Artículos de Crónicas de Amaury

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A mis hermanos y a mí nos criaron, y acompañaron en la infancia, esencialmente, la abuela paterna Delfina García, natural de Orense, Galicia por más señas, su hermana, la tía abuela Carmen y el abuelo Alcibiades, cubanos ambos. La Abuela Delfina nos abandonó una mañana gris y ventosa, pero todavía la presiento en el olor transparente de la ropa lavada, en el aroma de los garbanzos recién cocidos, en el vago perfume de las librerías.

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| 43

Anoche estuve recordando a mi tía política, la esposa de nuestro único tío y madre de mis primos hermanos Alejandro y Eduardo, porque pensaba en la primera avalancha que recibimos de “La comunidad cubana en el exterior”. Se llama Isabel, pero todos en la familia, y fuera de ella, le apodamos con cariño La Gallega, por sus orígenes y su ceceo. Es, o era, una rubia bella, simpática y elegante. Hace siglos que no nos veíamos.

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| 35

Era la Liza soñada y dispuesta a conquistarnos como si en ello le fuera la vida. Estaba vestida como siempre, blusa y pantalón rojos, ausente de oropel (apenas una pulserita de oro y unos aretes pequeños de brillantes que sólo vimos los que nos sentamos en primera fila y que después se quitó), ni un anillo, ni un collar, pálida, pequeña y de aspecto frágil que más tarde se convertiría en un huracán.

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| 52

Sucedió al otro día de mi encuentro con Jorgito y mi diálogo telefónico con Richard, después de una noche borrascosa; el clima de New York es así, siempre te sorprende. Me incorporé temprano, tenía que ir a recibir a un amigo cubano, qué decir amigo, ¡hermano! llamado Joel Valdés, que había viajado desde Seattle en el estado de Washington a vernos haciendo no sé cuantas escalas. Ya la emoción y la juerga posterior de la noche anterior habían sido suficientes y llegamos a la hora convenida a la puerta del hotel donde se hospedaba en la calle Ámsterdam, muy cerca »

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| 168

Esta crónica la compartí hace casi una década, ahora la revisité y regresé a ella con otra mirada, pero con el alma intacta. ¿Por qué? pues porque en estos tiempos de tanta confusión y bullicio cibernético o cotidiano, necesitamos de reencuentros, lealtades y humanidad por encima de todo y de todos. Es mi modesto aporte al debate. Como dice Silvio "Solo el amor engendra la maravilla".

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La doctora Ofelia, ginecóloga diplomada con honores, y el cirujano Ramón, con más de quince años de elogiado trabajo en la sala de alumbramientos del hospital Ramón González Coro, presumían de una relación amorosa a fuerza de espéculos y anestesias.Llevaban casados unos trescientos meses, así les gustaba señalar el tiempo de su comunión, y eran la desazón de otras parejas que con alguna diferencia, semanas a veces, años otras, en el largo de sus relaciones, convivían con ellos en el hospital.

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| 102

Debo haber estado cursando el cuarto o el tercer grado de primaria y mi maravillosa, y esencial maestra, Zuluppa, se percató de que al niño que fui, aplicado, curioso, aunque ciertamente tímido hasta los bordes del mutismo, retraído y hasta mustio, solo lo alteraba el sencillo hecho de no poder sentarse en la primera fila del aula. Eso le llamó la atención y presintiendo lo peor, citó a mi madre a la escuela.

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| 78 |

He tenido el privilegio de intimar con algunos de mis héroes (y heroínas) literarios: Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Nicolás Guillén, Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí), Dulce María Loynaz, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Carilda Oliver, Eliseo Diego, Fayad Jamís, Antón Arrufat, Marilyn Bobes, Roberto Fernández Retamar, entre otros, y José Saramago, protagonista de esta crónica, a casi 13 años de su partida. La reescribí hoy.

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| 88

¿Qué somos sino recuerdos? Recuerdos felices, desdichados, tristes, venturosos. No sé quién lo dijo, pero tiene razón.Comenzaba 1976, yo había terminado de grabar mi primer disco "Acuérdate de Abril", finalizado mi trabajo como técnico en el ICAIC, y fui invitado por el GES (Grupo de Experimentación Sonora), a propuesta de Sara González y Pablo Milanés, a participar en la primera gira al exterior del grupo por Polonia, Bulgaria y España. Recién cumplía "mis 22 años".

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Cuando uno ha ejercido la amistad como un sacerdocio, es mi caso, puede presumir de haber tenido, y tener, amigos de todas las tesituras, razas, credos y profesiones. Amigos de la infancia, la adolescencia, la adultez. Amigos de la eternidad y del tampoco. Amigos para todas las estaciones. Amigos telefónicos y del diario, confesores-amigos, esposas-amigas. Amigos egoístas, celosos, acomplejados, envidiosos, altos y bajos de moral y estatura, gordos y flacos.

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| 93

–¡Mira el mundo que había allá afuera y nos lo perdimos, Hortensia! –comentó Olegario escrutando el televisor con sus ojos lacrimosos y desteñidos. –¡Estoy cumpliendo ochenta años y no me di cuenta! Olegario estaba eufórico mientras disfrutaba un "colorido documental" sobre los grandes países de Europa »

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| 70

Tiempo de ver la luz a través del difuminado rostro de la madre, del padre, de los abuelos. Luego tendrán espacio las nunca recordadas celebraciones de los primeros aniversarios, pero ahí guardamos como mudos testigos, las fotografías que dan fe de esos acontecimientos donde uno presiente, pero no tiene capacidad recordatoria para disfrutar -el alma aún no registra- los orgullosos rostros de progenitores y parientes diversos.

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