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REVUELTAS EN FRANCIA: ¿EFECTO ALKA-SELTZER?

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La noticia parte el alma: "Francia retorna a la normalidad". Por supuesto que se trata de la normalidad de los burgueses y los "bom vivant", aunque lamentablemente también a la de los pobres y los emigrantes.   

No estoy entre los asombrados porque estuve entre los que en lo sesenta participaron en las discusiones acerca de las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución. Estoy de regreso.

El debate entonces se refería a la existencia en América Latina de condiciones objetivas para impulsar el cambio social y político. Eran las mismas de hoy: pobreza, exclusión, marginalidad y sus secuelas: analfabetismo, mortalidad, desempleo y cuantas etcéteras se quieran añadir.

Lo principal era la certeza de que el sistema de dominación oligárquico era incapaz de realizar las transformaciones que promovieran el desarrollo económico, trajera el progreso y con el atraso arrastrara la pobreza y sus consecuencias.

Eran tiempos en que para confrontar la revolución cubana, se asumía una lógica desarrollista que podía conducir a que Chile fuera como Bélgica, Argentina como Gran Bretaña y Brasil como estados Unidos. Amparado en aquel sofisma, Kennedy inventó la alianza para el progreso.

El otro rollo de la película se refería al hecho de que, dado que las oligarquías eran incapaces para promover los cambios necesarios, las opciones eran la revolución o la promoción de reformas. Tampoco podía esperarse por las calendas griegas ni soñar con que de las filas de la izquierda tradicional, orientada desde Moscú, surgirían  vanguardias políticas capaces de encabezar a las masas. La lucha armada y la teoría del foco revolucionario fueron la opción.     

Lo que faltaba eran vanguardias capaces de crear condiciones organizativas, dotarse de una capacidad de convocatoria que las hicieran políticamente solventes, cosa que entendían muy  bien no sólo Fidel Castro y  Che Guevara, sino también fuerzas sanas entre los militares al estilo de Torrijos, Velasco Alvarado y Caamaño y políticos como Joao Goulart.

Aquel  debate trascendió al Tercer Mundo y llegó a Europa, provocando cuestionamientos muy profundos acerca del papel de las diferentes fuerzas. La solidaridad de la intelectualidad europea con la Revolución Cubana y con el movimiento de liberación tercermundista. Las revueltas de mayo del 68, fueron  la expresión más alta y visible de aquel fenómeno ideológico y político.  

Las diferencias en la percepción de aquella coyuntura, provocaron un debate entre la izquierda tradicional, en especial los partidos comunistas y la socialdemocracia y el movimiento de liberación nacional que tuvo como telón de fondo, no sólo el conflicto Este - Oeste sino el que existía entre la Unión Soviética y China y sobre todo la hostilidad de Estados Unidos, aterrado porque la experiencia de la revolución cubana se difundiera.

En Europa donde en el 68 se retó al inmovilismo y se intentó evitar que la izquierda fuera totalmente absorbida por el sistema. La historia se repite solo que esta vez no hay debate. Los fuegos de París se han se han apagado. Los hijos de los emigrantes se recogen en sus barrios. El mundo volverá a parecer bonito.

La regla es antigua: para ganar una batalla elimine a los estados mayores y para acabar con el movimiento popular suprima a los líderes o mejor como ocurre hoy impida que nazcan. En Argentina y Chile lo intentaron con la operación Cóndor para hacer desaparecer a toda una generación de inconformes. En Europa no son tan brutales aunque no menos eficaces.

La moraleja es trágica: la ilusión del cambio realmente lo impide.

Desde La Habana, para RHC fue un comentario de Jorge Gómez Barata 

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Jorge Gómez Barata

Jorge Gómez Barata

Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.