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Cumbre de Bariloche: Dignidad en el sur

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Editorial de La Jornada, de México

Durante la cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) que se desarrolló ayer en Bariloche, Argentina, la mayoría de los gobernantes de la región expresaron su rechazo al acuerdo suscrito entre los regímenes de Colombia y Estados Unidos, encabezados por Álvaro Uribe y Barack Obama, respectivamente, que permite a Washington operar siete bases militares en territorio colombiano.

Durante el encuentro, la anfitriona Cristina Fernández de Kirchner trazó un paralelo entre este hecho y la "experiencia terrible” que ha implicado la operación de bases británicas en las Malvinas; el mandatario venezolano, Hugo Chávez, afirmó que la suscripción del acuerdo entre la Casa Blanca y el Palacio de Nariño forma parte de “la estrategia global de dominación de Estados Unidos”; el presidente de Bolivia, Evo Morales, señaló que “no se puede permitir la presencia militar extranjera en nuestros territorios: es un mandato noble que nos dan nuestros pueblos”, y el mandatario de Ecuador, Rafael Correa –quien ejerce la presidencia pro tempore de la Unasur– solicitó una “reunión urgente” con Obama para tratar el tema. El sentir de los gobernantes se vio reflejado en un documento final en el que se afirma que “la presencia de fuerzas militares extranjeras no puede (...) amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación sudamericana y, en consecuencia, la paz y seguridad en la región”.

Por su parte Álvaro Uribe insistió en defender el acuerdo de su gobierno con Estados Unidos, señaló que con la instalación de las bases referidas “no hay renuncia, ni abdicación de soberanía”, e incluso las calificó como “una ayuda práctica y eficaz contra el narcotráfico y el terrorismo”.

Es saludable que exista en la región un grupo de gobiernos que, no obstante provenir de expresiones políticas e ideológicas distintas, estén dispuestos a llamar a las cosas por su nombre, a defender las respectivas soberanías nacionales y a rechazar un acuerdo que implica, en última instancia, una profunda amenaza de desestabilización en el subcontinente.

Contrario a lo que señala Uribe, no hay elemento alguno que justifique la instalación de este tipo de bases en Colombia: como señaló ayer mismo la presidenta de Argentina, el “narcotráfico y el terrorismo” se tienen que combatir, entre otras cosas, con medidas de “inteligencia y contrainteligencia”, no con el establecimiento de enclaves militares, y el propio Uribe debería saber, tras la experiencia de la aplicación del desastroso Plan Colombia, que la estrategia antinarco ofrecida desde Washington no arroja saldos particularmente positivos y sí potencia el desarrollo de escenarios de tintes bélicos y de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

En cambio, existen razones de peso para sustentar el rechazo de los gobiernos sudamericanos a la presencia militar de la superpotencia en Colombia: históricamente, Washington ha brindado apoyo a golpes de Estado que asolaron la región el siglo pasado y ha respaldado la imposición de gobiernos títeres, ha mantenido un constante injerencismo económico en estos países, y ha emprendido ofensivas sistemáticas en contra de la integridad territorial y el pleno usufructo de los recursos naturales de las naciones al sur del río Bravo. Por lo demás, sería pertinente que Bogotá prestara atención a lo expresado ayer por el propio Rafael Correa, cuando, al recordar que Estados Unidos ocupó durante años la base de Manta, en territorio ecuatoriano, concluyó: “No nos engañemos: no hay cómo controlar lo que los estadunidenses hagan en las bases que les cederá Colombia”.

Hasta ahora, el pretendido giro de Obama en materia de política exterior no ha pasado de ser un conjunto de buenas intenciones. En lo que se refiere a Latinoamérica, acuerdos como el que se comenta revierten los avances que pudieran haberse dado a nivel discursivo, reafirman el carácter imperial y colonialista de Washington y sus afanes hegemónicos en la región, además de que permiten ponderar el peso específico que mantienen el Pentágono y el complejo militar-industrial en la política de ese país.

