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“El diario de René”: Poco a poco la verdad está saliendo a relucir, eso es lo que vale

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Ya es sábado 13 de enero. Esta mañana, como siempre, se produjo el momento más importante de la semana: hablar contigo. Luego esperé la hora del almuerzo viendo televisión y leyendo los artículos del periódico referentes al caso. A las ocho de la noche me siento a la máquina, pues alguien la estaba usando y tuve que esperar a que terminara. De todos modos, como el próximo lunes es día feriado, tengo tiempo suficiente para ponerme al día antes de regresar a la Corte.

Paso a narrarte los acontecimientos del jueves 11 de enero. Ese día nos levantaron a las 2:50 a.m. para bajarnos a las 3:30 a. m. a la Corte; así que todo lo que te cuento ahora lo vi pasar entre cabezazos y puede haber transcurrido como un sueño intermitente que se me fue volando.

Acabo de detenerme porque un italiano que se ha convertido en nuestro ahijado me invitó a degustar un “rissoto a la parmiglianna” –no sé si se escribe así–, que es como un arroz aderezado con sopas y bastante queso. A decir verdad le quedó delicioso, y mientras sigo mi historia lo voy consumiendo...

El sopor intermitente en que se convirtió la sesión del jueves comenzó con la presentación del testimonio por parte del rastreador de espías y otras especies, William Murphy. Este señor es un técnico que ha pasado varios años de su vida vigilando y siguiendo subrepticiamente quién sabe a cuántas personas, y su testimonio se limitó a describir dichas actividades.

McKenna pregunta al agente acerca de si vio cometer alguna ilegalidad durante sus actividades de vigilancia, a lo que este responde negativamente.

A las 10:00 el fiscal Buckner llama a su próximo testigo, Stuart Hoyt, exagente del FBI especialista en la Inteligencia cubana, que trabajó veinticuatro años para dicha agencia, después de haber pasado por la Inteligencia del ejército en Vietnam, para luego, como agente del Buró, supervisar, entre 1970 y 1994, varias oficinas que operaban fundamentalmente contra Cuba y la antigua Unión Soviética. Tras retirarse, en 1994, el señor Hoyt montó una oficina privada de asesoramiento, aunque al parecer sus lazos con el FBI siguen siendo bastante fuertes.

Tras comenzar por Fidel Castro –no faltaba más– el testigo hace una enjundiosa disección del MININT y de la Inteligencia cubana, siempre salpicada de palabras clave: “control”, “represión”, etc. El día finaliza con algunas explicaciones respecto a comunicaciones en general. Al terminar esta primera parte de su testimonio, no había llegado a hacernos mucho daño y los abogados se preguntaban si valdría la pena contraexaminarlo, si mantenía el mismo tono el próximo día.

El viernes 12 estábamos de vuelta a las 9:00 a. m. con el señor Stuart Hoyt. Como era de esperar, se había guardado la parte más explosiva para el final, con el ya manido propósito de impresionar al jurado y limitar las posibilidades de los abogados para el contraexamen, pues de haber sido expuesta la víspera, estos hubieran tenido la tarde anterior a su alcance para preparar su cuestionario y se habrían alistado para las aseveraciones más dañinas del testigo.

Los fiscales interrogan a Mr. Hoyt sobre el significado de “medidas activas”, y él las define como acciones que se realizan sobre un objetivo para influir o modificar su conducta, ya sea propagando rumores, intimidando, etc. Seguidamente se refieren a documentos que mencionan algunas medidas encaminadas a presionar a ciertos cabecillas locales a través de cartas intimidatorias, supuestamente hechas por los grupos más radicales. Aquí el testigo, a instancias de la Fiscalía, lee –¡ay, craso error!– una esquela que se habría enviado a uno de estos angelitos, donde se le decía que recordara el caso Letelier[1] cuando se montara en su automóvil. Cuán lejos estarían de suponer que el testigo se les iría por el desagüe por haber mencionado esta carta.

A continuación sale a relucir el verdadero objetivo de este testimonio, que no es otro que el de resucitar el maltrecho cargo de espionaje.

