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Como un ataque de histeria

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Parecería un ataque de histeria lo que sufrió el presidente de los Estados Unidos el viernes 7 de marzo en el acto por el aniversario del derribo en aguas jurisdiccionales cubanas de dos avionetas militares estadounidenses tripuladas ambas por activistas de una organización terrorista que opera en el estado de la Florida.

Bush explotó de amarga indignación, según las informaciones de los periodistas que cubrieron el acto, contra los gobiernos de sus aliados que no le siguen en sus ataques contra Cuba y distinguió a ocho países ex socialistas centro europeos orientales como "los únicos que consistentemente condenan las fechorías cubanas".

Calificó de "pequeña banda de bravas naciones" al grupo integrado por la República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia.

"Desafortunadamente -se lamentó con amargura- la lista de naciones que apoyan al pueblo cubano es demasiado corta y las democracias ausentes en esta lista son demasiado notables", dijo George W. Bush.

Es evidente que el pretendido autócrata mundial tenía en la mira de sus reproches a los gobiernos de Canadá, Latinoamérica y la Unión Europea que se han declarado partidarios de tomar la asunción de la presidencia en Cuba por Raúl Castro como un momento oportuno para romper con los prejuicios impuestos por Estados Unidos en las relaciones con la isla socialista.

Según criterio del actual ocupante de la Casa Blanca, lo que correspondería en la coyuntura actual es intensificar las acciones hostiles y la política de promover por cualquier vía el derrocamiento del gobierno revolucionario cubano que ha practicado una decena de predecesores suyos, con similares resultados fallidos.

Bush debe haber tenido en mente igualmente las noticias acerca de la visita a Cuba de Louis Michel, comisario de la Unión Europea para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria que, sin dudas, expresa la voluntad de varios gobiernos del "viejo continente" de avanzar hacia la normalización de las relaciones y establecer un diálogo político, lo que supone una rectificación europea de las posiciones que, cediendo a exigencias de Washington, han instaurado con la isla caribeña.

La denominada "Posición Común" asumida por el bloque europeo en 2003 a instancias del defenestrado jefe del gobierno español José María Aznar y el régimen checo de extrema derecha, responde a una iniciativa estadounidense contra las relaciones internacionales de la isla, alegando supuestas violaciones de los derechos humanos en Cuba por las penas de prisión impuestas por los tribunales cubanos a 75 "disidentes" asalariados de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana.

Según dijo a la agencia británica Reuters Stefano Manservisi,  director general para el desarrollo de África, Caribe y países del Pacifico de la Comisión Europea y asesor principal del Comisario Europeo para el Desarrollo, "Michel está más convencido que nunca de que la situación de inmovilismo político de la Unión Europea en este contexto de movimientos imperceptibles (en Cuba), sería un gran error y, por tal motivo, la UE debe hallar la forma de desbloquear esta situación y hacer política".

"La Unión Europea debe romper su inmovilismo y tomar la iniciativa para destrabar el diálogo político con la isla. Para eso, Michel buscará convencer en junio a los ministros del Consejo Europeo de que vale la pena eliminar las sanciones en pos de restablecer la comunicación con Cuba", agregó Manservisi.

La irritación del Presidente estadounidense puede haber tenido que ver, igualmente, con los resultados de la visita a Cuba, dos semanas antes, del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado (canciller) del Vaticano.

Tampoco resultan favorables a la política norteamericana contra Cuba, que toma como taparrabo supuestas violaciones de los derechos humanos en Cuba,  la visita el año pasado de Jean Ziegler relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación; el establecimiento, también en 2007, de un mecanismo permanente de diálogo sobre derechos humanos con España, y la adhesión de Cuba, el 28 de febrero, al Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales y al Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, tratados aprobados por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y en vigor desde 1976.

Este último acontecimiento fue de gran significación porque, según hizo ver el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque, al suscribir estos instrumentos, era notorio que Cuba no se había adherido antes a ellos pese a ser sistemático cumplidor de sus preceptos, en señal de protesta contra las brutales presiones y chantajes que venía ejerciendo el gobierno de los Estados Unidos sobre el tema, por intermedio de la disuelta Comisión de Derechos Humanos, que manipulaba a su antojo.

Debe tenerse en cuenta que el gobierno de los Estados Unidos ha manipulado, sucesivamente, un buen número de argumentos para justificar ante su propia opinión pública y la mundial, su política depredadora contra Cuba desde el triunfo de la revolución en 1959.

Su objeción al orden social socialista y la alianza con la URSS, no soportó, primero, la evidencia de sus vínculos con otros países socialistas y, posteriormente, el hecho de que dejaran de existir la Unión Soviética y el campo socialista y Cuba siguiera adelante con su revolución socialista.

Tampoco resistió la acusación de intervenir en asuntos internos de países africanos cuando los cubanos acudieron a dar su sangre y sus conocimientos por la liberación e independencia de varias naciones de aquel continente.

Se desvaneció el pretexto de que en Cuba hay un régimen impuesto, ante la clara evidencia de que en el país funcionan una auténtica democracia participativa y un sistema electoral ejemplar, que tiene como uno de sus méritos más significativos que no se parece en lo absoluto al desprestigiado modelo estadounidense.

Ver ahora como se les desmorona el pretexto de las violaciones de los derechos humanos es realmente como para enfermarse de los nervios.

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Manuel E. Yepe

Manuel E. Yepe

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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