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Lezama y Rostropóvich. Apuntes desde la redención (+ Video)

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Para Gerardo Fernández Fe, por las palabras y el aliento

LezamaLo lejano es siempre una manera de hacerle frente a las mitomanías. Para interpretar, un intento de separación puede traer consigo a la nostalgia por hartazgo, más si la separación es -en materia de deseo- inferior a la posibilidad de separarse. Es allí donde Lezama no se confía. Arremete contra el violento filo de las valoraciones a secas, de las vagancias literarias de sus contemporáneos, de la cercenada lumbre de un lenguaje común que es diezmo de un proceso histórico.

Su obra se mantiene estática, adormecida durante un tiempo ante la rampante estolidez de una vulgarización furibunda (entiéndase vulgarización como popularización, como sinécdoque de la tríada pueblo, tradición e idiosincrasia). Entiéndase estática como un malentendido. Quizás como estatismo. Lezama presupone que no es Lezama, sino José, un José desmitificado desde el nombre. Lezama niega la concepción de lo lejano, por la nostalgia como hartazgo fundamental. Un hartazgo que, bien pronunciado, podría matarlo.

Intenta resumirse en lo lírico. Nada que se resuma en lo lírico tendrá un componente afectivo poco nostálgico. Lo lírico mediante lo oscuro rubrica una doble nostalgia, un precio a pagar a priori, una intensidad a veces interpretada como arrogancia, como expresión desmedida de una Ilustración (pensada como concepto que se lanza al vacío buscando la racionalidad) que timaba al raciocinio de un proceso. Quizás la literatura de Lezama es poco tributaria, procesalmente hablando, poco subsumida dentro de un ser social que intenta sepultar algunas variantes de la nostalgia.

Pretende, además, sacarle castas a lo lascivo. Y eso no es poco. He aquí uno de los cauces de la herrumbre lezamiana. La herrumbre como consecuencia, como elemento altisonante y desollador. Es lo libidinoso una vía de entronización de la sinécdoque que admite la Revolución. Libidinoso es una palabra oscura, poco vulgar, poco perseguidora de una verdadera sinécdoque. Escribe en un cuento: “Cuando Farraluque saltó sobre el cuadrado espumoso por el exceso de almohadones, la mujer se curvó para acercarse a conversar con el instrumento penetrante. Sus labios secos al comienzo, después brevemente humedecidos, comenzaron a deslizarse por la filigrana del tejido poroso del glande”. Es este carácter quimérico, en cierta forma, elemento que lo circunda rumbo a lo pecaminoso.

Una ética que conjura a solas puede ser un detalle del cinismo más despiadado. Una moral desenfadada no está exenta de una ética que trama vincularse con la iconoclasia, siempre que se entienda a la iconoclasia como antídoto a lo retrógrado. ¿Alguien se atreverá alguna vez a calificar de iconoclasta, en un sentido cismático, a La Divina Comedia de Dante, sabiendo que no había políticas que la atravesaran como vástago circundante? Sencillamente, el poema dantesco, al menos en su primera parte, está escrito en lenguaje vulgar, y nos imaginamos lo que eso significa, pese a la relatividad y la deconstrucción de ese propio lenguaje vulgar.

Nada menos asertivo que la intuición hermética de Lezama. Una intuición casi textual para la literatura desgarradora, subrepticia en los parajes de los procesos socio-culturales que nunca quedaron descartados. En 1937, un artículo de la revista Verbum, de la cual JLL era uno de sus principales colaboradores, sostenía a suerte de manifiesto: “derrocar todo intento artístico de tendencia política, pues en este momento toda tendencia política que no sea estrictamente nacional, está forzosamente equivocada y sólo nos puede conducir a una desaparición total.” Eran los tiempos del realismo socialista en la URSS y, por supuesto, existían interpretaciones tropicales de aquel suceso.

En 1961, una frase nos arrastra méndigamente a una nebulosa: “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada.” ¿qué incluye una tendencia política estrictamente nacional, fuera de dos adverbios de cantidad lógicamente contrapuestos?¿Interpretar el todo como la nada?¿viceversa?¿cerrar filas ante la lírica y subir el telón ante la épica? En tiempos de gesta, la lírica suele transgredir, apartar visceral e ideológicamente algún que otro significado tras un manto de penumbras.

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rostropovichMstislav Leopóldovich Rostropóvich era un violonchelista ruso que había nacido en 1927. Defendió públicamente al escritor Alexander Solzhenitsyn (autor de la novela Archipiélago Gulag, implacable denuncia al estalinismo) en una carta enviada al diario Pravda en 1970. Cuatro años más tarde, el músico y su esposa se vieron obligados a abandonar la URSS al haber sido éste privado de la posibilidad de dar conciertos y trabajar. En 1978, se les retiró a ambos la nacionalidad soviética.

Un extremismo poco dialógico consumía a los dirigentes soviéticos. Poco dialógico en el sentido seudoavasallador que carcomía a la burocracia, en el aspecto rancio de su diplomacia pública. Rostropóvich se fue al Estados Unidos de Jimmy Carter, y no regresó a su país natal hasta 1990, ocasión en que fuera invitado por Mijaíl Gorbachov.

Un poco antes, el 11 de noviembre de 1989, dos días después de la “apertura” del Muro de Berlín, interpretaba delante de sus ruinas mientras aún la gente lo demolía, la Suite No. 2 para violonchelo de Johann Sebastian Bach. El músico ruso tenía 62 años, cinco menos que la Unión Soviética, y veintidós más que la República Democrática Alemana.

La insatisfacción de redimirse puede ser paroxística, incluso si las personas que lo rodean a uno se hallan entre la estupefacción, el brindis, el sopor, o la recogida de ladrillos. Ladrillos que no son más que una metonimia ansiada, una catarsis frívola por la superación de algo. Algo como elemento intermedio entre el todo y la nada.

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Lezama fallece en 1976. Tenía cuarenta y nueve años más que la Revolución Cubana. La insatisfacción de redimirse puede ser paroxística, incluso si los procesos lo confinan a uno. Confinar como síndrome de un quinquenio. Quinquenio gris (aunque en el caso de JLL podría hablarse hasta de pre quinquenio) que no es más que una metonimia pictórica de algo. Algo como elemento intermedio entre el todo y la nada.

Vea acá el video de Mstislav Rostropóvich tocando el cello en el Muro de Berlín

Se han publicado 4 comentarios



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  • René Camilo dijo:

    El texto es un reto para el entendimiento del lector. Pero solo de los retos se obtiene el placer

  • luis orlando molina reinaldo dijo:

    de lenguaje furibundamente denso y artificiosa complejidad,no es menester el uso draconiano de la norma culta de nuestro idioma para mostrar cuan erudito se es

    • René Camilo dijo:

      Me parece que el anterior comentarista empleó una tautología de sí mismo para condenar lo que critica. Como el buen vino, lo importante es quedarse con el aroma del texto, no bebérselo de un trago...

  • Nor1 dijo:

    por supuesto que el que no sepa de que se esta hablando no entendera nada. primero que todo debe entenderse (conocerse) lo que se refiere al "quinquenio gris" que fue mas que un quinquenio realmente antes y despues para entonces llegar al analisis correcto. muchas gracias.

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Aynel Martínez Hernández

Aynel Martínez Hernández

La Habana, 1992. Periodista cubano. Graduado en 2016 en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. En twitter: @Aynel92

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