por esa manera tan bonita de escribir, y expresarte en cada texto, intervención pública o televisiva. Cuando hablas de Sara se te desprende el sentimiento, te quedas vacío. De ella nos quedan su maravillosa voz, sus canciones y como bien dices ese amor y entrega a nuestra Patria.
Sara eterna y en los corazones!!! Gracias Amaury!!!
Yo no soporto a amaurito pero este escrito me encanta
Gracias Amaury, una vez más. Es difícil ver algo que has escrito y no leerlo, muy bonito y conmovedor. Siempre con esa manera tan sincera de escribir nos regalas algo que nos toca los sentimientos. Nos trajiste o nos llevaste a Sara. Saludos.
Recuerdos y memoria que no c olvidan y perduran en el tiempo y nuestra memoria .amor verdadero de cubano
Precioso lo escrito por ti , nuestro Amaury sentidas palabras, eres genial comunicador como tú mamá
Sara irrepetible, buena persona en todos los sentidos
Bello escrito lleno de amor como tus canciones, si es posible AHORA LA AMAMOS MAS.
Gracias Amaury ese programa con DOS....atesora lo más genuino de nuestra intelectualidad.
ES OBLIGADO RETOMARLO PORQUE QUEDA MUCHO BUENO AUN POR VER. GRACIAS AMAURY.
Emocionante tu recuerdo. Del latín "re cordis", "volver a pasar por el corazón ".
Por el año 85 u 86 tuve la suerte de verla y sentirla cantar aquí, en Montevideo. Vino con Pablo Milanés. Los dos cantaron casi 4 horas. Inolvidable.
A ti Amaury, nunca tuvimos la suerte de tenerte por aquí. Nunca es tarde...
Saludo afectuoso desde el sur.
Parabéns a Amaury por nos regalar este texto
Tão lindo. Homenagear a Sara - nuestra gorda com esta entrevista maravilhosa. Claro que Sara es lá Patria con su risa, su determinación, su encanto y su mar a cada pedacito desta REVOlUCION. Gracias por la VICTORIA. Gracias por todo que nos regalo . Te amo
Eres un crack escribiendo hombre. Gracias. Y todo por la voz de Sara sobre todo en esta espectacular canción de Silvio y Pablo.
Un hombre se levanta
Canción de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez
Un hombre se levanta
Temprano en la mañana
Se pone la camisa
Y sale a la ventana
Puede estar seco el día
Puede haber lluvia o viento
Pero el paisaje real
La gente y su dolor
No lo pueden tapar
Ni la lluvia ni el sol
Una vez descubierta
Esta verdad sencilla
O se sube a la calle
O se baja a la silla
O se ama para siempre
O ya se pierde todo
Se deja de jugar
Se deja de mentir
Se aprende que matar
Es ansias de vivir
Un hombre se levanta
Y sale a la ventana
Y lo que ve decide
La próxima mañana
Un hombre simplemente
Sale a mirar el día
Y se deja quemar
Con ese resplandor
Y decide a salir
A perseguir el sol.