Imprimir
Inicio »Opinión  »

En la era de Putin: la nueva Rusia

En este artículo: Rusia
| +

En el último número del prestigioso mensuario, "Le Monde Diplomatique", acaba de aparecer un artículo del periodista Jean-Marie Chauvier donde se  afirma que Rusia ha alcanzado de nuevo un nivel de vida similar al que disfrutaba en 1990, cuando comenzó el desmerengamiento.

Durante seis años seguidos el país ha tenido un crecimiento económico de 6%. Otros rubros también han alcanzado incrementos espectaculares como la  metalurgia, el aluminio, el armamento, la agroalimentación. Paralelamente, el consumo interno ha aumentado, se han duplicado los presupuestos de  la enseñanza y se han triplicado los de la salud pública. Para sorpresa de muchos las compañías rusas han ingresado en el espectro de las inversionistas transnacionales. Los salarios reales han aumentado en un 80% y el  consumo en un 167%.

Sin embargo, Rusia aún necesita contener la fuga de cerebros, afirma Chauvier, sustituir infraestructuras de tecnologías obsoletas, frenar la disminución de la esperanza de vida y la merma del número de habitantes.  No obstante, algunos economistas han presentado el año 2006 como el año de la reorientación estratégica porque la política económica ha tomado conciencia de que no puede ya depender principalmente de los ingresos petroleros y del gas. Robert Gates, el nuevo jefe del Pentágono, ha dicho que Putin está tratando de devolver a Rusia su status de gran potencia y devolver a sus ciudadanos el orgullo nacional.

Es cierto que Rusia ha estado necesitando de cambios fundamentales tras el disparate de la "perestroika". Un gobernante corrupto, incapaz y  beodo como Yeltsin, fue responsable  de cinco grandes crímenes contra la nación: la disolución de la Unión Soviética  en 1991,  la salvaje e innecesaria guerra contra los separatistas en Chechenia, el golpe de Estado contra el Parlamento en 1993, el deterioro de las fuerzas armadas y la descomposición  progresiva de la economía rusa hasta dejar en andrajos a un país  otrora poderoso.  Gorbachov emprendió torpemente las reformas pero  Yeltsin prefirió sacrificar la nación a sus ambiciones personales y procedió a una torva conspiración que disolvió la URSS.  La política económica seguida durante su régimen entregó el país a las mafias o a podridos dirigentes.

Cuando el parlamento se volvió en su contra Yeltsin no vaciló en disolverlo a cañonazos y  apresar a los dirigentes de la oposición, lo cual demostró que el advenimiento de la democracia en Rusia era una mera construcción propagandística.  Yeltsin fue  un gobernante visceral,  maniobraba  ante todo para proteger sus ambiciones. Cuando fue imposible continuar en el poder por el vasto rechazo que su catastrófico gobierno provocara,  decidió dejar a Putin en su lugar. Nadie sabía quién era Vladimir Putin.  Fue  un anónimo servidor público, un miembro de la KGB, un coronel entre decenas de millares de oficiales de la seguridad rusa. De pronto se convirtió en Primer Ministro y casi enseguida en Presidente. No hay antecedentes de una carrera política tan acelerada en el mundo contemporáneo.

Putin era el  reemplazo  de emergencia en una situación de crisis. Debía  demostrar que poseía  el calibre necesario para extraer a Rusia del abismo o si, por el contrario, no era más que  un muñeco de paja con el cual Yeltsin se aseguraba la retirada. Quienes le han conocido, antes de la presente coyuntura, aseguran que es un hombre de hierro,  que ha demostrado en circunstancias difíciles su temple de acero. Putin tuvo ante sí, como un primer reto, el   desembarazarse del corrompido clan que rodeaba a Yeltsin, conocido con el mafioso sobrenombre de "la familia".  Casi de inmediato depuso  a Tatiana Dyachenko, la hija de Yeltsin y una de las más venales entre los miembros de la pandilla de saqueadores del erario. Se deshizo de los vínculos con  Boris Berezovsky,  el capo mayor del peculado y el gangsterismo. El principal problema de Putin era lidiar con la nueva burguesía rusa  apegada a  los métodos del  capitalismo salvaje para entronizarse en el poder económico.

Rusia tenía graves  problemas importantes ante sí: su recesión económica, la devaluación del rublo, la recuperación de la productividad obrera, el incremento  de su producción industrial. De  otra parte,  ganar de nuevo su sitio como potencia mundial.   Idos ya  los tiempos de Pedro el Grande y de Catalina de Rusia, incluso los del despótico Stalin, el pueblo ruso añoraba los lapsos en que las naciones se volvían hacia la URSS como una alternativa ante el imperio estadounidense en expansión. Otros, que se hallaban dentro de la órbita soviética, anhelaban salir del estrecho abrazo del oso ruso.

Ahora los hechos han demostrado que Putin va triunfando sobre sus dificultades. Está ganando un puesto entre las naciones independientes que pueden replicar a Washington sin temer las consecuencias. Sus vastos recursos energéticos le otorgan una posición eminente en la Europa oriental, pese a que la mayoría de las naciones del antes llamado "campo socialista" han optado por ingresar en la OTAN. Lentamente la vieja Rusia se está reincorporando a su antigua posición de potencia mundial

discurrir@yahoo.com

Haga un comentario



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Lisandro Otero

Lisandro Otero

Novelista, diplomático y periodista. Ha publicado novelas y ensayos, traducidos a catorce idiomas. Falleció en La Habana en 2008.

Vea también