Espacios de ciudad: Sancti Spíritus, cuna de leyendas y testigo del tiempo (+ Podcast)
Cual novia impaciente la tierra del Yayabo aguarda por el visitante. Quizás son sus rejas y altos ventanales, tal vez los vitrales y aleros, pudiera ser, incluso, la sensación de caminar sobre piedras centenarias.
Lo cierto que pocas ciudades en Cuba son tan medievales como Sancti Spíritus y pocas lucen unos tejados con tanto ensueño y horizonte.
Si se presta atención en el silencio de la noche, cuando la brisa arrastra serenatas, se podrá escuchar al trovador mientras canta: “Pensamiento, dile a Fragancia que yo la quiero/Que no la puedo olvidar/Que ella vive en mi alma, anda y dile así/Dile que pienso en ella, aunque no piense en mí…”
De igual forma, la herencia aborigen y la hispana, con un marcado estilo morisco y el desarrollo de rasgos criollos en la arquitectura de la ciudad la convierten, cinco siglos después de su fundación, en un ejemplo distinguido del trazado urbano de la época.
Además de la Parroquial Mayor, del puente sobre el río Yayabo y del teatro Principal, en la arquitectura de la villa destacan la antigua Sociedad El Progreso (hoy sede de la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena), la Real Cárcel; el Antiguo Palacio Valle; y la Colonia Española.
Con orgullo enarbola la ciudad las huellas de una “defensa a ultranza” contra el fuego y la violencia de hombres del mar. Cuenta el periodista Pastor Guzmán que piratas y corsarios incursionaron sobre esta tierra, impulsados por una desenfrenada codicia.
“Muchas cosas pasaron en el entonces menguado villorrio del Espíritu Santo entre la Pascua de 1665 -escribe Guzmán-, cuando fue saqueado y casi devastado por los piratas, y agosto de 1667, en que aquellos bandidos de la mar intentaron retornar a la villa para repetir sus gratificantes fechorías”.
A la par de sus probados valores históricos y materiales, la villa del Espíritu Santo también es protagonista de leyendas y tradiciones locales, consideradas dentro de lo más selecto del patrimonio intangible de Cuba.
De hecho, en tiempos pasados no hubo en los campos un lugar que no tuviera su güije. Donde existía un río, o una poza rodeada de frondosa vegetación, allí habitaba este increíble ser.
El güije espirituano representa (en el imaginario popular), una especie de misterio de las aguas. Practicante de juegos poco inocentes, atemoriza a quienes disfrutan de un baño en las apacibles aguas. El relato en torno a ellos, afirma que sirvieron en muchas ocasiones para intimidar a los niños traviesos, identificándolos con la imagen del “coco”.
Así es esta central ciudad donde se fundó La casa de la guayabera, institución que atesora la mayor colección que sobre esa prenda existe en la nación.
Guitarra en mano y “acompañados por el Trío D'Gómez”, llega Cubadebate hasta la oficina del arquitecto Roberto Vitlloch Fernández, director de la Oficina del Conservador de la ciudad.
Con un conocimiento casi enciclopédico y una energía desbordante que disfraza sus 71 años de edad, el también Máster en Ciencias nos cuenta sobre los misterios de una urbe testigo del tiempo.
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Esa historia viva del güije se la debemos a ÑÑK, la Historiadora de la Ciudad, a quien debemos y tenemos que rendir respeto porque ha sido la UNICA por años en la lucha por preservar el patrimonio espirituano. Cuando otros se fueron, ella con su lento caminar y conocimientos siguió luchando por su eterno amor.