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Que la guerra sea contra el hambre

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En la pagina 886 de un informe secreto escrito el 6 de abril de 1960 por el funcionario del Departamento de Estado I. D. Mallory, desclasificado en 1991, se consigna que el bloqueo económico que se habría de imponer a Cuba -y que se mantiene hace ya casi medio siglo- tendría como  objetivo derrotar la Revolución en Cuba "…a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas …negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno cubano …".
América Latina es la región más desigual del planeta. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y del Programa Mundial de Alimentos de las propias Naciones Unidas (PMA), en Nuestra América hay 209 millones de personas que viven en la pobreza, de las cuales 81 millones en extrema pobreza.
El 86 por ciento de esas personas pobres viven en países que clasifican como naciones de ingresos medios, a donde la ayuda oficial al desarrollo es menor que la que se destina a las consideradas de bajos ingresos. Esto trae como consecuencia una doble exclusión para ese segmento de personas pobres: aquella a que les condena el sistema social injusto en sus propios países y la que les impide el acceso a los beneficios que brinda la ayuda internacional, por motivos "estadísticos".
Los avances en cuanto a la reducción del hambre como objetivo de la ayuda internacional para el desarrollo reflejan las desigualdades clasistas que rigen en lo países de la región gobernadas por representantes de opulentas oligarquías locales devenidas cómplices del sistema transnacional de corporaciones del gran capital.
Las grandes inequidades en la distribución del ingreso que dos décadas de neoliberalismo galopante han estimulado, son responsables de las enormes disparidades que se manifiestan en el perfil nutricional de la población en América Latina. Los crecimientos que se logran no se aplican proporcionalmente entre los países del área ni dentro de cada uno de ellos.
Según datos del PMA, 4 países centroamericanos no están en condiciones de alcanzar la meta de reducir a la mitad la proporción de personas que sufren de hambre para el año 2015, uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio fijados por las Naciones Unidas.
El hambre y la desnutrición afectan a unos 53 millones (10%) de personas de América Latina y el Caribe. Casi 9 millones (16%) de niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica. Los problemas de la desnutrición crónica infantil se concentran particularmente entre las poblaciones pobres, mayormente indígenas, que habitan en las zonas rurales más aisladas o en la periferia urbana.
El hambre y la desnutrición afectan la salud, la educación, la productividad, y de manera asimétricamente mayor a las mujeres y las niñas. El hambre incita al uso insostenible de recursos naturales y a estrategias de supervivencia riesgosas para la salud y el medio ambiente
La desnutrición en niños menores de tres años impacta en todo el ciclo de la vida porque es cuando se modelan las características físicas e intelectuales para las etapas posteriores del desarrollo de la persona.
Hay también el  "hambre oculta", resultante de las deficiencias en la ingestión de vitaminas, minerales y otros micro nutrientes, que afecta el potencial de desarrollo humano y contribuye a la mortalidad y morbilidad infantil. Las deficiencias de vitaminas y minerales constituyen problemas nutricionales severos en la región, en especial las deficiencias de hierro, zinc, yodo y vitamina A. La anemia es el problema más grave y alcanza a cerca del 50% de los niños menores de 5 años.
En esta región, por efecto de la embriaguez neoliberal impuesta por la metrópoli imperial, tanto directamente como por intermedio de las recetas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los gobiernos, instados a ceder sus funciones al capital y al mercado, dieran su espaldas a la valoración de  los costos humanos y económicos para las naciones del hambre y la desnutrición. Ello repercutió en la  desatención de los programas sociales relacionados con la alimentación popular y en particular la de la infancia.
Cuba, la nación que proyectaron rendir por hambre, es la única nación del hemisferio inmune a la plaga neoliberal y fue, gracias a esa circunstancia, capaz de desarrollar, con mucha voluntad política y no obstante la limitaciones impuestas por la guerra económica, numerosos programas y proyectos que le sitúan a la cabeza de la región en este terreno.
Cuando Cuba sufrió la llamada "crisis económica de los 90" o "período especial" como resultado del reforzamiento del bloqueo estadounidense tras la interrupción de los nexos económicos con la Unión Soviética y los países socialistas europeos, se hizo sentir el hambre efectivamente en Cuba, pero las características del sistema social cubano hicieron que, distribuida entre todos por igual, el hambre pudiera ser burlada y superada en un tiempo relativamente breve.
Incluso un trabajo publicado en la revista científica The American Journal of Epidemiology por un grupo del Departmento de Epidemiología del Hospital Johns Hopkins dice haber confirmado que la reducción del consumo de calorías por la población en ese período produjo un decrecimiento de las tazas de obesidad, diabetes, enfermedades cardiacas coronarias e infarto. A ello contribuyó también el hecho de que "los cubanos también se ejercitaban más porque en vez de usar autos, caminabas y usaban bicicletas". 
Según criterios de la FAO y el PMA, Cuba está a la cabeza de América Latina en materia de seguridad alimentaria, con los niveles más bajos de desnutrición, un sistema de vigilancia nutricional y las herramientas efectivas que le permiten la identificación geográfica de las áreas con alta prevalencia de desnutrición a fin de atender los factores determinantes de los problemas de alimentación y nutrición que se presentan en estas regiones.
La Humanidad no debe aceptar que se pretenda imponer el hambre  por medio del bloqueo de naciones enteras con fines de dominación. Pero tampoco el hambre puede seguir siendo aceptada como un fenómeno natural e inevitable porque, en esencia, deriva de la misma injusta causa.
El 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, es una buena ocasión para recordarlo.

*Manuel E. Yepe Menéndez es periodista  y se desempeña como Profesor adjunto en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.
Octubre de 2007

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Manuel E. Yepe

Manuel E. Yepe

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.