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Nuevo día para Bolivia

Por: Tom Hayden
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The Nation
Traducción: Cubadebate

El 27 de enero fue el Primer Día del nuevo gobierno de Morales en Bolivia.  Nadie había previsto el movimiento tectónico que trajo consigo una victoria del 54 por ciento para el hombre que todos conocen como Evo, el indio aimará, líder del Movimiento Hacia el Socialismo (MAS) y por mucho tiempo jefe de la unión de cultivadores de coca.  "Es como si los esclavos han elegido al presidente, por primera vez en 513 años", desde la muerte del último rey Inca, manifestó un líder comunitario de El Alto, la vasta comunidad india que mira con menosprecio a esa ciudad colonial española.

Cuando organizó su base guerrillera por los años sesenta en esta zona, el Che Guevara expresó desespero en sus diarios bolivianos del despertar de los indígenas que lo rodeaban.  Hoy, sin embargo, Morales y el  recién emancipado pueblo  que lo eligió escriben un nuevo diario boliviano.

La población de Bolivia consta fundamentalmente de pueblos quechua y aimará: los más pobres de Las Américas.  Ganaron el derecho al voto hace solo cincuenta años, en una revolución nacionalista de 1952 que los dejó cultural y económicamente subordinados.

¿Cuáles son las perspectivas inmediatas y los efectos a corto plazo de la nueva Bolivia de Morales?  En el Primer Día hubo mucha euforia, pero también crecientes preocupaciones.  Los activistas sociales se deleitaron con algunas de sus promesas, por ejemplo, su declaración inaugural de que la privatización del agua constituye la violación de un "derecho humano básico".  Solo unos días antes, la Corporación Bechtel había retirado su demanda contra Bolivia por supuestas pérdidas en un proyecto de ordenación de las aguas que quedó interrumpido cuando manifestantes de Cochabamba hicieron salir a Bechtel del país.  Funcionarios de la empresa admitieron que un factor esencial en la retirada de Bechtel fue la "reputación", el deseo de salvar la imagen de la Compañía para que no siguiera empañándose.

Pablo Solon,  muy amigo de Morales y  el principal crítico en el país de los pactos de libre comercio impulsados por intereses empresariales, se deleitó con las noticias sobre el proyecto del agua, fascinado ante las nuevas posibilidades, aunque preocupado de que los Estados Unidos ya estuvieran moviéndose entre bastidores para impedir la visión de Morales hacia un socialismo democrático independiente, una suerte de Nuevo Pacto para las poblaciones indígenas.

Cuando hablamos, Solon se sentó en la sede de su fundación, en medio de docenas de dibujos exquisitos de la colección de su padre, un conocido muralista.  En las paredes se alzaban imágenes de trabajadores de las minas de estaño con rostros esqueléticos y de Don Quijote sometido a torturas.  Solon, cuyo hermano fue asesinado durante el gobierno militar, contemplaba la nueva relación entre los movimientos sociales bolivianos y el nuevo gobierno elegido como resultado del decisivo papel desempeñado por ellos.    Se decía que el Departamento de Estado ya estaba moviéndose para obligar a Bolivia a adherirse al Tratado de Libre Comercio Andino (TLCA, como el TLC o el ALCA) que dejaría al nuevo gobierno de Morales atrapado en la subordinación a las multinacionales.  Thomas Shannon,  Subsecretario de Estado de los Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, señalaba en privado que si bien  Washington  pudiera mostrarse abierto al "diálogo" sobre las cuestiones de los hidrocarburos y las plantaciones de coca, el tema del libre comercio no era negociable.

El Costo del Libre Comercio

En su esfuerzo por obstruir a Morales, los Estados Unidos se aliaron al empresario boliviano Marcos Iberkleid, descendiente de inmigrantes judíos de Polonia y propietario de un consorcio textil conocido como Amatex (America Textil SA).  Los gobiernos bolivianos anteriores dominados por los Estados Unidos  concibieron a Ametex, que emplea a 4 500 trabajadores, como el motor de la estrategia para las exportaciones textiles.  Para Iberkleid, ello exige obtener una prórroga de las preferencias arancelarias para las exportaciones textiles a los Estados Unidos que actualmente vencen a finales del presente año.  Los Estados Unidos dicen que favorecerán la prórroga solo si Bolivia firma el tratado general  de libre comercio.

Un ejemplo práctico de cómo funcionan los pactos de libre comercio es que los Estados Unidos tienen planes de reafirmar el derecho a patentar plantas y animales como parte de las disposiciones de los derechos de propiedad intelectual.  "Es contrario a las políticas y las tradiciones andinas", casi grita Solon.  Además, las compañías de medicamentos y los intereses agrícolas estadounidenses procurarán prorrogar sus derechos de patente de veinte a veintisiete años.  Y Bolivia tendrá que entregar su soberanía judicial sobre las disputas comerciales, declarada en el Artículo 135 de su Constitución, a paneles de arbitraje a puerta cerrada del TLCA dominados por los intereses del patrimonio empresarial.