A eso precisamente dedica la última media hora de su testimonio, mezclando especulaciones y generalizaciones con fragmentos muy bien escogidos en la evidencia, a través de los cuales intenta magnificar la actividad del Faquir en la base de Boca Chica, para respaldar la idea de que estaba dedicado a la búsqueda de información secreta.

De este modo transcurre, en una hora y cinco minutos, la última y más letal parte del testimonio de Mr. Hoyt. No cabe dudas de que él anotó su punto y que, tanto él como la Fiscalía, fueron hábiles en llenar los espacios vacíos de la evidencia con suposiciones y generalizaciones que supieron combinar con nuestros reportes, para dar un nuevo aliento al cargo de espionaje. Yo diría que esta persona, tanto por su aire de experto como por su ilusoria credibilidad, se dio el lujo de crear la más letal combinación de realidad y ficción con que nuestros abogados se han enfrentado, justo antes de su contraexamen.

Así las cosas, toma el estrado, a las 10:05 a. m., Paul McKenna. Primero sondea al testigo respecto a sus obligaciones para con el FBI, pero únicamente repasa el tema, sin hacer del mismo un asunto de peso. Luego hace más énfasis en el hecho de que al testigo se le había entregado únicamente la parte de la evidencia que la Fiscalía deseaba que leyera, y que esto ocurrió recién en octubre pasado, por lo que Mr. Hoyt solo tenía un conocimiento bastante rudimentario y parcializado del caso, a juzgar por las limitaciones que tanto en material revisado como en tiempo había tenido.

Luego el abogado pregunta si Lorient había sido instruido a penetrar algún edificio secreto y si, como participó en la remodelación de tantas edificaciones, se había comprobado que hubiera puesto algún equipo de escucha en ellas, a todo lo cual el testigo responde negativamente.

Lo que sucede a continuación cambia el panorama del testimonio de Mr. Hoyt drásticamente y para siempre. Paul resucita el caso Letelier, al que el testigo se había referido tan funestamente al hablar de las medidas activas, y le pregunta si no era verdad que algunos exiliados anticastristas habían participado en dicho acto terrorista. Ante el resurgimiento del temido tema del terrorismo, vuelve a cundir el pánico en la Fiscalía y comienzan las objeciones que conducen a otro side bar, tras el cual hay un receso.

Cuando regresamos a las 10:55 a.m., se arma otra discusión inútil por unos documentos que la Fiscalía quiere colocar como evidencia. Por una parte, los abogados objetan la introducción de algunos de ellos, pero, por la otra, Jack quiere utilizar uno en el contrainterrogatorio de este testigo. La Fiscalía condiciona la utilización de dicho documento por Jack a que los otros abogados retiren sus objeciones. Al final estas se retiran y sin más complicaciones el documento entra en la evidencia junto a los que habían sido objetados.

Al reiniciarse la audiencia, vuelve al estrado el señor Hoyt y Paul sigue tomando por los cuernos al toro del terrorismo.

A estas alturas hay que reconocer que la jueza no ha rechazado ni por un instante la incursión en este tema, a pesar de las repetidas presiones de la Fiscalía. Nosotros nos reímos porque a veces muestra tanto interés en estas discusiones, que parece como si le gustara el chisme de las malas andanzas en que se ven estas buenas perlas disfrazadas de “luchadores por la democracia”.

McKenna incursiona levemente en el terreno de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, recordando, a través del testigo, que no estaban en muy buenos términos, y deja caer, antes de que los fiscales puedan evitarlo, que Cuba había sido invadida por una brigada bajo las órdenes de la CIA en el año 61. Luego se mete más en el agua al preguntar al testigo si Cuba tenía el monopolio de las medidas activas:

—Señor Hoyt, ¿no realiza el FBI medidas activas?

—Bueno, eeehhh.

—¿No realiza la CIA medidas activas?

—Este, eehh.

—Señor Hoyt, ¿no ha oído usted sobre la Operación Mongoose, realizada por la CIA y discutida recientemente en el Congreso, a través de la cual se planificó el asesinato de Fidel Castro?

