Imprimir
Inicio »Opinión  »

Irak: El gran desastre estratégico en la historia de los Estados Unidos

| +

Publicado el 31 de octubre de 2006, Impreso el 1 de noviembre de  2006
http://www.alternet.org/story/43412/

El siguiente fragmento fue tomado del nuevo libro de Patrick Cockburn "The Occupation: War and Resistance in Irak (La ocupación: guerra y resistencia en Irak) (verso 2006)

Ha sido la guerra más extraña. A penas había comenzado en el 2003 cuando el presidente George W. Bush anunció el primero de mayo que se había terminado: se había cumplido la misión de los Estados Unidos. Pasaron meses antes de que Washington y Londres se dieran cuenta de que el conflicto no había acabado. De hecho, la guerra había acabado de comenzar. Tres años después que Bush hablara, el ejército de los Estados Unidos tenía 20 000 muertos y heridos en Irak, 95 por ciento de las bajas ocurrieron después de la caída de Bagdad.

Casi sin pensarlo los Estados Unidos puso a prueba su afirmación de ser la única súper potencia del mundo. Rechazó a los aliados dentro y fuera de Irak, en la invasión de Irak Tony Blair era el único aliado importante de Bush. El primer presidente George Bush guió una gran coalición respaldada por las Naciones Unidas  para completar  la victoria en la guerra del Golfo en 1991 en gran medida porque libró una guerra conservadora para llevar al  Oriente Medio a la forma que tenía antes de la invasión de Irak a Kuwait. Era un estatus quo conocido por el mundo y el restablecimiento del orden fue apoyado internacionalmente, y en el Oriente Medio también.  La guerra lanzada por su hijo, George W. Bush, doce años después en el 2003 fue una operación mucho más radical. No fue más que un intento de alterar el equilibrio de poder  en el mundo. Los Estados Unidos actuando prácticamente solo,  tomaría el control de un país con grandes reservas de petróleo. Asumiría el control cuasi colonial sobre una nación que había sido quince años antes la mayor potencia árabe. Los funcionarios estadounidenses de rango elevado  abiertamente amenazaron con cambiar los gobiernos de los países vecinos  a Irak.

El debate de por qué los Estados Unidos invadió Irak ha sido demasiado complicado. El principal motivo para  ir a la guerra fue que la Casa Blanca pensó que podría ganar ese conflicto muy fácilmente y para su propio gran beneficio. Corrían tiempos emocionantes en Washington en el 2002 cuando se tomaban las decisiones finales de invadir a Irak. Fue la marea alta de la auto confianza imperial. Los Estados Unidos acababa de lograr una rápida victoria en Afganistán. Las fuerzas del Talibán se habían evaporado después de  pocas semanas de bombardeos mediante B52s y la retirada del apoyo de Pakistán.  Sus bastiones en Kabul y Kandahar cayeron con apenas unos disparos. Para Tony Blair, que creía que los Estados Unidos estaba a punto de librar otra corta y victoriosa guerra, el apoyo a Bush parecería una apuesta segura.

No había razón para que Saddam Hussein no fuera derrotado con la misma facilidad que el Talibán. Su ejército era de la plebe, sus armas pesadas como tanques y artillería eran obsoletos y tenían un mal mantenimiento. Irak estaba agotado por su guerra de ocho años con Irán entre 1980 y 1988, la humillante derrota en Kuwait tres años antes y los 13 largos años de sanciones por parte de las Naciones Unidas. Si Bush y Blair hubieran creído en realidad que el líder Iraquí poseía la suficiente fuerza militar para amenazar al Oriente Medio mediante armas de destrucción masiva, probablemente no lo hubieran atacado.

