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Obama: Recados para Teherán

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Con aparente candidez, Barack Obama propuso al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad una especie de borrón y cuenta nueva para dar un nuevo comienzo a las relaciones entre el Estado persa y los Estados Unidos. La jerarquía espiritual iraní no vio nada nuevo en la sugerencia y devolvió la bola con algo parecido a un portazo.

Tal vez no sea por ingenuo sino porque es demasiado listo, lo cierto es que el nuevo presidente lanzó una iniciativa que no ha sido correspondida. A Irán no le interesa ningún arreglo que suponga un compromiso con el imperio. Quizás no le falten razones ni tengan interés en aliviar la tensión que ahora padece su archienemigo.

Lo cierto es que en el caso de Irak la zaga es demasiado opulenta como para que la doctrina del "Poder Inteligente", impulsada por Hillary Clinton pueda omitirla con un gesto por demás ambiguo. La historia de Mossadeg, el Chad Reza Pavlavi, el respaldo a Irak en la guerra, la cuestión nuclear, los proyectos hegemónicos de Israel, las alusiones al terrorismo, la violencia y otra vez Irak, pesan demasiado y es difícil de reciclar.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que la cosas fueron diferentes y Obama hubiera podido incluso invocarlo pero tanto él como la Clinton eran nonatos cuando al concluir la Primera Guerra Mundial, época en que el petróleo no era tan importante ni escaseaba y Estados Unidos era el primer productor, Woodrow Wilson renunció a todo interés por el  Medio Oriente, dejando hacer a Gran Bretaña y Francia que protagonizaron un nuevo reparto del mundo.

Todo cambió cuando, ante el abstencionismo norteamericano, los submarinos de Hitler dominaron las rutas del Atlántico y la ocupación de Europa impedía hacer llegar ayuda a Inglaterra y la unión Soviética entonces aliados de Roosevelt, favorecidos por la Ley de Préstamos y Arriendos y fue necesario establecer la conexión persa.

En una ruta que partía de los puertos de la costa atlántica de Estados Unidos los buques con pertrechos accedían al mar Mediterráneo por Gibraltar, por Suez entraban al Mar Rojo y de allí al Golfo Pérsico y, desde los puertos iraníes, por las puertas de Turkmenistán y Uzbekistán, después de viajar unos 20 mil kilómetros, llegaban a la Unión Soviética.

Mientras en el mar la armada norteamericana escoltaba los convoyes, en tierra persa la tarea era desempeñada por tropas soviéticas e inglesas  que con esa excusa ocuparon varias provincias de Irán de los cuales, una vez concluida la guerra mundial e iniciada la Guerra Fría, Stalin heredero de la  aspiración rusa de disponer de una salida a los mares calientes, prefería no retirarse, situación que  dio lugar a uno de los primeros incidentes de la posguerra, en el cual Washington intervino a favor Gran Bretaña.

En la década de los cincuenta, el movimiento nacionalista iraní avanzó en la nacionalización del petróleo, proceso consolidado por el gobierno moderado de Muhammad Mossadeg lo que precipitó la confrontación con Gran Bretaña y que condujo a  maniobras que concluyeron con el derrocamiento del gobierno y el arresto de Mossadeg en 1954, la exaltación al poder del Sha y la entrega del petróleo a un consorcio formado por el gobierno de Teherán y cinco compañías extranjeras, tres de ellas norteamericanas.

Desde entonces Estados Unidos tomó las riendas del asunto, armó a Irán y auspició la occidentalización favorecida por los elevados precios del petróleo y el incremento de las exportaciones, hasta que  en 1979 la Revolución islámica encabeza por el ayatolá Ruhollah Jomeini, puso fin a la presencia norteamericana lo que implicó una situación geopolítica nueva y profundizó la hostilidad entre Washington y Teherán que llego a un punto de no retorno con la toma de los rehenes en 1979.
La intencionada asociación del Islam con el terrorismo, la presencia de aspectos confesionales en la disputa, la elevación de la importancia estratégica del petróleo, la intransigencia guerrerista y el clientelismo pronorteamericano de Israel, enconaron la confrontación que en torno a la cuestión nuclear asume  contornos dramáticos y sumamente peligrosos.

No obstante lo incompleto de la propuesta de Obama y el aparente desplate iraní son un paso adelante respecto a la bravuconería de Bush y tal vez el desencuentro esconda más de lo que revela y ambos estén dispuestos a dar un chance al diálogo, cosa  que la región y el mundo necesitan. Nadie debe engañarse. El obstáculo no son las centrifugas donde Irán refina uranio, sino la política de Israel que no está dispuesto a compartir su relación carnal con el imperio.

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Jorge Gómez Barata

Jorge Gómez Barata

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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