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Cuba más que nunca

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Pasan demasiadas cosas al mismo tiempo. Apenas salimos de un sobresalto y nos adentramos en otro sin apenas poder tomar aliento. Y la mayoría de las veces los sucesos se entrelazan y los gritos de revuelta se superponen, amontonándose unos encima de otros. La gente honesta del mundo entero no da abasto con tanta tropelía junta.
Todavía con la quemazón de los horrores de Iraq en nuestros corazones, ahora nos llegan noticias inquietantes sobre Cuba, nuestra querida Cuba.

Cuba, Cuba…¿Qué has hecho, querida islita, para merecer tanta ignominia, tanto ataque, tanta mentira?

No hablaré de lo que todo el mundo ya sabe -o debería saber- sobre Cuba: de los importantes progresos del pueblo cubano durante los últimos 45 años por recuperar su dignidad, su independencia y su progreso en tantos campos. Todos los conocemos. Y todos sabemos del esfuerzo ingente y diario de su población por construir, por reafirmarse como pueblo, por conseguir lo que ninguna democracia hasta ahora ha logrado en nuestro planeta, tanto en el ámbito de la ciencia como de la política o de la cultura... No hace falta hacer (por ahora) más hincapié en todo esto. Pero por todas esas cosas -y por tantas otras razones-, ahora debemos -¡y queremos!- reiterar nuestro apoyo a Cuba, sin tapujos, abiertamente. …
Y para los reticentes, sólo decir una cosa: quizás Cuba no sea una democracia perfecta, pero como dice Ricardo Alarcón, al menos Cuba intenta construir algo que se le parezca.

Y ese parece ser su delito. Nada más. Suficiente como para someterlo a constante insulto, amenaza y agresión.

A veces, cuando escucho hablar a los cubanos (dirigentes, intelectuales o gente de la calle), en coherentes discursos cargados de razones, explicando ampliamente y con detalle sus ideas y sus proyectos e intentando, de forma extremadamente sólida y educada, decirle al mundo el porqué de sus formas de hacer, siento una cierta desazón pues me pregunto: ¿Adonde va tanta explicación cuando el enemigo es ciego y sordo? ¿Para qué más palabras dirigidas a mentes obtusas y egoístas que no quieren escuchar, porque si de verdad escucharan se verían obligadas a pensar, y por tanto a responder y actuar como personas dignas?
Yo admiro a quienes insisten en hablar -como hizo Fidel en el último discurso-, aunque el supuesto interlocutor tan sólo sepa responder con rebuznos y patadas. Pero me da miedo que sea así, porque aquél que no escucha y apenas sabe hablar, domina a las mil maravillas los mecanismos de la guerra, la amenaza, la destrucción y la muerte.

¿Y qué podemos hacer nosotros ante un enemigo tan embrutecido?... Está claro que cada cual hará lo que alcance y sienta. Pero desde luego, sólo por lo que Cuba representa de intento esforzado por mejorar este mundo nuestro, creo que deberíamos salir todos a las calles, ocupar los espacios mediáticos y mostrar nuestra solidaridad con ella de las mil y una formas posibles.
Y es que no hay vuelta de hoja: si queremos seguir confiando en un futuro más humanizado, tenemos que decir -alto y claro- que estamos con Cuba. Y que ahora estamos a su lado más que nunca.
Porque Cuba debe resistir…y Cuba sabe resistir…, pero no podemos dejar que haga el esfuerzo sola. Si la isla es un espejo en el que desde Europa y otras partes del globo nos miramos y recuperamos la sonrisa cada mañana (y esto ustedes, cubanos, deben saberlo), ahora debemos devolver parte de esa luz tan generosa y convertirnos -es nuestro turno- en un espejo luminoso para que estos momentos especialmente difíciles la isla entera sienta el calor, escuche la voz y vea el rostro de todos nosotros.

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Eva Sastre Forest

Eva Sastre Forest

Escritora y antropóloga vasca. Dirige la Editorial Hiru.