Acertaron en sospechar que no podría resistir una guerra.  Pocos años antes yo había visto un desfile militar en Bagdad desde lejos. Una columna bien disciplinada de infantería elite desfiló ante Saddam, que estaba parado en una plataforma alta cerca del arco de triunfo hecho de espadas cruzadas que conmemoraban la victoria sobre Irán. Todos los soldados parecían tener puestos elegantes guantes blancos. Sólo cuando me acerqué un poco me di cuenta que el ejército iraquí tenía pocos guantes como tampoco tenía muchos otros equipamientos y los soldados llevaban puestas medias deportivas blancas en las manos. Pocos gobiernos pueden resistir la tentación de pelear y ganar una guerra que incentivará  su prestigio en su país. Les permite alzarse como los defensores de la patria. Los opositores políticos internos pueden ser descritos como traidores o faltos de patriotismo. El gobierno de Bush ha tenido un éxito particular al envolverse en la bandera    después del 11 de septiembre y  luego durante la guerra en Afganistán. Intentó hacer lo mismo en Irak en el periodo previo a las elecciones presidenciales del 2004.

Era evidente para unos pocos en los Estados Unidos o el resto del mundo que Bush estaba involucrado en una apuesta extraordinaria. Hasta los que no estaban de acuerdo con la guerra citaron principalmente objeciones morales para no realizar la invasión. Para los que apoyaban el ataque a Irak este era el momento para que los Estados Unidos se librara de los fantasmas de Viet Nam y Somalia. Pero la historia está llena de ejemplos de guerras libradas por grandes potencias contra oponentes débiles bajo la expectativa errada de una victoria fácil. El duque de Wellington, al advertirle a los políticos de línea dura de Gran Bretaña sobre la intervención militar mal pensada en el extranjero, dijo una vez: "Las grandes naciones no tienen guerras pequeñas". Quiso decir que esos supuestos conflictos insignificantes pueden hacerle un daño terrible a los estados poderosos. Al ver lo que una pequeña guerra en España le había hecho a Napoleón, él sabía lo que estaba diciendo. La derrota de los Estados Unidos en Irak ha sido aún más dañina que la de Viet Nam  porque el oponente era  más insignificante y las ambiciones originales mayores. Se evidenció rápidamente que la idea de que los Estados Unidos podría actuar solo era completamente falsa. En el verano de 2004 el ejército de los Estados Unidos sólo tenía islas de control. El fracaso fue lo peor porque fue auto ocasionado como la invasión británica a Egipto para derrocar a Nasser en 1956. Pero cuando sucedió la crisis de Suez el imperio Británico ya estaba en su lecho de muerte. El desastre solo representaba otro paso camino a su derrota. Quizás la mejor analogía es la guerra Boer, cuando el imperio británico se encontraba en la cúspide, y la incapacidad de sus fuerzas para derrotar unos pocos miles de campesinos Boer expuso peligrosamente la ausencia real de fuerza militar británica y su aislamiento diplomático.

La guerra de gerrilla en Irak se parece en muchas maneras a la de Viet Nam. Un año después que empezara hablé con los zapadores que tienen ese peligroso trabajo de buscar bombas enterradas, conocidas como (dispositivos explosivos improvisados) IED (por sus siglas en inglés), usualmente varios armazones de artillería pesada unidos y que detonan por medio de un cable largo o por control remoto. Estos dispositivos llamados "asesinos de caravanas" eran un arma devastadora, y causaron la mitad de las bajas estadounidenses. Los zapadores explicaron que no habían recibido entrenamiento para el trabajo. "Nunca había oído hablar de un IED antes de venir a Irak", dijo un soldado. Un sargento dijo que con dificultad había obtenido un viejo pero todavía válido manual del ejército estadounidense, impreso durante la guerra de Viet nam, que hablaba de este tipo de bomba y de las letales trampas caza bobos colocadas a menudo cerca de estas para matar a los zapadores confiados. Él cree que el ejército no había reimpreso este manual a pesar de ser muy útil, porque si hacía esto podría parecer que contradecía la línea oficial del Pentágono que planteaba que Irak no era como Viet Nam.

No hay dudas acerca de la magnitud del fracaso de los Estados Unidos. El general William Odom, el antiguo presidente de la Agencia de Seguridad Nacional, la mayor agencia de inteligencia estadounidense, lo llamó "el gran desastre estratégico en la historia de los Estados Unidos". En los Estados Unidos tomó tiempo asumir esto. Los comentaristas del ala derecha decían que las buenas noticias sobre Irak habían sido suprimidas. La red de programas de noticias de los Estados Unidos estaban con los nervios de punta cuando se trataba de reportar las malas noticias porque temían ser acusados de falta de fervor  patriótico. La misma inhibición la experimentaron los demócratas durante las elecciones presidenciales del 2004.