—¡Objection, your honor!

Por supuesto, la jueza no deja que el juicio se le vaya tan lejos, de manera que acepta la objeción de la Fiscalía. Pero ya Paul había ganado su punto: hace aceptar al testigo que las medidas activas se realizaban contra personas que practicaban el terrorismo; que durante sus estudios de la documentación no había hallado un solo informe sobre la obtención de documentos clasificados por parte de los acusados; y que el hecho de que Cuba considerara como secreto un documento, no quería decir que lo fuera también para Estados Unidos.

Para finalizar, deja claro que no es lógico creer que alguien que no sabe inglés pueda acceder a información secreta en el Comando Sur, y le cede el lugar a Mr. Norris.

Mr. Norris retoma el cuestionario donde lo había dejado su colega, para que el testigo reafirme que el uso del término “secreto” va más allá de la estructura que los gobiernos dan al manejo de la información considerada sensible, lo cual apoyaba el uso que, con cierta libertad, Cuba daba a dicho término en algunos documentos. Luego establece que para que una persona acceda a información clasificada necesita un permiso de acceso o clearence en inglés, y pone como ejemplo la categoría de limpiapisos, a partir de la cual tanto la Fiscalía como el señor Santos habían apoyado sus especulaciones de que él podía acceder a información clasificada en el Comando Sur.

A continuación el abogado introduce algo de humor en el cuestionario parafraseando al testigo, quien había dicho que el propósito de la penetración era el relacionarse con los oficiales para extraerles información a través del contacto social.

—Mr. Hoyt, usted sabe que el Comando Sur es una instalación de mando, cuya membresía está compuesta mayormente por oficiales de media y alta graduación, ¿es cierto?

—Sí.

—¿Usted ha podido conocer, por su experiencia en el ejército, si los generales acostumbran a tomar cerveza con los jardineros?

—Este... uhh.

—¿Tal vez con los limpiapisos?

—¡Objeción!

Recuperando el tono serio, Mr. Norris indaga sobre el porqué Cuba podría necesitar el monitoreo de la influencia de los exiliados, y termina refiriéndose a las explosiones que se provocaron en los hoteles de La Habana, unos años atrás. Cuando el abogado se refiere a las mismas como una ola de explosiones, es corregido por el testigo:

—Bueno, yo no diría una “ola de explosiones”, sino algunas explosiones.

—¿Y cuántas explosiones usted consideraría como una ola? Si yo le dijera que en La Habana explotaron unas diez o doce bombas, ¿lo consideraría una ola de explosiones?

—Bueno, yo no sé en qué período de tiempo...

Y a la carga Norris:

—Supongamos que en el período de un año explotan diez artefactos en Miami. ¿No lo consideraría una ola de explosiones?

—Yo creo que sí.

Y entonces el puntillazo:

—¿Y por qué diez explosiones en un año son una ola de explosiones en Miami y no en La Habana? —concluyó Mr. Norris.

A las 11:45 Joaquín toma la palabra. Comienza por el trabajo de la Contrainteligencia, para esclarecer a través del testigo que este organismo funciona dentro de Cuba, tal cual lo hace aquí el FBI, y que se dedica a combatir las actividades terroristas, como incursiones militares, atentados contra dirigentes, etc. Seguidamente el testigo admite que, siendo un organismo interno, tiene que depender de otros organismos para sus investigaciones en territorio extranjero a fin de prevenir dichas actividades.

Luego el abogado menciona la preocupación de Cuba por la influencia de los exiliados y entra de lleno en las organizaciones contrarrevolucionarias de Miami; da a conocer un documento, ya en la evidencia a pesar de las protestas inútiles de la Fiscalía, donde se menciona a varias de las más peligrosas y a personajes de triste trayectoria como los hermanos Novo Sampoll, a uno de los cuales el testigo reconoce como vinculado al atentado a Letelier. A continuación le muestra otro documento en el que se mencionan varias operaciones realizadas por los acusados e identificadas como Neblina, Arcoíris, Morena y Girón[2], todas vinculadas a operaciones antiterroristas contra elementos enclavados en Miami. El abogado le pregunta a Mr. Hoyt si no conoce el contenido de dichas operaciones y este responde negativamente.

