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Cuestión de independencia

Por: Max Castro
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Poco antes de que Estados Unidos celebrara el 228 aniversario de su Declaración de Independencia el pasado 4 de julio, dos sucesos tuvieron lugar que mostraron al desnudo de qué manera, especialmente bajo el dominio de nuestro propio George, este país se ha alejado cada vez más de las raíces revolucionarias y republicanas de 1776.

A principios de mayo el Departamento de Estado publicó un informe  de la "Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre"; a fines de junio Estados Unidos devolvió la soberanía a Irak.  Presentados como expresiones de un compromiso con la libertad, la "arrogancia imperial" permea tanto el contenido del informe de la Comisión como la naturaleza del supuesto retorno a la soberanía de Irak.[1]

El primer párrafo de la Declaración de Independencia presenta el "respeto decente por las opiniones de la humanidad" por parte de los fundadores.  Pero cuando se trata de la guerra de Irak y de Cuba, la política norteamericana ha mostrado un desprecio indecente por las opiniones de casi el mundo entero.

El caso del desprecio de EEUU por el derecho internacional en cuanto a Irak es demasiado obvio y reciente para mencionarlo aquí.  Pero el comportamiento de EEUU con relación a Cuba es no menos despreciativo de las "opiniones de la humanidad".  Durante una década, la Asamblea General de la ONU, por márgenes cada vez más apabullantes, ha condenado la guerra económica de EEUU contra Cuba, hasta el punto de que en años recientes Estados Unidos ha podido contar con el voto de un solo país.  Ese país, Israel, tiene inversiones en Cuba, pero apoya la posición norteamericana en la ONU por razones evidentes de interés nacional propio.

Enfrentado a la desaprobación del mundo, ¿cuál ha sido la reacción de Estados Unidos?  Se rió del mundo en 1996 cuando, por vía de la ley Helms-Burton, aumentó las sanciones unilaterales y extraterritoriales contra Cuba.  En mayo de este año, la administración Bush nuevamente mostró su falta de respeto por las opiniones de la humanidad, así como los más elementales principios humanitarios, cuando incrementó la guerra económica de manera particularmente cruel, a saber, hacer más difícil para los cubanos el visitar a sus familiares y el ayudar a la familia y a amigos enviándoles dinero, ropa, zapatos y otros artículos.  Hasta el envío de fotos fue prohibido.

La supuesta razón para las nuevas reglas es evitar que las divisas lleguen al gobierno cubano y, especialmente, a sus aparatos de seguridad.  ¿Cómo es que la prohibición de enviar fotos y artículos de vestir, especialmente ropa y zapatos baratos comprados en tiendas de Miami, de propiedad de exiliados, va a negar recursos al estado cubano o a la policía secreta?  ¿Y los exiliados de línea dura y el gobierno de EEUU, que constantemente proclaman que Cuba es un estado policiaco, realmente creen que su gobierno, enfrentado a un aumento de amenazas del exterior, va a solucionar los problemas económicos debilitando el aparato de seguridad?  No: el verdadero objetivo de las nuevas medidas parece que quiere hacer tan miserable la vida a los cubanos comunes como para que ellos se rebelen.

Una mirada comparativa al informe de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre y a los documentos producidos por la Autoridad Provisional de la Coalición, el ex gobierno de ocupación de EEUU en Irak, brindaría muchos paralelos reveladores en cuando a lenguaje, ideología y enfoque.  La mantra del informe de la Comisión es "facultar", como en "facultar al pueblo cubano" o "facultar a la sociedad civil cubana".  Es una palabra que se escucha a menudo en el contexto de Irak.  Pero, ¿qué quiere decir realmente?

En el informe de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre la palabra "facultar" aparece ¡47 veces!  ¿Cuál es el objetivo de esta repetición obsesiva?  El objetivo evidente es confundir, específicamente para intentar transformar, como por encanto, un documento que es el epítome de un enfoque intervencionista y neocolonial, en una expresión de afirmación cubana.

Cada aspecto del documento desmiente el intento de facultar, comenzando por su exagerado tamaño, 423 páginas para presentar -en todo detalle- un guión norteamericano para la transición en Cuba y un plan norteamericano para el futuro de la sociedad cubana.  Está todo ahí, desde una transición "acelerada" por una guerra económica en aumento, intensificación de la propaganda y más recursos para las fuerzas antigubernamentales en la isla a fin de llegar a una "Cuba libre" que recibirá asistencia técnica norteamericana para sus parques nacionales que les permita "ampliar la experiencia del visitante".

