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La otra relatividad

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Años atrás, al llegar a Angola, en el aeropuerto, un médico nos recibió con una charla y una alerta: "En otros lugares los mosquitos molestan, aquí matan porque trasmiten el paludismo. Por culpa de la pobreza ─sentenció─ aquí todo es peor". Aunque duras, sus palabras eran sabías.

A las crisis económica, energética y ecológica, el Tercer Mundo suma la pobreza, el hambre, la  ignorancia, la exclusión y el atraso institucional que forman parte de una entidad mayor, descrita mediante una eufemística metáfora como "crisis estructural" que, en Asia, Africa y América Latina se expresa con perfiles propios. En conjunto, estas circunstancias forman un "nudo gordiano" que impide avanzar y habría que desatar al estilo de Alejandro  Magno٭.

Lo que para los países capitalistas desarrollados son "turbulencias" que molestan sin matar, para los africanos significan hambrunas masivas y letales y para cientos de millones de asiáticos y latinoamericanos el aumento de los niveles de desempleo, pobreza, miseria y hambre. Para los ricos, crisis es una palabra desagradable y para los pobres, una tragedia.

Crisis significa que habrá más niños y mendigos en las calles y más enfermos sin asistencia médica y sin medicamentos, crecerán las favelas y las "villa miseria", habrá más prostitutas y más marginados; más escolares desertarán y los pocos jóvenes pobres que lograron llegar a las secundarias y a las universidades tendrán que abandonarlas.
En todas partes la crisis económica promueve la inestabilidad y en muchos lugares la protesta, en algunos casos como ocurrió en Francia durante medio día, los camioneros condujeron más despacio y en una ciudad norteamericana acordaron sonar intermitentemente las bocinas de los autos.

En Africa no hay nada que hacer como no sea resignarse porque el daño estructural fue tan profundo y tan prolongado que sus posibilidades quedaron anuladas. Excepto excepciones y coyunturas, no hay allí fuerzas organizadas, líderes ni cultura política para rebelarse y cuando, movidos por un hambre atávica se lancen al asalto de mercados y palacios, serán reprimidos con la misma brutalidad con la que quinientos años atrás fueron cazados como fieras,  vendidos como animales y explotados como a bestias en las plantaciones del Nuevo Mundo.

En Latinoamérica donde hubo algunas posibilidades de desarrollo, los destacamentos anti motines están listos para salir a reprimir las protestas populares. La paradoja es que, precisamente los gobiernos que asumen actitudes positivas en defensa de la subsistencia de los pueblos, como ocurre en Venezuela, Bolivia y Ecuador, son demonizadas por los imperialistas, los países ricos y los oligarcas nativos, también ricos, a los que no les importa ni les conmueve el destino de las mayorías.

El pecado mayor y a saber el único que se imputa a Chávez, Correa y Morales es trabajar por rescatar las riquezas nacionales y ponerlas en función de los intereses de la Nación, hecho que a pesar de ser juzgado como una medida extrema y radical, es apenas un primer paso para abordar con criterio realista la solución de los problemas de la pobreza y el subdesarrollo. Sin ese paso, nada podrá hacerse.

En la medida en que las reglas de funcionamiento del capitalismo neoliberal implantado en América Latina impide a los estados modificar el régimen de propiedad de la tierra en manos de las oligarquías terratenientes y de empresas extranjeras, los intereses del capital extranjero que controlan los recursos naturales son intocables, no es posible utilizar las reservas financieras en poder de los bancos centrales y, en nombre del libre comercio, no se protege la industria, la agricultura y el comercio nacional de la competencia abusiva de las naciones ricas, resulta imposible resolver ninguno de los problemas que aquejan a nuestros países.

La verdad es una sola: excepto allí donde se combate y se lucha, se reta el status quo y se desafían las reglas impuestas por los imperios y las oligarquías y se asumen por los gobernantes y los pueblos los riesgos que ello implica, no hay ninguna esperanza ni la más mínima posibilidad de administrar ninguna de las crisis que afectan a nuestros países.

Nadie debe ser engañado: las burguesías nativas y las oligarquías, asociadas al capital extranjero, conocen las crisis, comprenden su peligrosidad y trabajan para salvarse, no con cada país y con cada pueblo, sino a sus expensas.

٭ Cuentan que en un pueblo de la Grecia antigua, aquel que desatara un complicado atado, llamado "Nudo Gordiano" se convertiría en gobernante. Después de que muchos de sus hombres fracasaron, Alejandro Magno desenfundó su espada y con un soberbio tajo cortó el nudo.

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Jorge Gómez Barata

Jorge Gómez Barata

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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