Entre Iberkleid, el boliviano elegido para la agenda del libre comercio.  Según Fitch Ratings Index, su calificación crediticia era de "D" el 30 de diciembre. Desesperadamente él busca  llenar los pedidos de su cliente empresarial principal, Polo Ralph Lauren.  La Embajada estadounidense en La Paz ha abierto sus puertas en tres ocasiones para acoger a los trabajadores de Iberkleid en su campaña de apoyo al TLCA.  En cambio, cuando ciudadanos bolivianos presentan  a la Embajada una petición en nombre del propio gobierno Boliviano para la extradición del ex Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada de Miami a fin de procesarlo por la muerte de docenas de manifestantes en 2004, solo pueden llegar hasta donde la seguridad bloquea la entrada de la Embajada.

Iberkleid recurre a una amenaza que Morales teme - la posibilidad de que los trabajadores de Ametex se manifiesten en protesta, o mucho peor, inicien una huelga de hambre en las calles de El Alto y exijan que se les salven sus empleos.   Como ominosa señal de la dirección potencial de Morales,  el Primer Día, el nuevo presidente nombró al líder sindical de la planta de Iberkleid como Ministro del Trabajo.

Según Tom Kruze, economista de La Paz, las condiciones de trabajo en la fábrica de Iberkleid, si bien técnicamente no son las de una maquiladora típica, siguen  basándose en la ventaja competitiva de ofrecer la mano de obra más  barata posible.

"En el debate público no hemos logrado romper con la falsa convicción de que si no exportamos, morimos", expresó Kruze, quien se especializa en la economía del trabajo.  Las exportaciones de tejidos y confecciones  a los Estados Unidos representan solo $ 35 millones del total.  "Eso es todo con este hombre, Marcos Iberkleid, quien tiene el control del 75 por ciento", indicó Solon.  Apenas las bases para un  milagro económico, Solon y Kruze se cuestionan además el futuro de Bolivia como exportador de textiles cuando se eliminen las cuotas a los fabricantes chinos en 2008.  Todo beneficio inmediato de la prórroga de las preferencias estadounidenses para Iberkleid será a costa del sacrificio de la soberanía boliviana en un tratado de libre comercio.

Evo Morales sabe todo esto.  "Tienes razón, pero hay enormes presiones", dijo a su amigo Pablo Solon.

Solon tiene esperanzas de que Evo denuncie las presiones estadounidenses como chantaje.  Sin embargo, para ilustrar la vacilación del nuevo presidente, Solon mueve sus manos hacia alante y hacia atrás: "Están tratando en los próximos treinta días de convertir a Evo en un Lula", se quejaba Pablo refiriéndose a la aceptación de normas financieras internacionales por el  Presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva tras años de campañas contra la agenda "neoliberal".  En fecha tan reciente como el 25 de noviembre, Evo Morales regresó de la cumbre de Argentina para declarar su oposición a los tratados de libre comercio para los Andes o para la América Latina.  No obstante, en sus palabras inaugurales en La Paz, el nuevo presidente declaró solo que "analizaría" el tratado,  evasiva que se suma a las preocupaciones de Solon.

Terminando ‘El Modelo'

Tales son los problemas prácticos que enfrenta cualquier movimiento radical que alcance el poder político.  Evo Morales todavía tendrá que definir si Bolivia se ubicará en el espectro de los nacionalismos latinoamericanos que van desde Cuba y Venezuela, que hasta ahora se oponen a cualquier  pacto de libre comercio con los Estados Unidos, a un Brasil, Chile y Argentina más reformistas, que se ven a sí mismos como la ganga impulsora de sus industrias nacionales en un contexto de libre comercio.  En parte, esas diferencias reflejan realidades económicas diferentes: Cuba está bajo un embargo estadounidense, mientras Venezuela es una fuente de petróleo, más que de pura ideología.  Pero Morales ha predicado un "socialismo comunitario basado en la comunidad, un socialismo, digamos, basado en la reciprocidad y la solidaridad.  Y más allá está el respeto a la Madre Tierra, la Pachamama.  No es posible dentro del modelo (neoliberal) convertir en mercancía a la Madre Tierra.

Cuando entrevisté a Morales en 2004, expresó que la lucha no era solo en Bolivia, porque el modelo (el modelo neoliberal) no funciona, especialmente para los pobres", y añadió que el dominio multinacional "no va a ocurrir" porque "es un conflicto entre dos culturas, la indígena frente a la estadounidense, compartir frente al individualismo".

