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Resistencia

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Cuando las tropas norteamericanas entraron a Bagdad, casi sin oposición alguna, mucha prensa internacional, e, incluso, analistas, vaticinaron un control foráneo inmediato de todo Iraq, ya que la nación agredida e invadida no parecía hacer resistencia, a un ejército que atravesó el desértico paraje desde la frontera kuwaití y llegó a penas en unos días a la capital.

Eran momentos de incertidumbre y de muchas preguntas sin responder relacionadas con la verdadera existencia o no de una resistencia estructurada y armada que pudiera hacer frente a una fuerza con superioridad de militares y armamentos.

Pero el tiempo, el mejor de los testigos, fue explicando una y otra vez aquella cantidad de interrogantes y hasta dudas de los momentos iniciales.

Las primeras acciones por parte de los iraquíes contra las tropas norteamericanas y británicas más bien parecieron hechos aislados de ciudadanos que respondían ante todo al sentido del honor violentado por la bota invasora, y que preferían inmolarse antes que dejarse someter.

Recuerdo también que una de las preguntas que más nos hacíamos a la hora de analizar el tema, estaba relacionada con el destino de los varios millones de armas que el Gobierno depuesto de Saddan Husein había entregado a las fuerzas militares, miembros del Partido gobernante, y a otras fuerzas simpatizantes, antes de que se produjera la agresión.

Se conocía, por fuentes fidedignas, que incluso algunos meses antes de la guerra, hubo en Iraq un acelerado entrenamiento militar para esas fuerzas gubernamentales, partidistas y de jóvenes que estaban dispuestos a luchar contra los invasores.

Las acciones de lo que ya empezó a llamarse resistencia, que se fueron convirtiendo en cotidianas cuando ya el presidente norteamericano George W. Bush había declarado la "victoria" y el fin de las acciones en mayo de 2003, fueron devolviendo la credulidad a quienes habían sido pasto del asombro y la incertidumbre.

La lucha, desde ese mayo de 2003 en que el texano apareció en un portaaviones para dar a conocer al mundo la noticia del fin de la guerra, fue avanzando y con muestras de evidente organización y línea de mando, y ciudades como Fallujah, Bagdad, Tikrit, Mosul, Samarra y otras, emprendieron un verdadero concepto de resistencia armada atacando al agresor en el momento y el lugar menos esperados.

Incluso esa resistencia que para entonces se le empezaba a llamar por su nombre, ocupó sectores de la capital iraquí y convirtió a algunas de las ciudades antes mencionadas en zonas libres de la presencia extranjera.

Cada vez, en mayor y mejor formas, la estrategia de lucha contra el agresor fue demostrando al mundo que los 138 000 soldados instalados en Iraq con las más modernas armas salidas del Complejo Militar Industrial estadounidense, podían ser vulnerables...y lo eran.

La resistencia iraquí ha demostrado que el problema no es enfrentarse a un tanque u otro equipo blindado, a un avión de guerra o un helicóptero Apache, desde posiciones visibles o desventajosas. Lo importante, y así lo han hecho, es golpear en los puntos débiles del enemigo, que son muchos.

De no ser así, cómo pensar en que enormes tanques de última generación hayan volado por los aires al ser impactados en el lugar preciso por una bomba colocada en una carretera a la hora y en el lugar por donde se desplazaría el equipo bélico.

Otra razón que explica el desarrollo de los acontecimientos militares en Iraq es la penetración de la resistencia dentro de las estructuras gubernamentales y otras establecidas desde Washington, y hasta dentro de las mismas fuerzas de ocupación.

El mando norteamericano y sus jefes del Pentágono y la Casa Blanca, optaron por usar el poder mediático, una vez más a su servicio, y denominar a esos iraquíes como terroristas -nacionales y extranjeros-, agentes de Al Qaeda, o simplemente residuos del viejo régimen que no querían que Estados Unidos y sus aliados impusieran la democracia -su "democracia"- en la nación del Golfo.

Cuando la captura de Saddam Hussein, entonces la idea echada a volar por la propaganda imperial era que con ello cesarían las acciones de los grupos armados que respondían al ex mandatario. Pero fue todo lo contrario.

Aumentó la presencia insurgente en otros lugares del suelo iraquí, se vislumbró una forma más coherente de organización para el combate contra el enemigo, y se incrementó -y de qué manera- el número de bajas dentro de las fuerzas norteamericanas de ocupación, que ya hoy son más de 1 350 muertos y 10 000 heridos.

En esta penosa historia, el mando norteamericano ha acudido a los métodos más salvajes: bombardeos con aviones de guerra contra ciudades, torturas a prisioneros, muertes diarias de civiles, incluyendo niños, "errores" como el de la víspera que dejó siete niños muertos, o la política de tierra arrasada que ha devastado pueblos enteros...

Pero, la guerra montada sobre la mentira de las armas atómicas y de Al Qaeda, no solo ha empantanado a las tropas norteamericanas y sus aliados, sino que está condenada al fracaso tanto militar como político.

La lucha continúa, cada vez con mayor fuerza y organización. Las armas y municiones no se agotan. Las acciones se combinan, dirigidas lo mismo a las fuerzas foráneas que a las nacionales formadas, financiadas y al servicio de una potencia extranjera.

El tiempo, repito, como mejor testigo, nos ha convencido que en Iraq se ha puesto en práctica todo un concepto de resistencia que, casi dos años después, explica claramente que cuando se defiende el suelo patrio, se resiste y se lucha: se vence.

Ese concepto de resistencia es el que no ha permitido que un país ocupado como es Iraq, pueda ser controlado por casi 200 000 soldados, incapaces hasta de brindar protección a unas elecciones inventadas por los mismos que lo invadieron.

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Elson Concepción Pérez

Elson Concepción Pérez

Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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