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La reciprocidad de Lula

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Luiz Inacio Lula da Silva ha vuelto a poner el dedo en la llaga. Aplicando el principio de reciprocidad, los ciudadanos norteamericanos que viajen a Brasil serán "fichados" por las autoridades de inmigración -fotografiados y sus huellas dactilares archivadas- en justa compensación por el trato que reciben los ciudadanos brasileños cuando viajan a los Estados Unidos. Se trata, según dice Washington, de buscar terroristas. En Latinoamérica, seguro que se ha oído un grito de apoyo y admiración a Lula por hacer algo
tan elemental, pero inédito, como responder a los Estados Unidos con la misma moneda que ellos aplican. Una reciprocidad a la que los gobiernos de Washington, desde hace doscientos años, no estaban acostumbrados.
La Administración Bush, en plena vorágine de un año electoral, está interesada en seguir generando alarmas para alimentar el miedo en la población,  lo que le evita responder a muchas preguntas y le permite sacar adelante programas ultra conservadores y recortes de derechos y libertades en función de una hipotética seguridad. En ese territorio es en el que hay que observar las medidas de inmigración que atentan contra los derechos
fundamentales de las personas que deciden viajar a un país que quiere ser modelo de derechos civiles y de defensa de los valores de la democracia.
Pero, con ser grave, no es la conducta más dolosa que practica el gobierno norteamericano. Entre siete mil y quince mil ciudadanos iraquíes están desaparecidos, sin garantías legales ni control judicial, después de haber
sido detenidos durante los últimos seis meses por soldados norteamericanos.
Cosas y conductas que empiezan a parecerse peligrosamente a lo que ha sucedido, desde siempre, en los países en donde dictaduras militares han gozado del apoyo, el asesoramiento y la colaboración de los Estados Unidos
de Norteamérica.
Vistas las cosas con la agudeza que las observa Luiz Inacio Lula da Silva, la medida de control de ciudadanos norteamericanos dictada por el gobierno de Brasil debiera ampliarse a todos los países a los que Estados Unidos se la aplica. Sobre todo para detectar a agentes de la CIA y de otras agencias de seguridad norteamericanas que se han venido desplazando por el mundo, en los últimos cien años, sembrando de instrucciones, apoyo y medios a
militares golpistas, fuerzas paramilitares y elementos terroristas. Solo hay que acordarse de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Argentina, Uruguay y Paraguay, para saber de lo que estamos hablando. Tal vez si Salvador Allende hubiera podido tomar las huellas de los miembros del departamento de Estado que prepararon el golpe militar del general Pinochet, el 11 de septiembre de 1.973 no tendría un lugar en nuestra memoria. Nunca es tarde para rectificar, y Lula lo está haciendo.

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Carlos Carnicero

Carlos Carnicero

Periodista español.