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Lo que también se debe saber en Ginebra

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23 de marzo del 2005

 

Miami.-  Actualmente, cuando recién comienza un nuevo período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, cuando la prensa local trata muy  selectivamente --como también tergiversadamente-- asuntos concernientes a la violación de derechos, en Miami se desempolvan los ajuares y se da comienzo a una nueva temporada del circo de Ginebra; tiempo cuando los lobos nuevamente se disfrazan de abuelitas y comienzan las peroratas de rigor. Este año los lobos cuentan con mucha plata. Gracias a la extraordinaria generosidad de la administración cuentan, por encima de la mesa, con más de cincuenta y pico de millones de dólares para todas sus campañas anticubanas, nada menos que en tiempos de descomunales déficits presupuestarios, cuando se recortan, o se da fin, a imprescindibles programas federales de asistencia social, de salud y de educación, entre muchos otros.

En esta temporada de circo miamense la hechicería propagandística, obra del poder de Washington y de una prensa adepta, en lo que a Cuba se refiere, más que en otros momentos, resalta a cubanos traidores como víctimas; convierte en grandes hechos de represión los resultados de pequeños actos provocadores los cuales son parte de previamente coordinados planes subversivos; e ignora, como si no sucedieran, las torturas y abusos sistemáticos que han ocurrido, y ocurren, en el campamento de concentración en la base militar que Estados Unidos mantiene aledaña a la bahía de Guantánamo.  

Mientras que a los asuntos que se refieren a Miami, esa prensa tan preocupada por los derechos humanos, no menciona una palabra sobre los terroristas de la extrema derecha cubanoamericana, los más feroces de los lobos, quienes viven en absoluta impunidad entre nosotros. Inclusive, algunos de ellos, a los que esta prensa invariablemente califica como "luchadores por la libertad", han sido condenados por tribunales estadounidenses por haber cometido actos terroristas en Estados Unidos. Como tampoco esa prensa menciona una palabra sobre el estado de intimidación general --de terror-- producto de los innumerables hechos de violencia, incluso asesinatos, por décadas cometidos por esos terroristas, que han logrado conformar una situación que cohibe de manera manifiesta el estado de derecho y así el quehacer político en nuestra ciudad. Sobre eso ni una palabra.

Como tampoco, en esta temporada del circo ginebrino miamense, ni una palabra de esa  prensa tan preocupada por los derechos humanos, sobre la principal violación de derechos fundamentales que afecta a cientos de miles de cubanos residentes en Miami: las prohibiciones de viajes a Cuba puestas en vigor por la Administración Bush desde julio pasado, hace nueve meses, cuyo objetivo es imposibilitar que los emigrados cubanos en Estados Unidos puedan visitar, compartir y ayudar a sus familias en la Isla.

De acuerdo a esas nuevas regulaciones de viajes los cubanos residentes en Estados Unidos sólo pueden visitar a sus familias en Cuba una vez cada tres años. Para poder realizar esa visita, cada tres años, se requiere una licencia, o permiso, que es otorgado --a su discreción y con la inexplicable demora de varios meses-- por la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro federal.

Además, las nuevas regulaciones, para el descrédito de sus autores, determinan quién es y quién no es familia.  Para poder obtener la requerida licencia el solicitante tiene que demostrar que va a visitar a familiares en primer grado, y estos son definidos por las regulaciones como padres, hijos, hermanos y abuelos. Los padres, hijos o hermanos de crianza no son considerados familia, ni lo son tampoco, los tíos, sobrinos, primos o cualquier otro familiar.

¿Con qué derecho esta administración puede dictaminar quién es y quién no es familia, o a quién puede uno visitar en Cuba?  ¿No es insólito que esta administración, contra toda consideración moral, decida, violando derechos naturales innegables, semejantes prohibiciones?

Las nuevas regulaciones también establecen que el cubano residente en Estados Unidos autorizado a viajar a la Isla sólo puede permanecer 14 días en Cuba. ¡Catorce días cada tres años!  Además solamente puede gastar en Cuba $50 dólares por cada uno de los 14 días de su viaje. ¿Por qué  reducir a esa ínfima cifra el dinero con el que uno puede ayudar a los suyos en la Isla, dinero de uno, honradamente ganado?  Especialmente,  cuando, al mismo tiempo, la administración autoriza a compañías estadounidenses a negociar con Cuba, y a beneficiarse con la ganancia de ese comercio la cual asciende a cientos de millones de dólares?

Sobre esto ni una palabra por parte de la prensa miamense tan preocupada siempre por la violación de derechos.  Es hora que esto se sepa en Ginebra. fin

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Andrés Gómez

Andrés Gómez

Periodista cubano residente en Miami. Fundador de la Brigada Antonio Maceo, integrada por cubanos que viven en los Estados Unidos. Es el director de la Revista Areito.