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Jelinek entre hienas

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Cada año la adjudicación del Premio Nobel de Literatura arrastra tras de sí especulaciones y cábalas de muy variada especie. Pero nunca se había presenciado, ni siquiera en casos tan polémicos como los del ruso Boris Pasternak o el chino Gao Xingjuan, favorecidos por las fobias anticomunistas y carentes de las simpatías de las autoridades locales en su día, un intento de descalificación tan virulento como el de que ha sido víctima la austriaca Elfriede Jelinek por parte de la derecha política de su país.

 

No más darse a conocer el premio, el Partido Liberal Austriaco (FPO), representante del más recalcitrante derechismo, proclamó que no debemos olvidar que Elfriede Jelinek desde hace años disfruta arrastrando a Austria por la suciedad".

 

La responsable de cultura de la formación, Helene Partik-Pablae, trató de darle un barniz intelectual a la diatriba, al decir que "se debe recordar a todos aquellos que no recibieron este premio, como James Joyce, Franz Kafka, Robert Musil, Virginia Woolf o Friedrich Durrenmatt" y concluir que "esto relativiza todo este lío un poco", para más adelante hacer visible el verdadero cariz del asunto: "Un galardón como el Nobel pudiera potenciar que esta mujer llegue a un gran círculo de lectores internacionales y de esta manera difunda aún más su algo extraña visión de Austria".

 

¿Cuál es el pecado de Jelinek? No se trata únicamente de su obra literaria en prosa ni de sus textos dramáticos, suficientemente críticos, demitificadores y lúcidos como para incomodar a las mentes conservadoras, sino de una actuación pública que se distingue por radicales y firmes pronunciamientos contra los intentos por justificar y reanimar la ideología fascista. En un debate televisivo de la Televisión Austriaca sobre la responsabilidad de los intelectuales en la época actual, un crítico cercano a las posiciones de la derecha expresó respecto a ella en diciembre del 2001: "No debíamos hacer mucho caso a Elfriede Jelinek si no fuera porque sus envolventes maneras de atacar el pasado y el presente de nuestra nación pueden llegar a ser atractivas para las generaciones responsabilizadas con restituir los ideales de una raza".

 

Tan espantada se hallaba Jelinek de que con el ascenso de la derecha más extrema sufriera la dignidad de los suyos y la auténtica cultura que declaró la intención de prohibir la representación de sus obras mientras el FPO estuviera en el poder. En una entrevista con el semanario francés Le Nouvel Observateur habló de sentir "miedo físico" al FPO en el gobierno. Recordaba seguramente cómo, durante la campaña por las elecciones de 1995 para la alcaldía de Viena, el FPO pegó carteles acusando a Jelinek como enemiga del arte y la cultura.

 

Por suerte no claudicó, más bien por el contrario redobló sus empeños creativos de alto vuelo consagrados a abordar no sólo los problemas de su país sino los del convulso mundo contemporáneo.

 

Escribió Das Lebewohl (El adiós), un monólogo en el que hacía hablar a Haider para desnudar al neofascista disfrazado de populista. En estos días, la agencia ANSA recordó que su obra más reciente, la pieza Bambiland' (2003), es una crítica acerba a la invasión de Irak encabezada por Estados Unidos, y que una secuela llamada Babel, sobre los crímenes cometidas por esas tropas en la cárcel de Abu Ghraib, subirá a escena próximamente.

 

Es deseable que este Nobel haga salir la obra de Jelinek más allá del ámbito germánico, donde es una autora de gran prestigio. En el mundo se le conoce más gracias al cine que a las traducciones. La película La maestra de piano (Das Klavierspielerin), dirigida por Michel Haneke e interpretada por Isabelle Huppert y que hace dos años gozó del aplauso de la crítica y el público, fijó la atención sobre la Jelinek.

 

Valdría la pena que en español se leyera su novela Die Kinder der Toten (Los niños de la muerte), una reveladora indagación sobre los mecanismos del horror bajo el régimen nazi en su país y cómo esa ideología encontró caldo de cultivo en determinados sectores austriacos.

 

Su literatura dramática es de primera línea. Claus Peymann, director del Berliner Ensemble, ha dicho al respecto: "Jelinek es la Casandra de la literatura contemporánea, la que ve venir lo terrible, el abismo, la muerte y nadie se lo cree. Ese es su gran dolor y su gran esfuerzo humano, que siempre fue el norte de su vida, aún en las situaciones más difíciles".

 

Merece respeto una autora que se define en los siguientes términos: "Cuando escribo trato de estar siempre del lado de los débiles. El lado de los poderosos no es el lado de la literatura''.

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Pedro de la Hoz

Pedro de la Hoz

Periodista cubano, jefe de la página cultural del diario Granma.