El vicepresidente de Morales es Alvaro García Linera, ex líder de la guerrilla, prisionero político, investigador académico y comentarista público.  Él describe la coalición Morales-MAS como de "centro-izquierda".    El socialismo, según él, no es posible en una Bolivia donde el proletariado es "numéricamente una minoría y políticamente no existe" y donde la economía ha experimentado una implosión en estructuras familiares y comunitarias, "que han sido el marco dentro del cual han surgido los movimientos sociales".  Linera se pronuncia a favor de un "capitalismo andino" que cree un "Estado fuerte" que permita la transferencia del excedente de la industria nacionalizada de hidrocarburos para "estimular el establecimiento de formas de auto-organización, de auto-gestión y de desarrollo comercial que  sean verdaderamente andinas y amazonas".  En otras palabras, el desarrollo económico moderno quedará insertado en, o aliado con, estructuras comunales tradicionales del pueblo indígena, en lugar de sustituir esas estructuras con formas verticales de control.

En una entrevista con Monthly Review antes de la elección, Morales describió el socialismo como "algo mucho más profundo" que los modelos de clases, fundado en valores indígenas.  Es probable que Bolivia contribuya a ese marco indígena, al debate actual sobre la alternativa latinoamericana al neoliberalismo.  Ello sugiere que él evitará rendirse al modelo de libre comercio exigido por Washington.  En su lugar, Morales propone una "asamblea constituyente" que transfiera un poder cada vez mayor a las comunidades excluidas por el Estado colonial boliviano.  Ha dicho que "una nueva integración es posible", tomado del refrán de que "otro mundo es posible".

En la ecuación interviene otro factor, un factor norteamericano que a menudo es pasado por alto por los analistas.  "Necesitamos apoyo en los Estados Unidos, no solo en relación con nuestra imagen sino especialmente en relación con esos tratados comerciales", expresó Pablo Solon.  Hasta ahora solo existe una incipiente red de activistas bolivianos de la solidaridad, comparada con los movimientos estadounidenses durante las guerras centroamericanas del 79 y los ochenta.  Y, pese a la extraordinaria aunque no pregonada labor de los activistas de prácticas comerciales leales como Citizens Trade Watch en los Estados Unidos, las manifestaciones y el cabildeo solo han servido para mitigar y no prevenir la aquiescencia del Congreso en la campaña del gobierno estadounidense por asegurar los derechos de propiedad empresarial sobre la mano de obra  y las normas ambientales.  Cuando lo entrevisté hace dos años, Morales indicó que él estaba del lado de los "múltiples movimientos en los Estados Unidos que luchan contra el neoliberalismo y debemos luchar juntos".

En resumen, una alianza mucho más fortalecida entre los movimientos sociales de América Latina y Norteamérica, basada en una agenda común antiempresarial, pro indígena, pro democracia, pudiera convertirse en un factor crucial a fin de ampliar las posibilidades de lo que líderes como Evo Morales sienten que pueden alcanzar.  Veinte años después de que Bolivia haya sido lanzada al caos por las privatizaciones impuestas por los Estados Unidos, existe una reformulación incipiente del libre comercio en los círculos dominantes estadounidenses.  Por ejemplo, Newsweek reportó en enero que se viene desarrollando un "nuevo consenso" de que "el comercio no es suficiente para poner fin a la pobreza" y de que "lo que se necesita es más intervención del gobierno en las economías, no menos.  Llámele  Nuevo Pacto, y prepárese para escuchar mucho más al respecto en 2006".

Sin embargo, hay pocos indicios alentadores en el enfoque estadounidense hacia la nueva Bolivia.  Es probable que las compañías multinacionales del petróleo acepten compartir más sus riquezas, y la transferencia del control sobre la industrialización, con  los bolivianos.  Pero ello es porque sus márgenes de ganancia están en un 30 por ciento, según un abogado de empresas con quien conversé que tenía quince años de experiencia en Bolivia.  Sin embargo, una funcionaria del Banco Mundial a la que entrevisté repitió el dogma oficial de que el desarrollo depende de inversiones extranjeras privadas sin trabas.  Su sugerencia clave para Evo Morales era que a los vendedores de las calles en Bolivia  -- cerca del 70 por ciento de bolivianos están empleados en el "sector informal", vendiendo Fresca y pasta de diente en las calles-debe concedérseles licencias y registrárseles para que se les puedan aplicar los impuestos.  Es una política de financiamiento ascendente que de seguro encontrará resistencia.