Sería por demás lamentable que el decoro y la dignidad expresados ayer por los gobernantes sudamericanos encontraran como respuesta la misma arrogancia imperial que en su momento demostraron los antecesores de Obama. Cabe esperar que éste exhiba sensatez e inteligencia, comprenda que ni Colombia ni su país enfrentan amenazas que justifiquen el establecimiento de estos enclaves militares y atienda al llamado que le han hecho los gobiernos del sur del continente.

Se han publicado 2 comentarios



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

  • elpidio dijo:

    Es increible que todavia existan politicos como Uribe en nuestro continente y que aun mas se den el lujo de firmar acuerdos militares con los norteamericanos, cuando todo el mundo sabe lo fatidico que han sido los diferentes gobiernos norteamericanos en su politica hacia Latinoamerica. La historia nos muestra que detras de cada golpe militar, detras de cada asesinato, detras de cada ataque oculto o no contra los paises de America Latina, ha estado y esta el gobierno de los EEUU de America, no nos llamemos a engano, estan desesperados por acabar con Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba como lo estaban con Honduras, donde impusieron a sus titeres para querer controlar la masiva carga de pueblo que esta en contra de sus pretensiones de dominacion y hegemonia en nuestra tierras.
    Si los gobiernos y pueblo de Latinoamerica en su conjunto no asumen una actitud valiente y digna contra las bases militares, pronto tendremos en nuestras tierras situaciones como la de Jacobo Arbenz, la Maurice Bishop, como la de Camano, como la de Bertrand Aristee y para no hacer la lista mas larga, pero mas contundente, el caso inolvidable y ultrajante del golpe de estado en Chile con la muerte del heroico presidente Salvador Allende.
    No a las bases militares gringas en America Latina, no a los golpes militares, no a los asesinatos, no a las operaciones encubiertas, no a la penetracion de la CIA y otras organizaciones gringas en nuestros gobiernos y no a las bases militares en Colombia, que son un punal en el corazon de Bolivar, Juarez y Marti.
    La historia no perdona vacilaciones, actitudes conciliatorias y maniobras politiqueras y demogogicas, los gringos solo entienden un idioma, el idioma de los pueblos libres, independientes y soberanos, todo lo demas es una enganifa.

  • Pedro dijo:

    Lamentable lo de UNASUR y las 7 bases militares en Colombia.

    Si bien la hipocresía es la base diplomática norteamericana, el servilismo lo es en Colombia.

    La historia y la información reciente nos demuestran que EEUU tiene participación directa e interesada en el mercado de las drogas, no demuestran interés real en combatirla, más allá del reconocimiento inclusive por la actual administración Obama, de que la guerra contra las drogas es un fracaso de la política internacional para los países, el control y manejo del mercado de consumo por los adictos e idiotas es un negocio irrenunciable por el imperio. Las ventajas que les reportan son bastas y complejas.

    ¿De qué manera sino, habría que comprender que EEUU actualmente ocupa Afganistan, y este país asiático es el principal proveedor de opio en el mundo? ¿Colombia que actualmente recibe la ayuda más millonaria de la historia de las cooperaciones en Sud América, es el primer productor y comercializador de cocaína?, en poco tiempo más, le seguirá Perú.

    No hay argumento que valga. De lo que se trata es de invertir para controlar el mercado de producción de droga en el mundo porque el control de los consumidores está hecho por el imperio al estar en su territorio. Tienen soberanía para que la circulación de capital e idiotas sea plena y asegurada, el tema está para el resto de los países, por eso requieren de sumisos y obedientes, ahí están los colombianos. Habrá otros, con seguridad, que sigan la línea que propone el imperio para someterlos, pero también habremos los otros, los que estamos para defender nuestra dignidad, soberanía y luchar porque el capitalismo no haga carne de nuestros hijos y territorios y procuren expandir el negocio de las drogas. Las drogas son el cáncer del capitalismo, el individualismo y la competitividad.

    Lamentable, conlombianos, pobres desgraciados.

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