—Mr. Hoyt, usted es especialista en los organismos de Inteligencia de Cuba y se le ha dado a estudiar un material en el que se nombran varias operaciones realizadas por ellos. ¿No siente curiosidad profesional por conocer el contenido de trabajo de dichos organismos?

—Sí.

—¿Y no ha hecho nada por saber de qué se tratan esas operaciones? ¿No pidió a la Fiscalía más documentos u otra evidencia para saber de qué se trataban?

—Bueno, por ahora no.

Joaquín se refiere al examen que la Fiscalía hizo al testigo. Este dijo entonces que Cuba compartía la información que conseguía con la antigua Unión Soviética, y que lo había hecho con Panamá durante la invasión norteamericana a dicho país. El abogado le pregunta si no conocía del intercambio de información entre Cuba y el FBI en relación con actividades terroristas basadas en Estados Unidos y obtiene una respuesta afirmativa. Saca en claro así que, según su conocimiento se han realizado, al menos, dos visitas de agentes del FBI a la Isla y una de cubanos a este país.

Tras un receso toca el turno a Jack, quien establece a través de Mr. Hoyt que, en cada instalación, según sus características, puede haber áreas de acceso libre y otras con distintos niveles de restricción, que requieren de permisos por parte del personal para acceder a ellas. Jack se refiere particularmente a la base de Boca Chica, y muestra al testigo un párrafo en la evidencia donde Cuba reconoce que Lorient no tiene acceso a ciertas áreas y, por lo tanto, la información que debe buscar acerca de las mismas debe ser pública. El abogado señala nuevamente la influencia política y militar que la derecha cubana de Miami tiene en este país, y retoma el tema de la falta de idoneidad de Santos para buscar información secreta en el Comando Sur.

Jack pregunta también al testigo si encontró algo relacionado con la colocación de micrófonos o alguna otra técnica por Lorient, que podía haber sido factible por sus labores de mantenimiento en la base. Seguidamente menciona los requisitos para tener acceso a áreas limitadas, que muy probablemente Guerrero no reunía.

A la 1:15 p. m. toma la palabra Philip para su contraexamen. Menciona un documento que comenta la posibilidad de que el FBI esté tratando de infiltrar algunos grupos de anticastristas en Miami. Los fiscales objetan, no quieren tampoco que se entre en ese terreno. Justo antes de dar la 1:45, y tras media hora de pugilato, se logra, al menos, que el testigo admita la infiltración de dichos grupos por el FBI. Con el examen inconcluso de mi abogado, terminamos otra semana de juicio.

Aunque no me atrevo a hablar por los miembros del jurado, desde nuestro punto de vista los resultados han sido hasta ahora positivos, teniendo en cuenta que estamos en medio del show de la Fiscalía y que, a estas alturas, se suponía que estaríamos bien vapuleados tras cinco semanas de juicio. Este criterio parece coincidir con el de la mafia anticastrista de Miami –¿quién me iba a decir que coincidiría con ellos en algo?–, a juzgar por las reacciones vitriólicas que han aparecido últimamente en los medios que los representan, y supuran frustración por los resultados en la Corte. Definitivamente esto no ha resultado ser lo que ellos esperaban y han volcado su ira hacia todos lados, incluyendo a los fiscales.

Para ilustrarte esto te daré un botón de muestra de un artículo aparecido en El Nuevo Herald del 12 de enero, firmado por Ernesto Betancourt, un triste personaje que fue director de la mal llamada Radio Martí. Sin más preámbulos te dejo a merced del veneno de míster Betancourt, titulado “La farsa del juicio a los espías”, donde se señala:

El juicio a los espías de Castro arrestados en septiembre de 1998 es preocupante. ¿Está Janet Reno[3] distrayendo la atención de la verdadera misión de estos espías para complacer a Fidel Castro? Porque la misión constituía una seria amenaza a la seguridad de Estados Unidos.