Las denuncias más severas de la debacle de los Estados Unidos en Irak fueron hechas por primera vez por el ejército de los Estados Unidos  o sus aliados políticos. "Muchos dicen que el ejército está deshecho", dijo el congresista Murtha, antiguo marino y veterano de la guerra de Viet Nam, en un conmovedor discurso de denuncia sobre la guerra en noviembre del 2005. "El futuro del país está en peligro. No podemos seguir nuestro curso actual. Es una política con imperfecciones envuelta en una ilusión". Añadió que la propia presencia de los soldados estadounidenses estaba exacerbando el alzamiento y se refirió a una encuesta del Ministerio de Defensa británico que mostraba que un 80 por ciento de los iraquíes se oponía a la presencia de las tropas extranjeras en Irak.

Fue la abrumadora poca popularidad de la ocupación entre los cinco millones de árabes sunitas en Irak lo que llevó a un rápido comienzo de la guerra de guerrilla. Los líderes Shia eran también hostiles a la ocupación pero no se iban a oponer a esta con las armas si podían tomar el poder mediante las elecciones. Pero ni los suni ni los shia iban a ser nunca aliados confiables para los Estados Unidos. Todo esto se hizo evidente durante el primer año de esta guerra.

Menos obvio fue el fracaso de los Estados Unidos para proporcionar a la mayoría de los iraquíes una mejor vida al nivel más básico. Por ejemplo, antes del derrocamiento de Saddam Hussein el 50 por ciento de los iraquíes tenían acceso al agua potable, pero esta cifra cayó a un 32 por ciento a finales del 2005. Cerca de 400 millones de dólares fueron gastados por los gobiernos de los Estados Unidos e Irak para aumentar el suministro de electricidad, pero en abril de 2006 este disminuyó a 4 100 megawatts, por debajo de  los niveles que existían antes de la invasión, que representa la mitad de los 8000 megawatts que necesita Irak. La producción de petróleo  bajó a 1,4 millones de barriles por día. Estas cifras muestran que la mayoría de los iraquíes vivían casi en la indigencia sobreviviendo solo por las raciones baratas del gobierno. Al menos el 50 por ciento de las personas que podían trabajar estaban desempleadas. La violencia no iba a acabar mientras hubiera millones de jóvenes furiosos, tan desesperados por encontrar trabajo que estaban preparados para luchar en cualquier milicia o unirse a cualquier banda de delincuentes.
No eran solo los pobres, la gran mayoría de los iraquíes, quienes estaban alienados. Un amigo, un hombre de negocios bien educado, describió haber escuchado a un oficial estadounidense sermoneando solemnemente a media docena de iraquíes con doctorados y que sabían varios idiomas acerca del futuro de su país. Un lugar donde los estadounidenses pudieron haber tenido esperanza de encontrar una audiencia comprensiva era entre los agentes de la bolsa de valores de Bagdah. Pero en el 2003 el control de la bolsa se le otorgó a un joven estadounidense de 24 años cuya mayor credencial para obtener el trabajo fueron las contribuciones de su familia al partido republicano. Supuestamente no renovó el contrato de arrendamiento del edificio donde se encontraba la bolsa lo que trajo como consecuencia que se mantuviera cerrada por un año.

Después de seis meses la furia de la frustración de los agentes   por la ocupación estadounidense les hacía sonar como militantes islámicos de Fallujah y no como los altamente conservadores hombres de negocio que eran.

Copia Verso Books, 2006. Reimpreso con el permiso de la editorial y el autorr.
Patrick Cockburn es un reportero del  The Independent y autor de  The Occupation: War and Resistance in Iraq (Verso, 2006).

© 2006 Independent Media Institute. All rights reserved.
View this story online at:http://www.alternet.org/story/43412/

Haga un comentario



Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Patrick Cockburn

Patrick Cockburn

Periodista inglés, colaborador del diario The Independent.

Vea también