Consistente con su escandalosa condescendencia, una suposición que aparece en todo el informe, a pesar de la recurrencia de la frase, "si los solicita el gobierno de transición", es que Estados Unidos estará al timón de cualquier probabilidad de transición y por lo tanto será capaz de dirigir la política de todos los sectores institucionales, desde la privatización de la economía hasta la protección medioambiental.

Las suposiciones en blanco y negro que sustentan el informe auguran un desastre en la escala del de Irak si llegan a implementarse.  Para citar sólo un ejemplo, la discusión del sistema de cuidados de salud enfoca exclusivamente las consecuencias que resulten de la crisis económica cubana, pero no menciona ningún aspecto o resultado positivo.  Esto sugiere la intención de partir de cero, desmantelar el sistema y abandonar el principio de acceso gratuito universal a favor de la privatización.  Al igual que la disolución del ejército iraquí, tal decisión sería desastrosa y provocaría un súbito ascenso en la tasa de mortalidad al estilo pos-soviético.  De esta manera la debacle de la transición soviética en relación con la salud y el revoltijo injusto e ineficiente del sistema de cuidado de salud norteamericano se reproducirían en Cuba, por cortesía de los gobiernos pos-transición bajo el dominio de Estados Unidos.

Con todo lo que se habla de facultar a los cubanos, el informe no hace concesiones a las quejas de los cubanos contra Estados Unidos.  Sólo hay un par de referencias, por ejemplo, a la Base Naval de EEUU en Guantánamo, arrancada a Cuba por medio de la coerción mucho antes de que naciera Fidel Castro.  Y no hay ninguna recomendación para la devolución de la Base, incluso aunque cada parámetro norteamericano para el establecimiento de una "Cuba libre" sea cumplido escrupulosamente.

En resumen, el informe de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre excede con mucho, en su alcance imperial, hasta a la Enmienda Platt, un enorme insulto a la independencia cubana adoptada en contra de la vehemente oposición de los patriotas cubanos.  Pero la Enmienda Platt sólo restringía la soberanía cubana por medio de la amenaza de la intervención externa ocasional.  Si se convirtieran en realidad las ideas tras el informe de la Comisión de Bush, que irónicamente refleja el pensamiento de los extremistas en la comunidad cubano-americana que se consideran a sí mismos nacionalistas cubanos, pulverizaría la soberanía cubana por medio de la realidad de una intervención perenne desde dentro.  La "Cuba Libre" presentada por el informe es una Cuba libre de cualquier vestigio de la revolución de 1959, pero penetrada a través de  cada poro por la influencia de EEUU y de los exiliados.

Para una muestra de lo que pudiera ser esa Cuba, echemos una mirada a Irak.  Ausente ya el pro-cónsul norteamericano Paul Bremer, el país es dirigido ahora por un exiliado con fuetes vínculos con la CIA que ha sido acusado de organizar bombardeos terroristas en Bagdad durante la era de Saddam.  Justo antes de entregar la autoridad simbólica a un gobierno provisional, las autoridades de ocupación establecieron un extraordinario conjunto de órdenes que tienen fuerza de leyes.  Esos decretos serán camisas de fuerza para impedir la autonomía del gobierno interino escogido por el propio Estados Unidos y de los gobiernos iraquíes que vengan posteriormente.  Algunas de las órdenes son absurdas, incluyendo una que exige a los conductores que mantengan todo el tiempo las dos manos en el volante. Otras son más ominosas.  Entre ellas hay un máximo del 15% para los impuestos sobre los ingresos y los corporativos, una medida que limitará el suministro de servicios públicos en el nuevo Irak.  Bienvenidos a la democracia norteamericana, al estilo de Texas.  Un complemento conveniente a esta "estrategia de impuestos" es la piñata de recursos iraquíes que Bremer perpetró cuando repartió numerosos lucrativos contratos de reconstrucción a grandes compañías norteamericanas.

Actualmente Irak es una nación "soberana" sembrada de violencia, ocupada por más de 140 000 soldados extranjeros, con un gobierno nominal tan dependiente de Estados Unidos que no se atreve a derogar las leyes y políticas instituidas por los invasores, y en el cual el verdadero poder reside en una gigantesca embajada norteamericana.

[1] El término "arrogancia imperial" está tomado del título de un libro anónimo escrito por un conocedor de las interioridades de la CIA.  El libro critica la política norteamericana en Irak y el Medio Oriente.

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Max Castro

Max Castro

Periodista cubano radicado en los Estados Unidos. Columnista del semanario Progreso Semanal.