Irak: Y la guerra sigue
Lo que se anunciaba como un paseo militar de conquista rápida, gracias a la superioridad en armamentos y tecnología por parte del ejercito de los Estados Unidos, se ha convertido en una verdadera pesadilla para los que se ilusionaron, tanto en el Pentágono como en la Casa Blanca con una victoria fácil. En verdad la operación no fue de mucha duración. Lo malo ha sido las complicaciones del postoperatorio. El cirujano militar americano operó al paciente iraquí sobre la base de un diagnostico equivocado. Y ahí están los resultados.
Cuando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se discutía el caso de Irak ante la insistencia tenaz de Estados Unidos que quería llevar adelante sus planes de invasión a toda costa, la oposición a tan descabellada idea ganó tantos adeptos que los norteamericanos tuvieron que lanzar su aventura guerrera sin el apoyo del resto del mundo, contando solamente con el respaldo de Inglaterra y España. Así fue gracias a la conducta incondicional de Tony Blaiy y del "perrito faldero", como le llaman los propios españoles a su Primer Ministro José María Aznar. El mundo dijo que no y el mundo tenía razón. Ahora hay que afrontar las consecuencias.
Todos los días en el diario The New York Times aparece en una de sus paginas interiores un pequeño recuadro de apenas una pulgada y media con un titulito que dice: "Nombre de muertos". A continuación en letra bien pequeña se añade: El Departamento de Defensa identificó a 339 americanos en servicio que han muerto desde que comenzó la guerra en Irak. Y sigue la breve nota: Ayer se confirmó la muerte de los siguientes soldados norteamericanos. Entonces vienen los nombres de dos de ellos, Bruce Brown de 32 años de edad, del Estado de Alabama, perteneciente a la Fuerza Aérea y Paúl Johnson, de 29 años, de Michigan, sargento de la 82 División del cuerpo de paracaidistas. Notas como la anterior aparecen todos los días en el importante rotativo newyorkino.
Nos imaginamos que estas notas diarias informando de los muertos en Irak la lean el Presidente de los Estados Unidos George Bush así como sus Secretarios de Defensa Donald Rumsfeld, y el Vice-presidente Dick Cheney, que para decir la verdad fueron estos, los que impulsados por un triunfalismo arrogante, llevaron a los Estados Unidos casi en solitario, a un conflicto que ha costado ya muchas vidas norteamericanas.
Punto y aparte de las víctimas inocentes que han muerto en Irak por los bombardeos norteamericanos en una guerra desatada bajo el pretexto de supuestas armas de destrucción masiva- armas químicas y bacteriológicas - que según decían, estaban en poder de Sadam Hussein y que no han aparecido por ninguna parte, aún cuando en Irak se ha registrado ese país de punta a cabo.
Hoy nos despertamos con la noticia según la cual altos oficiales del Pentágono informaron que más fuerzas de la Reserva Militar y de la Guardia Nacional serían notificadas en las próximas semanas que tendrán que servir en Irak el próximo año. La cifra de soldados que irán al frente de Irak depende de la cantidad de tropas que envíen a ese país ocupado otras naciones del mundo. Si no van los otros, tendrán que ir allí más soldados americanos.
En otras palabras: Que la guerra sigue y no hay indicio de que cambie la situación en un futuro cercano. Claro, dirán algunos, los soldados que van a la guerra saben que la guerra es la guerra y en ella la muerte acecha. Eso es cierto. ¿Pero la muerte por qué y para que?
La respuesta, que se les dé a las madres, a los hijos y a las esposas de los que mueren allí.
¿Vale una vida humana un barril de petróleo? Todo depende de quien. Porque no es lo mismo el que muere que el que manda a morir.
¡Todo depende!
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