Ícono Indígena

Cualquiera que sea la decisión de Morales sobre la cuestión inmediata de los textiles, sería prematuro categorizar la revolución boliviana como acabada, o descartarla como un simple "neoliberalismo con rostro de indio", aunque ese es el impulso de algunos de la Izquierda, como se vio en la reciente entrevista de Democracy Now! con James Petras, experto en la región desde hace mucho tiempo, quien dice que Morales es solo un reformista social demócrata con el que Washington puede convivir.   Puede que  Petra tenga razón en que la nueva Bolivia tratará de evitar  el tipo de enfrentamiento con los Estados Unidos que ejemplifica Venezuela, país rico en petróleo, pero esa crítica subestima la importancia moral y política de la revolución boliviana para los indígenas pobres.  Quizás lo que Petra está minimizando es el gran movimiento radical de izquierda indígena  de Bolivia, como el movimiento dirigido por Felipe Quispe, que está evaluando cada paso político que él da.  La "cuestión india" raras veces ha recibido énfasis por parte de la izquierda, pero sigue siendo  el tema central en Bolivia, en los Andes, en Chiapas y gran parte de América Latina.

Pocos blancos o mestizos comprenden el fenómeno tan bien como Linera, cuya vida ha estado dedicada a lo que él denomina la "descolonización del Estado" para que los pueblos indígenas gobiernen y se ponga fin a la fisura que ha existido en Bolivia entre la sociedad y el Estado durante 180 años.  "Hace quince años, pensamos que podría alcanzarse con un levantamiento armado de las comunidades.  Hoy, pensamos que es un objetivo que podemos lograr mediante una gran victoria electoral".  Él hace un llamamiento a un nuevo diálogo entre el "indigenismo" y un marxismo que solo percibía a los indios como reaccionarios o como clientes dependientes de las organizaciones no gubernamentales humanitarias.

Nada ilustra mejor la importancia profunda de este cambio que las ceremonias de la  toma de posesión del pasado fin de semana.  Como Linera tomó juramento primero como vicepresidente, le tocó a él colocar la banda presidencial sobre los hombros de Morales.  En un momento en que millones observaban la televisión, Morales visiblemente derramó una lágrima y se encorvó un poquito, luego abrazó a su amigo y se convirtió en el primer presidente indígena de Bolivia.  No solo había votado por él la mayoría indígena, sino también por lo menos una tercera parte de las clases privilegiadas de  blancos o mestizos, resultado que ponía fin a centurias de discriminación y marginalización brutales.

Mucho más importante fue la ceremonia del sábado, cuando líderes espirituales indígenas invistieron a Evo Morales a su manera, en las ruinas pre-incas conocidas como Tiwanaku, en el remoto altiplano cercano al Lago de Titicaca.  Allí, mientras 30 000 o más personas esperaban y observaban, líderes aimarás cambiaron la ropa de Evo por ropa nativa, le quitaron sus zapatos para que se parara sobre la Pachamama (la Madre Tierra) y le entregaron un bastón decorado en oro y plata que representa la transferencia de autoridad por primera vez en cinco centurias.

Ahí el mundo observó la ascensión de un nuevo tipo de poder, uno que es más cultural que político, el de un ícono indígena posmoderno.  Investido con su nuevo atuendo rojo y sosteniendo el cayado del poder, Evo Morales aparecía en un balcón tallado de un solo bloque de piedra de diez pies de altura y once pies de ancho cuyo peso se estima en diez toneladas.  Como los antiguos balcones de Newgrange en Irlanda o los sitios mayas de América Central, el balcón de piedra fue diseñado para recibir los rayos del sol en los equinoccios, un recordatorio de la ciencia y la cosmología pre-incas.

La imagen inundó el mundo, se irguió sobre  las cabezas de los técnicos del poder y de los escenógrafos de los medios, cual recordatorio visceral de que otra globalización es posible y de que la "cuestión india" no ha terminado, ni para los Estados Unidos, ni para la cultura occidental, ni para la izquierda progresista, sino que está renaciendo.

*Tom Hayden es un icono político desde la década del '60, en que lideró el movimiento estudiantil, antiguerra y proderechos civiles. En los '70, desde el ala progresista del Partido Demócrata, se lanzó en contra de los programas nucleares y defendió con pasión las causas ambientales. Retirado de la política partidista -habiendo llegado al Comité Nacional Demócrata-, Hayden es profesor en Occidental College, en Los Angeles, y asesor en Ciencias Sociales para cinco escuelas públicas, además de codirector nacional de No More Sweatshops!, una coalición de activistas que buscan atajar la práctica empresarial de instalar fábricas casi móviles, utilizando mano de obra barata -a menudo inmigrantes ilegales- sin cumplir con normas laborales. Es columnista de la prestigiosa revista The Nation.

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Tom Hayden

Tom Hayden

Ex senador estatal en EEUU. Activista social y político norteamericano, muy conocido por su participación en los movimientos anti-guerra y de los derechos civiles de los 1960s. Murió en Nueva York el 23 de octubre de 2016.