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¿Abandonarán a Bush los asquerosamente ricos?

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  Saul Landau  

"Déjame hablarte de los que son muy ricos.  Son diferentes a ti y a mí.  Poseen cosas y las disfrutan desde temprano, y eso les hace algo, los vuelve blandos en lo que nosotros somos duros, y cínicos en lo que nosotros somos confiados, de forma que a no ser que uno nazca rico es muy difícil comprender.  En el fondo de su corazón creen que son  mejores que nosotros porque tuvimos que descubrir por nosotros mismos las compensaciones y refugios de la vida.  Incluso cuando se introducen hasta el fondo de nuestro mundo o caen por debajo de nosotros siguen creyendo que son mejores.  Son diferentes".
F. Scott Fitzgerald, El muchacho rico.

A principios del año pasado en una fiesta donde casi todos eran multimillonarios se congratulaban de las políticas de George W. Bush.

Pregunté a algunas personas acerca de "la amenaza de Irak".

"Sí, bueno, él está muy bien en el asunto de los impuestos, ¿sabe?", me respondió un presumido joven con relación a, supongo, los designios de W para permitir que los ultra ricos se hicieran más ultra ricos. 

Pregunté en la puerta a una matrona envuelta en visón acerca de las acusaciones de que las políticas de Bush equivalían a un asalto al medio ambiente.  Su vestido parecía más caro que los del vestuario de Nicole Kidman en Cold Mountain.

"Estoy segura de que hará lo indicado", dijo despreciativamente mientras llegaba su limosina".
 
Sin embargo, recientemente los ricos que anteriormente estaban tan complacidos han comenzado a retorcerse las manos debido a "ese equivocado de siempre" en la Casa Blanca.  "Ha desviado al barco del estado hacia quiméricas aventuras lejos de la realidad", una alusión que mi rico y elocuente conocido usaba para referirse a las preocupaciones acerca de la vasta fortuna de su familia.

Generalmente los ricos nunca han necesitado de agencies formales que protejan y expandan sus intereses.  Sencillamente siempre han confiado en el gobierno de EE.UU., no importa quien haya sido el presidente.  Mis amigos que ven conspiraciones por todos lados aún creen que los ricos se reúnen en lugares como Bohemian Grove, un lugar de vacaciones para los verdaderamente elegantes, o en asociaciones no muy rígidas, como la Comisión Tri-Lateral de los 1970, apoyada por los Rockefeller, para planear de qué manera se puede incrementar el dominio del capitalismo sobre las riquezas del mundo.

Un amigo mío que acudía con regularidad a The Grove, como él lo llamaba, elogiaba el lugar.  "Me gano cien mil dólares en un fin de semana allí", alardeaba.

¿Cómo lo haces?, pregunté.

"Me dedico a jugar póquer mientras otros beben y se quejan de la servidumbre".

¿No hablan de política?, inquirí.

"No seas tonto", respondió él.  "Esa gente no sabe de nada.  Les pagan a otros para que piensen acerca de sus intereses.  Se preocupan sólo cuando sus contadores y sus abogados les aconsejan que se preocupen".

Desde que la invasión de Irak no se comporta como se anunció, los asesores de los bien nacidos han estado dando consejos pesimistas.  Por lo tanto, los ricos han comenzado a hacer comentarios y a levantar las cejas, no sólo con referencia a las belicosidades de Bebé en el Medio Oeste, sino acerca de la extraña camarilla -"bastantes judíos y fanáticos, ¿sabes?"- de la que se ha rodeado para asuntos de política.  (El confiable Paul O'Neill ha revelado lo peor: Christy Todd Whitman aún no ha denunciado nada y el leal Powell aún posee su cortesía hacia el poder, por decirlo de alguna manera.)

Contadores de alto precio han aconsejado a los privilegiados que los errores del Hijito han provocado más de medio billón de dólares de déficit, lo cual desestabiliza las propiedades de los ricos.  Es cierto, Bebé no tuvo que gastar tanto para acabar con ese tipo desagradable de Saddam (los pobres pierden algo de lo suyo en esa clase de guerras, ¿verdad?) y en aquel momento parecía una buena idea -de alguna manera estaba relacionada con el 11/9, ¿no es así? - advertir a esos malvados por allá de que no volvieran a hacer esas cosas.

Pero pensándolo bien, los que inventaron y convencieron del asunto de Irak parecen haberse equivocado.  Lo que ellos llaman seguridad parece haberse transformado en ansiedad.  Hasta los asquerosamente ricos deben someterse a esos procesos indignos en los aeropuertos.  ("¿Te imaginas? ¡Me pasaron el detector!")

La conversación en los cócteles, en la que no se hacía referencia a ese mundo vulgar de la política, ahora está llena de asuntos preocupantes como "ese muchacho Bush ni siquiera ha guardado suficientes tropas para enviar a algún lugar si algunos de esos WOGS (un término peyorativo británico para referirse a los nativos en Egipto que ‘trabajaban al servicio del gobierno' durante la 2da. Guerra Mundial y se les permitía entrar a las bases británicas), amenazan nuestras fortunas en otros lugares remotos".