Por fin se inició el juicio, a fines del 2000. Entre otras razones para la demora de dos años estuvo la orden increíble de la jueza federal, Joan A. Lenard, de que se trasladaran a Cuba los fiscales y agentes del FBI para tomar testimonio a funcionarios cubanos familiarizados con la situación. Como entre estos deben haber estado los jefes de los espías de la llamada Red Avispa, el resultado neto es que los que debieron haber sido incorporados al caso como acusados acabaron como testigos de la defensa. Todos sabemos la seriedad con que los jefes cubanos deben haber tomado ese juramento de decir “la verdad, toda la verdad y solo la verdad”.

Como en la selección del jurado la jueza Lenard aceptó el criterio racista de excluir a cubanoamericanos con la complicidad de la Fiscalía, es de esperar que los miembros del jurado lleguen a la conclusión de que los espías de la Red Avispa no ofrecían peligro a la seguridad de Estados Unidos y encuentren a los acusados inocentes. Castro podrá citar en apoyo de su posición de que no espiaba a Estados Unidos el fallo de un jurado americano. El ser objetivo de la Inteligencia cubana halaga a Hermanos al Rescate y a la Fundación Cubano-Americana, pero deben darse cuenta de que el sesgo dado a la causa es una manipulación de Reno, un acto más de acomodarse a los intereses de Castro, como en el caso de Elián.

Este juicio es un fraude judicial y una tomadura de pelo a la comunidad cubanoamericana y al pueblo americano. No se debe permitir que esta farsa continúe sin ser cuestionada. Hay que demandar a la entrante administración que, como primera prioridad, ordene una revisión de esta causa y la abundante evidencia acumulada por el FBI que está siendo desperdiciada por la Fiscalía.

Hasta aquí esta pieza literaria que revela el cacumen del señor Betancourt. ¿Tengo que decirte que no hay una sola verdad? Nahhh...

En fin, que se les va escapando otra oportunidad de azuzar a la potencia más grande del mundo para que desaparezca a Cuba del mapa, con la excusa de la amenaza del castrismo a la seguridad nacional de este país. Como te he dicho otras veces, no sé si el jurado ve las cosas del mismo modo que nosotros, pero lo importante es que poco a poco la verdad está saliendo a relucir. Eso es lo que vale, al menos para los Cinco.

Y la claridad también está llegando a nuestros enemigos, que se apresuran a gemir por su miedo a la verdad y a la superioridad moral de nuestra causa. Eso sí nos importa... ¡y nos alegra! Un beso.

Notas:
[1] Orlando Letelier. Canciller de Chile durante el gobierno del socialista Salvador Allende. Exiliado en los Estados Unidos, fue asesinado en un atentado con bomba el 21 de septiembre de 1976, por órdenes del dictador Augusto Pinochet. El crimen fue ejecutado por los terroristas cubanoamericanos Dionisio Suárez, Virgilio Paz y los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampoll, miembros del CORU (Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas).
[2] 5 Neblina: Vigilancia a Roberto Martín Pérez, al frente de un grupo paramilitar de la Fundación Nacional Cubano-Americana, formado por 40 integrantes. Arcoíris: Filmación de una reunión entre los terroristas Orlando Bosch, Rubén Darío López y la colaboradora Sol. Morena: Relativa a la vigilancia al terrorista Orlando Bosch. Girón: Penetración de la Fundación Nacional Cubano-Americana para determinar si los atentados con bombas en los hoteles de La Habana se organizaban desde allí, lo que finalmente se corroboró.
[3] Janet Reno. Fiscal General de Estados Unidos durante el comienzo del proceso contra los cinco. Superior jerárquica de la fiscalía que llevó directamente el caso, la Fiscalía del Distrito Sur de Florida.

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René González Sehwerert

René González Sehwerert

Héroe de la República de Cuba. Uno de los cinco jóvenes revolucionarios que se infiltró en grupos terroristas que desde la cuna de la mafia anticubana, Miami, organizan impunes sus ataques criminales contra el territorio cubano. Fue condenado a 15 años de prisión. Su causa contó con una enorme solidaridad internacional. Regresó a Cuba en el año 2013.

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