Fotorreportajes, Cultura  »

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Estrenan en La Habana el documental "Archivo Lidia Doce", del realizador Alejandro Ramírez, dedicado al Batallón Femenino "Lidia Doce", integrado exclusivamente por mujeres -casi niñas en realidad-, quienes debieron enfrentar prejuicios, críticas e incluso rechazo de una parte de la sociedad que no estaba lista para aceptarlas y reconocerlas tales como eran.

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Un aplauso final sobrecogedor, sincero, intenso, llevó a Silvio de vuelta al escenario. Y luego otra vez. El aplauso había estado creciendo con cada canción, alimentándose de la atmósfera, de lo que hacían las cuerdas, las voces, el aire en el metal, la percusión... Sonó frente al parque de Jesús María, entre los balcones llenos de espectadores que aplaudían también, rodeados de banderas y carteles.

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Yankiel o Yanaisy es casi solamente un tamaño, un pedacito de algo vivo, una persona poco más que en potencia. Pero ya fue a un concierto. Su madre lo llevó o la llevó con ella, literalmente: nacerá en 4 meses. Un día, en otro concierto, cantará y disfrutará como esta noche lo hicieron con el de Silvio los menos altos del barrio. Presentación de Silvio Rodríguez en el barrio habanero La Corea con el trío Trovarroco, Niurka González, Oliver Valdés, Tanmy y Pura cepa y el poeta Víctor Casaus como invitados.

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Cuenta Jorge que más de una vez alguna anciana, algún señor entrado en años pasa con su bastón y detiene su paso lento ante la fachada de la casa. Entonces, con cierta luz misteriosa que cobran los ojos, y como en medio de un suspiro de nostalgia, le cuenta de tiempos atrás, de baile y ron, de gente aglomerada en la calle, salpicándose de la alegría de las fiestas de María Teresa Vera; como hacía Francisca Couzo, que hoy tiene 95 años.

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Hoy María Victoria sí sabía qué hacer: iría a un concierto, haría todo de prisa para ir a ver a Silvio Rodríguez, ahí mismo, a unas cuadras de su casa, en La Isla del Polvo. Estaría además Frank Fernández, celebrando los cien años del barrio obrero, tocando, sí, Mozart en Pogolotti; estarían también los demás invitados, y sonarían canciones nuevas, y otras viejas tan queridas como si acabaran de nacer. Piano, flauta, guitarra, regalarían melodías de cerca y de lejos. Y la gente haría coros, y estaría entusiasmada, feliz.

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El trabajo de Ingrid es muy serio, todo un trabajo de persona mayor, que requiere altas dosis de responsabilidad y de todas esas cosas que demandan los trabajos serios. Sin embargo; cuando se la ve andar entre tantos papeles, no se puede evitar pensar que se está divirtiendo, tanto como lo hubiera hecho en algún momento de su infancia. Entre sustancias y fibras, revelando segmentos, recreándolos o simplemente aceptando su ausencia, se pasa las horas.

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Entre los placeres más ancestrales está ese de tener un libro entre las manos, de tener contacto sensorial con sus páginas, de recorrer las líneas del texto con la yema de los dedos, escuchando la tinta si tal cosa fuese posible... Por eso, todo cuanto se haga por preservar esos continentes de palabras, hoy presuntamente preteridos por las pantallas de plasma, los iPod, los e-books, inspira, cuando menos, un agradecido cariño.

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…Así nos lo revela Roberto, rechazando la idea de que para un forjador lo indispensable es una musculatura prominente. Según este señor, que lleva décadas en el oficio, la fuerza es importante, pero no sirve de nada sin la voluntad y el amor por lo que se hace. En los talleres de conservación de la Oficina del Historiador pueden verse los rostros de quienes la asisten en su mirada retrospectiva, los rostros de quienes trabajan por que sea una ciudad de ayer, de hoy y de todos los tiempos.

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Pocas cosas las asociamos tanto al silencio como una piedra. Normalmente evocan el mutismo, lo sordo, lo enajenado… Sin embargo, en este taller algunos aseguran que las piedras les hablan. Dice Sandra, una restauradora, que en el momento en que hace su trabajo, la piedra le hace como una revelación, le confía el secreto de lo que necesita, le muestra el lugar donde quiere ser curada, y después, al final, le agradece la cura.

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Concierto de Silvio en Loma Modelo, Regla; con el trío Trovarroco, Niurka González, Los Papines, Eduardo Sosa, Amparo del Riego, Helena González, Oliver Valdés y el poeta Víctor Cassaus como invitados. Crónica de lo que ha vivido Regla este sábado, con Minervino Guerra como protagonista. A él la buena música le gusta casi tanto como los automóviles clásicos. Casi tanto. Fue alfabetizador, ahora es mecánico. Minervino no trabajó ayer: "De ninguna manera; viene Silvio, y a mí me gusta mucho, porque canta con el corazón, porque se ve que es un hombre que siente lo que hace".

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Algunos pintores, por encima de los tradicionales lienzo o madera sobre el caballete, han preferido otros soportes; soportes como los muros y las paredes. En nuestros días son famosas las intervenciones a gran formato en espacios públicos; sin embargo, en otro tiempo era muy frecuente ver estas manifestaciones en versiones más modestas y en espacios más íntimos, donde los personajes hijos del trazo y el color se mezclaban en escenarios cotidianos con los moradores de muchas viviendas.

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En los talleres de conservación de la Oficina del historiador pueden verse los rostros de quienes la asisten en su mirada retrospectiva (y no por eso sin proyección de futuro); los rostros de quienes la ayudan a recuperar el brillo, a conciliar lo nuevo y lo viejo, a rescatarse y refundarse; los rostros de quienes, en fin, trabajan por que sea una ciudad de ayer, de hoy y de todos los tiempos. Los cristales figuran entre lo más rompible que se puedan encontrar. Aun así, nunca se ha dejado de trabajar con ellos. Quizás estas imágenes digan por qué.

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