Y a los fabulosamente afortunados no les agradó mucho que se insultara a los alemanes y a los franceses.  El tratamiento a esos viejos y confiables aliados (nacionales y de familia) no fue muy popular para la imagen de credibilidad.

En cenas, clubes y salones los pilares de la riqueza intercambiaban comentarios desfavorables acerca del desempeño de Bush el Menor.  El ex Secretario de la Marina de Reagan, James Webb, lanzó un alerta más público.
 
En un artículo de opinión en USA Today, Webb acusó a Bush  de haber "cometido el mayor error estratégico de la era moderna.  Para decirlo descarnadamente, atacó el blanco equivocado.  Aunque se enorgullece de haber sacado a Saddam Hussein del poder, hizo mucho más que eso.  Decapitó al gobierno de un país que no amenazaba directamente a Estados Unidos y, al hacerlo, empantanó un enorme porcentaje de nuestras tropas en una región que nunca ha conocido la paz.  Nuestros militares se han visto obligados a perder su maniobrabilidad en una guerra más amplia contra el terrorismo mientras han sido colocados a la defensiva en un solo país que nunca aceptará su presencia".

Webb acudió después a la vieja noción del conservadurismo como para diferenciarse él mismo y su grupo de los neófitos de la Casa Blanca.

"No existe ningún precedente histórico para haber realizado tal acción a no ser que nuestro país estuviera amenazado directamente.  La imprudente ruta que  Bush y sus asesores han trazado afectará durante décadas la energía económica y militar de nuestra nación.  Sólo la capacidad táctica de nuestros militares lo ha protegido, hasta ahora, del severo juicio que merece".

Es más, en una soiré en Washington, D.C. una influyente matrona opinó que la invasión del chico Bush a Irak y su fracaso en encontrar esas abominables ADM no inspiran confianza a la gente verdaderamente importante.  ¿Y por qué nuestros chicos de la CIA no sabían algo después de emplear todos esos aparatos para mirar y escuchar y que se ven en las películas?  ¿Podrá ese afable joven de la Casa Blanca encontrarse él ya sabes qué cuando tiene ganas?

¿Qué sucederá si uno de los verdaderamente peligrosos WOGS nos amenaza?
 
Este tipo de conversación entre los ricos ociosos es una buena noticia para los demócratas, los que pudieran acusar a Bush Junior de haber cometido el error estratégico de la década.  Él parece haber querido ir a la guerra y permitir a esos toscos neo conservadores, como se dice, halarle la cadena.

No sólo el millonario George Soros ha donado gran cantidad de dinero para derrotar a Bush, sino que otros antiguos y firmes seguidores republicanos también han comenzado a coquetear con los esfuerzos anti-Bush.  Después de todo, John Kerry se ha ganado sus credenciales en el club de los súper ricos.

El sentimiento anti Bush que se deriva de esa percepción compartida de que el gobierno está en manos de gente que han perdido la visión protegiendo los valores del viejo sistema ocurrió también durante los años de Nixon.  En 1969 Nixon llevó a la Casa Blanca a un grupo de californianos provenientes de la industria de la publicidad.  Junto con ellos llegaron fanáticos como Chuck Colson, el organizador de los "plomeros" para evitar las filtraciones a los medios y realizar trabajos clandestinos contra los enemigos de Nixon (asaltar el Watergate y la oficina del psiquiatra de Daniel Ellsberg), lo cual no era la manera tradicional en que los caballeros hacen un trabajo.

El Establishment del este ha comenzado a preocuparse.  Quedaron encantados con los cientos de miles de millones en sus cuentas bancarias del plan de impuestos (finalmente, después de años de espera, un nuevo yate y un nuevo jet privado), pero desde entonces, la situación en Irak y Afganistán parece fuera de control, altos oficiales militares parecen disgustados por el comportamiento del viejo Rummy, en otra era parte de la elite, y la nación parece preocupada por asuntos triviales como la unión de homosexuales (¿preferirá él que se comporten promiscuamente en vez de casarse?) e investigaciones de células madres.  Los Miembros de este club informal han hecho insinuaciones: los que están a su servicio en los medios han comprendido la seña.  La manera en que han atacado como pirañas acerca del escándalo de la Guardia Nacional, bueno, es casi como si Bush hubiera tenido sexo ilícito.

Llego a la conclusión que el idilio de la clase dominante con W. Bush está muriendo.  Que comiencen los juegos electorales, y esta vez no olviden contar los votos.
 

*Landau es profesor en la Universidad Cal Poly Pomona y miembro del Instituto para Estudios de Política.  Su filme más reciente, Siria: entre Irak y un mal lugar, puede obtenerse por medio de Cinema Guild (800-723-5522).  Su nuevo libro es El imperio preventivo: una guía al reino de Bush.  Es también Director de Medios Digitales y Programas de Extensión Internacional del colegio de Letras, Artes y Ciencias Sociales.
 

 

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Saul Landau

Saul Landau

Saul Landau es un escritor, periodista, realizador de documentales y académico estadounidense cuyo trabajo se ha centrado en gran medida en América Latina.